Hablemos
a “a
calzón quitao”. ¿Hasta cuándo la doble calzada de
Santander de Quilichao a Popayán será una gran epopeya histórica con aires de
leyenda? Larga historia de la ciudad agachada
que, aún seduce por su carácter colonial durante más de cuatro siglos. En el Estado
Soberano del Cauca, esta antigua ciudad, con sus intelectuales, no permitían
que nada se moviera sin su bendición.
Los
milagros existen, pero las maldiciones generacionales también. Por eso subí
hasta la iglesia de la colina, para observar si la Cruz de Belén aún estaba en
pie. Allí sigue erguida, pero, según parece la maldición de aquel arzobispo,
cuyo nombre no recuerdo, se está cumpliendo. Lentamente, pues el Morro de
Tulcán de donde surgieron las primeras calles de esta ciudad, se derrumba ante
la mirada triste de su vecindad. Ese lugar, que debiera ser un elemento más de
paisaje natural, está sentenciado al olvido.
Han
pasado cinco años de omisión y olvido. Años de secretos, venganzas, traiciones
entrelazadas misteriosamente sobre el fondo de esta época oscura y fascinante en
contra de una obra que no veremos. Que le cuenten, sin pelos en la lengua, sin
ocultarle nada a esta Popayán, amada solo en los confines más lejanos del sacro
imperio del corazón. Ciudad de centenares de
millares de personas, de todas las condiciones y clases, que se comprimen y se
atropellan todos los días, sin remedio para sus maldiciones. Ciudad embotellada,
asolada por intentos de conquista de narcotraficantes, pistoleros y hordas salvajes,
sometiéndola a la tiranía de la nueva
nobleza de ambiciosos.
Mi impresión no puede ser más desconsoladora
ante la maliciada situación que se presenta con el Consorcio Nuevo Cauca, que se niega a
ceder los derechos de la obra a un nuevo consorcio. Es una maldición, pues,
desde enero de este bisiesto 2020 lleno de adversidades, el
gobierno nacional por medio de la Agencia Nacional de Infraestructura, ANI, ante
un Tribunal de Arbitramento con el Consorcio Nuevo Cauca, -o sea los Solarte- acordaron que
el consorcio cedería el contrato. Y aunque la prisión es un
castigo, como reos no aprenden y, mientras cumplen la condena, siguen delinquiendo,
poniendo
desde allá, en jaque al Estado.
La molicie del Estado, permite la codicia y la
burla para que leguleyos enreden de consulta en consulta, de tramo en tramo hasta
“dividir” el proyecto enmarañando la contratación y, cobrando anticipadamente una
deuda insoluta e injusta haciendo más costosa esta vía internacional.
Perdimos la confianza
en la ANI, que debería dar soluciones a impases de orden
administrativo y jurídico, paralizando la iniciación de la construcción de la
doble calzada Popayán-Santander de Quilichao. En lugar de guiar hacia el buen
camino, permiten que con artimañas nos engañen ¡Somos incapaces de reaccionar, pese
a que sabemos que todos los días nos engañan y, ¡cómo nos mienten!
Ante el estado de indiferencia y la pasividad
de esta sociedad de la resignación, la última opción que le queda a esta ciudad
subyugada, es acudir al exorcismo para ahuyentar los espíritus malignos. Solo los
indígenas, con el régimen de poder que hoy poseen, podrán en uso del exorcismo
exigir un plazo límite máximo para que gobierno obligue al Consorcio a que cumpla
la decisión del Tribunal de Arbitramento. La realidad de la obra, es cada vez
menor. Y las reuniones de la doble calzada Popayán-Cali son un suplicio chino, peor
que la tortura de viajar Cali-Popayán-Cali.
Civilidad: Libertad
absoluta de la palabra, para resucitar e impulsar el desarrollo de nuestra región.
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