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domingo, 26 de diciembre de 2021

La lucha de Lucía

“Lucha” le decían. Yo no sabría decir, si el acortamiento cariñoso de su nombre que utilizaban en el habla informal sus amistades, vecinas cercanas e hijos, era porque de verdad era una gran luchadora. Sin duda, la lucha de Lucía, fue engendrar, levantar y educar con el abuelo “Quin” a sus nueve hijos: Hernán, Alix, Edgar, María Eugenia, Pedro, Elizabeth, Mirtha, Yenny y Miriam. Tampoco se decir, si eran héroes o inconscientes al tener esa extensa familia. Desde luego, eran otros tiempos en que los padres trabajaban intensamente para compensar la pérdida de sus escasos ingresos. Esa era la razón, por la cual, los padres de esa época, con tan numerosas familias, vivían sobrecargadas.

­En aquellos tiempos, los hijos de familias numerosas eran menos propensos a recibir educación, nutrición y cuidados de salud adecuados. En términos de dinero, el primer hijo era el que generaba un gasto mayor: ropa nueva, uniforme, juguetes, útiles escolares. El segundo hijo, generaba menos gasto debido a que las pertenencias del primero que ya no utilizaba, se cedían al segundo hijo y, así sucesivamente, hasta llegar al cuento reforzado, de que, tener muchos hijos no repercutía en la economía del hogar, gracias a la reutilización de materiales y ropa. Además, al primer hijo, lo educaban de tal forma, que a este le correspondía, ayudar en la educación de los subsiguientes hermanos.

Viene a mi memoria esta narración, por cuenta de la preparación del dulce de manjarblanco, el sabor que identificaba a la abuela Lucia, hasta cuando fue llamada a cumplir su labor en el Paraíso Celestial. La tradicional receta original era de origen español, pero la abuela la perfeccionó para que perdurara durante muchos años, dándole el punto exacto. Lástima, se la llevó consigo. Desde entonces, aparecieron varias versiones de ese dulce, desaprendiendo lo que aprendieron al lado de la abuela. El manjarblanco de “Lucha”, no ha podido ser superado por sus herederos. Es que tenía un sabor muy especial. Como el de ella, ninguno. Y, no es que se hayan cambiado los tres ingredientes esenciales de la versión clásica de ese delicioso manjar que, once años después de su partida a la Gloria Celestial, aún sigue siendo motivo de reunión de familias para preparar el dulce en diciembre. El manjarblanco es un dulce de leche muy antiguo, aunque ya no se prepara en la casa paterna, en fogón atizado con leña en alto, bajo y medio calor. Ahora se turnan en casas del resto de la familia, dando cada quien opiniones encontradas a la hora de meterle candela a la paila de cobre, recipiente que celosamente la tía “Lisbita” guarda y vigila como la niña de sus ojos.

Entonces, la clave no está solo en la leche de vaca sin bautizar, con el agregado de arroz remojado y molido que actúa como espesante, al que la abuela le llamaba cuajo para darle punto final y, con la cantidad exacta de azúcar. El éxito de batir 50 botellas de leche consistía en mover la cagüinga, -termino indigenista- para referirse al mecedor de madera de 1.50 de largo, durante unas seis horas hasta que tomara el color bronceado, para terminar envasado en el tradicional mate, totuma natural, para conservarlo fresco.

El dulce sabor de la leche batida era el ritual de la unidad familiar, para chuparse los dedos del raspao de la paila. De aquella tradición ancestral, se han hecho cargo, nietos y bisnietos sin haber podido dar con el punto exacto.

Civilidad: Las costumbres y tradiciones pierden fuerza cuando la gente cambia sus creencias, su modo de entender el mundo y el sentido de su vida.

domingo, 19 de diciembre de 2021

 


Estas dos palabras, de tanto repetirlas, todos los años, durante nuestra existencia, quiero creer que hacen parte integral de nuestro organismo mental, negándose a ser modificadas.

¡Feliz Navidad! Hermosa expresión que encierra la intención, el deseo, y el afecto de nuestros corazones hacia otras personas. Quienes celebramos en armonía con el significado de la misma, sin meternos en el torbellino comercial de este tiempo, recordamos que el Niño Jesús viene a decirnos a todos los hombres que hay esperanza y, que podemos comenzar de nuevo. Él siempre está interesado en la humanidad, pues nació como uno de nosotros, de los más pobres, para estar cerca de todos, y sentir lo que sentimos. Es un dogma cierto, que nos anima a meditar y a cambiar paradigmas.

Aproximándose el fin de año, fatigados por las “duras y maduras” del 2021, debemos hacer un balance de nuestras vidas al comenzar el 2022, renovando nuestros quehaceres con sentido propositivo y proactivo para poder lograr un cambio, empezando por nosotros mismos. Ser propositivo significa que no sólo piensa sus deseos, sino que da todo de si para cumplirlos, evocando todos esos bellos cuadros que nos inculcaron en nuestra niñez.

