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sábado, 23 de febrero de 2019

Fuga de talentos | El Nuevo Liberal

Leí el libro ‘Historia de un pueblo’, escrito por otro cerebro fugado, uno de tantos que trotan por el mundo. De su lectura me abrigan dos sentimientos encontrados. Uno, el orgullo de caucano, al saber que la salida de talentos de profesionales formados universitariamente, se hallan ubicados en posiciones destacadas. 

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domingo, 17 de febrero de 2019

Desde la cárcel







 "Hubo momentos en que sentí que mi celda era tan pequeña como una baldosa", así empezó la charla sobre el padecimiento del encierro de  alguien que lleva  siete meses largos en la mole del edificio gris. La cárcel es un infierno con casi 3.000 presos hacinados en pabellones. La mayoría, usuarios de drogas: marihuana,  cocaína, fármacos y otras sustancias alucinógenas.
Al ingresar, me desnudaron íntegramente para la requisa rectal como norma de prisión, para evitar el ingreso clandestino de drogas, aunque las filtran en algunas visitas o con el método de pagar. No permiten celulares, armas  ni tarjetas plásticas por el filo capaz de cortar una yugular. Aquí adentro hay de todo, víctimas y demonios, porque afuera la justicia como la serpiente, muerde a los que están descalzos. Pocos saben lo que es, estar aquí, por eso desean que los presos se pudran y se mueran en la cárcel.  Antes de caer preso, era un hombre con buena reputación, pero  al engrosar la lista del centro penitenciario de alta seguridad, la perdí.  
Y continúo: Mi primera semana fue la más dura. Sin mediar palabra, me confinaron un par de días en un calabozo, donde se tortura, aísla e incomunica al recluso como una forma de hacer agachar la cabeza al recién llegado. Submundo típico de incomunicación, arriba risas de guardianes, abajo gritos y quejas del recluso. Al segundo día, el dolor de espalda interrumpió mi sueño. Abrí un ojo, vi los barrotes. Sentí  frío, anhelaba una manta, aunque sucia o vieja. Me desperecé y giré para cambiar de postura. Abrí mis ojos, y me pregunté ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí? Estoy tirado sobre una delgada colchoneta, parecida a las que usan para hacer ejercicios físicos. En un destello recordé todo lo que me había pasado. Me hacen un examen médico y psicológico y al amanecer, un nuevo traslado. Me asignan el pabellón preventivo, lugar para los presos que están a la espera de juicio. Mi mayor preocupación es con quien compartiré la celda. Estas se abren automáticamente a las 4 a.m y se cierran a las 4 p.m. Después del baño colectivo totalmente desnudos, un desayuno simple y luego, a recibir sol al patio. Me sorprende tanta gente. Hombres, casi sin espacio para estar allí. Me acomodo pensativo, en una piedra sobresaliente del muro. Hay ánimos para todos los gustos. No importa cuál haya sido su delito, aquí estamos todos juntos, en una mescolanza, pero no hay un 1% de clase alta. Unos Bromean  como si estuvieran en la sala de su casa, supongo por su veteranía de reincidentes en este mundo, otros se mantienen afectados, callados, con el rostro perdido.

La alineación de los astros me permite encontrar conocidos en mi primera salida al patio para acercarme a algunas de sus historias. La mayoría del día, se pasa allí, con todos los presos. Esas horas pasan rápido, porque podemos hacer y ver algo, con formas válidas de matar tiempo: jugando fútbol hasta el cansancio, o hasta cuando la pelea entre jugadores decida finalizar el partido; leer o echar interminables partidas de parqués. Pero, al poco tiempo, la monotonía  se vuelve  enloquecedora, es un asesino lento.
Sollozando finalizó diciendo: Cuando la justicia cojea es un peligro tener la razón. La reclusión no está en los planes de nadie y, no se la deseo ni a mi peor enemigo.

    




