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domingo, 27 de abril de 2025

El infierno de la busetas en Popayán

 



En Popayán sufrimos un castigo eterno, por cuenta de esas busetas viejas, feas destartaladas, contaminantes, ruidosas y, de ñapa, peligrosas.  La ciudad ya no soporta el tremendo caos del transporte público colectivo. Pequeños propietarios de las cuatro empresas participan de las tremendas condiciones para disputarse los pasajeros, rodando afanosamente por la “Ciudad Blanca”. Chimeneas ambulantes, vomitan gases contaminantes, ennegreciendo de hollín sus muros y los pulmones de los habitantes. En el año 2009, se creó una empresa para construir un futuro más sostenible, repensando como nos deberíamos mover. Hoy, esa ilusión, es una decepción para miles de ciudadanos. Abrigamos la esperanza de revertir ese fracaso. En que moverse dentro de la ciudad, debería ser una decisión de verdaderos empresarios del sistema de transporte accediendo a una profunda reestructuración. Adquiriendo un nuevo parque automotor con la implementación de medidas que mejoren la eficiencia y la seguridad para brindarle a Popayán, un transporte eficiente, confiable y digno de sus ciudadanos. La transformación hacia un sistema de movilidad sostenible es necesaria; pues, garantiza múltiples beneficios para corregir no solo salubridad pública, sino también, proteger el medio ambiente. Desde años atrás, se ha evadido el cumplimiento de políticas de modernización del parque automotor de servicio público colectivo. La legalidad y el cumplimiento normativo son piedras angulares en el negocio de transporte.

Han pasado 16 años y, seguimos esperando que esas busetas que siembran el caos en Popayán, salgan de circulación; pero los empresarios de pipián, no les dan cabida a auténticos inversionistas del transporte. En la ciudad del caballero de la triste figura, del reloj de números romanos, sus manecillas están detenidas en el túnel del tiempo, como su sistema de transporte, obsoleto, destartalado, manifestándose en una serie de problemas recurrentes, incluyendo retrasos constantes en los servicios, infraestructura deficiente y alarmante tasa de accidentalidad. Factores estos que contribuyen a la baja calidad del servicio y a la pérdida de confianza por parte de los usuarios.

Dónde quedan las disposiciones nacionales, que obligan a servidores públicos y a particulares que administran recursos del Estado a que cumplan las funciones, a ejercer la actividad administrativa conforme al ordenamiento jurídico, para la protección del interés general de los usuarios y la defensa de los intereses estatales. Un buen lote de busetas destartaladas, hace muchos años, debieron  ser chatarrizadas; pero siguen rodando por importantes rutas de la ciudad, sin control, sin dios y sin ley, bajo escenas terroríficas de la “guerra del centavo”, además de la alta informalidad del transporte. La ciudad está ad portas de cumplir 500 y, el transporte público colectivo es un mal epidémico en Popayán.

No tenemos avance tecnológico asociado a un nuevo parque automotor, a un moderno sistema de transporte, lo que nos lleva necesariamente a hablar del desastre del transporte público en Popayán. Subirse a una buseta vieja, sucia y ruidosa, atravesándose de un carril a otro para avanzar más rápido que la buseta que vine atrás, equivale a un riesgo de muerte, a un cáncer con ruedas.  Transportarse en una buseta, es un peligro tanto para los pasajeros como para los de a pie. Estimular el uso de la bicicleta, en la ciudad sin ciclo rutas y, caminar por arruinados andenes es también, otro riesgo.  

El transporte público en Popayán, es un desastre y, regular el tráfico a través de pico y placa es un saludo a la bandera.  No atiende las necesidades de los usuarios. La ciudad tiene más carros y motocicletas de lo apropiado para las vías existentes. El crecimiento abrupto de la ciudad y la falta de soluciones acertadas es la consecuencia. En medio de semejante escenario, el transporte público colectivo, es cada día peor; la piratería desbocada; motos sin dios ni ley; sin señales de tránsito; semáforos inservibles; interccesiones viales bajo la batuta de venezolanos. Sin duda, todo ello, es otro fusible que se fundió.

  Civilidad: En dos años la pobre viejecita cumplirá cinco centurias. Y en esta amada ciudad hay muchas cosas por mejorar.   