 

La “bajada” del Niño Dios, para la chiquillada de aquellos tiempos, era en reciprocidad al buen comportamiento durante el año escolar, el manejo de las buenas costumbres y la observancia de normas de Urbanidad y Civismo.  En una cartica especial, empezábamos pidiendo en forma colectiva. Garabateando nuestras primeras letras, pedíamos que, a nuestros padres y familiares, el Niño Dios les concediera licencia para vivir con salud, con oportunidades de trabajo y, para que no faltara nada en el hogar.

En esta espantosa crisis de la sociedad, carente de unidad en el hogar y, de amor pleno, Jesús, María y José, representan la Sagrada familia como un digno ejemplo. He allí, el sentido y el momento propicio para que nuestros hijos y nietos aprendan a vivir esta época, celebrando con auténtica fe, con valores, y alegría en familia. Esa es la esencia de la Navidad que está en el compartir en familia, celebrando el nacimiento de Jesucristo. El paso de los años y el avance tecnológico han hecho de esta fecha un momento para el derroche. La verdadera festividad se ha ido perdiendo con el tiempo, por ese modelo capitalista imperante en el mundo que ha transformado, lo religioso y espiritual en una ocasión para que la vanidad salga a relucir.

El gasto de las familias alrededor del mundo se dispara con la llegada de esta temporada navideña, debido a que se ha creado en la mente de los consumidores la idea de que para celebrar la Navidad es ineludible ir de compras. Todo el año, quejándonos de los precios de los productos en el mercado, sin embargo, en Navidad esos lamentos se dejan a un lado, atiborrando calles y centros comerciales con gente ansiosa por comprar lo que "necesitan", sin importar que en esta época las mercancías son más costosas. El llamado a gastar, mediante el bombardeo de campañas publicitarias y la fiebre navideña conlleva al endeudamiento, dejando de pagar las deudas pendientes, recurriendo a tarjetas de crédito, imperando la decisión de gastar dinero, asociando de esta manera, el amor hacia hijos, parejas, padres y madres.

 Civilidad: Dos peticiones al Niño Dios: que la paz sea una realidad y, que conceda a nuestros mandantes, mucha sabiduría para que gobiernen con justicia y equidad. 

¡Feliz Navidad dilectísimos lectores!

 

 

 

 

sábado, 4 de diciembre de 2021

A ritmo de chirimía

 

En este mes de alegría de niños y adultos, era muy atractivo encontrarse recorriendo las calles coloniales la música andante. Se escuchaba el auténtico folclore colombiano, sonando en aquellos conjuntos musicales que son un legado de nuestros antepasados, los indios "pubenenses". Era pues, el anuncio, la publicidad de la Navidad, mediante la música andante, a ritmo de “chirimía”, abriéndose paso con el diablo, que talego en mano pedía monedas.

 La chirimía estaba conformada por un grupo de música tradicional, interpretada por dos efectos musicales básicos: Uno, el instrumento que hoy llamamos flauta, de origen tan remoto que muchos descubrimientos arqueológicos dan fe de su antigüedad, cuando el hombre en su incesante descubrir el mundo que lo rodeaba, sopló por casualidad algún objeto y produjo el sonido, dando inicio a una variedad de tipos de flautas. El segundo instrumento esencial: la tambora de origen prehispánico, usado por los indígenas, una especie de tambor tubular construido con el tronco de un árbol ahuecado, taponado con dos parches a los lados. De generación en generación, ha sido mantenida por la tradición, este tipo de música que comprende, tanto la música folklórica como la aborigen. Esa es una característica por no recibir influencias externas, sino que es propia de su cultura nativa, como medio musical. En el sur del Cauca, aún acostumbran la música vernácula con areitos y bambucos; que, al llegar a Popayán, bajo órdenes de un director musical, aumentan su repertorio con villancicos y música tropical.

Para los caucanos, la chirimía es una marca indeleble. Y lo es, porque el sonido de la flauta, la tambora, acompañado de charrascas, el triángulo, los mates (maracas) sirven para alegrar especialmente las fiestas navideñas. La pieza musical, “El Sotareño”, bambuco cuyo autor es Francisco Diago, que bien entonado, por ese tesoro cultural llamado chirimía en agasajos sociales: bautizos, matrimonios, campañas políticas y, por supuesto, en las alboradas navideñas, bañadas de guarapo, chicha de maíz, aguardiente, hacían poner de pie y, con la “piel de gallina” a patojos de pura cepa.

Hoy evidenciamos la riqueza musical que encierra la chirimía en armoniosos conjuntos o chirimías integradas en formatos musicales de campesinos, indígenas, comunidades negras y desde luego, por virtuosos mestizos, particularmente en Popayán que con considerable esfuerzo pulmonar y la garganta del músico melodioso soplan notas musicales a través de ese instrumento de viento llamado, flauta. Es un instrumento ancestral, fabricado de carrizo principalmente, pero elaborado también, en diferentes materiales y medidas. Su sonido varía de acuerdo al tamaño. Otro instrumento musical, son las maracas, elaboradas en dos mates, en cuyo interior lleva granos de maíz seco, envueltos en un dulce abrigo.  Y cierra el instrumento denominado triángulo, construido con una varilla de metal cilíndrica doblada en forma de triángulo, que, al golpearla con otra varilla de metal, emite un sonoro sonido agudo, haciendo parte del grupo de instrumentos de percusión.