domingo, 10 de febrero de 2019

El reloj es el que manda





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Nadie nace con la comprensión esencial del tiempo, pues desde niños debemos aprender a sincronizar y coordinar el comportamiento con el mundo. Cuando vemos pasar los años, pareciera que el tiempo transcurre más rápido.  Ahora con más frecuencia oigo -o hago- el comentario: cómo pasa el tiempo, ya estamos en febrero.
En nuestras conversaciones, por lo general, nos referimos a ganar tiempo, perderlo o ahorrarlo. Pero en realidad, el tiempo avanza infaliblemente. Frente al paso o velocidad del tiempo no hay nada que podamos hacer. Imposible detener las manecillas del reloj para alterar su curso o hacer que giren más rápido para alcanzar el futuro. En fin, todos utilizamos el vocablo `tiempo` para significar que lo perdemos, lo necesitamos o que vuela.
De este tipo de tiempo, en su libro Alan Burdick, editor científico de la revista New Yorker, describe cómo el organismo funciona en ciclos de 24 horas. “Típicamente cuando decimos: ‘el tiempo voló’, estamos significando ‘perdí la noción del tiempo’, dice el autor.
Sabemos que el organismo tiene su propio reloj biológico. Casi todas las funciones fisiológicas, desde los latidos del corazón hasta el crecimiento del pelo, se dan en relación a ese ciclo circadiano. Está tan integrado en el ADN de las células que quienes han sido trasplantados de riñón dicen que se acostumbraron a orinar a las mismas horas en que lo hacía el antiguo dueño de ese órgano.
Entonces, el tiempo lo empleamos para realizar la medición de lo que dura algo que es susceptible de cambio. Ese periodo puede medirse o cuantificarse como tiempo. Así escuchamos decir: “el estudiante “perdió el tiempo” cuando perdió el año en el colegio;  “está perdiendo el tiempo con ese tipo”, cuando el novio  no le ofrece un buen porvenir a la dama. “Tenemos tiempo de sobra”. “Nos cogió el tiempo”. “Llegó a tiempo”. “Ahora no tengo tiempo”. “Los tiempos cambian”. Etc., etc.  De allí que todos  solemos ajustar el tiempo al sistema de unidades temporales estándar: minutos, horas y días de la semana.
En el tiempo psicológico el asunto es más complejo. Todos en algún momento han podido certificar cómo las horas pasan lento o rápido, dependiendo de las circunstancias. A paso de tortuga, para enfermos en una clínica u hospital o para los condenados en una prisión carcelaria, donde los minutos parecen durar "una eternidad". Sin duda, pierden la noción del día y la noche y, con ello la percepción del tiempo, como en la canción “Cautiverio” de Daniel Santos, cuando canta: “que lentas pasan las horas en esta cautividad/Aquí se sufre y se llora…”. Al contrario,  sucede cuando el tic tac suena en el corazón al pasar una tarde con una buena compañía.
Los enfoques, de la infancia y la madurez conforman lo que William James denomina “el tiempo psicológico”. Teoría que menciona que el tiempo no tiene porqué acelerarse necesariamente cuando nos volvemos más viejos. En cierta medida, depende, de cómo vivimos nuestras vidas y de nuestra capacidad para permitirnos seguir apreciando, todo lo que nos rodea con ilusión y curiosidad.
Concluyo diciendo con Séneca: “No es que tengamos poco tiempo, es que perdemos mucho tiempo”




sábado, 2 de febrero de 2019

“Látigo porque bogas y si no bogas, látigo también”









Refrán proveniente del uso de galeras -buque de guerra estándar- de la época del dominio español en América. La literatura del Siglo de Oro, es rica en temas de la gente del remo, integrada por esclavos. Un galeote era el esclavo condenado a remar en las galeras, como una forma de condena esclavizante, privativa de libertad; considerada como la peor de todas las condenas en vida. Los galeotes remaban fustigados con látigos durante su condena. Lo tomo para hacer un símil del acontecer de mi amada ciudad y el alcalde.
Al emitir el voto, se hace con la idea de conformar una mayoría. En la elección popular de alcaldes, acostumbran acuerdos, como la forma idónea para escogerlos. Sin embargo, la construcción de alianzas, origina oposición, precisamente por el apoyo de organizaciones sociales sin conexión con los partidos políticos tradicionales que no permiten el surgimiento de nuevos liderazgos locales. De allí nace el objetivo principal de neutralizar a quien obtuvo muy buenos resultados en las elecciones, sin importar el desarrollo de toda una comunidad.
No es un secreto que el caciquismo, es un instrumento con dinámicas inevitables, que dificulta al mandatario defender el orden local, pues entre más abrumadora haya sido la votación de su elección, más infamante será la oposición. Costumbre, que, desde luego, atenta contra la democracia.
“Popaiam” no registra antecedentes sobre los que se pudiera hacer una lectura unívoca de la dinámica política que acompañe a legalizar la costumbre de quienes tienen que ver con el juego político de oponerse sistemáticamente.
Atreverse a un “cambio político”, en política, es vista con malos ojos, al considerar que esa idea no da lugar al caciquismo para preservar las hegemonías. César Cristian Gómez Castro, entronizó el “cambio” con la más alta votación popular en la historia y, para garantizar su estabilidad política no hizo ningún replanteamiento de las reglas del juego político, porque en la mayoría de los casos esas negociaciones desembocan en “arreglos” burocráticos. Tampoco buscó ser el mejor alcalde de la historia, pero se esforzó en entregar obras viales en la ciudad que tanto retraso tuvieron. En simbiosis: Comunidad-Estado, las inspeccionó,  ejecutó y  con todo derecho, las  inauguró.  Pero, como al galeote, latigazos le dieron a su gestión. “Palo” cuando acertó y “palo” cuando no satisfizo a los consabidos “espectadores” por todo lo que hizo o dejó de hacer. 
Ahora, “del árbol caído, todos quieren hacer leña”. Si hubo indebidos procedimientos contractuales, solo la justicia será la encargada de esclarecer la verdad en este caso litigioso. Pero, en mi opinión, la disposición judicial contra el alcalde Cesar Cristian Gómez Castro, como medida cautelar, es excesiva al, catalogarlo como “un peligro para la sociedad” e inadecuada, recluyéndolo en la cárcel San Isidro. No es el sitio para la dignidad que ostenta. Esa determinación no fue atendida procurando ocasionar el menor daño posible al ciudadano Castro Gómez, teniendo en cuenta que la investigación está en proceso. En caso de que, bajo análisis, haya sustitución preventiva, el daño ya se causó, dado que la presunción de inocencia, es una cara garantía procesal reconocida igualmente en el ámbito constitucional y en el estándar internacional de los derechos humanos. De acuerdo a tal principio, no se puede tomar como responsable a quien está siendo procesado, pues mientras no sea vencido en juicio, debe presumírsele inocente.
Civilidad: Quien se alegra del infortunio del otro, legitima su odio. HDG