El 7 de diciembre seguirá
siendo el “día de las velitas” como vísperas de una festividad religiosa
dedicada a la memoria y servicio de la Virgen María. Es una fecha que marca el
inicio de las festividades navideñas. Pero, no todas las navidades son iguales.
Ha cambiado mucho, no son iguales debido al relevo generacional, que es
la evolución gradual de una generación a otra. Es lógico porque afecta,
comportamientos, actitudes, tradiciones, expectativas sociales,
influencia de los medios y la forma en que cada generación vive la celebración. De todas
formas, la percepción de que las navidades son diferentes puede deberse a la
presión social por ser feliz en Navidad, que es un sentimiento común.
Sin embargo, es la corriente consumista, la que cada
año trata de acercar más la Navidad con luces, anuncios de perfumes, juguetes,
gente que se muestra muy feliz. Aunque,
realmente no estamos obligados a entrar en esa tendencia
sociocultural de comprar bienes y servicios en exceso, más allá de las
necesidades reales, impulsada por la publicidad y la creencia de la felicidad. Hay
que tener en cuenta que existen muchos motivos y experiencias que difieren de
las vivencias personales de cada persona, por lo que también, podemos
sentir tristeza o rechazo a estas fiestas. Angustia por la ausencia de algún
ser querido o porque está lejos de casa; porque toca trabajar o porque no tiene
trabajo; por una enfermedad o simplemente, porque no comulgas con lo que nos
quieren vender como “Navidad”. Claro, algo de esto es un problema, que, combinado
con la presión social, nos puede sumir en un leve estado depresivo. Por eso, las
navidades nunca serán iguales porque cada año trae circunstancias, experiencias
y personas diferentes, y nuestras propias percepciones cambian a medida que
envejecemos. Factores como la evolución de las tradiciones culturales, las
expectativas sociales y las situaciones personales influyen en cómo se vive la
festividad, haciendo que cada celebración sea única. La forma en que vemos
la Navidad se altera con la edad, las experiencias y los cambios en nuestra
vida. Lo que antes era felicidad infantil se transforma en una reflexión
adulta, y los gastos reemplazan la ilusión de los regalos. No todo el
mundo vive la Navidad de la misma manera. Para algunas personas puede ser una
época de alegría y celebración, mientras que para otras puede ser un periodo de
tristeza, ansiedad o conflicto debido a diversas circunstancias de la vida. La
presión por "aparentar felicidad" y las representaciones idealizadas
en los medios pueden dificultar la experiencia individual de la Navidad y hacer
que se sienta diferente a lo que "debería" ser.
En todo caso, las celebraciones navideñas en el
mundo no son iguales y, reflejan diferencias con las tradiciones locales. Por
lo que, es posible adaptar o dejar de lado ciertas tradiciones para crear
experiencias más genuinas y significativas. Algunos ven los cambios como una
pérdida, otros la ven como una
evolución. Las celebraciones adultas pueden carecer de la magia infantil, pero
ganan en significado, de gratitud, conexión consciente con los seres queridos y
la alegría de crear nuevas tradiciones. A medida que maduramos, la Navidad
puede pasar de centrarse en los regalos a centrarse en el tiempo de calidad, la
reflexión, la solidaridad o la simple paz y el descanso.
Concluyendo, es totalmente cierto
que cada Navidad es única y diferente a la anterior porque la vida misma
es un proceso de cambio constante. Lo importante es aceptar la evolución, no
hay más remedio. Valoremos los recuerdos del pasado sin dejar que eclipsen el
presente, encontrar la alegría y significado en la forma en que se viven las
fiestas ahora, creando nuevas tradiciones, disfrutando de las personas que
están presentes hoy.
Civilidad: La Navidad es la oportunidad para reflexionar sobre
lo que realmente importa, recordando, lo afortunados que somos, valorando lo que
tenemos.

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