La vida se va rápido y, el
tiempo vuela. Al llegar el otoño de la vida, es cuando nos detenemos
a valorar más cada día que pasa. A mis años, no es demasiado tarde para nada, porque
siento que todavía tengo energía suficiente, pudiendo elegir que hacer. Tengo salud
y tiempo para el trabajo sin prisa, pero sin pausa. Aunque, echo de menos
cuando tenía 20 años, cuando vivían mis padres.
En esos tiempos, me sentía invulnerable, creía que la muerte era algo
que les ocurría a los demás, a los viejos. ¡ La vida solo se vive una sola vez!
Cuando quería ser adulto a mis 21 años, no había
conocido el verdadero amor. Corriendo tras el viento de la vida, conocí a mi
esposa Alix. Desde entonces, fui bendecido por el cariño y su apego lleno de
ternura. Recuerdo no haber desperdiciado ninguno de los años que me llevaron a entenderme
con ella. Fueron muchos años nada fáciles, pero seguro estoy, que, cada uno de
ellos, los vivimos intensamente, prodigándonos amor. Vivimos, lo mejor que
pudimos, sin perder jamás la noción de la realidad. Ahora, transmito ese amor a
mis hijos, que llegaron para renovar la vida en familia.
El día que se rompió mi corazón, creí que mi vida
se marchaba. Razoné a tiempo, sin distorsionar la realidad y volví a
reconstruirla. Con nietos y bisnietos, logré recuperar mi vitalidad. A diario dan
alegría a mi vida, haciéndome sentir útil. De ellos está hecha mi existencia
para disfrutar la vida y los años que pasan. En sí, la vida es el camino
rectilíneo que a veces parece retroceder, para luego volver a reiniciar. Para alcanzar las posibilidades, me concentro en
mis ángeles, pues desde lo alto, sigo contando con el apoyo de mi esposa Alix,
quien me ayuda a satisfacerlas. Solo hasta
ahora logré entender por qué el ser amado, tarde que temprano nos abandona;
pero para recibir bienaventuranzas. De allí que, como personas amorosas, nunca
deberíamos dejar un abrazo por dar, ni un te quiero por decir.
Pedalear en la bicicleta de la vida, es duro.
Pensando, que siempre hay que ir adelante, sin dar marcha atrás. Convirtiendo nostalgias
en emociones positivas para endulzar el presente. Los cambios estéticos de la
edad y los golpes que da la vida nos enseñan que es dura la vida, pero hay que
seguir pedaleando. Ahora siento que la vida no va a cambiar a mi favor por
tener otro año más, como cuando tenía veinte años. La juventud actual es más
abierta, global y multicultural, creciendo en un mundo más interconectado.
Pero, podría asegurar que, mi generación fue mejor preparada, a tal punto de
inflexión que nos enseñó a ser más fuertes. La vida no se vuelve más imposible
a medida que avanzan los años, porque envejecer no es una tragedia, es un
privilegio de pocos.
Dentro de
mis curiosidades, nunca me atreví a preguntarle a mi nonagenario abuelo, ¿qué sentía
él a sus 90 años, sabiendo que ya no hay futuro y, que el tiempo está contado. Ahora, ya se la respuesta: podemos morir a
cualquier edad; pero a los 20,30 40, 50 o más, se hacen planes, porque nunca consideramos
la muerte como una opción. Lo cierto es que después de los 80 años no hay
otra.
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