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sábado, 29 de abril de 2023

Hipocresía con Popayán

 

El año venidero Popayán elogiara su aniversario 487. Haremos cola para exaltar y enaltecer su grandeza, su cultura, la calidad de su gente y sus tradiciones. Ojalá que no sea una fecha llena de falsedad para aplaudir su pasado glorioso, expresando: “Te amo Popayán”. Que rindamos honores a la estatua pensativa, evocando épocas de antaño.

Y, que ese otro capítulo especial en la historia de la ciudad: la semana santa, no sea la peor tradición de todas ellas. Ya que, con el paso de los años, la fe católica como motor económico cada año se reduce. Que esa semana sea propiamente para que los feligreses nos unamos en oración con fervor y fe para ratificar nuestro compromiso espiritual y social como legado de nuestros ancestros.  Que nos comprometamos a enlucir la ciudad, resaltándola como la más bella entre las bellas de Colombia para que regresen los turistas. Innegablemente Popayán es conocida ante el mundo por su arquitectura colonial, su gastronomía y las procesiones nocturnas; pues quienes la sentimos, sabemos que semejante legado es motivo de orgullo. Todo lo anterior, porque pasados tales eventos, nos comportamos como si ello no fuera cierto, como si no lo supiéramos, como si ni siquiera lo sospecháramos. Volvemos a vivir un mundo donde la gente juzga y, quienes critican se aterran de lo que ellos mismos hacen solapadamente.

Por estos días eleccionarios crece la hipocresía, dándole un uso cada vez más imaginativo de doblez con la ciudad. Indolencia de la gente en dañina tragedia, inventando: la calle de la falsedad, el parque de la apariencia, la avenida de la calumnia, la edificación del desafecto. Existirán otros sitios, donde la gente se siente más cómoda sin la conducta de cultura ciudadana, que la desconocemos porque nos prohíbe todo.

¡Es lamentable esta narración! Por eso, no habrá una etapa plena de paz ni de felicidad, ni de verdadera estabilidad económica ni de seguridad política, ni mucho menos de respeto por los otros. Hay hipocresía porque todo se dice y se critica en las redes sociales. Como criticones no hay quien nos pare. Nos estrellamos contra todo lo que consideramos anormal. Somos ‘anti’ todo, alaracos a más no poder. Criticamos a la autoridad por el manejo de la ciudad. Nos comportamos como enemigos y no como amigos de Popayán. La ciudad es inconcebible sin solidaridad. Aquí cabe preguntar a los ciudadanos, cómo aportan para que a Popayán le vaya bien. Reconozcamos nuestras faltas envueltas en papel de fantasía. La indisciplina la calificamos de viveza, al engaño le decimos astucia, a la maldad la llamamos “coronar la vuelta”.  Si mezclamos ese fariseísmo con nuestra ciudad, urge revisar cada paso para amar la ciudad en medio de tanta indiferencia.

Mi propuesta, es clara: no sólo debemos amar nuestra ciudad, sino que podemos hacerle el amor. Hay que transfigurarla acompasando nuestro paso con nuestro deseo. Amar la ciudad como es, no como profetas de un romanticismo en punto de fuga. Que podamos amarla desde lo que ya tenemos en convivencia ciudadana. Cuando nos convirtamos a la sinceridad, caminaremos por Popayán, quizá con una escalera muy larga a cuestas, cambiando la nomenclatura de esta ciudad que un día dejó de mentir. Tendríamos entonces, la calle de la alegría, la avenida de la legitimidad, el camino de la amistad, la plaza del amor. Así, podríamos gritar: Yo amo a Popayán.

Civilidad: Si no aprendimos bien la lección a partir de la tragedia de 1983, no esperemos la erupción del volcán Puracé.

 

 

domingo, 23 de abril de 2023

El orígen de nuestros apellidos

 

Mediante los nombres y apellidos nos identificarnos y nos diferenciarnos de los demás. Los apellidos, son considerados un legado que nos dejan nuestros padres y por ello, estamos obligados a honrarlos, ya que representa a toda la familia.