Entonces, entusiasmados esperamos que la tradición de las fiestas decembrinas continúe para oír los golpes de tambora y el sonar de las flautas en grupos de “chirimeros” recorriendo las solariegas calles, brindando recitales musicales que identifican a nuestra bella Popayán.


Civilidad: Realizar concursos para que esos grupos musicales, adquieran relevancia como “Chirimías Patrimonio inmaterial del Cauca”, reconocido por el Ministerio de Cultura.

              

domingo, 28 de noviembre de 2021

Pesebre en Navidad

 


Escribo evocando lo que representan las tradiciones más arraigadas en los católicos. Empiezo por decir que, el pesebre era un recipiente grande y alargado, un comedero para el ganado doméstico, colocado en los establos donde descansaban los animales. Ese fue el único albergue que les ofrecieron a José y María, cuando buscaban espacio para el nacimiento del Niño Jesús. Entonces, el pesebre representa la humildad del Niño Jesús, que, aunque era la encarnación de Dios en la Tierra, tuvo que hospedarse en un modesto recinto, siendo su primera cama, un comedero para animales y no una cuna para humanos, claro indicativo de su naturaleza y propósito. Pues, en lugar de venir a la tierra en medio de fiestas y alrededores lujosos, el Rey de la Creación, el propio Hijo de Dios, nació en el pesebre, en medio de la Virgen, San José y junto a ellos la vaca, el buey y las ovejas. Conjunto este que se conoce como "el Santo Misterio". Y significa el nacimiento de un Dios-hombre, una persona maravillosa, que era tanto divina como humana. Una persona preciosa y única; Jesús, que vino al mundo a salvar a su pueblo de sus pecados.  

 Por ello, en los hogares, con el portal de Belén se rinde homenaje a la maternidad, a la infancia y a la vida. El común de las gentes a esta tradición católica, la llaman, “armada del pesebre”, como una representación de la escena del nacimiento de Jesús. Para ello, usan figuras de distintos materiales, que se acomodan en el lugar más visible de los hogares. Para quienes profesamos la fe católica no se trata simplemente de un adorno en la sala, sino que tiene el trasfondo de la tradición familiar muy importante. Hacer el pesebre, se ha convertido en una tradición esencial en todos los hogares católicos, pues, el pesebre es una tradición que enseña y une a las familias, representando el misterio del nacimiento de Cristo, pudiendo afirmar que es el símbolo más representativo de la Navidad.

Otra tradición mercantilizada de esta época decembrina, con que disfrutamos en familia, es que, en cada diciembre, para el Día de la Inmaculada Concepción de María, se debe tener armado el arbolito, decorando la casa para recibir la Navidad, dejándolo hasta el 6 de enero, el Día de Reyes, cuando todo "vuelve a la normalidad". Pero, alguna vez se han preguntado qué significa esta tradición y ¿cuál es su origen? Independiente del costo comercial que se le imprime con el cambio anual, de estilos, esferas y guirnaldas de colores, es un hábito también ligado a la religión, a la esperanza y a la bonanza.

Antiguamente, los germanos estaban convencidos de que tanto la Tierra como los Astros pendían de un árbol gigantesco, el Divino Iggdrasil o Árbol del Universo, cuyas raíces estaban en el inframundo y su copa, en el cielo. Por eso se dice que ellos, para celebrar el solsticio de invierno, - que se da en esta época en el hemisferio norte- decoraban un roble con antorchas y bailaban a su alrededor. Y que, en el año 740, fue San Bonifacio, quien derribó ese roble que representaba al Dios Odín, reemplazándolo por un pino, símbolo de la vida y el amor eterno de Dios. Árbol que adornaron con manzanas, que para los cristianos representaba, las tentaciones, y las velas que simbolizaban la luz del mundo y la gracia divina, además, su forma de triángulo representaba a la Santísima Trinidad.

Civilidad: La Navidad y sus costumbres, simbolizan la unidad familiar con la presencia de nuestros seres queridos alrededor de todos estos ritos navideños. 

 

 

 

 

sábado, 20 de noviembre de 2021

S.O.S. por el Nuevo Liberal


El diario más antiguo de la ciudad sufre con virulencia los efectos de la crisis publicitaria. La posibilidad de su desaparición, pone en peligro la libertad de información y empobrece la democracia. Así que, el director del Nuevo Liberal, acosado por el desplome de las ventas y de los ingresos publicitarios, decidió poner al corriente a sus columnistas.

Una treintena de columnistas escuchamos al director, Danilo Reynaldo Vivas Ramos, quien contó las dolencias del octogenario periódico, el más cercano a la ciudadanía y arraigado a Popayán. Se centró en un mosaico de temas y problemas con las posibles variables y soluciones de éxito con inserciones publicitarias. Como lo que es hoy, un periódico digital, al menos hasta el primer semestre del año 2022, frente a la progresiva caída de ingresos de las mismas, en el periódico impreso. Su propósito, era informar, si como medio digital de comunicación emergente, podía llegar a tener una vía de financiación efectiva para transformarse, gracias a la venta de publicidad. Desde el inicio del conversatorio, el director Vivas Ramos, dejó la sensación de que este medio de comunicación en sus manos, no iba a poner en peligro su tradición y, que pudiera desaparecer. La consigna, era no distraerse frente a todos los sufrimientos que vengan o se interpongan, luchando hasta conseguir los objetivos, sin aplicar la eutanasia. Padeciendo con entereza, porque nada es gratis en esta vida. Si mueren las noticias locales, sucumbe la democracia.

