Me
escribe un ex alcalde de Popayán, preocupado porque, “estamos en mora de iniciar
una campaña arrolladora que se llame “cultura Popayán”. Cuánta razón tiene mi dilecto
amigo para recuperar el valor relacionado con la forma en cómo interactúan las
personas, cómo conviven y cómo se tratan unas a otras. Es que, esta ciudad, perdió la
capacidad de la otrora “ciudad culta”, que tiene que ver con la cortesía, el
respeto y el cumplimiento de las normas establecidas por la sociedad, para
favorecer la convivencia y la participación de todas las personas. ¡Lástima grande!
Popayán ya no aparece en ese listado nacional del calificativo imaginario
construido tras el brillo de su linaje desde la colonia, que le pertenece a la sociedad, pero que
a su vez se opone. Es una realidad que se volvió invisible. Claro que, esa
ciudad culta tradicional, era una pequeña ciudad de provincia. Aquí su universo
parecía triste, pero era verde. La niebla humedecida con los aires del Puracé
con cierta delicadeza grisácea sobre las techumbres de las casas, aún cumple la
función térmica y decorativa en esta bella región geográfica. Cómo no
reconocer, esas coloraciones crepusculares
del cielo sobre las cumbres de las montañas, en la acogedora ciudad, durante la
salida y la puesta de sol. En
el viejo Popayán, se predicaba la moderación, como principio
rector de todas las actividades de la vida cotidiana, junto a la cual destacaban la
buena educación, que solían ir
de la mano. Ese fenómeno que tiene como antecedente la
inquietud de la época, tendiente a regular la conducta adecuada para la nueva
vida independiente, no sólo en el ámbito moral, sino también en las prácticas
domésticas y sociales, denominados “buenos modales” o “buenas maneras”. Todo
ese conjunto, contribuyó desde su
realidad, a confrontar su apelativo culto entre las ciudades. Hoy Popayán,
estudiada desde su conformación colonial, se centra la atención desde 1983
cuando el terremoto que afectó su territorio estableció un hito histórico en su
temporalidad. En la actualidad, el país, como símbolo de paz, dejaron de
consagrarlo al Sagrado Corazón. Ahora vivimos en una ciudad con amplias
avenidas, pero con reducidos cerebros. Y aunque el sol y la luna iluminan a Popayán,
para mantener su esplendor; estamos entre gentes reveladoras de la
mentalidad de una sociedad subyugada por el poder, cimentada por la pacatería, propio de las personas que manifiestan
excesivos escrúpulos morales y obsesiones, pero sin construir unas
mínimas bases que hagan viable la ciudad, debido a la insuficiente cultura
ciudadana para consolidar, tanto en lo público y lo político como en la vida
cultural y social.
No hay
disculpa, no puede existir ninguna, para que los encargados del poder público
con todas las fuerzas vivas de la ciudad se recuperen la “Cultura Popayán”. La ciudad debe ser un sistema donde se
concentren las mayores dosis de optimismo colectivo, de pensamiento, de riesgo,
de desarrollo material y de ganas de futuro. El problema fundamental, estriba
en cómo actuar de manera tal, que sea el máximo número de habitantes quien se
beneficia de ella. Algo que será difícil realizar, sin las necesarias alianzas
que apoyen, mostrándose de acuerdo que, a la postre, todas las decisiones que,
desde la voluntad gubernamental, se construya la “cultura Popayán”. Empezando
donde nació la ciudad, reviviendo su centro, volviéndolo un atractivo
turístico, por su belleza arquitectónica. Pidiéndole a la ciudadanía que
devuelva, los espacios para caminar, para disfrutar un café. Cómo negar que el centro es católico, pero caótico. Hay que incluirlo
como turismo religioso, aunque ingresar al centro es difícil, haciéndolo poco
atractivo al visitante, llámese turista o cliente. Los vendedores ambulantes,
tienen derecho a trabajar, pero se apoderaron del espacio público, lo cual
dificulta el tráfico peatonal y vehicular. Si queremos avanzar, el Centro debe
transformarse. Claro, con soluciones para todos, hasta encontrar el camino y
las diferentes alternativas, lideradas por la administración municipal, con
diálogo, es la tarea de todos.
Civilidad: Una ciudad
que busca como resolver sus problemas, siempre será una mejor ciudad.
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