 

sábado, 19 de abril de 2025

Los corrientazos y fusibles del alcalde

 


 

Hago un símil, para opinar que los fusibles sirven para que no se incendie una casa. Se cambia un fusible cuando no sirve o se funde; entonces, se saca el malo y se pone otro nuevo. Quienes en algún momento de su vida profesional han hecho parte de un gobierno, tienen claro que los integrantes del gabinete son “fusibles”; porque, cuando hay una crisis, su salida y su reemplazo sirven para cambiar el clima político adverso. Los analistas y expertos en teoría política argumentan que los fusibles son para quemarlos. Así que, por similitud, los ministros y los secretarios departamentales y municipales, se asemejan a los fusibles. Son aquellas piezas que deben ser reemplazadas en tiempos de crisis; pues, dejar que se incendie la casa como consecuencia de un corto circuito el costo es mucho mayor. De allí que, los integrantes de un gabinete, no son simplemente, el puente de comunicación, sino que también, son responsables como fuente de credibilidad y legitimidad en las instituciones gubernamentales. En los equipos de futbol, sucede lo mismo; el director técnico, pone a jugar al uno o al otro, dependiendo de cómo se esté desempeñando dentro del juego del partido. Aunque sea una estrella, en cada circunstancia, hay un jugador para reemplazar

Asimismo, en la administración pública, sucede igual. Es obvio y natural que los mandatarios tengan horas de aprietos porque no es fácil gobernar. Los Gobiernos en todo el mundo se ven enfrentados a múltiples crisis: política, limitaciones fiscales, cambio climático, desastres naturales y conflictos, que ponen en peligro la capacidad para proporcionar bienes y prestar servicios públicos esenciales, especialmente a los más vulnerables. Todo ello, suele limitar la capacidad para actuar con eficacia. En nuestra democracia, un funcionario del gabinete, debe saber cuándo entra, pero no sabe cuándo sale. Está expuesto a ser relevado en cualquier momento. Los cambios de gabinete ocurren por una variedad de razones. Generalmente, los reajustes pequeños son necesarios para reemplazar a funcionarios que hayan dimitido. Pero también, los cambios son la forma, en que un mandatario “oxigena” su gobierno, bien para enfrentar bajas de popularidad. O también, para remover a los integrantes menos eficientes, con la oportunidad de premiar a miembros de los partidos más leales y, castigar a quienes no comparten el estilo de gobierno.  

En días previos a la Semana Santa, arribó un nuevo inquilino al palacio municipal. Llegó en ambiente sonoro y positivo Víctor Orlando Fulí Guevara para ocupar la secretaría de gobierno. Es el tercer corrientazo que afronta el alcalde Juan Carlos Muñoz. En buena hora, acierta con esta reconfiguración para marcar la ruta de su gobierno.   Poco a poco, el alcalde se deshace de viejos fantasmas que empañan su administración. Era forzoso   atravesar las extensas dunas de arena y el clima implacable del desierto para atajar problemas difíciles, como reducir el miedo en las calles, el desempleo, el espacio público, el embotellamiento vehicular...

El cambio de fusible era necesario para adelantar un proceso de tranquilidad en Popayán. El Dr. Fulí Guevara, tiene el reto de generar mayores espacios de diálogo y escucha, en donde realmente se acoja la voz de quienes tienen ideas para la articulación de una agenda común en pro de la bien amada ciudad. Aunque en gran parte, la responsabilidad de la transformación de la ciudad es de la autoridad local, debe tenerse en cuenta que los habitantes jugamos un papel fundamental y, que tenemos que dejar de escondernos de nuestras obligaciones como ciudadanos. Porque, si no queremos ver las calles llenas de basura e inundadas, no debemos sacar a destiempo las basuras. Si no queremos ver la ciudad en desconcierto vial, acatemos las reglas de tránsito. Con cultura vial, entre todos, podemos contribuir a que nuestra ciudad mejore ¡Popayán cumplirá 500 años de historia, respetémosla!

Civilidad: Entendamos que para que Popayán esté mejor, la ciudad debe florecer como ente de innovación, ideas y socialización.

lunes, 14 de abril de 2025

La corona de Popayán que se perdió

 