Yo no sabía esto, y por parecerme muy interesante, retrasmito este escrito. “En tiempos inmemoriales, los apellidos no existían y tan solo bastaba con tener un nombre. Así por ejemplo a los personajes del Antiguo y Nuevo Testamento los conocemos solo por su nombre: Abraham, Moisés, Pedro, Juan, Mateo, Jesús, María y José. O sea que en la antigüedad no existían los apellidos, nada de Abraham Pérez, Mateo Delgado o José García. Con el paso de los años, la tierra se pobló cada vez más y más, de allí, surgieron las dudas como identificar a las personas.

“En la Edad Media era raro que alguien que, sin pertenecer a la realeza o nobleza, tuviese una vivienda o tierras en propiedad. Solo a partir del momento en el que la burguesía tuvo acceso a bienes inmuebles, por lo tanto, se generó la necesidad de acreditar la propiedad. Entonces, apareció la conveniencia de poder identificar a quién pertenecía cada cosa. Fue así como el solo nombre de pila se convirtió en insuficiente, por eso comenzó a añadirse en la documentación, y junto al nombre, alguna particularidad que identificara al propietario fácilmente a fin de poner orden al caos administrativo e identificar las personas por familias. Así, por ejemplo, al momento de comunicarse, decían: “llévale este mensaje a Juan”.

¿Cuál Juan? preguntaba el mensajero.

-Pues Juan, el ‘del valle’- explicaba para distinguirlo del otro Juan, el ‘del monte’.

En este caso, los apellidos ‘del Valle’ y ‘del Monte’, tan comunes hoy día, surgieron como resultado del lugar donde vivían estas personas. Estos se llaman ‘apellidos topónimos’, porque la toponimia estudia la procedencia de los nombres propios de un lugar. En esa misma categoría están los apellidos Arroyo, Canales, Costa, Cuevas, Peña, Prado, Rivera (que hacen referencia a algún accidente geográfico) y Ávila, Burgos, Logroño, Madrid, Toledo (que provienen de una ciudad en España).

Otros apellidos se originan de alguna peculiaridad arquitectónica con la que se relacionaba una persona. Si tu antepasado vivía cerca de varias torres, o a pasos de unas fuentes, o detrás de una iglesia, o al cruzar un puente, o era dueño de varios palacios, pues ahora entiendes el porqué de los apellidos Torres, Fuentes, Iglesia, Puente y Palacios.

Es posible que hayas tenido algún ancestro que tuviese algo que ver con la flora y la fauna. Quizás criaba corderos, cosechaba manzanas o tenía una finca de ganado. De ahí los apellidos Cordero, Manzanero y Toro.

Los oficios o profesiones del pasado también han producido muchos de los apellidos de hoy día. ¿Conoces a algún Labrador, Pastor, Monje, Herrero, Criado o Vaquero? Pues ya sabes a qué se dedicaban sus antepasados durante la Edad Media.

Otra manera de crear apellidos era a base de alguna característica física, o un rasgo de su personalidad o de un estado civil. Si no era casado, entonces era Soltero; si no era gordo, era Delgado; si no tenía cabello, era Calvo; si su pelo no era castaño, era Rubio; si no era blanco, era Moreno; si tenía buen sentido del humor, era Alegre; si era educado, era Cortés.

Quizás la procedencia más curiosa es la de los apellidos que terminan en -ez, como Rodríguez, Martínez, Jiménez, González, entre otros muchos que abundan entre nosotros los hispanos. El origen es muy sencillo: -ez significa ‘hijo de’. Por lo tanto, si tu apellido es González es porque tuviste algún antepasado que era hijo de un Gonzalo. De la misma manera, Rodríguez era hijo de Rodrigo, Martínez de Martín, Jiménez de Jimeno, Sánchez de Sancho, Álvarez de Álvaro, Benítez de Benito, Domínguez de Domingo, Hernández de Hernando, López de Lope, Ramírez de Ramiro, Velázquez de Velasco, y así por el estilo.

