A lo largo de todos los
años hemos visto los cambios de significado de la celebración de esta fecha.
Durante las primeras décadas del siglo XX, se identificaba como el “Descubrimiento de
América”; después, “día de la hispanidad”; luego “día
del idioma español”. Y ahora, un contenido racista: “Día de la Raza”,
permitiendo la doble interpretación como la celebración de una sola raza,
dejando de lado el indigenismo para reconocer de manera intencionada la
supremacía de la raza hispánica frente a la indígena. A nivel gubernamental siempre
le han dado relevancia, aunque simplemente llevando ofrendas florales al
descubridor de América.
Investigaciones sociológicas y antropológicas han
demostrado que no existen razas puras, para tampoco, denominar
este día como ‘Día de la Raza’. He allí el sentimiento de los pueblos indígenas
contra la superioridad de la cultura hispánica frente a la local. Todo ello, ha
llevado a los gobiernos de algunos países sudamericanos a cambiar el nombre y
el motivo de conmemoración del día doce de octubre.
Por eso, debemos promover
en esta fecha, la reflexión histórica, el diálogo intercultural, el respeto a
los derechos humanos y la identidad de los pueblos. Deberíamos empezar por olvidarnos
de la colonización y conmemorar a los indígenas caídos. De allí que, el nombre
más apropiado para tal celebración, sería el “día del encuentro entre dos
mundos”, que dejó como consecuencia el cruce de europeos, americanos y
africanos en el nuevo mundo.
Sería un día festivo para
reflejar la alegría por la mezcla de culturas que poseemos. Hermoso sería que
las ciudades y los pueblos realizaran durante esta conmemoración variadas
actividades culturales, desfiles, representaciones teatrales y conciertos. Que calles
y espacios públicos se llenaran de puestos ambulantes, exhibiendo objetos y
artículos relativos no solo a la cultura indígena, sino también, motivo para
resaltar los aportes culturales de los españoles. En fin, que fuera el día de
la Interculturalidad para reconocer los derechos que
tienen todos los ciudadanos por igual, sin importar las etnias.
En estos momentos de inestabilidad mundial y ante
un Estado que parece totalmente corrompido, urge que Colombia no pierda la
alegría de querer ser en el futuro un pueblo libre y feliz. En esta madeja difícil
de desenredar, el movimiento indigenista no puede ser una amenaza, sino una
realidad que coincida con el avance del desarrollo en todo el país. Lo ideal
sería que fuese un movimiento indígena que se
resistiera a ser influido por partidos políticos para que mantuvieran su
identidad. Comunidades indígenas y campesinas que no se
confabulen con grupos criminales y políticos corruptos para doblegar a la
comunidad. En fin, que esta fecha no sea solo un cambio de nombre, sino un día
memorable para que el Cauca deje de ser el cementerio de Colombia.
Urge el reinicio de las
conversaciones para que haya realmente en esta patria querida, un cambio de
prácticas, de hábitos. Que a través del dialogo gobierno- indígenas campesinos,
se logren los acuerdos y las reivindicaciones sociales, sin acudir al bloqueo
de la vía panamericana aumentando el trago amargo de la cuarentena. Bienvenida la
etapa de reconciliación, sin atropellos, sin violencia, sin saña, sin odio para
no seguir contando muertos.
Civilidad: Celebrar esta
conmemoración con otro espíritu.
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