Mucha tinta ha corrido debajo del puente del “Humilladero”, desde cuando se percataron de la pérdida de la bellísima y costosísima corona que anualmente exhibía sobre sus sienes Nuestra Señora de la Asunción en la Catedral de Popayán.
He escudriñado archivos y hojeado obras de consulta con el fin de remover un tema histórico; que, en lejanos tiempos, suscitó encendidas polémicas tendientes a descubrir a los responsables por la pérdida de la corona más preciosa del mundo, referida a la valiosa alhaja de oro y esmeraldas que perteneció a la imagen de la Inmaculada Concepción de la Catedral de esta ciudad.
He tomado documentos auténticos, para relatar la historia de la corona que se perdió y, que está contenida en tres épocas: la primera, arranca en la fundación de la Cofradía en (1551) hasta la mayordomía del Pbro. Manuel Ventura Hurtado en (1763); la segunda, a partir de este año, hasta la mayordomía de don Nicolás Hurtado (1807) y la tercera y última, hasta el final de la sindicatura de don Manuel José Olano (1936)
Cuenta la historia que en los años 1500 a causa de una devastadora epidemia que azotó a la ciudad de Popayán enclavada en la cumbre de los Andes, en la que se perdieron incontables vidas. Así que, los sobrevivientes atribuyéndole el milagro, a la Inmaculada Concepción, en agradecimiento a la matrona de la ciudad, mandaron a fabricarle una corona por haber salvado sus vidas. De allí que, los habitantes españoles, con gran fervor, decidieron en gran pompa, obsequiarle la corona más linda del mundo, el día 8 de diciembre de 1599. Ese día, la llamaron “Nuestra Señora de los Andes”, ciñéndole sobre sus sienes, la corona de oro y esmeraldas capturadas por los Incas, cuya principal joya es la “Esmeralda de Atahualpa” que fue entregada por el máximo Inca a Francisco Pizarro.
No se conoce, quienes fueron los orfebres de manos tan prodigiosas que trabajaron sin cesar durante la Colonia, para los ricos comerciantes y señores feudales de Popayán. Solo se sabe que recogieron el oro en toda la provincia, incluida la costa del Pacífico, para construir semejante joya religiosa que representa un globo terráqueo rematado con una cruz. La Corona de la Virgen de la Inmaculada Concepción, se elaboró con dos kilos y medio de oro y 443 esmeraldas colombianas, que sumadas rondan los 1.500 quilates. Ahora, bien conocida en el exterior como “La Corona de los Andes”, se fabricó con un solo propósito: adornar la imagen de la Virgen de la Inmaculada Concepción, cada año, durante las procesiones y fiestas religiosas de Popayán.
Para la época de 1935, todavía permanecían en poder de don Manuel José Olano todos los bienes muebles de propiedad de la Cofradía de la Inmaculada Concepción. Sin embargo, como por arte de magia sacaron la Corona de oro, de Popayán, apareciendo en la ciudad de Nueva York, en donde se gestionaba su venta.  El arzobispo de Popayán, de aquella época, su Señoría Ilustrísima Maximiliano Crespo, era conocedor de la existencia del decreto del primero de junio de 1934, que imponía la obligación de vigilar con el mayor cuidado los bienes de la Iglesia que se hallaban en poder de particulares.  El generoso prelado, como autoridad eclesiástica, tenía pleno conocimiento de que los bienes de ciertas cofradías permanecían al cuidado de familias “piadosas” en casas particulares. Lo que, sin duda, dio origen a que muchos de esos bienes se perdieran, porque los tenedores de ellos, desde luego, de “buena fe”, se consideraran amos y dueños de semejantes tesoros. La desaparición de tan costosa fortuna, ha permitido la murmuración en corrillos callejeros, que dicen que, sobre el jactancioso pellejo de los notables payaneses, nunca obró la justicia terrenal, salvo las maldiciones que dicen cayeron sobre algunas familias supuestamente comprometidas.
Y, precisamente, por la no entrega de esos bienes muebles que mantenía el síndico en depósito y por el hecho de “estar gestionando la venta de la corona”, la Arquidiócesis de Popayán, legalmente representada por el Excmo. Señor Crespo, confirió poder a los doctores Jorge Ulloa López, como principal y Gustavo Maya Rebolledo, como sustituto, para demandar en juicio ordinario al señor don Manuel José Olano, con el fin de que este restituyese a la iglesia Catedral tales bienes eclesiásticos, inclusive la Corona, y que se le condenara al pago de perjuicios, más las costas del juicio.
Es bien sabido, que desde finales del siglo XVI ha existido, la Cofradía, sostenida con rentas propias de los devotos a través de testamentos que dejaban jugosas donaciones para el culto de la Inmaculada, dirigida por un mayordomo, hoy denominado síndico, designado por el Obispo; por lo general, de por vida. Desde cuando se iniciaron las procesiones en Popayán en 1588 se empezaron a guardar como si fueran los propietarios las hermosísimas alhajas, en los hogares de los mayordomos en la generalidad de las congregaciones religiosas. Para el año 1605, la matrona Catalina de Oñate, ya hacía referencia a "la santa imagen de la Virgen de la Concepción, con su riquísima corona" como patrimonio de la Cofradía. La generosidad del Popayán que se nos fue, está confirmada con los vestigios que aún quedan con las preciosas joyas que engalanan los cincuenta o más pasos de la Semana Mayor.
Lo cierto es que, está comprobado que la prolongada mayordomía, fue el germen de desorden. Pues, fue así como en diciembre de 2015, “Sin que exista explicación de la adquisición legal, el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York la adquirió y hoy es una de las piezas más importantes de su creciente colección de arte colonial latinoamericano”. Allí, se exhibe como “una de las piezas de orfebrería más importantes que quedan de la época colonial en América Latina. Es clave para el museo, que desde hace varios años empezó a coleccionar objetos de este tipo”. Para atraer público, se ilustra entre los visitantes, que: “la pieza se confeccionó para agradecerle a la Virgen después de que salvó a Popayán de una mortal peste de viruela y, muchas otras leyendas adornadas que, narran que una de sus esmeraldas perteneció a un emperador Inca a quien Francisco Pizarro, conquistador del Perú, asesinó sin piedad. También se tejen grandes mitos, como que, unos piratas ingleses la robaron, pero que prontamente, fue Simón Bolívar que la recuperó”.
Para el siglo XVIII, la cofradía que estaba encargada del cuidado de las joyas que adornaban a la virgen, estaba a cargo de los sacerdotes Pbro. Manuel Ventura Hurtado y Lorenzo de Mosquera. Sin embargo, al retirarse este último, Hurtado se hace cargo de la cofradía hasta su muerte en 1807.
Al momento de realizar su testamento, sus sobrinos Nicolás Hurtado Arboleda y Manuel José Barona Hurtado heredan el cuidado de la cofradía. Bajo la promesa de que deben evitar que las joyas caigan en manos de los ejércitos, bien sea el realista o el patriota durante la independencia. Al final, Nicolás es el que termina cuidándola y quien hereda los derechos de la cofradía a su hijo Vicente. Vicente, quien no tiene hijos, se traslada a Francia en donde muere. No obstante, antes de eso, delega el cuidado de estas valiosísimas alhajas a su sobrino Tomás Olano Hurtado, hijo de su hermana Liboria y del abogado y educador, Antonino Olano Olave.
En 1914, Olano Hurtado envía una petición al papa Pio X para que autorice la venta de la corona que por siglos había custodiado su familia. El sumo pontífice autoriza la venta, pero Tomás Olano, quien realiza las primeras negociaciones, no puede concluirlas, debido a que fallece en junio del mismo año. Así que, la responsabilidad recae sobre su hijo Manuel José, quien encomienda a su hijo Fernando Olano y al abogado Luis Carlos Iragorri para que viajen a los Estados Unidos para realizar la venta de la corona. La gran verdad es que, la corona de oro y esmeraldas nunca regresó de Nueva York.
Nota: Este artículo se publicó en la Revista del Nuevo Liberal el 13/04/2025
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Semana Santa en su dimensión religiosa y social