A través de sus largos años de existencia, el periódico ha jugado un papel fundamental, como defensor del ciudadano, aportando opinión, análisis y crítica para una sociedad libre, por lo que, sería muy peligroso que desapareciera. El periódico es una necesidad sentida en Popayán, para defender los principios democráticos, apoyar al buen gobierno y mejorar la calidad de vida de los popayanejos a través de la transparencia; bajo la ética y la moral, de tal manera que, incorpore la pluralidad, veracidad, equidad e independencia, entre otros elementos. A veces, en la misión de defender la democracia y el buen gobierno, ha llevado al periódico a criticar acciones negativas y denunciar las delictivas. Es decir, cumpliendo la misión orientadora de los ciudadanos, por ende, prioritaria para la Popayán y el Cauca.

Por eso, hay que apoyar sin reserva, al Nuevo Liberal y, para que la gente bajo principios iguales pueda participar en forma adecuada en la política, para que decida con bases razonables, escoger a sus gobernantes, debatir y discutir en forma libre, con el indio, el campesino, el obrero, el pobre, la analfabeta en igualdad de condiciones con los demás, teniendo a la mano, una información disponible para todos sin restricciones irracionales. Todas estas libertades las requiere la sociedad para poder funcionar como una democracia, manifestando sus opiniones libremente, en forma oral y por escrito. Es el derecho correlativo a recibir información, y la razón elemental, del orden democrático.

Es por eso que, escribo esta columna a manera de S.0.S., ante la crisis financiera aportada por la reducción drástica de la pauta oficial de la Gobernación del Cauca y la Alcaldía de Popayán. Tengo la convicción de que el gobernador Elías Larrahondo y el alcalde de Popayán, Juan Carlos López, no firmarán el acta de defunción, porque como demócratas que son, no cejarán en su empeño de lanzar un salvavidas contribuyendo a paliar el déficit económico del Nuevo Liberal.

Algo similar, le incumbe a la clase política, para evitar el fin del periódico local, lo que equivaldría a privarse de un importante altavoz de la acción de Gobierno (o de la oposición) Pues, los políticos de cualquier color, se verían sumidos en la desolación ante la falta de información para sus correligionarios.  Constituye también, pieza fundamental, las entidades públicas y privadas como usuarios, y anunciantes para programar y publicar su pauta publicitaria, sin olvidar que el Nuevo Liberal es patrimonio de los caucanos.

Civilidad: Con la reciprocidad de todos, no naufraga el Nuevo Liberal.

 

 

 

 


domingo, 14 de noviembre de 2021

El saludo y su evolución

 




El Covid, por obvias razones, alteró las costumbres en nuestra vida cotidiana. Dicen que el primer saludo de la humanidad, empezó en son de paz, estrechando las muñecas, para demostrar que no se sostenía un arma.  Hoy, desaconsejan, saludarse de besos, abrazos o apretón de manos. Como obligan a renunciar a esa costumbre milenaria, escribo recordando que, saludar y agradecer, era parte de la educación básica, que toda persona debía corresponder de igual manera.

          De un tiempo para acá, en los cruces callejeros nos encontramos, rostros parapetados detrás de la antiestética mascarilla. Y, como no sabemos cuánto más va a perdurar esa protección, debemos acostumbrar al cerebro a rellenar lo que no vemos. Cuando observamos a la gente con tres cuartos de la cara tapada, debemos esforzarnos para reconocerla. Y aunque, la mente siempre se encarga de rellenar ese hueco, necesitamos darles un sentido a las imágenes.

            Así que, esos rostros cubiertos con mascarillas quirúrgicas, podemos juzgarlos como atractivos, más que aquellos que no lo están. Pero, cuando se quitan su bozal recapacitamos: “Uyuyuy…, que confundido estaba. La mascarilla, oculta las asimetrías, en nariz, boca, mentón, haciendo que ese rostro nos parezca, por así decirlo, menos imperfecto de lo que en realidad podría ser. Finalmente, todos terminaremos con la nariz achatada, por el uso del tapabocas.

Oímos hablar sobre la importancia de aprender el lenguaje no verbal para identificar lo que el área ocular vincula. Los ojos no engañan, aunque no veamos la boca, para saber, si está articulando una sonrisa, de una emoción espontánea y genuina; para saber, si es una sonrisa sincera o hipócrita. La sicología ilustra esos curiosos efectos ópticos, de cosas que no son, pero parecen ser. Las mascarillas solo dejan ver los ojos, que más allá de ser bonitos o feos, tienen una fuerza expresiva brutal. La mirada refleja nuestro estado de ánimo. El contacto visual es el principal elemento de conexión con el oyente, permitiéndonos sospechar cuando nos están metiendo “gato por liebre”. Los ojos, son parte del lenguaje facial, que expresan lo que el mensaje muchas veces calla. Desconfiamos de quien no nos mira, al contarnos algo importante o no, porque desvía su mirada, pues, todo lo que pensamos se refleja, incluyendo la forma de saludar.  

