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viernes, 27 de marzo de 2020

HISTORIA DE AMOR



“Si tú mueres primero, yo te prometo
Escribiré la historia de nuestro amor
Con toda el alma llena de sentimiento
La escribiré con sangre
Con tinta sangre del corazón”

Apenas tenía 18 años cuando la conocí. Desde el primer instante tuve la sensación de que era la mujer que debía llevar al altar para guardarla en una urna de cristal. Su inocencia y, fragilidad parecía que no encajaba en este mundo; sin embargo, con el transcurrir del tiempo, me demostró que era más fuerte que yo. Era invisible para la lujuria mundana, para mí fue el embrujo del amor, desde que mis ojos se posaron en ella. Había encontrado la mujer de mis sueños. Sentí tan dentro de mi ese sentimiento de apego, que perduró 51 años. Compartimos una relación matrimonial maravillosa, porque era una mujer cristiana.

Me faltan palabras para expresar tantas virtudes que la adornaban. Dios la puso en mi camino para esta historia de amor que superó la prueba del tiempo, sin sentir el paso de los años. Fue un verdadero amor, construido despacio y con mucho cuidado. Siempre conservamos el diálogo diario, respeto, confianza y paciencia mutua como llave del amor. Quienes la conocieron, saben la calidad de compañera con quien construí mi refugio de ternura. Con Alix Quintero Bolaños, beso a beso, ladrillo a ladrillo edificamos un hogar donde el sol brilla más brillante y la brisa sopla más fresca y pura. Llegaron los hijos y, con ellos, los nietos y últimamente, Matías el bisnieto, haciéndonos aliviar las penas del cuerpo. A todos ellos, les impartimos desde nuestro nido, la educación en valores como objetivo primordial de la vida, la misma que nos dieron nuestros progenitores. Siempre la intención fue conservar y usar el término ilusión en este sentido. Alimentábamos la ilusión para referimos a un sueño conectado con nuestro sentir. Nos resultaba agradable y estimulante soñar despiertos, con el bienestar que producía llevar a cabo un determinado proyecto o actividad. Bienestar que se cumplió porque nos obligamos a seguir un deseo nacido de nuestro interior.

Embelesado por la belleza espiritual que engalanaba a Alix, logramos entender la dualidad de la vida que radica en los pequeños detalles que ella nunca dejaba pasar por alto. Con extraordinario corazón altruista, se encaminó por el bien de las personas de manera desinteresada, incluso a costa del interés propio. Sin dar a conocer su nombre, entregó el bien sin esperar nada a cambio.

Pero, su felicidad se vio comprometida constantemente por complicaciones clínicas intercurrentes que afectaron su salud, en especial la función renal. Gracias a los avances médicos, tanto en la clínica R.T.S, en Popayán, como en el Valle de Lili, continuamente el personal médico y asistencial, le suministraron la atención y el seguimiento clínico necesario durante largos y penosos años, ¡Dios se lo pague!
El padecimiento renal crónico, relacionado con la enfermedad cardiovascular, se había logrado controlar. No hay duda, el nerviosismo y, la tensión física, llenó su pensamiento de angustia e impotencia por el terrible peligro del virus y la velocidad con que contagia al mundo. A última hora, una gastritis emocional, impactó y agravó su estado de salud.

Alix era todo corazón, amó a sus tres hijos, cuatro nietos, un bisnieto, ocho hermanos, sobrinos y familiares. Consagró su vida a descubrir y afrontar el mundo por ellos y por mí. Su amor cambió mi vida, la cambió para bien. Su amor me hizo tener esperanzas y ser feliz. Logró hacer todo aquello que era capaz de hacer: manualidades y habilidades, enseñando a pintar, a leer, a hacer las tareas escolares, como legitima guía para sus chiquitines que le daban ilusión a su existencia. Quería que todo su amor se quedará grabado en la personalidad de sus pequeños para toda la vida. Eran experiencias que le imprimían las bases para lo que sería el resto de sus años.

