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sábado, 29 de enero de 2022

¡Palpita y se alegra la ciudad!

 


Mucha tinta ha corrido sobre la anarquía en la “Ciudad Blanca”.  En horabuena, la administración del alcalde Juan Carlos López Castrillón, se pone la camiseta de la alcaldía para demostrar su autoridad. Quienes criticaban la falta de capacidad de su gobierno para dar respuesta al proceso desde la informalidad y la movilidad en las calles, ahora deben apoyar sus decisiones. Desde luego, habrá voces discordantes y visiones negativas, pero añadiendo más dinamismo, podrán demostrar que ¡si se puede!

Ahora más que nunca, debemos apoyar a la administración para que la ciudad continúe siendo un lugar positivo de encuentro, un espacio donde la gente disfrute habitar, y trabajar; donde se recree, se eduque y se conecte de manera positiva. Popayán debe ser un lugar de concentración de actividad económica, creatividad y talento ¡Querer es poder!

En todo caso, la batalla está ya decidida. En estos momentos no hay otra alternativa. Solo nos queda defender la ciudad de los depredadores. Lo podemos hacer con amor hacia Popayán, con optimismo, con la confianza de que es el mejor vividero del mundo. Aún falta mejorar la relación social para el bienestar de los ciudadanos.  Pues, el derecho a la ciudad, es también el derecho a la ciudadanía, convertida en la cuestión fundamental. Claro, hay muchos factores por enmendar, pero necesitamos priorizarlos, en una trilogía de soluciones. De allí, esta reflexión sobre los principales temas por corregir. Si mejoramos la ciudad, mejoraremos nuestra calidad de vida.

El espacio público como lugar de encuentro, ha adquirido una relevancia única durante los últimos años. Revitalizar esos espacios degradados, incorporar procesos de participación y apropiación en su diseño, teniendo en cuenta muchos aspectos. Recuperar la ribera de los ríos que bañan a la ciudad, tendrían una doble oportunidad: convertirlos en paseos ecológicos- costeros, para generar lugares de encuentro ciudadano y desde luego, para mejorar la calidad de vida.

El explosivo aumento de los automotores y el indiscriminado deseo de usarlos, por razones de comodidad o estatus, requiere plantear medidas eficaces para mantenerlo bajo control a fin de salvaguardar la calidad de vida y sostenibilidad urbana. Hay que enfrentar también, ese flagelo de la congestión de tránsito urbano. El tema es complicado y exige una alta capacidad profesional y de liderazgo de parte de las autoridades de transporte.

El otro punto de la trilogía, es la seguridad ciudadana. Los datos son alarmantes, pero, Popayán no es la región más violenta de Colombia. Aunque, algunos consideren que el crimen y la violencia son el tema de mayor prioridad. Una forma positiva que puede dar resultados, es la posibilidad de diseñar espacios públicos más seguros y, detectar puntos calientes de inseguridad en la ciudad. Peatonalizar el centro histórico, es otra oportunidad para pensar de una manera distinta la infraestructura de ese conjunto urbano.

He recorrido la ciudad. Y qué felicidad ver la ciudad limpia de basuras y de automotores. Se nota distinta, se ve una mejor ciudad. Me topé con un grupo de funcionarios poniendo orden en la ciudad. Los felicité y emocionado los estimulé para que Popayán vuelva a ser lo que fue. Una ciudad que busca mecanismos para resolver los problemas de vida de la gente, también la hace una mejor ciudad. Se nota pues, que hay gobernanza para atender los problemas que requieren ser resueltos en conjunto.

El mercado informal existe porque hay demanda. El colorido de vendedores y puestos con sus múltiples ofertas no deja de ser llamativo, pero choca con la dificultad de caminar por la acera. Deben investigar si hay mercadería de dudosa procedencia y hacer entender que es una competencia absolutamente desleal con quienes aportan al erario a través de sus impuestos. A pocos metros, subsisten comerciantes afectados. Si se les otorga a los vendedores estacionarios lugares con alguna habilitación especial, se ordenarían, responsabilizando a los verdaderos trabajadores. Entonces, peatones y consumidores, todos seríamos ciudadanos agradecidos.

Civilidad: Sin duda, en el segundo tiempo, el alcalde Juan Carlos López hará de Popayán, una ciudad atractiva y sostenible.