Ahora mismo, los saludos se enfrían, siendo la gestualidad suficiente para el saludo. El ser humano es un ser social que necesita interactuar. Ahora con saludos a puñetazos, cobra mayor protagonismo la mirada porque toda la gestualidad se centra en los ojos y en las cejas. Es el nuevo saludo, que va en contra de nuestra cultura del contacto. Nos cuesta mucho no tocarnos y, abrazarnos, porque somos sumamente emotivos. Pues, el saludo es más que un gesto de cortesía.  

En 1929, una enfermera llamada Leila, Given escribió un artículo lamentando la pérdida de algunos saludos tradicionales en contra del apretón de manos. Diciendo que las manos eran "agentes de transferencia bacteriana" y que darse la mano, era un gesto lleno de gérmenes.

En la sociedad payanesa del siglo XIX, una breve inclinación de cabeza era lo frecuente en salones, visitas y lugares cerrados. Y, en la añeja galantería del Popayán que se nos fue, en la calle se saludaba con el sombrero en señal de respeto. En las escuelas públicas, los alumnos usaban el saludo verbal y gestual, tan pronto ingresara al salón de clase el profesor, rector o cualquier persona, debían ponerse de pie, saludando al unísono con un “buenos días” o “buenas tardes”, según la hora.

Hasta hace poco, acompañábamos el saludo con presteza verbal, diciendo: “me encantó saludarlo”, “mucho gusto en saludarlo”. Y a las damas, en gesto protocolario, se les estampaba un beso cariñoso en la mejilla. Ahora el veto al contacto físico es obligante porque, el coronavirus forma parte de la vida diaria.  Entonces, nos tocó adoptar otras costumbres porque, la forma de saludar seguirá siendo una gran incógnita.

Civilidad: Conformarse con la gestualidad, popularizando el agite de mano en alto o inclinando levemente la cabeza, en señal de salud y afabilidad.  

 

 

 

 

domingo, 7 de noviembre de 2021

Se acerca la Navidad

 

Dentro de un mes, exactamente, estaremos bajando el telón de la Navidad, dándole la bienvenida a las festividades, época esperada por niños y adultos, durante un año. Las ondas hertzianas tocarán los villancicos que originariamente eran canciones profanas con estribillo de origen popular y a varias voces. El declive de la antigua forma del villancico, ahora se conoce más, como un género de canción. Es evidente que no tocan ni de cerca el tema religioso. no hablan de María, ni de José, ni de Belén o del niño al que la noche del 24, vio nacer en un pesebre.

La Navidad no es lo que era. Se trata de una simple perturbación en el largo río del tiempo. Pocas celebraciones han evolucionado tanto como la Navidad, por ello, trataré de sumergirme en la historia de estos festejos para lectores mayores de treinta años, antes de que sean sustituidas por otras.

Vamos puntualizando de a poco. Con la llegada de diciembre, doceavo mes del calendario, llega también, una de las tradiciones más antiguas y más queridas por todos. Las velitas y faroles de todos los colores, llenan de magia la noche del 7 de diciembre con la que inicia oficialmente la Navidad. Esa noche conmemoramos el momento en que el Arcángel Gabriel anuncia a María que fue la elegida, desde antes del nacimiento, que será la madre de Jesús.

En las cocinas payanesas de vieja tradición desempolvarán la infaltable, paila de cobre y la cagüinga para la preparación de natilla, rosquillas y buñuelos. En algunas familias se darán a la ardua tarea de elaborar los dulces calados, el dulce manjarblanco, manjarillo y, el dulce cortado.

El término “



aguinaldo” conocido gracias a la antigua tradición consistente en realizar pequeños juegos para dar y recibir regalos, que se entregan el 24 de diciembre. Es  parte de una tradición que tiene orígenes muchísimo antes de la era cristiana para  dar y recibir propiciando la abundancia. Realizar juegos y departir en familia o con amigos se volvió una constante; siendo uno de los más populares, “al preguntar y no contestar el sí y el no”, ya que es muy difícil resistirse o no responder

También, se acostumbraba a jugar al “beso robado”, durante la época de las novenas que van del 16 al 24 de diciembre y que consistía en robarle un beso a la pareja, pero sin dejar que ella se lo diera a uno. Tenía sus variaciones, dependiendo de la creatividad y las condiciones de las parejas, pudiéndose jugar solo a un beso en un solo día y quien lograra robarlo, se ganaba el aguinaldo. Otra, era poner un límite de besos. Por ejemplo, quien llegara primero a los diez besos, se haría ganador del premio del perdedor.

Uno de los juegos más populares era, “palito en boca”, que consistía en mantener durante el juego, siempre algo en la boca. Una pajita, un palillo, lo que fuera, siempre y cuando permaneciera en la boca, enseñándoselo cuando alguien del grupo exclamara la frase: “¡pajita en boca!”, ante lo cual debía abril la boca y mostrar lo que tenía allí oculto. Luego entonces, si no tenía nada, perdía y el ganador del regalo era de la persona que había logrado descubrir que tenía la boca vacía.