Es así como, poco a poco, durante la Edad Media, comienzan a surgir los apellidos. La finalidad era, pues, diferenciar una persona de la otra. Con el tiempo, estos apellidos tomaron un carácter hereditario y pasaron de generación en generación con el propósito de identificar no solo personas, sino familias”.

 Civilidad: Popayán no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos, ¡cuídala!

 

sábado, 15 de abril de 2023

Abrieron la gallera

 


Abrieron el redondel, o gallera destinada para que aves de corto vuelo empiecen los picotazos. Este símil de la política, porque según parece, los candidatos seguirán el libreto tradicional, apuntándole al espejo retrovisor, con noticias falsas o parcialmente falsas tratando de destruir la imagen de quien termina su mandato.  Arrancan mal, pues los hechos recientes indican que la dinámica no será diferente. Con agresiones basarán las críticas al gobierno municipal. Facilismo puro para distraer electores sin propuestas de progreso de la ciudad.  La hostilidad en las redes no es sana para Popayán. ¡No todo es negativo, señores! No dividan la opinión ciudadana. Sin reproches, propongan cambios con cultura política.  

 Los que tengan edad suficiente, recordarán las escenas políticas de antes, señalando que: “todo tiempo pasado fue mejor”, aunque es injusto afirmarlo, porque los avances que hoy tiene la ciudad, no podemos objetarlos. Evoco sí, con nostalgia, lo bonitas que eran las campañas políticas. Con alegría y conciencia popular, vivíamos auténticas fiestas cívicas en un mar de banderas y pendones, lanzando vivas a los candidatos con programas mejor formulados. Los votantes se liaban a gritos con los conductores que transitaban con el color contrario en sus carros, sonando rítmicamente con chirimías, pitos y bocinas. Los afiches publicitarios permanecían en las ventanas y muros, pasados los comicios, así hubiera ganado o perdido, hasta que el sol y el viento los volvieran trizas. Esas gestas eleccionarias desaparecieron.  

Todo escenario era válido para manifestaciones bulliciosas con “barras,” aunque no faltaban algunos excesos, pero generalmente, primaba el entusiasmo respetuoso, en edad, dignidad y gobierno. Competían de buena fe, haciendo que el candidato se viera más fuerte ante sus antagonistas. Hervía la adrenalina en las venas con caravanas de carros, bicicletas y motos tomándose la ciudad; con algarabía, haciendo la señal de victoria. Primaba la imagen, el discurso “veintejuliero” y la capacidad de conectarse con las personas en la plaza pública, ¡eso es pasado!

Admitamos como se movían las campañas electorales antes del internet, dada mi perspectiva de joven de antes. ¿Y ahora? ¿Qué propuestas presentan los aspirantes a la alcaldía? Por ejemplo, cual es la solución a esa maldición multimillonaria de la firma Solarte Hnos., contra el municipio por una obra de hace 30 años.

¿Qué le espera a Popayán con candidatos que desconocen los episodios del Centro Comercial “Anarkos”? Les recuerdo, que hace 50 años, en una triste y larga noche demolieron la antigua galería, para algunos, paso a la “modernidad”, cuando los centros comerciales eran solo sueños; para otros, un adefesio que reñía con la arquitectura colonial. Ignoran que, en 1.994, el municipio de Popayán, en ese entonces, propietario de la mayor parte del inmueble, vendió posiblemente sin licitación o con un solo proponente, el parqueadero, las áreas comunes esenciales, la subestación eléctrica, el colector del alcantarillado y la cimentación que estaban debajo del teatro. Cambiaron el uso del suelo, para reubicar a vendedores ambulantes, patrocinando un peligroso lugar de hacinamiento sin reforzamiento estructural ni reglamento de copropiedad.  Así entregaron lentamente ese inmueble cambiando de propietario, del municipio a particulares.