 

 

 

 

 

domingo, 23 de enero de 2022

El Centro Histórico era sagrado

 

La parte antigua de Popayán había sido declarada: “bien de interés cultural del ámbito Nacional”, bajo la Resolución 2432 del 24 de noviembre de 2009, que garantizaba la protección, conservación y sostenibilidad del sector. Pero, como Colombia está bañada por tres mares: el pacífico, el caribe y, por ese mar de leyes que es más grande que los dos anteriores, sostengo que ese cúmulo de disposiciones son letra muerta. Vivimos en un país donde abundan las leyes y escasea la legalidad. Para muestra un botón, pues no resulta necesario mostrarlo todo, ya que, con un solo ejemplo, podemos deducir fácilmente lo que está sucediendo.   



Antes de que Popayán empezara a conseguir leyes proteccionistas del Patrimonio Histórico de la Humanidad, en la ciudad no se movía una teja dentro de su entorno para efectos de su conservación, pues, su conjunto histórico era sagrado.

Hoy, con las modificaciones a la resolución de la resolución, de la resolución…, lo único que han hecho es, garantizar que los bienes de interés cultural (BIC) con ese cúmulo de disposiciones sean letra muerta. Es decir, dejaron la posibilidad de que muchas normas no pudieran aplicarse debido a comportamientos ampliamente adoptados en la sociedad.

Así que la ilustre Popayán cayó en la “sociedad del dinero”. Lastimosamente la sociedad actual, ya no se divide, entre ricos y pobres, sino entre triunfadores y perdedores. Siendo su objetivo, el triunfo y la victoria a toda costa, caiga quien caiga. La victoria y, -con ello la obtención de dinero- está en lo más alto de su pirámide de valores, poniendo todos los medios para conseguirlo. Imperdonable que hayan desaprendido las lecciones de historia, aunque resulte pesada, porque gran parte de ella es pura invención.

Para la vieja Popayán, el dinero siempre ha sido esquivo, cada vez más empobrecida y atropellada. Hoy es fruto de la conmoción y de la compasión sin distinciones entre triunfadores ni perdedores; cumpliéndose la profecía del arzobispo, quien sacudiendo sus sandalias dijo: “de Popayán ni el polvo”.

Paradójico que mientras los amos del dinero alcanzan el éxito recibiendo   distinciones, contribuyan al deterioro de la ciudad. Claro, el recurso del dinero para lograr un objetivo no es algo nuevo, se mueve hace varios años. Está comprobado que toda persona tiene un precio para que sea capaz de saltarse su código moral o de conducta, para hacer y, deshacer de la ciudad, cosas que en otro tiempo y en otras circunstancias seguramente nunca lograrían.

Así que, los bienes inmuebles culturales (BIC) del grupo arquitectónico localizados en el sector histórico de Popayán, requerían obligatoriamente cumplir el PEMP específico, garantizando las acciones necesarias de protección. Sin embargo, irresponsablemente obraron en contrario, desoyendo recomendaciones, hasta modificaron la nomenclatura urbana para burlar la norma. Y se sulfuraron, manifestando que lo harían a toda costa.   

En horabuena, la Procuraduría General de la Nación, acaba de formular cargos contra nueve exintegrantes del Consejo Departamental de Patrimonio Cultural del Cauca, presuntamente por contravenir la normatividad que regula el Patrimonio Cultural de la Nación, al dar concepto favorable para la construcción de un edificio en un lote ubicado en el sector histórico de Popayán. El daño, al parecer es de incalculable valor, porque al levantar la edificación para el “Banco Mundo Mujer”, afectaron los derechos colectivos en defensa del patrimonio cultural de la Popayán. Causaron perjuicio enorme al Museo Guillermo León Valencia, pues esa edificación fue construida en su tiempo para recibir los rayos solares, hoy ensombrecida y afectada por la humedad y desde luego, también, a las piezas de museo que allí se custodian. De allí que, el Ministerio Público, afirme

“no se buscó, al parecer, recuperar y conservar los perfiles urbanos históricos; ni la volumetría a desarrollar es armónica con los volúmenes vecinos sin alterar la quinta fachada, puesto que los predios colindantes y vecinos en su gran mayoría son de 1 piso máximo 2 (…), excepto el edificio El Ariete (3 pisos), siendo el único que tuvieron en cuenta”.