 En esta temporada decembrina, lo importante es disfrutar y recuperar o mantener las tradiciones de nuestros antepasados, que precisamente por curiosas y simpáticas, se resisten a desaparecer.

Civilidad: La Navidad y el Año Nuevo están a la vuelta de la esquina. Transmitamos buenos deseos en estas fiestas, augurando un excelente porvenir para Colombia. 

 

 

 

viernes, 5 de noviembre de 2021

50 años del fallecimiento del Dr. Guillermo León Valencia.

 

Hago uso de la palabra escrita, hoy 4 de noviembre para conmemorar 50 años del fallecimiento del doctor Guillermo León Valencia Muñoz, acaecida en la ciudad de Nueva York (Estados Unidos) Complacido agradecí ayer, la designación de su familia y de amistades muy cercanas, al estadista Valencia, para enaltecer la memoria de ese hombre quien fuera un gran constructor de la paz ¡Hablar de Valencia es hablar de Popayán!

Sin duda alguna, fue un mandatario firme, pero tolerante. De allí que sea imperioso hacer esta evocación para las nuevas generaciones y, para quienes la historia pasa veloz. En estos momentos difíciles que vive la patria, hay que decir que el presidente valencia siempre tuvo en su imaginario la pacificación del país, con la esperanza de la armonía entre los colombianos. Y a fe que la construyó y la obtuvo, pues, en medio de los días sin tregua de la violencia, la alcanzó, por lo cual la historia lo consagra como el “presidente de la Paz”. Rememoremos la historia de Colombia, porque al terminar su periodo presidencial, la gente despidió con aplausos en las calles a Valencia el 7 de agosto de 1966, y hoy más que nunca, lo recordamos como «el presidente de la paz».

Empero, hablar de los males presentes, de la violencia de nuestros días, no solo incumbe al gobierno en su conjunto, sino a todo el pueblo, de manera especial a los gremios, tanto de trabajadores como de empresarios, a los partidos políticos, a los medios de comunicación, como a los mismos alzados en armas.  Son entonces, los sectores dirigentes de la sociedad colombiana quienes deben asumir su cuota de responsabilidad por su inacción ante las posibilidades de desarrollo socioeconómico de nuestro país, la cual ha influido en la situación de pobreza y violencia que padecen amplios sectores de la población. Capítulo aparte merece examinar en detalle los distintos aspectos que configuraron el proceso político colombiano en aquella etapa y, específicamente, el arduo, complejo y sinuoso camino de construcción del Pacto frente nacionalista para combatir las repúblicas independientes, cambiándoles de metal a los combatientes. En esta corta disertación, me atrevo a contarle al auditorio, que Valencia enfrentó esa tarea a nombre de las libertades, pero, que, jamás apeló a suspender las libertades, para que tuviera eficacia su propósito de reconstruir la seguridad ciudadana.

Y si las nuevas generaciones me preguntan por el pensamiento de Valencia Muñoz, frente a la Universidad del Cauca, les diré, que enfrentó el movimiento estudiantil de 1965, sosteniendo la nítida expresión de que la universidad, debía ser un recinto de masas, un recinto de ciencia, un recinto de debate, pero nunca un escenario de violencia.

El presidente Valencia Muñoz fue el presidente de la fraternidad, ilustre por dinastía, pero también, ilustre en humanismo e ilustre en sentido común. Se supo rodear de las mejores personalidades para el manejo de la economía, en momentos difíciles del país, pero siempre, manteniendo los preceptos de la doctrina social de la Iglesia. Su intuición y agilidad mental le permitieron sortear las dificultades y conseguir los asesores apropiados. Se hizo célebre con su visión "milimétrica” para ocupar los puestos públicos llamando, tanto a conservadores como liberales, actitud que provocó el agradecimiento de unos y el desconcierto de otros.

Creó la Junta monetaria en la dirección correcta para construir el entendimiento entre empresas y trabajadores. Durante su administración hubo una interesante reforma laboral. Se aumentó a casi un 20 por ciento del presupuesto el rubro correspondiente a la educación. En síntesis, era un hombre firme contra los violentos, pero un transformador imborrable de la vida nacional. Cómo olvidar, que algunas de las llamadas drogas genéricas se rebajaron a cerca del 60 por ciento de su valor comercial para favorecer a las gentes de menores recursos, lo que motivó también, a que, lo llamaran el “presidente de los pobres”. Durante su cuatrienio estimuló la vivienda social, inaugurando ciudad Kennedy en Bogotá y, se me preguntan por el Cauca, les diré que allí están los bastos planes de vivienda popular de Popayán: Pandiguando y la Esmeralda; pero también, déjenme recordarles, que designó como ministro de obras públicas al caucano Tomás Castrillón Muñoz para que terminara la obra de infraestructura pavimentada y tan anhelada como lo es la vía Cali Popayán. Además, adecuó y entregó, el aeropuerto que hoy, lleva su nombre en Popayán.