 


Semana Santa, época para profundas reflexiones sobre la vida, la muerte y la esperanza de la resurrección en nuestra larga tradición cristiana. Desde el punto de vista de la crítica basada en una teología para la vida, este periodo litúrgico, es la oportunidad para denunciar los ídolos de muerte presentes en las estructuras socioeconómicas y políticas contemporáneas, tiempo para reivindicar al Dios de la vida.

A principios del siglo XX, en sus escritos Franz Josef Hinkelammert, intenta entender a Jesús no como una figura puramente religiosa o sobrenatural, sino como un líder popular, cuyo mensaje respondía directamente a condiciones materiales, económicas y políticas específicas de su tiempo. Escribió en forma historicista la figura de Jesús, concibiéndolo como un líder político y moral propio de su tiempo; cuya predicación estuvo profundamente arraigada en la resistencia contra las injusticias y la dominación económica de la élite sacerdotal judía y la ocupación imperial romana. Argumenta que, el cristianismo primitivo se originó como un movimiento social compuesto principalmente por las clases populares empobrecidas y subalternas de Palestina, que experimentaban opresión económica y exclusión política bajo la dominación romana. “Darle a César lo que es del César”, era en realidad, hacer un llamado a darle nada, puesto que la figura del César aspiraba a una divinidad y una soberanía que la figura de Jesús le negaba.

