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sábado, 21 de mayo de 2022

La ciudad del olvido (2a parte)

 



Quien no ha sacudido alguna vez la cabeza, cuando siente que un dato se le ha borrado de la memoria o, la certeza de saber algo, pero no ser capaz de recordarlo. De allí que, el futuro de Popayán no depende solo de nuestros recuerdos presentes, sino también de todo lo que ya no sabemos. 

La bien amada Popayán, como región histórica, fue una gran entidad, mantenida como tal, más por el poder político-social de su élite, que por su posible homogeneidad regional. No hay que olvidar que Popayán fue tierra de ilustres hombres; que colocó una extensa lista de presidentes de Colombia, como:   Camilo Torres Tenorio, Francisco José de Caldas, Manuel José Castrillón, Francisco Antonio Ulloa, Froilán Largacha, Tomás Cipriano de Mosquera, José Hilario López, José María Obando, Julio Arboleda Pombo, Andrés Cerón Serrano, Julio Trujillo Largacha, Diego Euclides de Angulo Lemos y, Guillermo León Valencia, cuya obra principal fue la pacificación de Colombia.  La historia agrega a la extensa lista de expresidentes a dos ilustres personajes: Víctor Mosquera Chaux y Carlos Lemos Simmonds, quienes hicieron tránsito por la presidencia de Colombia, solo por unos pocos días, generando duras críticas por la pensión vitalicia a que se hicieron merecedores durante ese efímero encargo. Hechas, estas anotaciones no quiero aguardar más tiempo para poner mi pensamiento cuando salga a la luz la verdadera historia digna de entallarse en bronce, esculpirse en mármol, y pintar en largo lienzo, todo el efecto de tardanza de interpretar, su revisado pasado.

En este capítulo, medito sobre la leyenda, que desde hace muchos años circula, diciendo que los restos de Don Alfonso Quijano “El Quijote”, están enterrados aquí. Por tratarse de un simbolismo muy enaltecedor para la ciudad de Popayán, relato una explicación muy bien argumentada sobre los orígenes de dicha ficción.

En septiembre de 1598, llegó a Popayán, Don Jerónimo de la Rivera y Pimentel, noble y arruinado castellano, con el nombramiento que le había hecho el rey español Felipe II, como Inspector de los Quintos Reales, recolector de rifas, además de otras funciones.  Venía desilusionado de la vida, no tenía hijos ni parientes y acababa de perder a su esposa. Se vino de España sin dejar nada atrás, a excepción de un amigo en Alcalá de Henares, quien tenía buen nombre, Miguel de Cervantes Saavedra y, por apodo “El manco”, con quien lo unían lazos de la más estrecha amistad y cariño. Escasos fueron los días de Jerónimo en América, pues a poco de haber tomado posesión de su cargo, ante Don Francisco de Berrío, quien era Gobernador del Cauca, fue atacado por las niguas de manera intempestiva, implacable y desconcertante. Se le hincharon tanto los pies, -la parte más vulnerable para el “Sarcopsilla Penetrans”- (nombre científico de la nigua) que lo tiraron a la cama presa de los más atroces dolores y calenturas.  Aterrorizado por ese flagelo, resolvió regresar a España, abandonando a Popayán, en los primeros días de noviembre del mismo año. Cuentan que, al llegar a la casa de Cervantes la dejó plagada de niguas cuyas toxinas, como es natural, habían adquirido un alto grado de virulencia. Y que contagiado Cervantes del insoportable prurito en los pies y en la región glútea, también, lo tumbaron a la cama por las más fuertes fiebres que hombre alguno haya soportado en la vida, produciéndole absurdos delirios de todo linaje. Y que, impedido por estos, se sentaba a escribir durante sus prolongadas vigilias, las extravagantes historias en el estilo más grandioso de que hayan visto los pasados, vean los presentes y esperen ver los venideros siglos, como el solía decir. Todo por obra y gracia de las niguas de Popayán. Relata el profesor Crouchet, que hicieron su recorrido y su trabajo en el organismo delirante de Cervantes, cuyo resultado fue nada más ni nada menos, que la grandiosa obra: “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”.

Civilidad: Como el olvido tiene mala fama, es provechoso recordar.



 

 

 

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