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viernes, 25 de diciembre de 2020

Se acaba este año

 

 

Nunca había sentido tantos deseos para que terminara un año. El 2020 año bisiesto con un día extra, pues en lugar de tener 365, tiene 366.  No es mi estilo hablar mal de nadie ni de nada. Pero, complacido estaré el 31 de diciembre verlo achicharrar.   Desde Julio César en la antigua Roma, hasta nuestros días, los años que tienen 366 días suelen ser catalogados como “de mala suerte”.

Es increíble todo lo que puede llegar a ocurrir en tan sólo 365 días. Creo que, para todo el mundo, el 2020 ha sido un año marcado como el más trágico. Parece que hubiera pasado medio siglo por tantos desarrollos que cambiaron el mundo y cambiaron paradigmas.

Muchos sucesos marcaron la historia del globo terráqueo. No cesan los rumores de una tercera guerra mundial, muerte, devastación, pandemia y luto, son estos algunos acontecimientos que ubican al nefasto 2020 como el peor año de las últimas décadas. 

Cito solo dos ejemplos: En Australia se desató el infierno donde murieron más de 480 millones de especies en voraces incendios que dejaron devastación. En Wuhan China surgió el Coronavirus, una pandemia aún rampante que hasta la fecha ha provocado la muerte de más de 1´700.000 personas y una alerta mundial por contagio de 78.7 millones de personas.

Durante adverso 2020, Colombia se conmocionó por varios hechos, como los asesinatos de líderes sociales, masacres y otras tragedias. En medio de la pandemia, el país no dejó de lado la polarización política y también vivió dolorosos hechos como el asesinato de menores de edad. Escándalos políticos como el presentado en la construcción de Hidro Ituango, dejando sobrecostos económicos altísimos, además del fuerte impacto ambiental.

Muchos desafíos, fortalezas y debilidades que los próximos 360 días del país dependerá de las decisiones que se adopten para resolver la larga lista de tareas pendientes que le dejó el azaroso 2020, que cerró con algunos indicadores positivos, otros negativos (especialmente el desempleo), y el elevado nivel de descontento social.

Todo ha cambiado, ya no somos los mismos de antes, ni las personas que antes nos rodeaban, todo ha cambiado. Por eso hay que replantear de nuevo: ¿Quiénes son los amigos verdaderos? ¿En quién podemos confiar? ¿A dónde nos llevará la vida?

Si algo nos enseñó este año 2020, es que las únicas personas que siempre nos acompañarán serán las del círculo más cercano y permanente de la familia.  Desde luego, en estos días de muy cerradas reuniones familiares echaremos de menos a quien nos dejó para siempre; pero llegará el día que podamos aceptar que esas personas fueron parte de momentos bonitos con nosotros y, en ese mismo instante sonreiremos.

En conclusión, el 2021 es un año de desafíos. El próximo año será crucial para Colombia. Y como siempre, mis escritos son para crear una pequeña reflexión en ustedes mis apreciados lectores. Es una muestra real de mi alma, espero que miren atrás y vean todo lo bueno que les ha traído este año, pero también lo malo para evitar que vuelva a ocurrir.

Civilidad:  Viajar al optimismo pensando que el pasado fue peor, pero que no hay duda que el futuro será mejor.

 

 

 


sábado, 19 de diciembre de 2020

Recuerdos de Navidad

 






Faltando cinco días para la Navidad del 2020, vienen a mí los mejores recuerdos de mi infancia en la Navidad, época que a todos nos marca para toda la vida. El árbol repleto de luces con arreglos especiales y el pie del pesebre con los regalos del Niño Dios, no se olvidarán nunca. Carritos de madera y muñecas de trapo, obras artesanales de aquellas calendas, porque los juguetes extranjeros eran de pilas y muy costosos. El clima navideño se agitaba con mucha ilusión contando los días que faltaban para la “bajada del Niño”. Era tal el regocijo infantil, que nos hacía mejorar nuestro comportamiento para evitar que nos llegara carbón en lugar de los codiciados encargos al Niño Dios. Faltando

Repasando con los hijos y nietos esos tiempos pasados, hoy estas fechas son una piadosa oportunidad para ponerle freno de mano al desborde social y a los excesos en todo sentido, dedicándole más tiempo a la familia con los preparativos de las verdaderas celebraciones de Navidad. Saber que llega la Navidad, como símbolo de alegría y nostalgia, pues se trata del mes donde reina la unión familiar y la integración de la sociedad para celebrar con protocolos de seguridad y resignación lo bueno y lo malo transcurrido durante el año.

¡Esta no será una Navidad cualquiera! Es un año muy diferente a todos. No recuerdo nunca tantas tragedias juntas en un solo año. Pero, el bisiesto 2020, no hará desaparecer nuestras tradiciones, ni por la pérdida de poder adquisitivo, ni tampoco por los motivos funestos por los que atraviesa hoy el mundo entero. La Navidad es una de las tradiciones más prolongadas en el tiempo extendidas en su interés, desde cuando rendían culto a los dioses agrarios, porque representa una forma particular de evolución del politeísmo al monoteísmo que se ha dado numerosas veces en la historia de las religiones antiguas. Algunos cristianos rechazan esta teoría, pero el catolicismo romano acepta ampliamente que la fecha de la Navidad es una convención, como lo afirmó Juan Pablo II.

Apreciados lectores y amigos, pese a la incertidumbre científica y con la perplejidad de lo que está ocurriendo; que tan difícil, extraño, duro y doloroso nos está resultando, en particular para tantas familias y para tantos ancianos, debemos mirar con pleno sentido de esperanza, la Vida y la Luz que aporta y ofrece el Señor de la Vida.

Con cariñoso saludo navideño para ustedes, mis leyentes, elegí publicar este breve texto. En este 2020 donde la pobreza de tantos se ha disparado, pero también ha habido generosidad de muchos.  Trágico año de dolorosas despedidas de seres tan queridos, entre silencios luctuosos y miradas sin abrazos, la alegría por la vida tiene pleno sentido.

En mi caso, estaré muy triste. Para mí no habrá fiestas ni alegrías porque tengo el alma llena de recuerdos. Cuando todos felices y contentos se encuentren gozando en familia, mi alma solitaria y mi corazón, llorarán la ausencia de la santa y buena Alicita mía.

Civilidad: En esta época de recuerdos y emociones, llegará la nostalgia recordando los felices años que pasamos y que nunca volverán. 



domingo, 13 de diciembre de 2020

¡Hasta cuando!