Alix, era una santa mujer. En su rostro y su dulce mirada, nunca reflejó los padecimientos del cuerpo. Tenía la ilusión de vivir largos años, no para sí, sino para sus descendendientes a quienes adoraba entrañablemente. Por ellos, resistió con serenidad sus padecimientos. Para olvidar los males, bailábamos y cantábamos al ritmo de nuestros corazones. Año tras año se repitieron las reuniones familiares que nos brindaron gran felicidad, la armada del pesebre y el árbol de navidad, enseñando las tradiciones y sabores. Con cariño y entusiasmo, en sesiones de karaoke cantábamos, el bolero “Nuestro juramento”. Por eso, cumpliendo mi promesa, quise en su honor, escribir la historia de nuestro amor.  Le saqué sonrisas, ella me robó el aliento. Ahora siento un vacío existencial, tan grande y profundo que me quema por dentro. Yo le enseñé a vivir, ella me mostró la muerte.

Civilidad:  En momentos de aflicción, resulta gratificante darme cuenta del aprecio que gozo entre familiares y amigos. Agradezco todos sus mensajes y, quiero que sepan que ese afecto es recíproco.

viernes, 20 de marzo de 2020

Tenía que llegar, y llegó



Era un hecho irremediable que el coronavirus tendría que llegar a Popayán y, que las autoridades sanitarias deberían estar preparadas. Era inevitable. Los investigadores han concluido que, el nuevo coronavirus está ocasionando más contagios, porque los infectados podrían estar transmitiéndolo antes de que se les reconozcan los síntomas, por lo que las medidas para controlar su propagación, debemos hacerlas más efectivas.

El caso del SARS-COV2, no es nuevo, ahora identificado como la causa de la enfermedad por coronavirus de 2019 (COVID-19) que comenzó en Wuhan, China, a fines de 2019 y que, se ha diseminado por toda la tierra. Evidencias científicas y sus revelaciones confirman que los ciudadanos debemos atender los consejos de los profesionales sanitarios y, desde luego, acatar todas las recomendaciones de las autoridades para tomar precauciones ante la presencia de este virus respiratorio, evitando el contacto con los infectados; no tocarse los ojos, la nariz, ni la boca; permanecer en casa si está contagiado; cubrirse con un pañuelo cuando se tose o estornuda y después tirarlo a la basura; limpiar y desinfectar periódicamente los objetos y superficies.

Los ciudadanos de Popayán, estábamos advertidos que debíamos prepararnos para hacer frente a este virus mundial, con eficacia, entereza y proporcionalidad, para estas circunstancias ¡tenía que llegar y llegó!

El primer caso de contagio en Popayán fue notificado por el mismo mandatario de los payaneses, Juan Carlos López Castrillón, quien, con alta dosis de serenidad y en acto de responsabilidad, se dirigió a la ciudadanía para comunicar la trágica noticia. Con estoicismo, manifestó claramente que, al tomarse las pruebas, estas confirmaron su contagio de coronavirus. Al mismo tiempo, con temple, insistió que esta enfermedad, se puede contener y que, entre todos, podemos frenar su difusión.


Ciertamente, Popayán, puede conseguir ralentizar la infección mundial, con medidas que son aplicables de forma "universal". ¿Cómo?, identificando a las personas enfermas para darles atención inmediata. Rastrear sus contactos y, prepararnos para el incremento de los enfermos y, conformando verdaderas cruzadas con un ejército sanitario. Hay que identificar a todos los contactos que podamos para que guarden el debido distanciamiento y la disposición de confinamiento. Con grandes dosis de calma y solidaridad debemos combatir el coronavirus, ahora más que nunca, con mayor contundencia. Así que, en esta etapa: a grandes males, grandes remedios porque nos corresponde vivir el aquí, el ahora, y no ayer ni mañana. Los efectos negativos del coronavirus no pueden ser motivo de discusión; y, la mejor forma de afrontarlos es buscar entre todos, los medios para superarlo, aprovechando la ocasión para sacarle partido a la muerte.

El obligado encierro a que nos vemos sometidos, nos impone un cambio de hábitos. La cuarentena, nos permitirá salir pronto de esta situación, si todos ponemos de nuestra parte. El aislamiento social, nos permitirá valorar la familia, los amigos, la naturaleza y cada detalle de la vida. El auténtico bienestar es querernos nosotros mismos, y desearle lo mejor a los demás, aunque creamos que no se lo merecen.
El mundo en que vivimos está lleno de cosas maravillosas, que debemos aprender a ver a primera vista. Estos momentos deben servir para acercarnos más a Dios. Deben ser instantes de reflexión para ganarle la batalla al virus, sanando el cuerpo de las gotas del coronavirus, y hoy más que nunca, para apaciguar las almas perturbadas por la saliva del odio.

