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viernes, 25 de diciembre de 2020

Se acaba este año

 

 

Nunca había sentido tantos deseos para que terminara un año. El 2020 año bisiesto con un día extra, pues en lugar de tener 365, tiene 366.  No es mi estilo hablar mal de nadie ni de nada. Pero, complacido estaré el 31 de diciembre verlo achicharrar.   Desde Julio César en la antigua Roma, hasta nuestros días, los años que tienen 366 días suelen ser catalogados como “de mala suerte”.

Es increíble todo lo que puede llegar a ocurrir en tan sólo 365 días. Creo que, para todo el mundo, el 2020 ha sido un año marcado como el más trágico. Parece que hubiera pasado medio siglo por tantos desarrollos que cambiaron el mundo y cambiaron paradigmas.

Muchos sucesos marcaron la historia del globo terráqueo. No cesan los rumores de una tercera guerra mundial, muerte, devastación, pandemia y luto, son estos algunos acontecimientos que ubican al nefasto 2020 como el peor año de las últimas décadas. 

Cito solo dos ejemplos: En Australia se desató el infierno donde murieron más de 480 millones de especies en voraces incendios que dejaron devastación. En Wuhan China surgió el Coronavirus, una pandemia aún rampante que hasta la fecha ha provocado la muerte de más de 1´700.000 personas y una alerta mundial por contagio de 78.7 millones de personas.

Durante adverso 2020, Colombia se conmocionó por varios hechos, como los asesinatos de líderes sociales, masacres y otras tragedias. En medio de la pandemia, el país no dejó de lado la polarización política y también vivió dolorosos hechos como el asesinato de menores de edad. Escándalos políticos como el presentado en la construcción de Hidro Ituango, dejando sobrecostos económicos altísimos, además del fuerte impacto ambiental.

Muchos desafíos, fortalezas y debilidades que los próximos 360 días del país dependerá de las decisiones que se adopten para resolver la larga lista de tareas pendientes que le dejó el azaroso 2020, que cerró con algunos indicadores positivos, otros negativos (especialmente el desempleo), y el elevado nivel de descontento social.

Todo ha cambiado, ya no somos los mismos de antes, ni las personas que antes nos rodeaban, todo ha cambiado. Por eso hay que replantear de nuevo: ¿Quiénes son los amigos verdaderos? ¿En quién podemos confiar? ¿A dónde nos llevará la vida?

Si algo nos enseñó este año 2020, es que las únicas personas que siempre nos acompañarán serán las del círculo más cercano y permanente de la familia.  Desde luego, en estos días de muy cerradas reuniones familiares echaremos de menos a quien nos dejó para siempre; pero llegará el día que podamos aceptar que esas personas fueron parte de momentos bonitos con nosotros y, en ese mismo instante sonreiremos.

En conclusión, el 2021 es un año de desafíos. El próximo año será crucial para Colombia. Y como siempre, mis escritos son para crear una pequeña reflexión en ustedes mis apreciados lectores. Es una muestra real de mi alma, espero que miren atrás y vean todo lo bueno que les ha traído este año, pero también lo malo para evitar que vuelva a ocurrir.

Civilidad:  Viajar al optimismo pensando que el pasado fue peor, pero que no hay duda que el futuro será mejor.

 

 

 


sábado, 19 de diciembre de 2020

Recuerdos de Navidad

 






Faltando cinco días para la Navidad del 2020, vienen a mí los mejores recuerdos de mi infancia en la Navidad, época que a todos nos marca para toda la vida. El árbol repleto de luces con arreglos especiales y el pie del pesebre con los regalos del Niño Dios, no se olvidarán nunca. Carritos de madera y muñecas de trapo, obras artesanales de aquellas calendas, porque los juguetes extranjeros eran de pilas y muy costosos. El clima navideño se agitaba con mucha ilusión contando los días que faltaban para la “bajada del Niño”. Era tal el regocijo infantil, que nos hacía mejorar nuestro comportamiento para evitar que nos llegara carbón en lugar de los codiciados encargos al Niño Dios. Faltando

Repasando con los hijos y nietos esos tiempos pasados, hoy estas fechas son una piadosa oportunidad para ponerle freno de mano al desborde social y a los excesos en todo sentido, dedicándole más tiempo a la familia con los preparativos de las verdaderas celebraciones de Navidad. Saber que llega la Navidad, como símbolo de alegría y nostalgia, pues se trata del mes donde reina la unión familiar y la integración de la sociedad para celebrar con protocolos de seguridad y resignación lo bueno y lo malo transcurrido durante el año.