 

Hablemos a “a calzón quitao”. ¿Hasta cuándo la doble calzada de Santander de Quilichao a Popayán será una gran epopeya histórica con aires de leyenda?  Larga historia de la ciudad agachada que, aún seduce por su carácter colonial durante más de cuatro siglos. En el Estado Soberano del Cauca, esta antigua ciudad, con sus intelectuales, no permitían que nada se moviera sin su bendición.  

Los milagros existen, pero las maldiciones generacionales también. Por eso subí hasta la iglesia de la colina, para observar si la Cruz de Belén aún estaba en pie. Allí sigue erguida, pero, según parece la maldición de aquel arzobispo, cuyo nombre no recuerdo, se está cumpliendo. Lentamente, pues el Morro de Tulcán de donde surgieron las primeras calles de esta ciudad, se derrumba ante la mirada triste de su vecindad. Ese lugar, que debiera ser un elemento más de paisaje natural, está sentenciado al olvido.

Han pasado cinco años de omisión y olvido. Años de secretos, venganzas, traiciones entrelazadas misteriosamente sobre el fondo de esta época oscura y fascinante en contra de una obra que no veremos. Que le cuenten, sin pelos en la lengua, sin ocultarle nada a esta Popayán, amada solo en los confines más lejanos del sacro imperio del corazón. Ciudad de centenares de millares de personas, de todas las condiciones y clases, que se comprimen y se atropellan todos los días, sin remedio para sus maldiciones. Ciudad embotellada, asolada por intentos de conquista de narcotraficantes, pistoleros y hordas salvajes,  sometiéndola a la tiranía de la nueva nobleza de ambiciosos.

 

Mi impresión no puede ser más desconsoladora ante la maliciada situación que se presenta con el Consorcio Nuevo Cauca, que se niega a ceder los derechos de la obra a un nuevo consorcio. Es una maldición, pues, desde enero de este bisiesto 2020 lleno de adversidades, el gobierno nacional por medio de la Agencia Nacional de Infraestructura, ANI, ante un Tribunal de Arbitramento con el Consorcio Nuevo Cauca, -o sea los Solarte- acordaron que el consorcio cedería el contrato. Y aunque la prisión es un castigo, como reos no aprenden y, mientras cumplen la condena, siguen delinquiendo, poniendo desde allá, en jaque al Estado.  

La molicie del Estado, permite la codicia y la burla para que leguleyos enreden de consulta en consulta, de tramo en tramo hasta “dividir” el proyecto enmarañando la contratación y, cobrando anticipadamente una deuda insoluta e injusta haciendo más costosa esta vía internacional.

Perdimos la confianza en la ANI, que debería dar soluciones a impases de orden administrativo y jurídico, paralizando la iniciación de la construcción de la doble calzada Popayán-Santander de Quilichao. En lugar de guiar hacia el buen camino, permiten que con artimañas nos engañen ¡Somos incapaces de reaccionar, pese a que sabemos que todos los días nos engañan y, ¡cómo nos mienten!

Ante el estado de indiferencia y la pasividad de esta sociedad de la resignación, la última opción que le queda a esta ciudad subyugada, es acudir al exorcismo para ahuyentar los espíritus malignos. Solo los indígenas, con el régimen de poder que hoy poseen, podrán en uso del exorcismo exigir un plazo límite máximo para que gobierno obligue al Consorcio a que cumpla la decisión del Tribunal de Arbitramento. La realidad de la obra, es cada vez menor. Y las reuniones de la doble calzada Popayán-Cali son un suplicio chino, peor que la tortura de viajar Cali-Popayán-Cali.

Civilidad: Libertad absoluta de la palabra, para resucitar e impulsar el desarrollo de nuestra región.

 

 

 

domingo, 6 de diciembre de 2020

De otro color la navidad

 


Toda la vida, ella y yo esperábamos con ansias la temporada navideña. Para muchos, ésta es una época de felicidad: regalos, comida, fiestas familiares, festejos con los amigos, viajes a tierras cálidas; para otros como yo, será todo lo contrario en este adverso 2020.

De niño aprendí que diciembre era la época de la familia, de ágapes, de reencuentros y de eventos que nunca volverán. Eran tan lindos aquellos diciembres, porque todo era sonrisa y alegría que conmovía no solo a los niños sino a los abuelos del cuadro familiar. Fantástica era esa temporada que envolvía los sentimientos armando el pesebre y decorando el árbol navideño. En fin, era la magia celestial para propiciar las concurrencias familiares.   

Hoy, 6 de diciembre, llega de nuevo la Navidad, espacio de tiempo que obliga a pensar de dónde venimos y cuándo nos vamos. Época para reflexionar sobre el cumplimiento de nuestros sueños, los retos que aún tenemos, las oportunidades que debemos aprovechar y las que no debemos dejar pasar. El ambiente navideño nos incita a regresar a nuestras raíces. A evocar la ternura de nuestros seres más cercanos, el recuerdo de la amada ausente, de familiares y amistades que se marcharon para siempre, que nos hacen brotar lágrimas muy sentidamente   

Mis lectores, que durante el año esperaron esta navidad, muy felices estarán. Desde niños esa emoción profunda ha colmado nuestros corazones. Con gran devoción, escribíamos cartitas al Niño Dios, pidiendo regalos diferentes todos los días que confundían a nuestros padres. Parte de lo bonito de crecer y, descubrir que ese regalo es la vida misma y que el juguete deseado se convierte en la risa amable de nuestros seres queridos. 

La Navidad no siempre traerá recuerdos felices. En algunos, aflorarán aprietos económicos y en el alma las ausencias emocionales y afectivas. Ahora será de otro color al  compreder por qué para muchos, desde hace años, cuando murieron sus seres queridos, en sus casas dejaron, incluso, de armar el pesebre y decorar el árbol; aunque otros digan que con el tiempo la situación es llevadera. Para mí, hay un vacío que siempre existirá. Esta será mi primera Navidad sin Alix. Nadie podrá saber el dolor que hay en mi alma, ni entender que el ser que más amaba ya no está a mi lado. Ya no volveré a verla ni abrazarla. Por más que intente o aparente estar bien, ese vacío es inmenso. En fin, es mi problema, lidiar con mi sentimiento de tristeza.

Escribo esta columna a manera de consuelo, registrando todo mi sentimiento, igual que el de muchos, porque hay que aceptar la realidad: lo que fue y lo que no está. Que mi escrito contribuya a la sensación de nostalgia con la que debemos batallar en esta época que no concuerda con la emotividad festiva. Todo cambió y nada volverá a ser como antes; el fallecimiento, por desgracia, marca un antes y un después.