Desde luego, durante su gobierno, también sufrió percances y contratiempos. La devaluación del peso, la caída del precio interno del café, las huelgas estudiantiles lo obligaron a decretar el Estado de Sitio, y ante los ruidos de sables y, continuos rumores de golpe militar, el presidente Valencia con arrojo y con valor, destituyó a su ministro de Guerra, general Alberto Ruiz Novoa.

Era un idealista, un sencillo ciudadano que entró y salió pobre de la presidencia de Colombia. Salió del cargo, sin cargos, pues siempre estuvo acompañado de la honestidad que es una de las mayores cualidades de carácter que puede poseer un ser humano. Era pues, un romántico de la vida que, por amor y valor patriótico, siempre defendió sus tesis.   Así era Guillermo León Valencia.

sábado, 30 de octubre de 2021

Mirando al pasado



Como siempre escribo sobre las vejeces de mi Popayán, hoy desentierro este recuerdo a mis lectores. La iglesia catedralicia dedicada a la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción, fue construida sobre la calle quinta, antiguamente conocida como la calle de las catedrales porque las iglesias ubicadas sobre esta calle, algún día sirvieron como catedrales provisionales. Cuentan los historiadores, que fue la primera edificación y que, alrededor de ella, se levantaron 12 casas, siendo así como nació “Popayán, la ciudad blanca y culta de Colombia”. Su estilo neoclásico y gran parte de su edificación fue restaurada a raíz del terremoto de 1983, incluida la gran cúpula de 40 metros de altura.

Entrando a considerar lo que significa la Torre provista de la voz excelsa de sus bronces y el acompasado martilleo de su vetusto reloj, estimaremos que sus campanas son una verdadera reliquia que data de mediados del siglo XVI.  De allí que, las campanas son parte de una estructura, patrimonio de la Catedral y que su repicar, es una insignia de nuestra fe y la caracterización de que somos un pueblo cristiano.

El historiador Diego Castrillón Arboleda, narra que la campana de San Francisco, por ser la más grande -mide 1,70 metros de altura y pesa 3,5 toneladas, aproximadamente- sus repiques se escuchaban hasta en las zonas rurales de Popayán, unos 20 kilómetros a la redonda.

Hace mucho tiempo, silenciaron las campanas, por lo que nos preguntamos cual es la razón, realmente valedera, que justifique su mudez. No sabemos cuáles serían los motivos que tuvo la iglesia católica; pero he encontrado algunos, aunque no sean muy convincentes, para haberlas silenciado.  

Las últimas dos veces que sonaron las campanas de Popayán fue en señal de duelo. En 1943 lo hicieron durante el sepelio del poeta Guillermo Valencia. Cuarenta años después, volvieron a sonar por los más de 300 muertos que dejó el terremoto del Jueves Santo de 1983.

Se cree que el silencio obedeció a una beligerante campaña en su contra, incluida la campana de San Francisco, la segunda más grande del mundo. Y que, uno de los motivos de su silenciamiento, se debió a que los repiques entristecían a las gentes y, porque recordaban el dominio de los curas y religiosos, impidiendo que la ciudad progresara, pues las campanas de La Ermita, Santo Domingo y La Catedral doblaban cuando había un muerto.

¡Hace falta el tañido! Las campanas de las iglesias crearon gran interés y fuertes expectativas, pues eran un medio público de rápida comunicación.  En tiempos idos, el toque lento, era el tañido fúnebre, invitando a la misa de alguien que partía al infinito. Importante, porque nos recordaba que algún día, también doblarían por nosotros. El triple tañido, nos enteraba de una buena noticia, señalando alegría; como también fueron útiles avisando en caso de alguna emergencia, de la que no estamos exentos, y que requería de la atención y participación de las gentes.

Entonces, si no volvimos a escuchar el lenguaje de las campanas por evitar el ruido, para conservar el medio ambiente, digamos que su repicar no era contaminante; lo, es más, una quema de pólvora en víspera de fiesta religiosa o popular. Ojalá más tarde que nunca, volvamos a escuchar esos toques, sin que tengamos que preguntar por quién doblan las campanas. Esperamos pronto ese día, que estén listas para echarlas al viento, anunciando que ya no hay más violencia, que ya no hay más paros y que la Paz llegó porque de verdad, la necesitamos. 

Civilidad: Añorar los repiques de campanas y el olor a incienso porque pertenecen a la imagen de la ciudad.


 

sábado, 23 de octubre de 2021

¡Ya no hay por donde!


 

Estamos atorados. Hay días en que son terriblemente insoportables en Popayán. Y todo por la cantidad de vehículos rodantes que hacen fastidiosas las calles y avenidas. Los trancones tienen enloquecido a más de uno. Los vehículos se han multiplicado por tres o por cuatro. La ciudad no estaba preparada para ocuparse de tantos vehículos y, a diario, pierde muchos recursos, al tiempo, que asume la carga de los trancones, la accidentalidad y el deterioro de las vías. Aunque las obras viales, están quedando muy bien, tampoco es que solucionen el problema. No importa cuánta infraestructura se haga, porque no le hace ni cosquillas al embotellamiento. Desentonan los insensatos conductores parqueando a lado y lado de las calles; buses, busetas y taxis que se estacionan en cualquier sitio para subir o bajar pasajeros.