¡Esta no será una Navidad cualquiera! Es un año muy diferente a todos. No recuerdo nunca tantas tragedias juntas en un solo año. Pero, el bisiesto 2020, no hará desaparecer nuestras tradiciones, ni por la pérdida de poder adquisitivo, ni tampoco por los motivos funestos por los que atraviesa hoy el mundo entero. La Navidad es una de las tradiciones más prolongadas en el tiempo extendidas en su interés, desde cuando rendían culto a los dioses agrarios, porque representa una forma particular de evolución del politeísmo al monoteísmo que se ha dado numerosas veces en la historia de las religiones antiguas. Algunos cristianos rechazan esta teoría, pero el catolicismo romano acepta ampliamente que la fecha de la Navidad es una convención, como lo afirmó Juan Pablo II.

Apreciados lectores y amigos, pese a la incertidumbre científica y con la perplejidad de lo que está ocurriendo; que tan difícil, extraño, duro y doloroso nos está resultando, en particular para tantas familias y para tantos ancianos, debemos mirar con pleno sentido de esperanza, la Vida y la Luz que aporta y ofrece el Señor de la Vida.

Con cariñoso saludo navideño para ustedes, mis leyentes, elegí publicar este breve texto. En este 2020 donde la pobreza de tantos se ha disparado, pero también ha habido generosidad de muchos.  Trágico año de dolorosas despedidas de seres tan queridos, entre silencios luctuosos y miradas sin abrazos, la alegría por la vida tiene pleno sentido.

En mi caso, estaré muy triste. Para mí no habrá fiestas ni alegrías porque tengo el alma llena de recuerdos. Cuando todos felices y contentos se encuentren gozando en familia, mi alma solitaria y mi corazón, llorarán la ausencia de la santa y buena Alicita mía.

Civilidad: En esta época de recuerdos y emociones, llegará la nostalgia recordando los felices años que pasamos y que nunca volverán. 



domingo, 13 de diciembre de 2020

¡Hasta cuando!


 

Hablemos a “a calzón quitao”. ¿Hasta cuándo la doble calzada de Santander de Quilichao a Popayán será una gran epopeya histórica con aires de leyenda?  Larga historia de la ciudad agachada que, aún seduce por su carácter colonial durante más de cuatro siglos. En el Estado Soberano del Cauca, esta antigua ciudad, con sus intelectuales, no permitían que nada se moviera sin su bendición.  

Los milagros existen, pero las maldiciones generacionales también. Por eso subí hasta la iglesia de la colina, para observar si la Cruz de Belén aún estaba en pie. Allí sigue erguida, pero, según parece la maldición de aquel arzobispo, cuyo nombre no recuerdo, se está cumpliendo. Lentamente, pues el Morro de Tulcán de donde surgieron las primeras calles de esta ciudad, se derrumba ante la mirada triste de su vecindad. Ese lugar, que debiera ser un elemento más de paisaje natural, está sentenciado al olvido.

Han pasado cinco años de omisión y olvido. Años de secretos, venganzas, traiciones entrelazadas misteriosamente sobre el fondo de esta época oscura y fascinante en contra de una obra que no veremos. Que le cuenten, sin pelos en la lengua, sin ocultarle nada a esta Popayán, amada solo en los confines más lejanos del sacro imperio del corazón. Ciudad de centenares de millares de personas, de todas las condiciones y clases, que se comprimen y se atropellan todos los días, sin remedio para sus maldiciones. Ciudad embotellada, asolada por intentos de conquista de narcotraficantes, pistoleros y hordas salvajes,  sometiéndola a la tiranía de la nueva nobleza de ambiciosos.

 

Mi impresión no puede ser más desconsoladora ante la maliciada situación que se presenta con el Consorcio Nuevo Cauca, que se niega a ceder los derechos de la obra a un nuevo consorcio. Es una maldición, pues, desde enero de este bisiesto 2020 lleno de adversidades, el gobierno nacional por medio de la Agencia Nacional de Infraestructura, ANI, ante un Tribunal de Arbitramento con el Consorcio Nuevo Cauca, -o sea los Solarte- acordaron que el consorcio cedería el contrato. Y aunque la prisión es un castigo, como reos no aprenden y, mientras cumplen la condena, siguen delinquiendo, poniendo desde allá, en jaque al Estado.  

La molicie del Estado, permite la codicia y la burla para que leguleyos enreden de consulta en consulta, de tramo en tramo hasta “dividir” el proyecto enmarañando la contratación y, cobrando anticipadamente una deuda insoluta e injusta haciendo más costosa esta vía internacional.

