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sábado, 28 de junio de 2025

Recobrando el pasado

 




Leyendo viejas y amarillentas hojas, abro los ojos del pasado, donde no hay tiempo ni origen de todo en cuanto a la historia de Colombia que nos han contado.  La historia de Colombia que los historiadores oficiales han escrito, como un ladrillo, pesado y difícil de entender. Por eso, me atengo al investigador, que buscó una propuesta nueva para narrar de donde provienen las grandes familias de este país.

De ese río genético y turbulento, son varios los presidentes de Colombia que remontan linaje de Sebastián Moyano, el conquistador español que troco su apelativo por el más sonoro de Belalcázar, nombre del pueblo del cual nació, “hijo de humildes labradores”, por el año de 1840. Compañero de Pizarro en el hallazgo y sojuzgamiento del imperio de los incas; sojuzgador también del reino de Quito y, cofundador con Quesada de Santa Fe de Bogotá. Belalcázar es uno de los hazañosos de la conquista de América. A quien, “Estrecho parecíale el mundo a sus ímpetus y fortaleza”, y solo apeó del caballo para descanso en el sepulcro”, dijo de él descendiente suyo muy conspicuo, el Maestro Guillermo Valencia. Porque tataradeudo de Valencia, como también de próceres y gobernantes colombianos, Belalcázar mestizó y no poco al embarazar nativas que le dieron hijos que en decurso de las generaciones han prolongado estirpe en “renuevos ilustres de su sangre fecunda” 

El historiador-genealogista ecuatoriano Dr. Fernando Jurado Novoa, en siete volúmenes, bajo el título general de los descendientes de Belalcázar en la formación social ecuatoriana, ha recogido una ya larga secuencia de generaciones con punto de partida de don Sebastián de Belalcázar. Y aunque la obra del Dr. Jurado Novoa, comprende fundamentalmente al Ecuador, también allí se muestra descendencia del señor Adelantado en ciudades colombianas como, Cali, Popayán y Pasto por el fundadas y en las cuales tuvo pausas de permanencias en su andariego quehacer, así como en Antioquia, donde renuevos suyos vinieron a establecer, proyectando estirpe en otros apellidos que fueron dejando atrás el hontanar de Belalcázar, en Antioquia, no por escondido ya en una larga y ordenada secuencia de apelativos diferentes que lo fueron desplazando, deja de tener su validez ancestral en un desmenuzamiento genealógico.

Varios fueron los hijos mestizos de Belalcázar y de tres de ellos: Francisco, Sebastián y Catalina- hay constancias de legitimación concedida por su majestades don Carlos y doña Juana ( año de 1540 los dos primeros y de 1541 la tercera) En favor del Adelantado conviene decir que aunque sus trece hijos sabidos al parecer, fueron de distintas madres, como nacidos en diferentes lugares sin que nativa alguna aparezca como compañera asidua del conquistador andariego, no por ello sus hijos fueron abandonados por él, algunos de los cuales, Francisco especialmente, lo acompañaron en sus andanzas, habiendo sido varios de ellos reconocidos testamentariamente por su padre. El Dr. Diego Garcés Giraldo, dicen en su libro: “Sebastián de Belalcázar- Fundador de ciudades”: “Belalcázar no fue una excepción en cuanto a la conducta con las indígenas. En realidad, casi todos los conquistadores se unieron a mujeres indígenas, ya raptadas u obtenidas por donativo, derecho de guerra, compra o trata. Pero en Belalcázar apreciamos unos sentimientos poco comunes entre conquistadores, por lo menos con respecto a sus hijos. Fue un padre responsable que les tuvo hondo afecto y se preocupó siempre por su bienestar”. 

De Francisco, al parecer el hijo preferido (nacido en Natá, Panamá en 1519) y de María Magdalena, otra de las hijas del Adelantado (nacida en León, Nicaragua hacia 1528) descienden varios presidentes de Colombia.

En el libro “Belalcázar cofundador de Santa fe de Bogotá”, su autor el Dr. Emiliano Diaz del Castillo, en buena síntesis genealógica muestra los presidentes colombianos que descienden de Sebastián de Belalcázar, o Sebastián de Benalcázar o Sebastián Moyano,

Así mismo, en documento fechado el 20 de julio de 1910, denominado “El conquistador Sebastián de Belalcázar como décimo ascendiente de próceres de la emancipación”, la genealogista payanesa Margarita Díez Colunge de Arroyo muestra que siete payaneses y un caleño fueron nietos octavos de Sebastián de Belalcázar y nietos quintos del matrimonio conformado por Iñigo de Velasco Belalcázar y Beatriz Noguera y Aragón. En esa larga lista, también figuran: Antonio de Ulloa, Juan Francisco Ximénez de Ulloa y Camacho e Ignacia Larrahondo y V, el general José María Quijano, Francisco José de Caldas, hijo del español Joseph Soto Caldas y de la payanesa Vicenta Tenorio y Arboleda.