Yo por mi parte, con mente y corazón, cargados de optimismo, elevo mis súplicas al Patrono de Popayán, el Santo Ecce Homo, para que nos libre de este escenario de crisis de salud pública y para que incendie de amor el corazón de sus habitantes.

Civilidad: Hará falta un buen trabajo, esfuerzos, sacrificios y suerte para lograr controlar el virus con fuerza y resiliencia ante tanta adversidad.

sábado, 14 de marzo de 2020

El puente del Humilladero y su historia


Estudiando detalladamente el origen y evolución de este puente desde la antigüedad, nos encontramos con un período de su historia en el cual predomina el uso del arco a la hora de construirlo y darle soporte. La forma arqueada era una de las preferidas a la hora de levantar cualquier tipo de puente, y todo esto se debía al grado de seguridad estructural y soporte general que involucraba las construcciones que utilizaban métodos constructivos utilizando el arco.
El añoso puente del Humilladero Puente del Humilladero, - único de este tipo que se ha conservado en Colombia- fue antiguamente la entrada principal a Popayán. Aunque ya no cumple la función para la cual fue construido, sigue siendo un monumento histórico importante de la ciudad. Y aunque, en 1883 la Legislatura del Estado, le dio el nombre de "Puente Bolívar", hoy no se menciona como tal.  Está construido sobre 12 arcos, que además de cruzar el río Molino, sirvió para evitar la inclinada cuesta peatonal a la calle segunda. Era tan inclinado el trayecto que, no se podía escalar sin dejar de bajar la cabeza. Esta al parecer, es una de las razones por la cual se denominó el “Puente de Humilladero”. Aunque la otra versión es que, fue construido por los indígenas a quienes los españoles avasallaban con trabajos forzados. Recordemos que a finales del siglo XVI comienza la etapa de la colonización, que implicaba poblar el territorio, organizar el trabajo para extraer la riqueza para enviar a España, gobernar y administrar los territorios. Pero no solo sacaron riquezas, sino que dejaron su impronta a través de las tres formas de trabajo indígena. Para ellos, la mita era el trabajo de los indios en las minas; encomienda era el trabajo en agricultura y ganadería y, el yanaconazgo que era el trabajo de los indios rebeldes. Desde luego, por la mita, la encomienda y el yanaconazgo hubo violencia. En tiempos libres los dedicaban a hacer obras, con base en el trabajo esclavo, entre ellos, los tres puentes de Popayán: el puente del Humilladero, la Custodia y el viejo o chiquito sobre el rio Cauca. No hay que olvidar que autoridades coloniales de diverso rango, sugirieron o adoptaron distintas políticas para tratar de mejorar la situación, algunas de las cuales vale la pena reseñar: hacer más eficiente la administración de los gobernadores en cuanto a la contención de las supuestas tendencias disolutas y la pereza de la gente con el fin de contar con brazos suficientes para el trabajo de minas; el establecimiento de “casas fuertes” en las minas con el objeto de enviar allí como trabajadores forzados a todos los transgresores, lo que debía contribuir también a mejorar los problemas que acarreaba la escasa fuerza de trabajo esclava y de esta manera evitar el “acabamiento de los indios”, y que la Corona sirviera de banco de los mineros, fiándoles con cargo a la producción minera una parte de los costos de la introducción de los negros africanos.
 Lo cierto es que, el gobernador de la Provincia de Popayán, Vicente Cárdenas y el jefe municipal, Rafael García U, fueron quienes ordenaron el inicio de los trabajos, comisionando al ingeniero E. Sawaski para levantar los planos y hacer el presupuesto. El constructor del puente fue el arquitecto e ingeniero fray Serafín Berbetti de la Orden Franciscana, quien descendía de una familia rica. A los 24 años de edad entró como novicio a la Orden franciscana, adelantando, además, estudios en medicina, arquitectura e ingeniería.
Se cuenta que días antes de la inauguración del puente, los críticos de la época, alarmaron a las autoridades gubernamentales, advirtiéndoles del peligro que ofrecía al quitar la cercha del último arco, este se vendría abajo.  Fray Serafín, sin alteración ninguna y sonriendo, les aseguró: “No se preocupen que vendré a almorzar debajo del puente mientras se quitan las cerchas” y así procedió desbaratando los andamios sin que se presentara ninguna novedad. Han transcurrido 147 años desde su inauguración hasta hoy, y el puente sigue en pie.
Sin embargo, el pago que recibió Fray Serafín, fue albergue y comida durante la construcción del puente, pese a que el costo de la obra fue tan solo 18.000 pesos oro, que a decir de los entendidos de la época pudo costar 70.000 pesos. El puente fue inaugurado y puesto en servicio el día 31 de julio de 1873 y al entregar la descomunal obra realizada por Berbetti y García, se entregó una declaración de agradecimiento suscrita por 82 personalidades de la ciudad, encabezadas por el obispo de Popayán. 
Civilidad: Tres bienes culturales de Popayán que permiten captar la historia de alguna manera, pero bastante olvidados de nuestro país.