Ahora, lo mejor ya no serán los tiempos pasados, sino los que vendrán. Por eso, quisiéramos conocer las cualidades y la cultura ciudadana que marque la diferencia entre un candidato y otro. ¡Que calidades poseen para elegir el perfil perfecto! Disponen de algún modelo de gestión de recursos responsable para que, con sostenibilidad financiera, el municipio pueda acometer tantas obras que requiere la ciudad. En fin, ¿es persona idónea y determinante para que a nivel nacional lo oigan?

Civilidad: Un candidato que transmita interés por el trabajo y con nuevos proyectos para Popayán, tendrá medio camino ganado.

sábado, 8 de abril de 2023

Una palabra sencilla: “gracias”

 


Pasada la semana de transformación cristiana, retomando el verdadero sentido de nuestra máxima celebración para reflexionar sobre la fragilidad de la vida y para buscar nuevas formas de colaboración, generosidad y conciencia. Hoy la traslado a la vida cotidiana de la comunidad inmediata de la que todos somos parte: la familia Popayán, el grupo de trabajo o de amigos y, con mucho sentido de “amor patriótico”.

Además de las razones para el alma, reconozcamos lo bueno que hicieron los demás por esta encantadora ciudad. Es provechoso agradecer un “buen trabajo”, por pequeño que haya sido; por ejemplo, no tirar la basura a la calle a destiempo. Así que, todo lo que hayamos hecho para embellecer la ciudad tiene el mismo efecto, como aquellos que montaron la estantería para darle el color límpido

Reconocer las cosas que otros hacen por Popayán nos sienta muy bien. Es aquello, que, desde la infancia, nos enseñaron nuestros padres después de recibir algún beneficio, cuando mirándonos fijamente, nos decían: “¿cómo se dice?” -Gracias contestábamos- Es que, cuando otras personas reconocen lo que hacemos bien, nos hace sentir aceptados y seguros, más conformes con nosotros mismos. Los reconocimientos nos estimulan. En una palabra, nos valoran.

Este escrito, pasada la semana santa, se relaciona con el agradecimiento, del que ya casi no hablamos, ni expresamos como debiera ser. No es lo mismo, decir automáticamente: “gracias”. A veces, ni siquiera agradecemos a Dios. Esa norma de cortesía acostumbrada en Popayán, es cosa del pasado. Enantes, pronunciábamos el vocablo “gracias”, hasta cuando nos daban las vueltas o el regreso del dinero por una compra. Hoy resulta difícil expresar gratitud, porque el cerebro tiene un ‘sesgo de negatividad’.  Ahora enseñan a ver las cosas más negativas de la vida, focalizándonos en ellas, antes que en las positivas.   Si medimos las modernas redes de la comunicación sobre el nivel de agradecimientos, nos daremos cuenta que es, relativamente bajo, bien bajo. En cambio, el gran enemigo con el que nos topamos a cada instante, son los llamados “trolls”, referidos a los usuarios que publican mensajes provocativos y fuera de lugar en una comunidad en línea, solamente con la intención de dañar la reputación de alguna persona.

Todos somos conscientes que nos gusta, no solo que agradezcan lo que hacemos, sino que lo reconozcan, pero no se hace como se debería. Posiblemente los malagradecidos hayan sido educados para reprimir sus sentimientos; que sean distraídos o que estén desinformados. Generalmente, los críticos no piensan en el esfuerzo que al otro le ha costado y que, al menos merezca un simple: “gracias”.

 

En forma generosa deberíamos aprender a felicitarnos nosotros mismos. Que reconociéramos lo que cada uno hizo para mostrar la ciudad blanca, radiante y esplendorosa. Todos los que pusieron un granito de cal para ver la ciudad como una “tacita de plata”, se merecen un agradecimiento. Al señor alcalde, Juan Carlos López Castrillón, no solo hay que felicitarlo por mostrar embellecida la ciudad ante propios y extraños. Sino también, por su serenidad y planeación como sus mejores aliados. El alcalde, inteligentemente no deja desestabilizar su imagen; sin tomarse a pecho, sin enfadarse por las críticas, porque de hacerlo, sería reconocer que las tenía merecidas.