Civilidad: Desencadenar la adversidad de la historia nos ayuda con la continuidad de nuestra identidad. 

domingo, 22 de junio de 2025

Estamos en mora con Popayán

 


Me escribe un ex alcalde de Popayán, preocupado porque, “estamos en mora de iniciar una campaña arrolladora que se llame “cultura Popayán”. Cuánta razón tiene mi dilecto amigo para recuperar el valor relacionado con la forma en cómo interactúan las personas, cómo conviven y cómo se tratan unas a otras. Es que, esta ciudad, perdió la capacidad de la otrora “ciudad culta”, que tiene que ver con la cortesía, el respeto y el cumplimiento de las normas establecidas por la sociedad, para favorecer la convivencia y la participación de todas las personas. ¡Lástima grande! Popayán ya no aparece en ese listado nacional del calificativo imaginario construido tras el brillo de su linaje desde la colonia, que le pertenece a la sociedad, pero que a su vez se opone. Es una realidad que se volvió invisible. Claro que, esa ciudad culta tradicional, era una pequeña ciudad de provincia. Aquí su universo parecía triste, pero era verde. La niebla humedecida con los aires del Puracé con cierta delicadeza grisácea sobre las techumbres de las casas, aún cumple la función térmica y decorativa en esta bella región geográfica. Cómo no reconocer, esas coloraciones crepusculares del cielo sobre las cumbres de las montañas, en la acogedora ciudad, durante la salida y la puesta de sol. En el viejo Popayán, se predicaba la moderación, como principio rector de todas las actividades de la vida cotidiana, junto a la cual destacaban la buena educación, que solían ir de la mano. Ese fenómeno que tiene como antecedente la inquietud de la época, tendiente a regular la conducta adecuada para la nueva vida independiente, no sólo en el ámbito moral, sino también en las prácticas domésticas y sociales, denominados “buenos modales” o “buenas maneras”. Todo ese conjunto, contribuyó desde su realidad, a confrontar su apelativo culto entre las ciudades. Hoy Popayán, estudiada desde su conformación colonial, se centra la atención desde 1983 cuando el terremoto que afectó su territorio estableció un hito histórico en su temporalidad. En la actualidad, el país, como símbolo de paz, dejaron de consagrarlo al Sagrado Corazón. Ahora vivimos en una ciudad con amplias avenidas, pero con reducidos cerebros. Y aunque el sol y la luna iluminan a Popayán, para mantener su esplendor; estamos entre gentes reveladoras de la mentalidad de una sociedad subyugada por el poder, cimentada por la pacatería, propio de las personas que manifiestan excesivos escrúpulos morales y obsesiones, pero sin construir unas mínimas bases que hagan viable la ciudad, debido a la insuficiente cultura ciudadana para consolidar, tanto en lo público y lo político como en la vida cultural y social.

No hay disculpa, no puede existir ninguna, para que los encargados del poder público con todas las fuerzas vivas de la ciudad se recuperen la “Cultura Popayán”. La ciudad debe ser un sistema donde se concentren las mayores dosis de optimismo colectivo, de pensamiento, de riesgo, de desarrollo material y de ganas de futuro. El problema fundamental, estriba en cómo actuar de manera tal, que sea el máximo número de habitantes quien se beneficia de ella. Algo que será difícil realizar, sin las necesarias alianzas que apoyen, mostrándose de acuerdo que, a la postre, todas las decisiones que, desde la voluntad gubernamental, se construya la “cultura Popayán”. Empezando donde nació la ciudad, reviviendo su centro, volviéndolo un atractivo turístico, por su belleza arquitectónica. Pidiéndole a la ciudadanía que devuelva, los espacios para caminar, para disfrutar un café. Cómo negar que el centro es católico, pero caótico. Hay que incluirlo como turismo religioso, aunque ingresar al centro es difícil, haciéndolo poco atractivo al visitante, llámese turista o cliente. Los vendedores ambulantes, tienen derecho a trabajar, pero se apoderaron del espacio público, lo cual dificulta el tráfico peatonal y vehicular. Si queremos avanzar, el Centro debe transformarse. Claro, con soluciones para todos, hasta encontrar el camino y las diferentes alternativas, lideradas por la administración municipal, con diálogo, es la tarea de todos.

