A lo largo de los
siglos, las estatuas han sido parte fundamental de la civilización humana, como
símbolos perdurables de honor, recuerdo y como expresión artística. Pero, en
las sociedades modernas, ya no transmiten mensajes, pues generalmente son burla
y estorbo, porque para su época, fueron ubicadas estratégicamente en espacios
públicos para maximizar su visibilidad y relevancia en la comunidad.
Cierto es, que por esas
estatuas que desempeñaron un papel conmemorativo en la formación de nuestra
identidad colectiva y la preservación de nuestro patrimonio historiográfico, no
hubo reclamaciones
por el postrero puesto que hoy ocupan en la historia de la enseñanza escolar
¿Por qué se dejó de enseñar la Historia Patria? Recordemos que entre 1894 y
1994 cuando se publica la Ley General de Educación, en ese transcurso la
historia desapareció del currículum como disciplina.
La Popayán cargada de historia, tiene hoy un conjunto de estatuas,
que podrían generar un mejor
impacto cultural y social, sirviendo más, como obras esculturales, que como símbolos
de historia, orgullo y memoria colectiva. Sin duda, hacen parte de ese sublime patrimonio
de las bellas artes, en la cual el escultor, se expresa creando volúmenes y
conformando espacios a través de la talla y el cincel en armonía con las de
fundición y modelado. Sin embargo, ya no reflejan los valores, creencias y
aspiraciones de una sociedad, honrando a sus héroes y conmemorando en su
contexto histórico. Y es que, por la ubicación en que se encuentran las
estatuas en Popayán, ahora solo tienen el poder de provocar reflexiones,
suscitar conversaciones e inspirar la acción, pero para convertirlas en
potentes agentes de cambio que permitan el progreso de la ciudad. Subrayando, además,
que carecen de tareas periódicas de limpieza, reparación y conservación para
protegerlas del daño ambiental, el vandalismo y el deterioro de las llamativas
estatuas para garantizar su longevidad y su importancia cultural para las
generaciones futuras, pero eso sí, en un sitial donde no estorben. La
colaboración entre organismos gubernamentales, instituciones culturales y
expertos en conservación es perentoria para salvaguardar estas valiosas joyas culturales,
aunque ya no inspiren respeto ni admiración a las generaciones actuales.
Hoy por hoy, a pesar de su importancia histórica, las estatuas son motivo de controversia y debate, especialmente porque cuestionan sus significados o representaciones. Temas como la precisión histórica, la apropiación cultural y el simbolismo político han dado lugar a peticiones de retirada, reubicación o reinterpretación de ciertas estatuas que generan fatiga vial. En Popayán, las glorietas mal diseñadas para la época actual, resultan confusas para conductores sin cultura vial o que no están familiarizados con las rotondas, aumentando la tasa de accidentes. Riesgos que aumentan, cuando el control vial, se pone en manos de un migrante venezolano a punta del trapo rojo. De allí que, estas discusiones ponen de relieve la naturaleza compleja y cambiante de la habilidad de conducción vehicular y su relación con la sociedad.
Desde hace unos años, se libra una guerra de estatuas. Se erigen pocas, ¿en honor a quién? y desaparecen otras por incultura. Para entender, por qué pasa esto, preguntemos para que sirve una estatua en Popayán. Los más escépticos dirán: “para nada”. Una prueba reciente en Popayán: cambiaron de lugar, el pedestal de Antonio Nariño porque estorbaba y nadie se dio cuenta ni nadie dijo nada. Otra perla, alguien sabe, ¿dónde está la estatua de Sebastián de Belalcázar? Su efigie merece ser vista en el lugar dónde la diseñó el gran escultor español, Victorio Macho. Allí prestaría especial atención, asegurándose su supervivencia, armonizando con el entorno y mejorando el atractivo estético general del lugar.
Hoy por hoy, a pesar de su importancia histórica, las estatuas son motivo de controversia y debate, especialmente porque cuestionan sus significados o representaciones. Temas como la precisión histórica, la apropiación cultural y el simbolismo político han dado lugar a peticiones de retirada, reubicación o reinterpretación de ciertas estatuas que generan fatiga vial. En Popayán, las glorietas mal diseñadas para la época actual, resultan confusas para conductores sin cultura vial o que no están familiarizados con las rotondas, aumentando la tasa de accidentes. Riesgos que aumentan, cuando el control vial, se pone en manos de un migrante venezolano a punta del trapo rojo. De allí que, estas discusiones ponen de relieve la naturaleza compleja y cambiante de la habilidad de conducción vehicular y su relación con la sociedad.
Desde hace unos años, se libra una guerra de estatuas. Se erigen pocas, ¿en honor a quién? y desaparecen otras por incultura. Para entender, por qué pasa esto, preguntemos para que sirve una estatua en Popayán. Los más escépticos dirán: “para nada”. Una prueba reciente en Popayán: cambiaron de lugar, el pedestal de Antonio Nariño porque estorbaba y nadie se dio cuenta ni nadie dijo nada. Otra perla, alguien sabe, ¿dónde está la estatua de Sebastián de Belalcázar? Su efigie merece ser vista en el lugar dónde la diseñó el gran escultor español, Victorio Macho. Allí prestaría especial atención, asegurándose su supervivencia, armonizando con el entorno y mejorando el atractivo estético general del lugar.
Civilidad: Podría ser más
relevante el progreso de la ciudad, si las estatuas que honran a los héroes,
las reubicaran como esculturas, en las diversas plazoletas que tiene Popayán, enriqueciendo
nuestro paisaje cultural e histórico.
Considero las estatuas, como un recordatorio de historia ,puede ser de la patria, familiar, ambiental,,etc.algo parecido a tener fotografías familiares, de todo sentido,hace parte de un examen mental para el ser humano. Unos están de acuerdo, otros no,Pero son referentes para mantener la memoria activa. Los gustos son distintos ,por tal motivo Cambian las cosas y se va perdiendo el respeto. Carlos A G .
ResponderBorrar