  Civilidad: Evitamos la decepción y el enfado, aprendiendo a reconocer lo positivo antes de criticar. Ya lo dice el refrán: “Se cazan más moscas con miel que con vinagre”.

 

 

 

 

domingo, 2 de abril de 2023

Cronología del terremoto de 1983

 



 Eran las 8:15 a.m. de aquel aciago día cuando viajaba en mi Renault 12 con mi esposa y mis hijitos desde Timbío. En ese instante, la radio local tocaba música sacra que se acostumbraba en la temporada de Semana Santa. De repente, sonó la señal anunciando noticias de última hora. Era el periodista informando: “Un terremoto acaba de destruir la ciudad de Popayán”.  ¡Que imprudencia! le dije a mi esposa y continúe el camino. Solo cuando llegué a la piedra sur -entrada a Popayán- y vi la polvareda que se levantaba sobre mi ciudad, entendí la noticia, tal como ocurrió cuando explotó la bomba atómica a las 8:15 del 6 de agosto de 1945 a una altitud de 600 metros sobre Hiroshima y Nagasaki, acabando con la vida de aproximadamente 140.000 muertos.

Ayer se cumplieron 40 años del terremoto ocurrido en la mañana de Jueves Santo, 31 de marzo de 1983 en Popayán. La cifra de muertos durante el terremoto se calcula que mató a trescientas personas. Dejando en 18 segundos, a más de quince mil sin techo donde vivir.

Tenía razón el periodista Ovidio Hoyos al anunciar que el sector histórico de Popayán, construido en adobe y tapia pisada se había derribado sin dejar donde colgar tantos títulos nobiliarios. Aquellos edificios públicos, gran parte de iglesias y tempos construidos en la época de la colonia se desplomaron. La cúpula de la Catedral al desmoronarse, había dejado bajo los escombros a noventa personas que habían acudido a la eucaristía en ese tenebroso día. Los muertos no resucitaron, se abrieron las tumbas, saliéndose de las bóvedas del cementerio, cientos de cadáveres, dejando restos humanos expuestos a la vista, presentando una imagen dantesca. En toda tragedia, los pobres como siempre marginados, -no es nada nuevo- sino tan antiguo como los mismos pobres. Por el hecho de ser pobres, en este funesto acontecimiento sus construcciones mal construidas quedaron derruidas; 2.580 viviendas perteneciente a familias de bajos recursos y, otras 6.680 sufrieron enormes daños.  Así que, barrios como: El Cadillal, Pandiguando, La Esmeralda y el conjunto de condominios de Bloques de Pubenza donde habitaban unas 150 familias, ante las débiles infraestructuras y por la magnitud del sismo, provocó su derribamiento, sumado al número considerable de pérdidas humanas.

Lo demás, fueron, rescate de muertos y heridos por parte de la Cruz Roja, Defensa Civil, Cuerpo de Bomberos, Policía Nacional, Ejército y otras asociaciones voluntarias apoyando el rescate y transporte de heridos al Hospital Universitario San José de Popayán.

Lo cierto es que, la ciudad se superó de este fracaso renaciendo como el ave Fénix de los escombros. Ha sido dificil amigarnos de ese momento dificil, pero diez años después de los destrozos sufridos, Popayán resurgió. Rescató su esplendor y la belleza de su arquitectura colonial.

Ese suceso traumático, que irrumpió con la fuerza de la naturaleza en la vida de las personas, trastocó también la vida de Popayán. Se suponía, entonces, un “antes y un después” en la misma. Tal situación, nos desbordó, haciéndonos entender el grado de absoluta indefensión y vulnerabilidad en nuestra condición corporal y mortal. Los “golpes de pecho” de aquel instante, nos hizo suponer cambios muy importantes a nivel espiritual, actitudinal, psicológico, de identidad con los demás y con la ciudad.

Civilidad: Que esta temporada de reflexión, con la capacidad de sentir y pensar, de ser con otros, nos deje ver una conciencia sana para introducir freno en nuestras vidas para “volver a empezar”.