Preocupado
por la realidad del conflicto armado que libra Colombia y por la probabilidad de
la erupción de la cadena volcánica del majestuoso volcán del Puracé, dedico este
artículo a internautas paisanos que emigrantes en el exterior añoran volver a
la tierrita. En especial, para quienes por aquello de la “viola”, de esa trágica
época, les tocó huir montados en la vieja máquina de combustión de carbón
recorriendo la paralela vía.
He vuelto mi memoria evocando, las chapuzadas en los ríos: Molino, Caracol, Dos brazos, y en el Cauca, cruzando a nado el remolino de la Cabaña. Me veo entre los equipos: granadino y el Piel Roja dándonos leña en los “picados” domingueros del “Achiral” donde llegaba la “Ciudad de Hierro” (hoy, parque Benito Juárez).
Hago memoria de los madrugones a misa en la Catedral, con uniforme de la escuela que la señorita Simona dirigía con implacable disciplina. Retorno a los recreos jugando “zumbo”, “un cojín”, “la lleva”, etc., comprando en el “caspete” (tienda), caucharina, melcochas y cholaos. Y las “capadas” a clase para ir a coger moras, michinches, guayabas, moquitos y guindas en los llanos largos de Chune-abajo.
He ido a parar a la “Alhajita” en Cajete, donde recorrimos los acantilados del río Cauca. Volví a pasear con la imaginación “La Cueva del Indio”, colindante de la finca de los Ávila. Evoco los porrazos por “ñucos”, aprendiendo a montar en cicla. Recuerdo el teatro Bolívar, el “pulguero” que exhibía las mejores películas mexicanas en blanco y negro: Invasión a Mongo, Invasión a Marte con Flash-Gordon y el Capitán Maravilla; la serie de Santo el enmascarado de plata, las películas de Tin-Tan, Clavillazo, Cantinflas y las cintas de los “charros” Jorge Negrete, Pedro Infante, Luis y Antonio Aguilar, etc.
En el declive de su vida conocí a Vicente Idrobo, Maestro de la Banda de músicos del Batallón Junín No.7 a quien elogiábamos con: “ánimo Cocorote”, “arriba chupa-cobres”. He soltado lágrimas por: Rosarito, Ratón de Iglesia, “Sancocho”-Sánchez el de los Misereres, Zócalo, Pate guaba, Miel de Abeja, el Boquinche Efraín, personajes queridos que dieron alegría y sustos a más de uno cuando éramos muchachos.
Estos recuerdos son imborrables para el disfrute de los pocos veteranos que aún quedan en Popayán y para otros tantos errabundos y dispersos “Patojos” por el mundo que con regocijo me leen.
Civilidad: Nostalgia como refugio al estado de angustia presente.
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