Últimamente, mediante resolución 0019 del 17 de enero de 2022, el Ministerio de Cultura, indicó que el Municipio de Popayán es la instancia para la conservación del tipo arquitectónico de la ciudad. Entonces, al existir una orden de demolición de ese esperpento violatorio de toda normatividad, es al alcalde de Popayán, Juan Carlos López, que le atañe, con amor patriótico, proceder de conformidad para demoler el adefesio y, no edificio, que nunca debió levantarse, haciendo que las leyes no sean una letra muerta.  

Civilidad: La historia de Popayán, termina con dolor; pero es proporcional a la belleza del amor vivido en ella.

 

 

 

 

 

  

 

sábado, 15 de enero de 2022

Historia no contada sobre la fundación de Popayán



Los escritos existen, pero la historia oficial, es distinta. Obra en mi poder un documento y, mi deber es reescribir la historia que aquí voy a contar.  

Después de un largo y tormentoso recorrido por las tierras de Nariño, a lo lejos, desde la serranía de Sachacoco, municipio de Sotará, Juan de Ampudia y Pedro de Puelles, alcanzaron a divisar el inmenso y hermoso valle del Cauca, por lo que decidieron apoderarse del lugar.

Era el territorio cruzado por el caudaloso rio Cauca, que el Cacique Pubén gobernaba a la gran etnia, compuesta por grupos indígenas de los "pubenses" o "pubenenses" que habitaban en los territorios aledaños al valle de Pubén. Se sabe   que estos indígenas provenían del continente asiático y, que habían llegado al valle de Pubén, aproximadamente mil años antes de la llegada de Cristóbal Colon a América, donde se sedentarizaron.

Al entrar al pueblo de Pubén, con una tropa de 300 Castellanos de a pie y de a caballo, realizaron múltiples expediciones por el río Cauca, al mando del capitán Juan de Ampudia, quien adquirió el sobrenombre de "Atila del Cauca" por su ferocidad.  Con ellos venía un grupo importante de indígenas traídos del Ecuador. Pocas investigaciones se han realizado sobre quiénes eran los pueblos indígenas de la región de Popayán, ni cuál era su territorio y las fronteras étnicas existentes a la llegada de los españoles. La versión existente sobre los guambianos, plantea que, durante la época de la conquista, éstos fueron traídos por los españoles desde el Ecuador y el Perú como yanaconas, es decir, como población de tipo servil, desvinculada de un grupo étnico. Con la llegada de los españoles y la desestructuración del mundo indígena, el espacio ocupado por ellos y las fronteras establecidas sufrieron el embate conquistador.

Al entrar Ampudia al pueblo de Pubén, lo encontraron abandonado, sobresaliendo entre las chozas, un enorme tambo (rancho pajizo) donde se alojaron. Pero esa noche fueron atacados por un gran ejército de pulgas y niguas, debiendo abandonarlo rápidamente para irse a bañar en las “gélidas aguas frías y amargas” del rio Cauca. Es decir, que lo que no pudieron hacer los indígenas para vencer a la tropa española, lo hicieron esos bichos de la región obligándolos a que se aposentaran en la loma del Azafate (Molino Moscopan).

Al día siguiente, 30 de noviembre de 1.535, el capitán Juan de Ampudia, organiza su tropa, elabora unas banderas y, en formación ceremoniosa, designa como abanderado a Florencio Serrano, para que junto al sacerdote García Sánchez, se celebrara el oficio religioso, dejando así fundada la primera Villa de Ampudia.

De allí que, Sebastián Moyano (Benalcázar), solo pudo “declarar” fundada la ciudad de Popayán, el día sábado 13 de enero de 1537, fecha en la que pudo arribar a esa  Villa, que, de acuerdo con sus instrucciones, Juan de Ampudia había erigido en esta comarca, según lo certifica el escribano Francisco de Vega Polanco en 1605, cuando rinde: “testimonio de verdad cómo en el libro de Cabildo que había hallado de esta ciudad como el más antiguo, en un papel viejo, roto y sin firma y al parecer ya letra antigua, esta una razón que lo que en ella se pudo trasladar y leer desde renglón entero” en ese papel redactado por el propio Sebastián Moyano, a manera de acta de fundación, que textualmente se lee:

“(Teniendo en cuenta) dicha Protestación con el dho capitán Joan de amPudia fundo la dha villa (de un nombe) conforme (a derecho) e porque yo con los españoles de pié e de a caballo que conmigo en nombre de su magestad andan, vine a dha Provincia de Popayán, donde al presente estoy do se an descubierto muchos Pueblos y tierras e Provincias muy Pobladas de naturales en comarca desde dicho asiento de Popayán”.  

