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domingo, 13 de diciembre de 2020

¡Hasta cuando!


 

Hablemos a “a calzón quitao”. ¿Hasta cuándo la doble calzada de Santander de Quilichao a Popayán será una gran epopeya histórica con aires de leyenda?  Larga historia de la ciudad agachada que, aún seduce por su carácter colonial durante más de cuatro siglos. En el Estado Soberano del Cauca, esta antigua ciudad, con sus intelectuales, no permitían que nada se moviera sin su bendición.  

Los milagros existen, pero las maldiciones generacionales también. Por eso subí hasta la iglesia de la colina, para observar si la Cruz de Belén aún estaba en pie. Allí sigue erguida, pero, según parece la maldición de aquel arzobispo, cuyo nombre no recuerdo, se está cumpliendo. Lentamente, pues el Morro de Tulcán de donde surgieron las primeras calles de esta ciudad, se derrumba ante la mirada triste de su vecindad. Ese lugar, que debiera ser un elemento más de paisaje natural, está sentenciado al olvido.

Han pasado cinco años de omisión y olvido. Años de secretos, venganzas, traiciones entrelazadas misteriosamente sobre el fondo de esta época oscura y fascinante en contra de una obra que no veremos. Que le cuenten, sin pelos en la lengua, sin ocultarle nada a esta Popayán, amada solo en los confines más lejanos del sacro imperio del corazón. Ciudad de centenares de millares de personas, de todas las condiciones y clases, que se comprimen y se atropellan todos los días, sin remedio para sus maldiciones. Ciudad embotellada, asolada por intentos de conquista de narcotraficantes, pistoleros y hordas salvajes,  sometiéndola a la tiranía de la nueva nobleza de ambiciosos.

 

Mi impresión no puede ser más desconsoladora ante la maliciada situación que se presenta con el Consorcio Nuevo Cauca, que se niega a ceder los derechos de la obra a un nuevo consorcio. Es una maldición, pues, desde enero de este bisiesto 2020 lleno de adversidades, el gobierno nacional por medio de la Agencia Nacional de Infraestructura, ANI, ante un Tribunal de Arbitramento con el Consorcio Nuevo Cauca, -o sea los Solarte- acordaron que el consorcio cedería el contrato. Y aunque la prisión es un castigo, como reos no aprenden y, mientras cumplen la condena, siguen delinquiendo, poniendo desde allá, en jaque al Estado.  

La molicie del Estado, permite la codicia y la burla para que leguleyos enreden de consulta en consulta, de tramo en tramo hasta “dividir” el proyecto enmarañando la contratación y, cobrando anticipadamente una deuda insoluta e injusta haciendo más costosa esta vía internacional.

Perdimos la confianza en la ANI, que debería dar soluciones a impases de orden administrativo y jurídico, paralizando la iniciación de la construcción de la doble calzada Popayán-Santander de Quilichao. En lugar de guiar hacia el buen camino, permiten que con artimañas nos engañen ¡Somos incapaces de reaccionar, pese a que sabemos que todos los días nos engañan y, ¡cómo nos mienten!

Ante el estado de indiferencia y la pasividad de esta sociedad de la resignación, la última opción que le queda a esta ciudad subyugada, es acudir al exorcismo para ahuyentar los espíritus malignos. Solo los indígenas, con el régimen de poder que hoy poseen, podrán en uso del exorcismo exigir un plazo límite máximo para que gobierno obligue al Consorcio a que cumpla la decisión del Tribunal de Arbitramento. La realidad de la obra, es cada vez menor. Y las reuniones de la doble calzada Popayán-Cali son un suplicio chino, peor que la tortura de viajar Cali-Popayán-Cali.

Civilidad: Libertad absoluta de la palabra, para resucitar e impulsar el desarrollo de nuestra región.

 

 

 

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