Como era previsible, los malos vientos lo amontonaron. Cuando
despertamos del letargo, de aquel miércoles 16 de septiembre de 2020, la estatua viviente de Popayán, la azotaron contra el
suelo. La tumbaron, comunidades nativas Misak, (guambiamos), repensando el pasado, en acto
simbólico, declarando culpable al “conquistador” de varios delitos: genocidio,
despojo y acaparamiento de tierras. En su profesión de estatua, Sebastián de
Belalcázar, había soportado, la intemperie, las adversidades climáticas, resistiendo tempestades y vendavales, digna
de las propiedades nobles del bronce en escultura, dúctil y, maleable para
fundirse como escultura robusta y contundente. Quien iba a pensar que la efigie
ecuestre de Belalcázar, elaborada por el artista español Victorio Macho e
instalada en 1937, la derribaran 84 años después. Desde entonces, no la
volvimos a ver. La crisis cedió y, la estatua dejó de concitar atención. Tal vez,
ellos consiguieron su propósito. Son cosas que ocurren en esta ciudad, de vez
en cuando, sin que nada pase.
En
esa disputa histórica, hoy, solo existe el pedestal en el que, artistas
actuales de la pintura, escogieron ese lugar para descolonizar el pensamiento. La
memoria histórica de Popayán fue saqueada, derribaron la estatua del “conquistador”,
título que despierta profundas resonancias en nuestra conciencia.
Mirando
hacia el pasado, para colocar esa estatua, allá, en la cima del morro del Tulcán, fue tema de disputa
histórica entre dirigentes de almanaques lejanos. Dado que, en ese lugar, en un
principio, se consideró, instalar un monolito en honor del ‘Cacique Pubén y no
el del corcel montado por el iletrado Sebastián de Belalcázar, representando con su pata delantera alzada, que el “conquistador”
había sido herido en combate. Y al exhibir en su mano un pergamino, significaba,
su título de “adelantado”. Recordemos que, su verdadero nombre de pila era
Sebastián Moyano. Y, que el sugestivo título de “adelantado”, lo obtuvo por su sevicia
contra los pueblos ancestrales. En tal sentido, estos datos históricos como la
fecha de la fundación de Popayán, son cimiento de la historia, como relato, que
constituye, el punto inicial, de otras leyendas o historias que se desconocen
para posicionar una única historia oficial. Muchos años antes de
la trágica llegada de los españoles, se llamó el Valle de Pubén, en consideración
al cacique Pubén, habitado por los primeros pobladores: los pubenenses. De allí
que, fueron ellos los encargados de construir el Morro de Tulcán, estructura levantada
a punta de adobes de tierra pisada con el único fin de que se pudiera divisar
desde cualquier punto el lugar donde habitaban. Entonces, esa estructura, sería
el sitio sagrado de la comunidad y un valioso testimonio arquitectónico
ceremonial. Por eso, el Morro o Pirámide de Tulcán, se constituye en el
principal sitio arqueológico de Popayán. En ese cerro o pequeña colina
no natural en forma de pirámide, se han encontrado elementos que
guarda secretos del pasado; un cementerio precolombino que existió 500 años antes de la
azarosa llegada de los españoles. Transcurridos 84 años de la
discusión, por la ubicación de la estatua del “conquistador”, dentro de la
visión de intelectuales, entre ellos, el poeta Guillermo Valencia para colocar en
la cima de El
Morro, la figura del "Cacique Pubén", en honor a la historia indígena.
Transcurridos cinco años del derrumbe de la efigie
ecuestre de Sebastián de Belalcázar, no aparece. No hay derecho a esconderlo ante
el temor del equivocado revisionismo indígena. Hay que reasentarla de nuevo, pues
como escultura hace parte del patrimonio dentro del conjunto histórico de la
ciudad, que la corona española, lo impuso como el fundador de Popayán. Además,
porque son varios los presidentes de Colombia que descienden del linaje de Sebastián
Moyano. Este conquistador, mestizó y no poco, al embarazar indígenas que en
decurso de las generaciones han prolongado estirpes en “renuevos ilustres de su
sangre fecunda”. De allí proviene la oligarquía colombiana.
Civilidad: Cuanta razón tuvo el poeta Guillermo Valencia, ante los hechos de la esa época
y de la actual, al decir: "hay que dejar a los necios con sus necedades,
que de una obra de arte hicieron un pisa papel"
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