Escribo porque es mi a forma de expresar lo que yo siento y que
los demás me entiendan. Escribo no para juntar letras y frases sobre
el papel; escribo para plasmar lo que llevo adentro. Es una especie de
simbiosis, entre el escritor y la ciudad. Escribir sobre Popayán,
eso es.
Mi estilo me permite divagar más, irme y volver, ya que así puedo pasear por
sus hidalgas calles. Son lugares que me hablan directamente. Pueden
ser feas o no tan feas, pero siempre les encuentro la belleza. De esta forma, intento abordar
estos espacios desde planos muy diferentes: el histórico, el
real, el político y el ficticio.
Navego en apacibles aguas para ofrecer mis artículos a internautas paisanos en el exterior que añoran volver a la tierrita. En especial, para quienes por aquello de la “viola” en la década del 48, les tocó salir montados en la vieja máquina de combustión de carbón recorriendo la paralela vía. En definitiva, escribo para mi apocada audiencia, sobre los lugares que hablan de la historia de la ciudad, pero que también configuran su presente.
Doy un salto a mi memoria para evocar, las chapuzadas en los ríos: Molino, Caracol, Dos brazos, y en el Cauca, cruzando a nado el remolino de la Cabaña. Nos vimos entre los equipos: granadino y el Piel Roja dándonos leña en los “picados” domingueros del “Achiral” donde llegaba la “Ciudad de Hierro” (hoy, parque Benito Juárez).
Hago remembranza a los madrugones a misa en la Catedral, con uniforme de la escuela que la señorita Simona dirigía con implacable disciplina. Retornamos a los recreos jugando “zumbo”, “un cojín”, “la lleva”, etc., comprando en el “caspete” (tienda), caucharina, melcochas y cholaos. Y las “capadas” a clase para ir a coger moras, michinches, guayabas, guabas, moquitos y guindas en los llanos largos de Chuni-abajo.
Me conecto con el pasado cuando fuimos a parar a la “Alhajita” en Cajete, donde recorrimos los acantilados del río Cauca. Volvimos a pasear con la imaginación “La Cueva del Indio”, colindante con la finca de los Ávila. Evocamos los porrazos por “ñucos”, aprendiendo a montar en cicla. Revivo el teatro Bolívar, “el pulguero” que exhibía las mejores películas mexicanas en blanco y negro: Invasión a Mongo, Invasión a Marte con Flash-Gordon y el Capitán Maravilla; la serie de Santo el enmascarado de plata, las películas de Tin-Tan, Clavillazo, Cantinflas, Resortes y las cintas de los “charros” Jorge Negrete, Pedro Infante, Luis y Antonio Aguilar, etc.
En el declive de su vida conocimos a Vicente Idrobo, Maestro de la Banda de músicos del Batallón Junín No.7 a quien elogiábamos con: “ánimo Cocorote”, “arriba chupa-cobres”. Soltamos risas por: Rosarito, Ratón de Iglesia, “Sancocho”-Sánchez el de los Misereres, Zócalo, Pate guaba, Miel de Abeja, el Boquinche Efraín, personajes queridos que dieron alegría y sustos a más de uno cuando éramos muchachos.
Muchos bellos recuerdos se agolpan desordenados en nuestra memoria como si apenas esta mañana los hubiésemos visto y tratado. Repasa mi frágil memoria las propagandas que se oían en los pocos radios que había en la ciudad, anunciando: “Hasta el gato quiere que lo bañen, pero con jabón Varela”; “Mejoral, Mejoral es mejor y quita el mal”; “Píldoras de vida del Dr. Ross, cuando yo las tomo me siento mejor”. Recreo mi imaginación con la voz de Belalcázar que, con su baja frecuencia, radiaba sólo hasta puente chiquito del río Cauca. Desentierro, la Vitrola, identificada con el perro lelo de la RCA Víctor, que los surcos de los discos carbonados comían cajas de agujas para reproducir el sonido.
Gratificante escribir para
mí mismo como una oportunidad de autorreflexión y crecimiento sobre
experiencias y emociones personales. Y mantengo la práctica de la escritura
como un aporte a la
ciudad con recuerdos imborrables para el disfrute de los de mi época que aún sobreviven
en Popayán y, para otros tantos errabundos dispersos “Patojos” por el mundo que
ávidos me leen. La
amada ciudad escrita hoy, es diversa, es heterogénea, es multicultural,
multiétnica, es incluyente, es la ciudad de todos y para todos. Dándole sentido
al tiempo entrego este escrito, como un texto más a la escritura de la ciudad
que es parte de nuestro ser.
Civilidad: Hoy en día la situación en Popayán, ha cambiado demasiado; pero evocando el pasado vivimos felices.
Excelente escritor don Horacio, al leerlo evocamos con nostalgia nuestro pasado.. y siii a pesar de todo..seguimos amando a Popayan y orgullosos de ser patojos.. Que bonito seria que las administraciones aporten para mantener nuestras reliquias, nuestro patrimonio histórico..Gracias, gracias..
ResponderBorrarMuchas gracias amable lector. De eso se trata, aunque sea solo uno que me lea y me entienda, me llena de satisfacción.
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