Dejo aquí, plasmada esta novela llamada historia, fielmente lo que se escribía, pero ignorando si es lo que aconteció.

Civilidad: La historia se escribe, aunque bajo circunstancias influidas por el pasado.

 

 

domingo, 9 de enero de 2022

El Carnaval de Negros y Blancos

 



Recordando los días felices y los buenos tiempos del ayer; el 5 y 6 de enero eran festivos con grandes acontecimientos. Lo recuerdo por la majestuosidad de sus carrozas. Además, por el encanto y el respeto al momento de poner la pintica de betún y los polvos (talco) con que se jugaba. Rastreando los inicios del  “Carnaval de Negros y Blancos” estos surgieron de las tradiciones nativas andinas, africanas e hispánicas. Recordemos que, no obstante, el proceso de evangelización que vivieron los indígenas ante la llegada de los colonos europeos durante el siglo XVI produjo que estas celebraciones fueran primero censuradas y que luego cambiaran de connotación. El origen de los Carnavales, se remonta a la época indígena, ya que durante el siglo XVI los indígenas de la región celebraban las cosechas con danzas, música y rituales. 

En un principio reconocieron el juego de negros el día 5 de enero. Se celebraba porque durante la época de la colonia, los negros pidieron un día libre de esclavitud, habiendo sido concedido por la corona española. Entonces, tiene su origen en un día de libertad de los esclavos negros. Desde entonces, cada 5 de enero, los negros danzaban por las calles, tocando su música. Y, como una forma de apropiarse de su libertad, pintaban las casas de los blancos de negro.  

El origen del día de “blanquitos” es incierto, pero es sabido que los mestizos quisieron emular a los negros al verlos gozar con sus danzas rituales con máscaras y cánticos africanos en esa fecha especial. Fue así como para compensar a los mestizos, mucho después, les concedieron el día siguiente, para hacer el juego de blancos, donde los mestizos espolvoreaban a los transeúntes de polvos blancos perfumados. El testimonio oral cuenta que, quisieron buscar la unidad de las comunidades para festejar en un solo día, los negritos y blanquitos, pero ello nunca se pudo conciliar.

Es por esto, por lo que, la fecha oficial del origen del Carnaval se remonta a finales del siglo XVIII, con el “Juego de Negritos”, cuyo foco cultural se situó en la ciudad de Popayán, habiéndose extendido a Pasto entre las décadas de 1880 y 1890. Y, que fue en 1912 cuando surgió el juego de Blancos, que se empezó a desarrollar el 6 de enero.

Lastimosamente mi bien amada ciudad dejó que el juego de Carnavales que se jugaba el 5 y 6 de enero en Popayán, los pastusos se los tomaran como suyos en las calles de su ciudad para coronar a una reina y bailar al son de mascaradas y comparsas, presentando un documental en el año 2004, con imágenes fílmicas de los Carnavales Estudiantiles de Bogotá de 1928, dándolos a conocer como si inicio del festejo sureño se hubiese originado en Pasto. Hoy, por hoy, el Carnaval de Negros y Blancos es una de las fiestas más importantes del Sur de Colombia. De ahí que haya sido declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2009. 

Pero que quede muy claro, el origen fue un "asueto" a negros, originado en el Gran Cauca, comarca a la que pertenecía Pasto. Es bueno recordar que en 1607 hubo una rebelión de esclavos en la población de Remedios, Antioquia, causando miedo entre las autoridades coloniales. Pues, siendo más numerosa la población negra de Popayán que exigía un día de descanso en el cual, ellos pudieran ser libres, aunque fuera un solo día. Entonces, para atenuar esa rebelión de los negros y para conservar la paz social, la Corona Española concedió el día 5 de enero.

Soy un baúl de recuerdos. Y para que conozcan un poco, de quien esto escribe, orgullosamente nació en el Pabellón Primo Pardo, en el siglo pasado, un día de negritos, mientras la familia Castañeda hacia su entrada por el Callejón (Barrio Bolívar) Patojo de nacimiento que con orgullo y con amor por mi terruño llevo en el corazón. ¡Que vivan los negritos!