Civilidad: Una ciudad que busca como resolver sus problemas, siempre será una mejor ciudad.

 

 

 

sábado, 14 de junio de 2025

Creando confianza en Popayán

 


Sin equivocación, todos los problemas que se abordan desde las políticas públicas generalmente son complejas. Desde luego, demandan soluciones sin que falte la mirada crítica de la comunidad. “El hombre es por naturaleza un ser insatisfecho porque busca la perfección”. Por eso, se dice que gobernar no es nada fácil. Solo los más insensatos pueden pensar que la vida del gobernante es cómoda.

Al hombre no le basta con tener sus necesidades materiales satisfechas para llevar una vida placentera; ya que, además de cuerpo, tiene espíritu y éste, dependiendo de cómo se sienta el cuerpo que lo alberga, es por sí mismo, generador de felicidad o de infelicidad.

Abreviando en un solo vocablo, la razón de ser de nuestra infelicidad, es la “insatisfacción”. Somos seres permanentemente inconformes.  Y para satisfacer las exigencias físicas y espirituales, el hombre necesita vivir en sociedad, porque el hombre racional, por sí solo, no es autosuficiente, por lo que requiere de la ayuda y protección de los demás de su especie, formando lo que llamamos comunidades. El hombre aislado no puede desarrollarse como persona, de ahí nuestra tendencia a agruparnos en vez de aislarnos. Un ejemplo moderno, es el auge de las redes sociales y su rápida expansión, gracias a los avances científicos y tecnológicos. De allí que, continuamente se inventen nuevas formas de comunicación para convivir en sociedad. Las plataformas de redes sociales tienen el potencial de conectar a las personas como nunca antes. Son un espacio virtual donde personas de diferentes orígenes pueden conectarse, conversar y fomentar un sentido de comunidad. Pero, este mismo fenómeno puede conducir a la polarización de opiniones y comportamientos tóxicos, dificultando el diálogo constructivo y el entendimiento entre diferentes grupos.

En su obra de filosofía política, Aristóteles afirma, que el hombre es un ser social y político. Según este filósofo, la familia es la primera comunidad o sociedad conformada y necesaria para el ser social. Pese a ello, la familia no es suficiente para satisfacer todas las necesidades del ser humano, por lo que este crea una comunidad. Para ello, se organizaron aldeas y, luego, estas constituyen la polio ciudad griega de aquel entonces.

La organización de la sociedad requiere de la naturaleza política del hombre, y esta organización deriva en el derecho, gracias a la virtud de los ciudadanos y a la práctica de la justicia. El derecho o lo justo como tal, sólo tiene sentido para el hombre en sociedad. Ese derecho asegura la felicidad del mismo. De donde nace el derecho a opinar con optimismo frente al avance de las obras de infraestructura en la ciudad, la confianza en el alcalde y la imagen de las instituciones del gobierno.  Así que, durante el último año, se refleja una mejoría en la administración municipal; en contraste, otros opinadores muestran cambios negativos en su satisfacción con la movilidad, manifiestan insatisfacción con el transporte público y baja satisfacción con la ocupación del espacio público.

Son muchos los problemas que enfrenta Popayán, que involucran principalmente elementos de infraestructura, de gestión y ejecución de rubros presupuestales, de escasez de recursos, de debilidad institucional, entre otros. Pero, para muchos también, el incumplimiento de normas, los comportamientos ciudadanos contrarios a la convivencia, inseguridad ciudadana y la accidentalidad vial por la imprudencia de los habitantes, etc., etc. Entonces, la solución depende principalmente (aunque no exclusivamente) de impulsar cambios comportamentales en la ciudadanía. ¿Cómo? Con una efectiva construcción de ciudadanía, comenzando por mejorar la educación proporcionada al sector infantil, para que luego, sean ciudadanos completos. Que no sólo sepan sus derechos, sino también que conozcan sus obligaciones y toda la cultura política y legalidad que implica ejercer responsablemente la ciudadanía.

Apoyado en lo anterior, me di a la tarea de indagar entre conocidos, amigos y transeúntes, resultando que nueve de cada diez personas afirmaron sentirse orgullosos de vivir en Popayán. Y que ocho de cada diez, pagan sus impuestos a tiempo para que la ciudad pueda mejorar su desarrollo. Hice este ejercicio como construcción de confianza, reconocimiento y agradecimiento ciudadano a la amada ciudad de Popayán.