A pesar de la tristeza, debemos estar presentes en lo positivo y no enganchados al pasado. “Vivir hoy como si fuera el último día”.  Estas “nuevas navidades” no tienen por qué ser negativas, sino diferentes. Incorporemos nuevos rituales a nuestras tradiciones para repetirlos en las navidades venideras. Simbolicemos al familiar fallecido, a ese ser tan querido que ya no está físicamente para que siga estando presente. Encendamos una vela el día de Navidad en su honor. Coloquemos un adorno especial en el árbol que represente a esa persona, fotos con momentos especiales compartidos con ella. Algo que nos haga sentir bien para recordar al ser amado que ya no está entre nosotros.

Civilidad: Anulemos los golpes del bisiesto 2020

sábado, 28 de noviembre de 2020

Ese cuerpo tuyo y mío, es de todos


 

Desde la cuna ese cuerpito es mío. Imposible olvidarlo, nací muy cerca de él, en el Pabellón Primo Pardo, cuando Popayán también, era un pedacito de cielo. Allí, desde la sala cuna, el sonar de la sirena alertó mis castos oídos. Años después, durante mi infancia en el Barrio el Cadillal, un habitual toque anunciaba las doce del día y tres las emergencias, adoctrinaron mis tímpanos. Desde siempre he querido al Cuerpo de Bomberos de Popayán, cómo no quererlo si lo vi crecer. Recordemos que nació en el corazón de Popayán bajo una ramada de zinc, en un pequeño lote detrás del Hotel Monasterio.

Quien esto escribe, apoyó su progreso. Siendo director de Comfamiliar, admitió la compra de aquel lote con doble fin: construir un supermercado regulador de precios de la canasta familiar y alejar del centro de la ciudad, al Cuerpo de Bomberos para que pudiera construir el cuartel en el lugar donde hoy funciona.

Desde sus inicios el Cuerpo de Bomberos se hizo pobre entre los pobres, pues allí ingresaban sólo discípulos voluntarios; los poseedores de riquezas no fueron hostiles, pero tampoco poco benefactores. Desde entonces, se instituyó la mística y el coraje que dejaba atónito a cualquiera. Quienes querían subir a la altura de sus máquinas debían renunciar a la prudencia para lanzarse al arrojo de las llamas y los riesgos salvando bienes y vidas. Se exigía valentía para desnudarse de su ropaje para vestir con honor las prendas bomberiles, indispensables para desmantelar el peligro sin importar día, hora, arriesgando hasta su propia vida. Acompañados en Cristo y de las hermanas humildad y obediencia, recibían en ocasiones gratuitamente agresiones de insensatos que nunca faltan.  

En verdad, el Cuerpo de Bomberos fue realmente un pobre feliz.  Ofrecía sus servicios al prójimo en forma altruista sin requerir nada a cambio. Tuvo corazón y actitud de pobre con amor por el voluntariado para proteger la ciudad, bajo el lema de “Abnegación y Servicio”. Las estadísticas de salvamento de vidas y de bienes muebles e inmuebles son enormes; pero muchas veces no cuentan en el ideario de los ciudadanos.  

En su septuagésimo aniversario, loor a su fundador Enrique Mosquera Wallis.  Establecimiento bomberil que después de 70 años, (2020-1950) continúa salvaguardando la ciudad. Honor y gloria a los sucesores:  Marcelino Carrillo, Marco Alirio Mosquera, y otros más, quienes debieron hacer uso de “totumas” en las esquinas de Popayán para mendigar apoyo económico de los ciudadanos.   Distinción a Pedro Sussman y José Joaquín Salas (+), quienes le imprimieron desarrollo económico y financiero a la institución. Aquí me incluyo como autor del acuerdo municipal que conjuntamente con Oscar Orozco Pastrana y Diógenes Sarria lideramos la sobretasa en telefonía y luego, en acueducto para el sostenimiento económico del Cuerpo de Bomberos. Fui capitán de bomberos, sin recetas generalizables para combatir el miedo y temor a las alturas. Mi estímulo positivo era sacar a la institución del espacio financiero estrecho. Mi fuerte angustia como capitán administrativo fue ´apagar´ la inflamación financiera. Y a fe que salió de la crisis económica.  

Hoy día es un “cuerpazo” de bomberos, como ente privado sin ánimo de lucro que en virtud de la Ley 1575 del 21 de agosto de 2012, reglamentó la Ley General de Bomberos de Colombia con una estructura bomberil a nivel nacional, departamental y distrital, con funciones específicas. Capítulo aparte, merece el gran impulso y desarrollo empresarial que lleva hoy el Cuerpo de Bomberos, tanto en máquinas de gran poder, como en la construcción de amplias y cómodas instalaciones en estos últimos años.

El Cuerpo de Bomberos, propiedad de toda la ciudadanía payanesa, se encuentra en buenas manos y confiables. El representante legal CT, Juan Carlos Gañan y el subcomandante, CT, Gustavo Adolfo Casas Fernández perseveran la institución benemérita, organizada y dedicada a la prestación del servicio público esencial con atención efectiva en la gestión integral del riesgo contra incendios y emergencias. En este aniversario va para todos los bomberos que se confunden con el fuego por salvar vidas, mi profundo reconocimiento y estimación por sus servicios prestados sin distingos en mi bien amada ciudad de Popayán”.

Civilidad:  Después de un desastre, cuando el peligro pasa, el bombero desea que otros sepan que siempre pueden contar con él.  

 

domingo, 22 de noviembre de 2020

La corrupción patrimonio de todos

 


La corrupción se aviva a diario con distintas almendras y en todas sus manifestaciones. Siempre escuchamos estos resbalones verbales: “Por la restauración moral, a la carga”; “reduciré la corrupción a sus justas proporciones”; “El que la hace la paga”.

En conciencia, la lucha contra la corrupción requiere que no haya hipocresías en la sociedad. La corrupción ha estado desde siempre presente en la vida nacional. No hay en el país una región, que no padezca los efectos de esta realidad multifacética. Es un fenómeno complejo, difícil de erradicar, que transmuta y que se reinventa diariamente. La corrupción –privada y pública– es un tema cotidiano. Es una especie de jinete apocalíptico que aparece en medios de prensa, redes sociales, círculos de amigos y reuniones familiares.

Dolores de Cospedal, realizó un perfecto compendio de la filosofía hobbesiana, ha dicho que la sociedad es tan corrupta como los partidos políticos, dado que el mal está arraigado en cada individuo. Según Dolores de Cospedal, la corrupción es «patrimonio de todos» ya que «si en una sociedad se realizan conductas irregulares, se realizan en todos los ámbitos».