Tempranamente, el cristianismo representó una lucha contra la explotación económica, la desigualdad social y la dominación política imperial. Bajo esa perspectiva, Jesús fue crucificado como una amenaza directa al orden socioeconómico existente y al poder de las élites judías que se beneficiaban del colonialismo romano. Desafiar a las autoridades del Templo era, por consiguiente, desafiar el orden político existente, aunque fuera hecho de modo no violento.

Franz Josef Hinkelammert, teólogo y economista costarricense de origen alemán, reflexionó críticamente sobre los problemas de América Latina, lanzando una crítica radical sobre cómo algunos discursos religiosos son instrumentalizados para legitimar la muerte y la violencia estructural. Para él, la insistencia en la muerte de Cristo, separada del mensaje central de vida y liberación que representa el simbolismo de su resurrección, ha sido convertida en una ideología para perpetuar sufrimientos sociales e injusticias, legitimando prácticas económicas y políticas opresivas que sacrifican vidas humanas, en nombre del mercado o del poder. Es un enfoque que exhorta a una reorientación teológica que enfatice la vida, desafiando la lógica sacrificial inherente al capitalismo moderno. Complementando esta crítica, el teólogo y sacerdote católico chileno Pablo Richard reintroduce la idea de recuperar el Jesús histórico para desarrollar una crítica contra los «ídolos de la opresión» (1989). Según Richard, muchas sociedades contemporáneas están dominadas por idolatrías que exaltan la muerte en formas diversas, desde el culto al mercado y al dinero, hasta la violencia del militarismo y el extractivismo económico. Para Richard, la verdadera fe cristiana implica una toma de postura frontal contra estos ídolos mortíferos, promoviendo una espiritualidad y praxis comprometidas con la justicia, la equidad y la preservación ecológica. Richard propone entender que «en el principio la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios. Cuando Dios se hace humano todos los dioses se derrumban: el dios dinero, el dios mercado, con su fuerza el neoliberalismo.

En la integración de estas perspectivas, la reflexión crítica sobre la Cuaresma y Semana Santa, adquiere una dimensión profundamente política y económica. Las procesiones y ritos tradicionales deben interpretarse como oportunidades para recordar y cuestionar la complicidad de los sistemas actuales con los «ídolos de la muerte»: la explotación económica, la desigualdad extrema, el racismo estructural, la violencia social referida a cualquier clase de violencia y el extractivismo ecológicamente destructivo. En Colombia, donde la economía agro-exportadora y extractivista reproduce ciclos profundos de violencia ecológica y social, estos ídolos de muerte son visibles en el despojo territorial, la persecución de defensores ambientales e indígenas y en la sistemática degradación ecológica. Entonces, la Semana Santa en Popayán, sirve para reclamar el imperativo de velar por nuestra casa común: Colombia.

La Semana Santa, interpretada desde estas perspectivas críticas, se transforma en una oportunidad para articular públicamente un proyecto político y teológico contrahegemónico y centrado en la defensa de la vida. Celebración para resaltar el poder simbólico de la resurrección, un significante poderoso de luchas por la justicia, como una praxis activa de resistencia frente a los ídolos de muerte contemporáneos, exigiendo cambios estructurales profundos hacia sistemas económicos, políticos y sociales verdaderamente vivificantes.

Civilidad:  Es tiempo de renovar la esperanza activa en un proyecto que supere la idolatría de la muerte en favor de la vida, la justicia, la dignidad humana y el cuidado ecológico.


 

sábado, 5 de abril de 2025

El idílico lenguaje patojo

 



Un cálido saludo a raizales y fuereños que nos visitan durante esta solemne temporada. Con sumo agrado va esta literatura conocida como "cuadro de costumbres", retratando escenas típicas del embrujo payanés, con tono humorístico y satírico en algún momento de la vida.

En este universo no anida la nostalgia, es el reino del pasado, con el lenguaje reconocido al instante. Es la expresión del nativo-hablante, que al mismo tiempo maneja dos lenguas. La chispa patoja es la capacidad de expresarse en una segunda lengua. Bicultural porque integra ambas culturas, con mucho nivel afectivo. Popayán, de un pasado de quietud apacible; pero que hoy el caos de la “modernidad” devora lentamente. Ojeemos algunas patojadas, perdidas con el correr del tiempo.  “Patojo”, gentilicio referido a las personas nacidas en Popayán.