sábado, 7 de marzo de 2020

El Chorrito de la Pamba



En Popayán existen tradiciones que han logrado mantenerse desde el siglo XVI, como la Semana Santa y alrededor de esta, artesanos propios y extraños, ligados necesariamente a este ceremonial anual, ahora Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad. Pero, por el inmenso respeto que guardo al agua, hoy le hago reverencia a un lugar emblemático de la ciudad, que fue la primera fuente de agua en Popayán, conocida como, “El chorrito de la Pamba”.
Si observamos los elementos simbólicos y materiales que han contribuido a nuestra centenaria pertenencia y a los vínculos socioeconómicos al que muchas gentes han ayudado, podemos decir entonces, que subsiste también la tradición del agua del Chorrito de la Pamba.
El origen de los chorros de agua se remonta entre finales del siglo XVIII, y comienzos del XIX, muchos años antes de que llegara el agua a los hogares. En el caso concreto de Popayán, existían varios en la ciudad. Pero, en este artículo narraré sobre el que ha perdurado con el paso del tiempo. Me refiero al que se encuentra en la zona céntrica de Popayán, ubicado en los intramuros del tradicional barrio la Pamba, a quien debe su nombre.  Relato no solo porque fue el centro de provisión de agua, sino porque transformó las costumbres y hábitos entre los popayanejos.
Se constituye entonces, en un elemento histórico de la ciudad que viene desde la época de la colonia. Era pues, un chorrito de ese líquido indispensable para la vida, agua abundante, naciente de la loma de las tres cruces. Un chorro de agua público, donde los campesinos hacían que abrevaran sus caballos al salir o entrar a la ciudad por la vía oriente hacia Coconuco y Puracé. Allí también concurrían los ciudadanos de antaño para abastecerse del agua para sus actividades habituales. A falta de un acueducto que distribuyera el preciado líquido en forma domiciliaria, acudían a aquel lugar, diaria y presurosamente. Existían las aguateras, término con que se distinguía a las mujeres que se encargaban de recoger y cargar el agua para distribuir en la ciudad, era este un oficio de la época. El vecindario asistía de manera cívica y ordenada portando toda clase de vasijas, cántaros, ollas, para llevar el agua a sus casas y para lavar la ropa. Por su parte, las casonas de payaneses importantes de la ciudad, desde luego, poseían sus propios chorros de agua pura.
Todavía para el siglo XIX, el abastecimiento de agua era muy primitivo, aunque el número de fuentes de agua había aumentado, entre ellos: Altozano, Mascarón, el del Maestro Pabón, el Achiral, el de Tulcán, la pila de la Plaza de Caldas, el Cadillal.  

Años después, llegó la posibilidad de levantar pilas y fuentes de piedra, además de los patios de los caserones, en atrios de iglesias, en conventos, en edificaciones oficiales, etc., como un referente cotidiano y necesario para los habitantes de la ciudad. Eran pues, puntos de encuentro geográfico para chismosear y ponerse al día de los sucesos que ocurrían en Popayán. Todo ello, como una muestra de esa persistencia tradicional, de una forma de enlace espiritual con esta tradición española.
Con el pasar del tiempo, los popayanejos y patojos olvidaron aquel sitio que es parte del patrimonio histórico que determinó la vida y las costumbres de Popayán. Lo que asombra no es que aún después de sus más de 400 años, siga brotando agua, lo que sorprende es que hayamos olvidado esa belleza patrimonial, que vecinos liderados por la familia Peña han tratado de conservar.  
Civilidad: El Chorrito de la Pamba, puesto en su justo valor patrimonial, servirá para preservar la identidad a Popayán y motivo para el turismo moderno.