Civilidad: Fomentar un sentido de comunidad es fundamental, porque las preferencias o acciones individuales racionales a corto plazo beneficiarán a la ciudad y a la sociedad a largo plazo.

sábado, 7 de junio de 2025

La Urbanidad pasó de moda en Popayán

 


A diario tenemos dificultades para la convivencia, hay caos ciudadano por falta de Urbanidad. Desde el punto de vista lingüístico, la palabra ‘incivilidad´, se usa para referirse a los comportamientos conflictivos en público, constituyéndose en un problema de seguridad. Detalles, como sacar las basuras a destiempo, tirar desperdicios a la calle; no respetar las señales de tránsito, bloquear las vías, motocicletas con ruido ensordecedor, permisividad para que los niños irrespeten a los padres y a los mayores, a manera de unos pocos ejemplos. Posiblemente estos temas estén reglados en el Código de Policía; pero la mayoría y los más frecuentes, no constituyen falta ni delito punible. En fin, el Código de Policía es un absoluto saludo a la bandera, convertido en el hazmerreír de los malos ciudadanos.

Hace 60 años, el currículo académico contemplaba como materia obligatoria la Urbanidad y buenas maneras, conocida como el Manual de Carreño, obra venezolana publicada en 1853, en la que se recomendaban consejos acerca del comportamiento humano (adultos, jóvenes y niños) en espacios públicos y privados. Tema de gran importancia que, con el correr de los años, perdió valor y de la que no se volvió a saber nada. Antíguamente, en la escuela, inculcaban, "respetar a los mayores en edad, dignidad y gobierno". Ahora ni lo enseñan ni lo practican, porque piensan que es autoritarismo o sometimiento acrítico al poder. Y, es posible que digan que este escrito en pro de rescatar la Urbanidad y el Civismo, es pura lata.

Pero no importa, una persona que me lea y aplique lo dicho, es suficiente. Algún día podremos decir que Popayán despertó para empezar a preocuparse por el comportamiento de sus ciudadanos en los espacios públicos, especialmente con respecto a la limpieza, el reciclaje y el respeto al medio ambiente, en general.

Matraca vulgar, vemos y oímos a diario con las numerosas ofensas y calumnias al otro y ante las que el ciudadano normal se encuentra inerme. Se trata de reclamar de suplicar más de Urbanidad y buenos modales. La Urbanidad, se empieza aplicándola con nuestro prójimo más cercano, en el núcleo fundamental de la sociedad: la familia. Si rescatamos los buenos modales, se nos facilitará la vida diaria y a partir de ahí, ampliaremos las cacareadas palabras de solidaridad, corrupción con todas aquellas molestias que ocasionan las diabólicas conductas.

La falta de Urbanidad en la actualidad, como la falta de respeto hacia los demás, no es un error de conocimiento. Es más, un defecto moral, que un defecto intelectual. En tiempos antiguos, hasta escupir en la calle era motivo de reprensión social, porque había autoritarismo en la familia. En la sociedad actual no hay obediencia por la ausencia de autoridad, cultura y educación. La falta de Urbanidad, permite el mal comportamiento de los hijos que tienden a ser irritables, agresivos, temperamentales, infelices, irascibles, malhumorados, vulnerables al estrés y sin ganas de realizarse. El exceso de democracia (libertinaje) permite actuaciones insolentes de los niños hacia los padres y mayores.

El problema surge en las sociedades democráticas, en las que la falta de autoridad es fácil que se manifieste en una abrumadora falta de urbanidad. Y más aún, cuando quienes se comportan con faltas de Urbanidad, son los que ocupan escaños en el Congreso de la República, representando al pueblo colombiano. Da vergüenza, es una bofetada, un escupitajo, la doble moral, la mala educacion y grosería de algunos “padres de la patria”.

La falta de urbanidad se deriva de la falta de respeto hacia el prójimo. Ceder el asiento en el bus, pedir permiso al pasar por un estrecho anden y hasta contestar el saludo se ha convertido en una trivialidad, “fuera de moda”, en “anticuado”, “propio de viejos” y hasta poco “chic” como dirían algunas jovencitas. Lo que parecen no entender estos jóvenes y otros no tan jóvenes, sin el respeto a las normas de convivencia nuestra sociedad se torna anacrónica, despiadada y hasta insulsa. Devolver la autoridad perdida no es una medida popular, y, además, poco le importa a los del coche oficial con vidrios polarizados. No hay que esperar demasiado de los políticos en este sentido por lo que vemos en los debates del congreso con minúscula. Tendrá que ser la sociedad quien lo exija, utilizando todos aquellos cauces disponibles.

Civilidad: Urbanidad son las reglas que entre unos y otros debemos adoptar para vivir en paz.