En la política, la corrupción, favorece el aumento de la inestabilidad institucional y, permite el desgaste de las relaciones entre individuos, con las instituciones del Estado. La pérdida de legitimidad política en las altas esferas del Estado, la polarización del poder y la ineficiencia burocrática, son el común denominador.

Todos somos proclives a ser parte del engranaje de la corrupción como mecanismo para agilizar trámites u obtener beneficios. El “pago facilitador” es el modus vivendi, que permite a las empresas públicas y privadas realizarlos como un tributo autoimpuesto, por y para el mismo ciudadano, facilitando que al final, los trámites sean más caros, pero realizables.  La corrupción política genera ruido, ante la incapacidad del Estado, pero no más. Tratan de combatirla con saliva y regulaciones jurídicas, pero “norma dictada, trampa inventada”. Los ciudadanos tienen una gran incidencia en la corrupción que perjudica a la inmensa colectividad. Y navegamos en un mar de legislación, con un centímetro de aplicabilidad.

Estamos tan mal, que tiene que ver con el altísimo costo para quien de manera limpia y sincera denuncia y combate la corrupción, y las reacciones cargadas de agresividad que tiene que soportar. Las evidencias son concluyentes, abundan las muestras de deterioro, de olvido; peor aún, de indiferencia en cuanto al respeto a esas formas de comportamiento asociados a la moral y la honestidad.

Resulta denigrante, pero ¡todos somos un montón de corruptos! Político es sinónimo de corrupción, pero, carecemos de la autocrítica. Nos quejamos de los ladrones de “cuello blanco”, pero los apoyamos. La corrupción es costosa, por eso, como las escaleras, hay que barrerlas de arriba hacia abajo.  La mayor cantidad de actos de corrupción, no solo se concentran en el contacto con las altas esferas del poder, sino también, en el proceder de las personas. Si queremos que las cosas cambien debemos empezar por casa. Si tenemos la ilusión ciudadana de recomponer al país, adoptemos una política integral desde la familia, los centros educativos, el ámbito laboral, deportivo, mediático, cultural, financiero, académico, legal, policía, ejército, etc.

No es disculpa, pero el sinfín de impuestos causa indignación, reduce la honestidad y las buenas costumbres. De allí surge todo tipo de acciones que NO son parte del ADN de los colombianos, pero se aprenden. Los buenos o malos sentimientos y cualidades, no nacen con la persona, se forman durante un proceso educativo que empieza a temprana edad, siendo ejemplo, la actitud de la familia como factor principal para lograr individuos honestos. Desconocerlo sería fatal.

La corrupción empieza saltándose la fila, parqueándose en lugar prohibido, sacando basuras a destiempo, no pagando impuestos, pedir que no le facturen, colarse en el bus. Etc., pésimas formas que son actitudinales. En la pérdida de valores, es oportuno reflexionar sobre esa condición, que constituye una actitud hacia nosotros mismos. Un sujeto es honesto consigo mismo, cuando tiene un grado de autoconciencia siendo coherente con lo que piensa. Contrario a la honestidad es la deshonestidad, maña asociada a la corrupción, al delito y a la falta de ética. Por ello, entre más incipiente es un sistema democrático, más alto será el nivel de corrupción.

Perdimos de nuestros abuelos y padres eso que llamaban, “dar la palabra”, como regla de oro, que no era más que, comprometerse a cumplir lo acordado, sin firmar un papel, pues, estaba de por medio la honestidad. Hoy, firman “pactos de transparencia”, presumiendo de cumplidores de la palabra al hacer un trato, que luego, no cumplen. Otros, reacios no pagan préstamos, unos más, fanfarronean fingiendo ser honestos, estando muy lejos de ello.

Civilidad: El que es honesto, acepta su error o equivocación sin culpar nunca a alguien más por ello. Ser franco y tener el valor de decir la verdad, es asumir que la verdad es solo una y que no depende de personas o consensos.

sábado, 14 de noviembre de 2020

Tramitomanía pan de cada día


 

El Covid-19 forzó a Colombia avanzar en los procesos tecnológicos. Pero, nos cogió con los calzones abajo, pues alguien dijo: “que a los ingenieros de sistemas debían contratarse por dos horas únicamente”. Gracias al confinamiento, las empresas públicas y privadas se vieron obligadas a implantar el teletrabajo y la automatización de muchos métodos. Pero, seguimos rezagados y negligentes con los medios electrónicos. En Europa, cada entidad del estado tiene una sede electrónica, realizando a través de ella todos los trámites electrónicos con los ciudadanos. La tecnología en el mundo, es hoy una necesidad.

 

Colombia lleva varios años preparando la digitalización y adaptando un modelo de identidad digital.  Mediante Decreto 1413 de 2017, estableció los lineamientos generales de los servicios ciudadanos digitales, compuesto por los servicios, incluida la autenticación digital con cédula digital y, la carpeta ciudadana. En marzo de 2020, el Covid-19 obligó al gobierno y a las empresas a hacer un gran esfuerzo, del que no será posible dar marcha atrás. El gobierno debe establecer un modelo de autenticación digital unificado, trayendo importantes beneficios, no solo en materia de seguridad, sino también en agilidad, eficiencia y transparencia, así como un adecuado manejo de los datos personales en la prestación de los trámites y servicios por parte de las entidades del Estado. Debe avanzar en el desarrollo técnico de la cédula de ciudadanía digital y en la apertura de la base de datos biométrica facial como complementaria de la base de datos dactilar que ya opera en algunas entidades públicas, sector financiero, telecomunicaciones y sector notarial, entre otras. La cédula de ciudadanía digital debe evolucionar en sus dos tipologías: la física o material, con chip, y la inmaterial para reposar en los dispositivos móviles. Debe acelerar el paso en la implementación de los servicios base de carpeta ciudadana e interoperabilidad, r implantar las sedes electrónicas de entidades nacionales y territoriales. Las entidades oficiales deberán implementar herramientas de seguridad, ofreciendo trámites y servicios a través de medios digitales de manera remota, garantizando la autenticidad, integridad y correcto tratamiento de los datos personales a través de Servicios Ciudadanos Digitales.

En fin, Colombia debe avanzar en el uso de las TIC, desde las entidades públicas aumentando el nivel de gestión, transparencia y resultados de sus servidores. Y desde la misma ciudadanía a quienes debe facilitarse los procesos, ahorrarle tiempo y esfuerzos innecesarios; por supuesto, creando un nivel de confianza de sus datos personales debidamente custodiados.  