Por estos días, es muy usual el saludo ritual: ¿Cuándo llegaste? ¿Cuándo te vas? ¡Dizque tenés un puestazo! Cómo será el sueldazo. A carachas, achichuy, en Bogotá hace mucho frio y, en Cali achichucas qué calor.    ¡Cosa bruta!, me quedo en mi Popaiam, sin afanes domésticos, pues acá la gente no se muere de infarto, sino de repente. Aquí no nos morimos de cáncer sino de envidia. En Popaiam no se sufre, se sueña. Aquí la miseria es una transitoria pesadilla.

Nuestro lenguaje es un organismo vivo que está en constante cambio y movimiento. En ojos del recuerdo, algunas palabrejas cayeron en desuso y, sólo entenderán los de mi generación, por ser palabras moribundas. Se fue de bruces y se rompió el mascadero. Vení te espulgo porque se te han incrustado en esas puyas. Ve indio mugí, bájate que te aporreas. Carajo, hasta cuando jodés parvulito. Trae la estera (tejido grueso, fibra, especialmente del tallo del plátano, usada como colchón para dormir) Tomate el ricino o te meto una lava ‘o. No seas tan perecudo. Ese papanatas anda todo descachalandrado.

Recuerdos de viejas habladurías, herencia de nuestros ancestros. De allí "el endenantes y el antualito” a decir en el Popaiam arcaico. Poseemos un repertorio en forma de diccionario de la Real Academia Patoja, citando aquí en orden determinado algunas expresiones de la jerga payanesa, acompañadas de su definición, equivalencia o explicación, así:

Antualito: ahora mismo, enseguida.

Ate-untico: Se dice comúnmente para solicitar a un amigo que espere un momento: "ateuntico, me voy a cepillar y salgo"

Aguanta: Que algo Vale la pena, Sinónimo de 'pega'. Ejemplo: aguanta patojito

A-mi-semi-hace: Expresión usada para decir imaginaciones.

A vender: llamado a la señora de la tienda.  “Vecina: a vendeeer” (tocando con una moneda en la reja)

Aliños: Comida, “vamos a pegarle a los aliños si o que.” Para degustar la gastronomía patoja se necesita harto tiempo.

Borondo: Vuelta. “vamos a darnos una de borondo.”

Cascar: Darle duro a alguien. “A ese chino le metieron una cascada”

Chancuco: Papelito doblado hábilmente en letra tamaño pequeño, guardado bajo la manga con las respuestas de un examen.

Chimba: Expresión usada para manifestar la conformidad o inconformidad de un objeto

Chimbo: Adjetivo de una cosa: cheque chimbo.

Chirimía: Grupo musical, con alma del folklore caucano, generalmente con un diablillo entre sus miembros, sembrando zozobra entre la comunidad.

Chinín: Expresión usada entre patojos principalmente durante el saludo ¿“Tosqué chinín? ¿Cómo te vaila?"

“Poné plata pala media”: Cuota para tomar aguardiente. 

Chupá: Expresión común para alegrarse con las desgracias de otra persona, reemplaza la expresión: "bien hecho"

Churretiar: Acción que describe el comportamiento anormal de algo o alguien con daño de estómago. “Salieron con nada, se churretiaron".

Chuspa: Bolsa. "vecinita: ¿me da una chuspa e´ leche?" en plural “Chuspas”: Luis Fernando Velasco.

Cuetón: Artefacto pirotécnico. Especialmente en fiestas decembrinas.

Culillo: Usada cuando alguien se acobarda o le da miedo.  "Móntese!, o le da culillo"

Descambiar: Acción de cambiar un billete de alta denominación por menuda o sencillo.

Embeleco: engaño

Enaguas: prenda interior femenina

Eloé: Apócope de Velo ve. "Eloé, comiendo sólo ¿no?"

Engranar: del verbo engranar. “Amanecí engranao”, adolorido.

Enredar: Parcharse a una vieja o un man sin compromiso.

Gurre: Persona poco agraciada físicamente.

Hembrinchi: forma cariñosa de llamar a una mujer. "Que hembrinchis hay pa' hoy"

Biyuyo: Plata, dinero. "Cuanto biyuyo tenés pa' la rumba"

Nos bemoles: Verse con alguien. “Nospi-llamos "

Fuete: “Seguís jodiendo y te enciendo a fuete”

Pichonear: Sacar o meter  los pasos a las iglesias antes o después de la procesión.

Civilidad: Interminable lista de gracejos de uso común que aparecían endenantes en nuestro hablar cotidiano.