Perdimos la confianza en la ANI, que debería dar soluciones a impases de orden administrativo y jurídico, paralizando la iniciación de la construcción de la doble calzada Popayán-Santander de Quilichao. En lugar de guiar hacia el buen camino, permiten que con artimañas nos engañen ¡Somos incapaces de reaccionar, pese a que sabemos que todos los días nos engañan y, ¡cómo nos mienten!

Ante el estado de indiferencia y la pasividad de esta sociedad de la resignación, la última opción que le queda a esta ciudad subyugada, es acudir al exorcismo para ahuyentar los espíritus malignos. Solo los indígenas, con el régimen de poder que hoy poseen, podrán en uso del exorcismo exigir un plazo límite máximo para que gobierno obligue al Consorcio a que cumpla la decisión del Tribunal de Arbitramento. La realidad de la obra, es cada vez menor. Y las reuniones de la doble calzada Popayán-Cali son un suplicio chino, peor que la tortura de viajar Cali-Popayán-Cali.

Civilidad: Libertad absoluta de la palabra, para resucitar e impulsar el desarrollo de nuestra región.

 

 

 

domingo, 6 de diciembre de 2020

De otro color la navidad

 


Toda la vida, ella y yo esperábamos con ansias la temporada navideña. Para muchos, ésta es una época de felicidad: regalos, comida, fiestas familiares, festejos con los amigos, viajes a tierras cálidas; para otros como yo, será todo lo contrario en este adverso 2020.

De niño aprendí que diciembre era la época de la familia, de ágapes, de reencuentros y de eventos que nunca volverán. Eran tan lindos aquellos diciembres, porque todo era sonrisa y alegría que conmovía no solo a los niños sino a los abuelos del cuadro familiar. Fantástica era esa temporada que envolvía los sentimientos armando el pesebre y decorando el árbol navideño. En fin, era la magia celestial para propiciar las concurrencias familiares.   

Hoy, 6 de diciembre, llega de nuevo la Navidad, espacio de tiempo que obliga a pensar de dónde venimos y cuándo nos vamos. Época para reflexionar sobre el cumplimiento de nuestros sueños, los retos que aún tenemos, las oportunidades que debemos aprovechar y las que no debemos dejar pasar. El ambiente navideño nos incita a regresar a nuestras raíces. A evocar la ternura de nuestros seres más cercanos, el recuerdo de la amada ausente, de familiares y amistades que se marcharon para siempre, que nos hacen brotar lágrimas muy sentidamente   

Mis lectores, que durante el año esperaron esta navidad, muy felices estarán. Desde niños esa emoción profunda ha colmado nuestros corazones. Con gran devoción, escribíamos cartitas al Niño Dios, pidiendo regalos diferentes todos los días que confundían a nuestros padres. Parte de lo bonito de crecer y, descubrir que ese regalo es la vida misma y que el juguete deseado se convierte en la risa amable de nuestros seres queridos. 

La Navidad no siempre traerá recuerdos felices. En algunos, aflorarán aprietos económicos y en el alma las ausencias emocionales y afectivas. Ahora será de otro color al  compreder por qué para muchos, desde hace años, cuando murieron sus seres queridos, en sus casas dejaron, incluso, de armar el pesebre y decorar el árbol; aunque otros digan que con el tiempo la situación es llevadera. Para mí, hay un vacío que siempre existirá. Esta será mi primera Navidad sin Alix. Nadie podrá saber el dolor que hay en mi alma, ni entender que el ser que más amaba ya no está a mi lado. Ya no volveré a verla ni abrazarla. Por más que intente o aparente estar bien, ese vacío es inmenso. En fin, es mi problema, lidiar con mi sentimiento de tristeza.

Escribo esta columna a manera de consuelo, registrando todo mi sentimiento, igual que el de muchos, porque hay que aceptar la realidad: lo que fue y lo que no está. Que mi escrito contribuya a la sensación de nostalgia con la que debemos batallar en esta época que no concuerda con la emotividad festiva. Todo cambió y nada volverá a ser como antes; el fallecimiento, por desgracia, marca un antes y un después.

A pesar de la tristeza, debemos estar presentes en lo positivo y no enganchados al pasado. “Vivir hoy como si fuera el último día”.  Estas “nuevas navidades” no tienen por qué ser negativas, sino diferentes. Incorporemos nuevos rituales a nuestras tradiciones para repetirlos en las navidades venideras. Simbolicemos al familiar fallecido, a ese ser tan querido que ya no está físicamente para que siga estando presente. Encendamos una vela el día de Navidad en su honor. Coloquemos un adorno especial en el árbol que represente a esa persona, fotos con momentos especiales compartidos con ella. Algo que nos haga sentir bien para recordar al ser amado que ya no está entre nosotros.

Civilidad: Anulemos los golpes del bisiesto 2020