En Colombia impera el exceso de trámites. Escasamente el 4% de los tramites son en línea. La virtualidad debe imponerse, pues según la Función Pública existen más de 62.000 embarazosos trámites.  Ello no permite que el Estado sea más ágil, simple y, eficiente, facilitando los derechos de los ciudadanos para combatir la corrupción. Está comprobado que los trámites engorrosos alimentan la corrupción. En medio de tanta complejidad, tardanza y confusión, los funcionarios corruptos aprovechan para meter la mano y sacar la coima. 

Urge la ley llamada “Carpeta ciudadana digital”, archivo digital en la nube para almacenar todos los documentos digitalizados que relacionan al ciudadano con el Estado. Ello evitará que funcionarios avivatos no pidan a las personas los mismos papeles cada vez que acuden, sin contar las veces que los devuelven por error de los mismos funcionarios porque “le faltó un papel; porque no autenticó la fotocopia del certificado de nacimiento; porque la copia de la cédula era al 150%; que no era constancia sino certificado; que pase por la oficina tal; que necesita dos testigos que lo conozcan”, etc., etc. Y, cuando cree que todo está listo: “se cayó el sistema”. Con la innovación digital, dejarán de existir las estampillas físicas, serán electrónicas para evitar el retraso o imposibilitar los tramites que son un foco también de corrupción; el registro de nacimiento ya no tendrá caducidad.  La ley obligará a que todas las entidades del Estado tengan una única ventanilla de atención al ciudadano, centralizada y capaz de resolverle todas sus dudas con los trámites, de forma integral al ciudadano. Lo ideal sería que no pusieran a los ciudadanos como mensajeros del Estado, volteando de oficina en oficina sin que le resuelvan la inquietud con prontitud.  


Colombia está virtualizada a medias y sin zapatos. Estamos en la moda digital, del portátil, la Tablet o el celular, pero pasamos horas y horas, cumpliendo citas presenciales en videoconferencias que resultan muchas veces infructuosas y tediosas. En la virtualidad hay que ser más ejecutivos. La virtualidad en las empresas públicas y privadas no es más que una grabadora con voz, aguda y veloz, que pasa de extensión en extensión sin poder hablar con un funcionario de carne y hueso y sin ninguna solución.

Civilidad: En el intento del gobierno de reducir la tramitomanía, debe empezar por Colpensiones.



domingo, 8 de noviembre de 2020

El septuagenario Club

Me uno alborozado, a los 75 años de denodado esfuerzo y dedicación del Club de Leones; organización sin fines de lucro, dedicada a servir a la Comunidad. En Popayán, hace parte de esta red global de voluntarios, dotados de reputación entre la ciudadanía, personas de alta calidad humana y, con harta vocación de servicio, que un día, decidieron unirse bajo la impronta indeleble de producir un impacto duradero para corregir y cambiar vidas en la comunidad a través de su asistencia ante necesidades sentidas, identificadas por el Club, por las que han votado sus socios.

Meritoria tarea al servicio de sus semejantes en forma desinteresada sin discriminación política, religiosa o color de piel, bajo el compendio de la buena administración y de acción humanitaria, haciendo parte activa del desarrollo cívico, cultural, social, moral y de bienestar de la sociedad payanesa. Todo en un haz de voluntades al pie de la letra de normas estatutarias que siguen rigurosamente, razón por la cual han perdurado en el tiempo, porque sus socios están ungidos de amistad, confraternidad, desprendidos del interés personal.

Así que, las unidades del Club de Leones, honran su patria chica de origen, por los valores de su cultura, de sus símbolos y de sus tradiciones, al tiempo que profesan su lealtad a la organización. Como ciudadanos de bien, dedican su tiempo, trabajo y recursos.

El “Leonismo” en Popayán, tuvo sus albores el 13 de noviembre de 1945 con notables ciudadanos entre otros, el ex ministro de obras públicas nacionales Tomás Castrillón Muñoz, y valiosos socios fundadores: Humberto Casas, Daniel Solarte Hurtado, Daniel Gil Lemos. Ellos y los de hoy, son precursores de tantos beneficios llevados a la práctica para el bien común, bajo la Misión: “Donde haya una necesidad, hay un León”. Fieles a su lema, tienen mucho por mostrar. Imposible registrar en este escrito el sinnúmero de servicios con cifras demostrativas de su evolución, que con el transcurrir de los años, han dado oportunas y eficaces soluciones.

Imperdonable sería dejar de mencionar el Cuerpo de Bomberos Voluntarios fundado en el año de 1950, propuesto por el León, Enrique Mosquera Wallis, bajo la Presidencia del MD. Jorge Flórez Toro. Institución bomberil que aún protege la ciudad, solventado en sus inicios con el uso de la “totuma” y recursos obtenidos de dos paseos en bicicleta.

En materia educativa, resalto la fundación del Instituto Técnico infantil, que mediante Resolución No. 21, de septiembre de 1948, creó el Instituto, Melvin Jones, permitiendo interactuar con la comunidad en general, mediante actividades académicas, razón de ser de esta institución que ha prestado servicios educativos por más de 60 años a la ciudadanía payanesa, hoy dignamente regentado por el Dr. Fausto Villamil Sánchez.

 

En asistencia médica, y otros profesionales de la odontología y la enfermería apoyan y prestan su colaboración, realizando permanentes brigadas de salud, atendidas por profesionales asociados al Club de Leones. Así como también con elementos e insumos a los Hospitales San José; Susana López; de Belalcázar ©, Asilo San Vicente y al Puesto de Salud de El Bordo, a la Obra de Jesús y María y a la Cárcel San Isidro.

En vivienda, en el barrio la María Occidente, los Leones Ingenieros Mauricio Balcázar y Álvaro Caicedo y los socios Carlos Reinaldo López y Javier Alberto Sánchez, satisficieron la necesidad entregando diez casas a familias de escasos recursos y al gremio de lustrabotas.

Un rol de gran importancia dentro del Leonismo, lo desempeña la mujer, como en la práctica se ha venido demostrando a través de los años. Su presencia y su participación activa son fundamentales para el mejor desenvolvimiento del Club, alcanzando éxito en la convivencia integradora. Con esa poderosa fuerza de respaldo, en el mes de diciembre, el Comité Femenino del Club, realizan recolectas de regalos para distribuirlos entre niños de escasos recursos como obsequio navideño en ceremonia especial, vinculando empresas públicas y privadas, para ser entregados en acto cultural con mensajes de solidaridad y de convivencia familiar y comunitaria.