Civilidad: La administración López Castrillón con buen juicio, prudencia y madurez aplazó las festividades porque, ¡primero la salud y la vida antes que la diversión y el jolgorio!

domingo, 2 de enero de 2022

La quema del Taitapuro

 

Tras la huella de los de adelante, esculco el baúl para renovar los recuerdos. Escribo para los veteranos simpatizantes de los ochenta años y, también, para las nuevas generaciones, -nietos y bisnietos- antes de que, leyendas, mitos y costumbres, se disipen con el paso de los años.

La Leyenda es una narración generalmente originada en algún suceso histórico, que, mediante la palabra hablada, se enriquece con numerosos elementos ficticios. Así mismo, el Mito, describe cuentos muchas veces en estrecha relación con lo religioso. Por eso, se dice que los mitos y leyendas convergen en la imaginación, la veneración por los orígenes, por lo mágico y extraordinario de la existencia.

La religión y el idioma, fueron traídos de la Península Ibérica, creencias populares que se difunden generación tras generación y en las que creen ciegamente. Por ello, es posible que la tradición de quemar un muñeco de trapo el 31 de diciembre -y con él, el año que se va- fue una costumbre que trajeron los españoles, tal vez procedente de algún rito pagano europeo.

De allí que el objetivo final de este escrito, es encontrar la forma de mantener y reproducir el conocimiento ancestral, para fortalecer las tradiciones históricas del Popayán que se nos fue.  Es decir, evocar por medio de la comunicación escrita, en constante lucha por mantener vivas sus tradiciones. Una lucha para no desaparecer.

Quiero dejar escrito este tema, porque de esto no se sabe mucho. Seguramente quedan pocas personas que durante la mayor parte de su vida se dedicaron a no dejar morir las costumbres. 

En el viejo Popayán, desde una semana antes de la Navidad, amigos y vecinos de los barrios populares se daban cita para recolectar prendas, ropas viejas, cubre cabezas y, dinero; a la vez que, redactaban mensajes (chismes) junto con el testamento para despedir el año.  La idea crecía entre el vecindario como la mala hierba hasta hacerla conocer. Se celebraba el fin de año con el ritual de quema del muñeco para despedir las energías negativas del año, dando paso a otras positivas y bien renovadas.

Muchos habitantes aún toman pequeñas y grandes decisiones basados en sus agüeros. Aunque agüeros y religión no comulgan, semanasantero, que se respete es rezandero, toma-trago y, de ñapa agüerista.   Creamos o no en los agüeros, nos hacen la noche del 31 de diciembre mucho más divertida. Popayán es una ciudad de supersticiones. Por alguna coincidencia la vecina del frente, que salió con las maletas a darle la vuelta a la manzana, terminó en un viaje a Europa dos meses después… Uno nunca sabe… hay que probar estos rituales. Al fin y al cabo ¡Nada se pierde!

Vale la pena aclarar que los agüeros no son un invento nuestro; algunos vienen principalmente de Europa y se arraigaron en nuestra cultura, a partir de la colonización.

Pero, volvamos al Taita puro, muñecos, que generalmente, están inspirados en personajes de la política, de la farándula o del devenir diario, que rellenados con paja, ropa vieja y pólvora, adecuados con mensajes(chismes) despiden el año viejo. Hoy, artesanos se encargan de confeccionar los muñecos, que como negocio exhiben para la venta.

Y es que, cuando arman el “año viejo”, si para algunos el año terminó bien, será un agüero bueno como las maletas o las uvas. Y, sin importar si fue un año malo, también lo queman para que se vaya lo malo, que algo bueno vendrá con el año nuevo.    

La costumbre varía según la inspiración del pirómano. Principalmente queman en forma caricaturesca: personalidades políticas, gobernantes o personajes de la vida artística. Pero, antes de incinerarlo, se lee un testamento escrito con humor y en forma sarcástica, el cual se basa en anécdotas vividas, robándose así, la atención del vecindario, minutos antes de extinguirse la noche vieja. 

Civilidad: Dejar el 2021 atrás y, abrir el 2022 con 365 oportunidades para conquistar los sueños.