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domingo, 18 de octubre de 2020

Cambio de Costumbres


 Mi intención es desarrollar una mirada más comprensiva y apoyo a aquellos que sufren en momentos tan habituales y cruciales como son la enfermedad, la muerte y los duelos por la pérdida de seres queridos.

Es que el maldito Covid-19, está aniquilando a la población colombiana, pues, según las estadísticas, el sábado llegaron a los 945.000 contagiados, mientras que los fallecidos alcanzan los 28.610. Semejante mortandad, hace que los colombianos cambien las costumbres, desde dejarse de estrechar las manos, hasta saludarse para evitar a toda costa el contacto.

De un momento a otro, cambió el luto en las familias. El luto que era la forma de manifestar la pena y el duelo a través del vestuario ante la muerte de un ser querido. Mucho cambiaron esos hábitos desde cuando apareció el brote del virus en Wuhan, lo que podría ser una bendición para los animales salvajes.

Nos volvimos insensibles ante el dolor ajeno, salvo las lágrimas de los familiares, ya no vemos banderas a media asta con crespón negro, ni los minutos de silencio, ni tampoco las cintas a modo de brazaletes. Las normas no escritas de vestir de negro en señal de duelo, se mantienen hasta nuestros días, pero van en declive.

 

El luto, hoy, no es lo que era hace tres décadas atrás. Subsistió hasta los años sesenta del siglo XX. Para entonces, el luto riguroso era exigente. Las mujeres vestían de negro total, de pies a cabeza, sin concesión alguna a otro tipo de color. Las mujeres soportaban el mayor peso de las costumbres con el uso de, zapatos, medias, falda debajo de las rodillas y, blusa larga. Cubriendo la cabeza y la cara, un manto o mantilla española, totalmente negro el color. La demostración de duelo tenía duraciones largas. Una viuda podía vestir toda su vida de negro riguroso en duelo por su marido. La tradición también imponía ese luto permanente a algunas mujeres cuando fallecían sus padres, abuelos, hijos y suegros. Pero, por lo general, ese cruel sacrificio del duelo, duraba mínimo un año. Pasado este tiempo, llegaba el alivio del medio luto, permitiendo combinar el mismo vestido negro con pintas o rayas blancas. Era válida también, la combinación de piezas: negro en la falda y blanco en la blusa.

El luto en los hombres siempre ha sido menos riguroso y exigente. La indumentaria, se limitaba al uso de corbata negra los domingos y festivos; también se usaba un brazalete negro cosido en la manga del saco, chaqueta, gabardina, incluso un botón forrado en negro a modo de pin en la solapa del saco.

Además de la ropa negra, había otras expresiones para manifestar el luto, que, hoy por hoy, pueden aparecer como sinsentido. Durante el tiempo de duelo, era impensable que los dolientes, pudieran ir a bailes, festejos o acudir a lugares públicos de diversión, como fiestas patronales, bodas o cualquier tipo de eventos sociales. En otras palabras, los familiares más allegados del difunto, se imponían una especie de castigo, además de la vestimenta negra. Hasta el punto que las mujeres solo salían a la calle para atender obligaciones imprescindibles, pero eso sí, de luto riguroso, además cubierto el rostro con la mantilla o el velo.

Era tal el confinamiento que posponían las bodas matrimoniales, o se hacían en privado, con un número mínimo de familiares. Eran prohibiciones no escritas que imponía la costumbre, como dejar de sonar la música a no ser que se hiciera con música clásica. Era mal visto que en la casa se cantara, se silbara o escuchara música alegre. Finalmente, a los fallecidos, se les rezaba un novenario, consistente en rosarios y misas durante nueve días posteriores a la inhumación, comúnmente conocidos como rezos.

Hoy el dolor es más profundo y más complicado. Las normas de aislamiento impiden el contacto físico habitual, haciendo que los procedimientos ligados a la defunción de un familiar tengan que realizarse en total soledad.

¡El maldito virus está más vivo que nunca, no queda otro remedio de aislarnos y protegernos!

Civilidad. El duelo incluye los procesos mediante los cuales el doliente desata los vínculos que lo ligaban a alguien que partió hacia una mejor vida, sin hambre, sin miedo y sin dolor después de la muerte física.

e.

Pero

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