Todo lo que sabemos sobre el Leonismo es muy poco, pues ser León es más que cargar un distintivo en la solapa del saco.  Es más que contribuir con recursos para obras asistenciales u ocuparse del bien de la comunidad. Es más que entablar amistades. Es más que perorar, echar discursos, o aplaudir y, elogiar al orador ¡Es servir con el corazón al desvalido!

El Club de Leones, está integrado por un reducido grupo de personas altruistas que se entrelazan con los problemas sociales de Popayán. De allí, la necesidad de valorar sus obras, enalteciéndolos para agradecerles por tantos y tantos servicios prestados. A todos ellos, desde el presidente, domador, hasta el último “tuerce rabos” va dirigida esta manifestación de reconocimiento.

Civilidad: En gesto de gratitud. ¡Gracias Leones!

sábado, 31 de octubre de 2020

¿Qué celebramos el 1° y el 2° de noviembre?

 

Este lindo país del Sagrado Corazón de Jesús, deslumbra por la magia de la cultura. Las tradiciones de Colombia y su vigencia en el tiempo hacen que la cultura colombiana sea una de las más llamativas a nivel mundial. Por el encanto de su gente, se han convertido en parte fundamental del turismo y reconocimiento del país en el exterior. La lista de Patrimonio Inmaterial de Colombia es larga y muy importante, puesto que todas estas manifestaciones culturales representan, de manera icónica, lo que el país y las tradiciones culturales significan.

Sin embargo, como hoy no es día de diversión, fiesta animada y bulliciosa, desconocemos que es “El Día de Todos los Santos”, solemnidad cristiana que tiene lugar el primero de noviembre para las iglesias católicas de rito latino.  Como quiera que el “lunes es festivo”, no debemos confundir, pensando que se traslada la festividad. Es importante recordar, para tener en cuenta que el Día de Todos los Santos no es lo mismo que el Día de Fieles Difuntos. El Día de los Muertos o de las Ánimas, se celebra mañana 2 de noviembre y su objetivo es orar por los fieles que ya no siguen en la vida terrenal.  Esta fecha, representa algo más que el recuerdo de sus muertos. Durante esta jornada se ofician misas de réquiem, es decir, un ruego por el alma de los muertos.

En épocas no tan lejanas, esta conmemoración de los que partieron a la eternidad, ocupaba un lugar importante en el calendario, al considerar la muerte como el paso a seguir hacia una nueva vida.  Es un rito o acto de solemnidad significativo, porque los deudos tienen la creencia de que el espíritu de sus difuntos regresa del mundo de los muertos para convivir con la familia ese día, para consolarlos y confortarlos por la pérdida. Ofrendar es estar cerca de nuestros muertos para dialogar con su recuerdo, con su vida.  La ofrenda es el reencuentro con un ritual que convoca a la memoria, día especial, en la que las personas recuerdan y honran a sus seres queridos que se adelantaron en el camino.

Esta tradición cultural, aún se conserva dependiendo de la lealtad y fervor de la gente, que las transmite de generación en generación, aunque en la actualidad están en peligro del olvido como consecuencia de la influencia y mezcla de otras costumbres. Y por la razón real de que los muertos valen mientras están vivos, como la espuma del mar, que flota en la superficie, pero que el viento la desvanece como si no hubiese existido.

Desde el confinamiento escribo, en la necesidad de decirle a mis lectores, familiares y amigos todos, que la vida tiene momentos de alegría y de tristeza, que no existe ningún muro que detenga la voluntad y la fuerza del Ser Supremo. Pero, que un gesto de gratitud con los muertos, es recordar el camino hacia el cementerio y elevar una plegaria por el descanso de su alma.

Civilidad: “La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos”. (Antonio Machado (Nota: Parafraseando a Epicuro)

 

sábado, 24 de octubre de 2020

La vida es corta


 Ahora cuando saludos y visitas están prohibidas. Ahora cuando familiares, amigos y conocidos mueren en aislamiento, sin acompañamientos, hay que ver las cosas de otra manera. Pocos tenemos claro, lo corta que es la vida; todo depende de la óptica con que se mire. A conciencia repitamos: “la vida es corta, hay que aprovecharla”. Pero que no sea un dicho más de los muchos que existen ante tanta tragedia.

Pienso y opino que algo puedo aportar, pues no hay mejor maestro que la experiencia de uno mismo.  Por mi parte, aprovecharé en lo posible, mejor mi tiempo de vida. Más que consejos pretendo que abran su mente mis lectores, pues la perspectiva de nuestra vida en el tiempo es apenas un suspiro. Para quienes raramente alcanzaremos a vivir menos de 100 años, es difícil entender la inmensidad del tiempo que tiene la edad de casi 13.800 millones de años. De allí que, seamos tremendamente jóvenes ante el universo y, solo viviremos una diminuta parte de la vastedad del tiempo.

La vida es fácil, sin embargo, nos la complicamos. El día de ayer no regresará, ni ese maravilloso día que guardamos en la memoria, ni tampoco la aciaga fecha en que nos sentimos tan mal por una adversidad. Ese tiempo ya pasó. Solo nos queda el tiempo actual, valorémoslo como un tesoro. El hoy, es uno de los mayores tesoros. Seamos conscientes que la vida es apenas un suspiro, permitiéndonos expandir la mente y entender que hay que valorar cada día, cada hora y cada instante. Sin desperdiciar el tiempo, hagamos las cosas que nos agradan. No malgastemos horas y tiempo con personas que no aportan nada bueno a nuestras vidas ni que nos ayudan a ser mejor o vivir sosegadamente.

El tiempo vuela, y los recuerdos son agua que a veces brota de los ojos. Por eso, hay que comprender que no debemos renunciar a utilizar el dinero que ahorramos (la pensión) durante toda la vida. Usarlo para invertirlo en sí mismo. No guardarlo para que lo disfruten quienes que no conocieron el sacrificio de haberlo conseguido. No es tiempo para atormentarse por la situación económica de los hijos. Ya cumplimos con la misión de darles durante la infancia y la juventud una buena educación, ¡que mejor herencia! Tampoco es época de mantener a nadie de la familia. No hay que escatimar para comprar lo mejor y más fino; es hora de gastar, sin sentirse culpable de invertir los ahorros en nosotros mismos. “Cuando uno muere, nada se lleva”, después de muerto, el dinero genera tirrias y resentimientos.

