Semana Santa, época para profundas reflexiones
sobre la vida, la muerte y la esperanza de la resurrección en nuestra larga
tradición cristiana. Desde el punto de vista de la crítica basada en una
teología para la vida, este periodo litúrgico, es la oportunidad para denunciar
los ídolos de muerte presentes en las estructuras socioeconómicas y políticas
contemporáneas, tiempo para reivindicar al Dios de la vida.
A principios del siglo XX, en sus escritos Franz
Josef Hinkelammert, intenta entender a Jesús no como una figura puramente
religiosa o sobrenatural, sino como un líder popular, cuyo mensaje respondía
directamente a condiciones materiales, económicas y políticas específicas de su
tiempo. Escribió en forma historicista la figura de Jesús, concibiéndolo como un
líder político y moral propio de su tiempo; cuya predicación estuvo
profundamente arraigada en la resistencia contra las injusticias y la
dominación económica de la élite sacerdotal judía y la ocupación imperial
romana. Argumenta que, el cristianismo primitivo se originó como un movimiento
social compuesto principalmente por las clases populares empobrecidas y
subalternas de Palestina, que experimentaban opresión económica y exclusión
política bajo la dominación romana. “Darle a César lo que es del César”, era en
realidad, hacer un llamado a darle nada, puesto que la figura del César
aspiraba a una divinidad y una soberanía que la figura de Jesús le negaba.
Tempranamente, el cristianismo representó una lucha
contra la explotación económica, la desigualdad social y la dominación política
imperial. Bajo esa perspectiva, Jesús fue crucificado como una amenaza directa
al orden socioeconómico existente y al poder de las élites judías que se
beneficiaban del colonialismo romano. Desafiar a las autoridades del Templo
era, por consiguiente, desafiar el orden político existente, aunque fuera hecho
de modo no violento.
Franz Josef Hinkelammert, teólogo y economista
costarricense de origen alemán, reflexionó críticamente sobre los problemas de América
Latina, lanzando una crítica radical sobre cómo algunos discursos religiosos
son instrumentalizados para legitimar la muerte y la violencia estructural.
Para él, la insistencia en la muerte de Cristo, separada del mensaje central de
vida y liberación que representa el simbolismo de su resurrección, ha sido
convertida en una ideología para perpetuar sufrimientos sociales e injusticias,
legitimando prácticas económicas y políticas opresivas que sacrifican vidas humanas,
en nombre del mercado o del poder. Es un enfoque que exhorta a una
reorientación teológica que enfatice la vida, desafiando la lógica sacrificial
inherente al capitalismo moderno. Complementando esta crítica, el teólogo y
sacerdote católico chileno Pablo Richard reintroduce la idea de recuperar el
Jesús histórico para desarrollar una crítica contra los «ídolos de la
opresión» (1989). Según Richard, muchas sociedades contemporáneas están
dominadas por idolatrías que exaltan la muerte en formas diversas, desde el
culto al mercado y al dinero, hasta la violencia del militarismo y el
extractivismo económico. Para Richard, la verdadera fe cristiana implica una
toma de postura frontal contra estos ídolos mortíferos, promoviendo una
espiritualidad y praxis comprometidas con la justicia, la equidad y la
preservación ecológica. Richard propone entender que «en el principio la Palabra
estaba junto a Dios y la Palabra era Dios. Cuando Dios se hace humano todos los
dioses se derrumban: el dios dinero, el dios mercado, con su fuerza el
neoliberalismo.
En la integración de estas perspectivas, la
reflexión crítica sobre la Cuaresma y Semana Santa, adquiere una dimensión
profundamente política y económica. Las procesiones y ritos tradicionales deben
interpretarse como oportunidades para recordar y cuestionar la complicidad de
los sistemas actuales con los «ídolos de la muerte»: la explotación
económica, la desigualdad extrema, el racismo estructural, la violencia social
referida a cualquier clase de violencia y el extractivismo ecológicamente
destructivo. En Colombia, donde la economía agro-exportadora y extractivista
reproduce ciclos profundos de violencia ecológica y social, estos ídolos de
muerte son visibles en el despojo territorial, la persecución de defensores
ambientales e indígenas y en la sistemática degradación ecológica. Entonces, la
Semana Santa en Popayán, sirve para reclamar el imperativo de velar por nuestra
casa común: Colombia.
La Semana Santa, interpretada desde estas
perspectivas críticas, se transforma en una oportunidad para articular
públicamente un proyecto político y teológico contrahegemónico y centrado en la
defensa de la vida. Celebración para resaltar el poder simbólico de la
resurrección, un significante poderoso de luchas por la justicia, como una
praxis activa de resistencia frente a los ídolos de muerte contemporáneos,
exigiendo cambios estructurales profundos hacia sistemas económicos, políticos
y sociales verdaderamente vivificantes.
Civilidad: Es tiempo
de renovar la esperanza activa en un proyecto que supere la idolatría de la
muerte en favor de la vida, la justicia, la dignidad humana y el cuidado
ecológico.
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