Globalismo es una palabra nueva que invade nuestro
vocabulario político. El escritor Agustín Laje aclara
sabiamente la malvada realidad de nuestro mundo moderno e ilumina las tinieblas
de las fuerzas del poder que trata de controlar a la humanidad. En su magnífica
obra, explica que “globalismo no es globalización, sino una arrolladora
ideología que supone el más ambicioso proyecto de ingeniería social y control
total en curso. La globalización no es
un fenómeno reciente. Institucionalizada en organizaciones que, por la misma definición, no
tienen ni patria, ni territorio ni pueblo”. Es pues, “la ideología que pretende
parir un régimen político antidemocrático de alcance global. Así la soberanía
de las naciones se redistribuye entre organizaciones supranacionales como el
Foro Económico Mundial o la ONU con su Agenda 2030, liberadas de las
limitaciones de los intereses particulares de los pueblos, para coordinar las
transformaciones necesarias para nuestra “supervivencia”.
Agustín Laje explica magistralmente
el origen y la formación del contrato social de nuestros Estados nacionales
sobre una base democrática, mostrando cómo el globalismo busca culpabilizar
estas estructuras para llevarnos a un callejón sin salida, donde todo se cede a
una gobernanza global no representativa, la máxima expresión de la oligarquía
de unos pocos privilegiados por los que nadie votó, y que ante nadie rinden
cuentas, pero que pretenden dirigir el destino del planeta”.
El escritor en su libro hace un
llamado a todos los actores sociales, políticos, religiosos e intelectuales a
unirse contra el globalismo. La paradoja de que los patriotas olviden sus
fronteras para esta batalla cultural adquiere un nuevo significado. Conocer la
verdad y denunciar la mentira es un arma valiosa que este libro ofrece.
Leyendo a Agustín Laje, no es otra cosa que una nueva forma
del poder político que modernamente denominan: “gobernanza global”. Si tomamos el
término “gobernanza”, es “la
realización de relaciones entre diversos actores involucrados en el proceso de decidir,
ejecutar y evaluar asuntos de interés público, proceso que puede ser
caracterizado por la competencia y cooperación donde coexisten como reglas
posibles; y que incluye instituciones tanto formales como
informales (ciudadanía y sus distintos mecanismos de organización temporal y/o
espontánea). La forma e interacción entre los diversos actores refleja la
calidad del sistema y afecta a cada uno de sus componentes; así como al sistema
como totalidad”.
En ese lenguaje moderno,
entonces, el globalismo trata
de institucionalizar a organizaciones que, por definición, no tienen ni patria,
ni territorio ni pueblo. Organizaciones que a veces son completamente públicas,
otras veces completamente privadas; pero en la mayoría de los casos son
hibridaciones público-privadas. Esas organizaciones a veces se llaman
«Organizaciones Internacionales Públicas», a veces se llaman “ONG” y que
algunas veces toman el nombre de “Foros globales”. Independientemente de la
forma jurídica y la naturaleza específica con que se hayan constituido, todas
ellas comparten una misma convicción: la de que, en el actual momento de la
globalización, el mundo debería ser gobernado por instituciones de carácter
global.
Y agrega el autor. “El globalismo es el más ambicioso
proyecto de poder político jamás visto. Desborda toda frontera, real o
imaginaria; traspasa tanto la geografía como la cultura, hasta convertirlas en
algo irrelevante; subordina al Estado nación, la organización más
característica de toda nuestra modernidad política; subvierte todos nuestros
dispositivos de limitación del poder, tales como la división de poderes, la
representación democrática y la publicidad de los actos gubernamentales;
postula nuevas formas de legitimación del poder basadas en la tecnocracia y en
la “filantropía”, es decir, en el gobierno de los “expertos” y los
multimillonarios que “aman” a “la Humanidad”. Por todo esto, deja a las
naciones fuera del juego político, estableciendo de arriba abajo agendas
uniformizantes e imponiendo ideologías disolventes.
El globalismo es el punto de llegada de una visión
ingenieril de la política, según la cual la labor del poder político consiste
en aplicar la razón abstracta sobre la sociedad para imprimir en ella una forma
que existe en la cabeza de quienes poseen el poder. El ingeniero social toma al
hombre real como su materia prima, lo concibe como un ente abstracto y lo
moldea a la fuerza, lo formatea, se apodera de su corazón y conquista su mente,
lo atraviesa por completo y lo tuerce en la dirección que corresponde a la
Idea.
Civilidad: La globalización no es una oportunidad, es
una amenaza. Todos los actores sociales, políticos, religiosos e intelectuales deberían
unirse contra el globalismo por amor a la patria.
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