Mantengamos la llama del amor viva, seamos vanidosos, cantando, riendo, siempre saludables y bien presentados. Vayamos donde queremos ir. Tengamos la vida que queremos vivir. No hay que apresurarse a tirar la toalla antes de tiempo, si aún no es el momento. Los mayorcitos de 60 y 70 años, tenemos todavía suficiente vida para hacer muchas cosas. La insensatez es que muchos no somos conscientes de ello.

Sólo se vive una vez y, la vida que vivimos es nuestra, de nadie más. De allí que, vivir mejor, es aprender a pensar de manera efectiva. Nadie piensa lo que estamos haciendo con esta oportunidad que tenemos de vivir unos años más. Pongámonos las botas en términos evolutivos para poder vivir más años. Es normal que el cuerpo se “queje” y sufra algunas averías cuando no nos preparamos para llegar tan lejos en el tiempo.

En lo personal, mi vida transcurrió montando en bicicleta, pedaleando siempre hacia adelante para guardar el equilibrio. Tener a mi amada me hizo feliz, aunque ahora no esté cerca de mí.  Hoy, tumbado en una hamaca, con camiseta, pantaloneta y, chanclas, pero sin acento costeño, he reflexionado sobre lo bonita (aunque a veces dura) que ha sido mi vida. Ahora, sigo viviendo con matices de optimismo, amistad, amor, motivación, superación, alegría y, siempre con estado de ánimo.

Civilidad: Olvídate del pasado. No pienses en el futuro. Lo único que realmente importa es el ahora.

 

 

 

domingo, 18 de octubre de 2020

Cambio de Costumbres


 Mi intención es desarrollar una mirada más comprensiva y apoyo a aquellos que sufren en momentos tan habituales y cruciales como son la enfermedad, la muerte y los duelos por la pérdida de seres queridos.

Es que el maldito Covid-19, está aniquilando a la población colombiana, pues, según las estadísticas, el sábado llegaron a los 945.000 contagiados, mientras que los fallecidos alcanzan los 28.610. Semejante mortandad, hace que los colombianos cambien las costumbres, desde dejarse de estrechar las manos, hasta saludarse para evitar a toda costa el contacto.

De un momento a otro, cambió el luto en las familias. El luto que era la forma de manifestar la pena y el duelo a través del vestuario ante la muerte de un ser querido. Mucho cambiaron esos hábitos desde cuando apareció el brote del virus en Wuhan, lo que podría ser una bendición para los animales salvajes.

Nos volvimos insensibles ante el dolor ajeno, salvo las lágrimas de los familiares, ya no vemos banderas a media asta con crespón negro, ni los minutos de silencio, ni tampoco las cintas a modo de brazaletes. Las normas no escritas de vestir de negro en señal de duelo, se mantienen hasta nuestros días, pero van en declive.

 

El luto, hoy, no es lo que era hace tres décadas atrás. Subsistió hasta los años sesenta del siglo XX. Para entonces, el luto riguroso era exigente. Las mujeres vestían de negro total, de pies a cabeza, sin concesión alguna a otro tipo de color. Las mujeres soportaban el mayor peso de las costumbres con el uso de, zapatos, medias, falda debajo de las rodillas y, blusa larga. Cubriendo la cabeza y la cara, un manto o mantilla española, totalmente negro el color. La demostración de duelo tenía duraciones largas. Una viuda podía vestir toda su vida de negro riguroso en duelo por su marido. La tradición también imponía ese luto permanente a algunas mujeres cuando fallecían sus padres, abuelos, hijos y suegros. Pero, por lo general, ese cruel sacrificio del duelo, duraba mínimo un año. Pasado este tiempo, llegaba el alivio del medio luto, permitiendo combinar el mismo vestido negro con pintas o rayas blancas. Era válida también, la combinación de piezas: negro en la falda y blanco en la blusa.

El luto en los hombres siempre ha sido menos riguroso y exigente. La indumentaria, se limitaba al uso de corbata negra los domingos y festivos; también se usaba un brazalete negro cosido en la manga del saco, chaqueta, gabardina, incluso un botón forrado en negro a modo de pin en la solapa del saco.

Además de la ropa negra, había otras expresiones para manifestar el luto, que, hoy por hoy, pueden aparecer como sinsentido. Durante el tiempo de duelo, era impensable que los dolientes, pudieran ir a bailes, festejos o acudir a lugares públicos de diversión, como fiestas patronales, bodas o cualquier tipo de eventos sociales. En otras palabras, los familiares más allegados del difunto, se imponían una especie de castigo, además de la vestimenta negra. Hasta el punto que las mujeres solo salían a la calle para atender obligaciones imprescindibles, pero eso sí, de luto riguroso, además cubierto el rostro con la mantilla o el velo.

Era tal el confinamiento que posponían las bodas matrimoniales, o se hacían en privado, con un número mínimo de familiares. Eran prohibiciones no escritas que imponía la costumbre, como dejar de sonar la música a no ser que se hiciera con música clásica. Era mal visto que en la casa se cantara, se silbara o escuchara música alegre. Finalmente, a los fallecidos, se les rezaba un novenario, consistente en rosarios y misas durante nueve días posteriores a la inhumación, comúnmente conocidos como rezos.

Hoy el dolor es más profundo y más complicado. Las normas de aislamiento impiden el contacto físico habitual, haciendo que los procedimientos ligados a la defunción de un familiar tengan que realizarse en total soledad.

¡El maldito virus está más vivo que nunca, no queda otro remedio de aislarnos y protegernos!

Civilidad. El duelo incluye los procesos mediante los cuales el doliente desata los vínculos que lo ligaban a alguien que partió hacia una mejor vida, sin hambre, sin miedo y sin dolor después de la muerte física.

e.

Pero

sábado, 10 de octubre de 2020

12 de octubre, día de reflexión

 


A lo largo de todos los años hemos visto los cambios de significado de la celebración de esta fecha. Durante las primeras décadas del siglo XX, se identificaba como el Descubrimiento de América”; después, “día de la hispanidad”; luego “día del idioma español”. Y ahora, un contenido racista: “Día de la Raza”, permitiendo la doble interpretación como la celebración de una sola raza, dejando de lado el indigenismo para reconocer de manera intencionada la supremacía de la raza hispánica frente a la indígena. A nivel gubernamental siempre le han dado relevancia, aunque simplemente llevando ofrendas florales al descubridor de América.

Investigaciones sociológicas y antropológicas han demostrado que no existen razas puras, para tampoco, denominar este día como ‘Día de la Raza’. He allí el sentimiento de los pueblos indígenas contra la superioridad de la cultura hispánica frente a la local. Todo ello, ha llevado a los gobiernos de algunos países sudamericanos a cambiar el nombre y el motivo de conmemoración del día doce de octubre.

Por eso, debemos promover en esta fecha, la reflexión histórica, el diálogo intercultural, el respeto a los derechos humanos y la identidad de los pueblos. Deberíamos empezar por olvidarnos de la colonización y conmemorar a los indígenas caídos. De allí que, el nombre más apropiado para tal celebración, sería el “día del encuentro entre dos mundos”, que dejó como consecuencia el cruce de europeos, americanos y africanos en el nuevo mundo.

Sería un día festivo para reflejar la alegría por la mezcla de culturas que poseemos. Hermoso sería que las ciudades y los pueblos realizaran durante esta conmemoración variadas actividades culturales, desfiles, representaciones teatrales y conciertos. Que calles y espacios públicos se llenaran de puestos ambulantes, exhibiendo objetos y artículos relativos no solo a la cultura indígena, sino también, motivo para resaltar los aportes culturales de los españoles. En fin, que fuera el día de la Interculturalidad para reconocer los derechos que tienen todos los ciudadanos por igual, sin importar las etnias.

En estos momentos de inestabilidad mundial y ante un Estado que parece totalmente corrompido, urge que Colombia no pierda la alegría de querer ser en el futuro un pueblo libre y feliz. En esta madeja difícil de desenredar, el movimiento indigenista no puede ser una amenaza, sino una realidad que coincida con el avance del desarrollo en todo el país. Lo ideal sería que fuese un movimiento indígena que se resistiera a ser influido por partidos políticos para que mantuvieran su identidad. Comunidades indígenas y campesinas que no se confabulen con grupos criminales y políticos corruptos para doblegar a la comunidad. En fin, que esta fecha no sea solo un cambio de nombre, sino un día memorable para que el Cauca deje de ser el cementerio de Colombia.

Urge el reinicio de las conversaciones para que haya realmente en esta patria querida, un cambio de prácticas, de hábitos. Que a través del dialogo gobierno- indígenas campesinos, se logren los acuerdos y las reivindicaciones sociales, sin acudir al bloqueo de la vía panamericana aumentando el trago amargo de la cuarentena. Bienvenida la etapa de reconciliación, sin atropellos, sin violencia, sin saña, sin odio para no seguir contando muertos.

Civilidad: Celebrar esta conmemoración con otro espíritu.

sábado, 3 de octubre de 2020

Noviazgo antiguo, nada facilito

 



Resulta agradable relatar historias de amor, de aquellos tiempos, cuando las novias eran verdaderas novias. Bonitas épocas de enamoramiento, cuando en la condición de novios, apenas si se permitía tocar la mano de la enamorada. Se sostenía esa condición amorosa con la intención de llegar al matrimonio. El noviazgo era una de las etapas más bonitas de una relación de pareja, en que se ahondaba en el afecto y en el conocimiento mutuo.  Definitivamente todos los procesos estaban llenos de rituales, en las diferentes fases del romance: el galanteo, la conquista el noviazgo, las citas, el matrimonio. No relato para nada del divorcio, porque los matrimonios eran: “hasta que la muerte nos separe”.

En tiempos lejanos, cuando las mujeres se vestían de mujeres, usualmente el pretendiente, le entregaba a su enamorada, una carta de su puño y letra, donde le declaraba su amor, lo cual hacía más serios los sentimientos de las personas. Si la declaración de amor era aceptada por la novia, enseguida pedía la autorización a los padres para formalizar el noviazgo. Pero, el novio era recibido en la casa como miembro de la familia, solo cuando se había formalizado el compromiso matrimonial.

En principio, el novio lo único que chupaba era ventana y sereno, pues los papás solo permitían las visitas a través de los barrotes de hierro. Cuando el proceso del noviazgo avanzaba, se admitía al novio ingresar a la sala, pero nunca solos. Ante la presencia de alguien de la familia que se turnaban para cuidar la conducta y moderación. En medio de dos fuegos había siempre un campo de hielo para aclimatar el ambiente, representado por la tía o la abuela. Mientras tejían, bordaban o cosían, al tac-tac de las máquinas de pedal “Singer”, vigilaban esa asociación intima más allá de la amistad. Si la novia estudiaba, solo autorizaban las visitas los fines de semana, de 7:30 a 9:00 de la noche, administradas por los padres, eso sí, en sillas separadas. Los besos en los labios no eran permitidos, solo se daban en la mejilla, en la mano, o en la frente.

Eran estos los encuentros formales con propósito de conocerse; y, si quedaban conformes en entablar la relación, se consideraba que la pareja se ha había «ennoviado». Pero, cuando el novio no recibía la aceptación de los padres de la novia, la pareja se daba sus formas para verse a escondidas.  Siempre había alguien en la familia que apoyaba las citas de amor, aunque fuera por pocos instantes. Una de ellas, era citarse donde la tía Rodelinda, quien además de modista, era la alcahueta para los encuentros furtivos.

Antes, cuando existía el respeto reciproco de la pareja, era costumbre cruzarse las fotos como un registro del momento importante del noviazgo. Era otra fase del ritual porque había que ir a un estudio: Foto Vargas, Venus, Ledezma o donde Ortiz para tomarse la fotografía para entregarla a la novia, quien celosamente guardaba en la billetera en señal de compromiso. Era especial, porque al abrirla delante de los demás, cuando ambos señalaban: “somos novios”, ahí estaba la foto para probarlo.

En la época, cuando no había televisión, para ir a cine o a toros, había que esperar hasta seis meses para invitar a la novia.  Popayán tenía cinco salas de cine: el municipal, el Popayán, el Bolívar, el teatro valencia, y el teatro Anarcos con películas clasificadas por censura: “solo para mayores de l8 años”. Para entonces, las parejas nunca salían solas; siempre estaba aquel hermano, la tía o la abuela que los vigilaba constantemente.

Tampoco se aceptaba que una niña se enamorara del hijo de padres militantes en otro partido político diferente al de la novia. Los noviazgos de antes, venían marcados con el hecho de que se esperaba que se llegara al matrimonio. En ese entonces, se pensaba mucho más en cómo sería la vida en pareja, lo cual era muy lindo y daba mucha ilusión. Los noviazgos duraban mucho tiempo antes de llegar al altar con los preceptos de la Iglesia católica. Había que obtener el consentimiento de las dos familias, que el novio confirmaba obsequiándole un anillo de compromiso. Solo así, podían mandar a timbrar las tarjetas de invitación que decían: “La familia tal y la familia tal…tienen el gusto de invitar al matrimonio de sus hijos: …”

Civilidad: Colorín, colorado, este cuento se ha acabado.