La solución es declararle la guerra al carro. El problema es que para que esa batalla se gane, será necesario tener un excelente sistema de transporte público y un eficiente secretario de Tránsito; lastimosamente Popayán, carece de ambos. El remedo de sistema de transporte público que tenemos, es pésimo. Por las calles circula el mismo parque automotor, viejo, sucio, destartalado que, como cafeteras ambulantes contaminan el ambiente. Además del mal servicio, ruedan con licencias -técnico mecánica- ilegalmente obtenidas. Sumado a lo anterior, causa vergüenza ajena que particulares, por unas monedas, trapo rojo en mano, hagan de controladores de tráfico.   

Así que una buena autoridad de tránsito, debería abandonar las medidas tibias como el pico y placa, adoptando: la peatonalización, carriles exclusivos para busetas y taxis, hasta cobros por congestión. Hoy por hoy, es casi imposible entrar o salir del centro en carro. Expertos en el tema argumentan que la solución definitiva, es acabar con el carro. Declararle la guerra al carro, significa subirle los impuestos, especialmente a los de placas de otras ciudades; pues, por cada diez vehículos que ruedan en las angostas calles de Popayán, siete están matriculados en otras ciudades.  Hay días terribles en que la movilidad colapsa por causa de: atascos, aumento del parque automotor, semáforos mal sincronizados y, carencia de vías para desembotellar la ciudad. Desde luego, son problemas heredados ¡Innegable también!

Entonces, convendría una económica campaña para desmotivar el uso del carro en ciertas zonas, impidiendo circular por el centro histórico y, hasta elevar el precio de los parqueaderos. La ciudad ya no soporta los trancones, pitos y, accidentes. Para evitarlo, toca apretar, mano dura para hacer que la ciudad se mueva más, pero usando menos el carro. Usar más el cuerpo, emplear más la bicicleta, utilizar la red de ciclo-rutas, desde luego, mejorando el transporte público. Porque, en ciertos momentos, los 30 minutos de recorrido que podría haber entre algunos puntos de Popayán, se convierten en hora y media de desplazamiento, recorriendo 15.5 kilómetros entre el centro y las goteras de la ciudad, avanzando a 5 km por hora.

¡Ya no hay por dónde! Porque, como “Pedro por su casa”, camiones de alto tonelaje, circulan por el centro histórico; taxis en zig, zag, o en reversa; además, vehículos particulares en horas pico, violan todas las normas. Tedioso, trancones por doquier. En fin, es un cúmulo violatorio de leyes de tránsito vehicular que afectan la calidad de vida. La ciudadanía abriga la esperanza de que el alcalde Juan Carlos López, paralelamente al desarrollo de las obras viales, las haga cumplir.    

Civilidad: Una ciudad se juzga por la capacidad de una oferta de calidad, eficiente y segura para la movilidad de los ciudadanos. 

 

 

 

   

 

 

sábado, 16 de octubre de 2021

Apodos o sobrenombres en Popayán

 

En la ciudad moderna, tanto los valores como los apodos se perdieron. Cuando sabíamos vivir, en mi Pam-payán, más que ahora, a las personas se las llamaba más que por el nombre propio de cada uno, por un sobrenombre, que se ponían unos a otros. En mi olvidado pueblo, se hacía gala de la chispa patoja y del buen humor. Había ingenio para ponerlos y, buen humor para aceptarlos.

Algunas personas podrían entrar en cólera; pero nunca se supo que hubiera corrido sangre por un mote malintencionado. Los sobrenombres o alias, se relacionaban con algún rasgo de la persona. Podía ser positivo o negativo, dependiendo del tono en que se dijeran, interpretando afecto o burla.  Hoy, a duras penas, simplifican el nombre; así que a Francisco lo llaman “Pacho” a Enrique “Kike” a Antonio “Toño” y a Pedro “Pepe o Perucho”.

Con este escrito pretendo visibilizar esa parte desconocida de mi amada ciudad, en que las familias ostentaban -con orgullo y honor- un apodo, considerado un patrimonio heredado. Tema sobre el cual, poco se ha escrito. De allí que, en un entrañable paseo por el pasado, vale la pena dejarlo consignado para las generaciones futuras. La lista es larga, de tal modo que, evocando el pasado, exploremos una pequeña pincelada:

Empiezo por los apodos de familias que no recuerdo sus apellidos: Los pandeleches, Pan crudo.

Alacrán: Médico famoso, pero malgeniado.

Achichuy : Bermudez

Alicate: Dueño de la Viña, (apodo heredado a su hijo Alirio López)

Autogol: Porque lo hicieron Asin querer.

Agüita de Coco: Carrillo, por su calva, quien trajo la primera guitarra eléctrica a Popayán.

Batallón: Los Bonilla

Biombo: Solo servía de estorbo a la familia.

Bombero: Borracho cansón que apagaba cualquier fiesta, por prendida que estuviera.

Bombillo flojo: Tenía un "tic" en los ojos que lo hacía parpadear.

Búho: Porque solo salía de noche

Care buque: Mosquera

Care-choclo: Por su cara con acné.

Care-reloj: Ramírez, conductor de la licorera.

Care- jigra: Por su cara arrugada.

Care-tigre: Guardián de la antigua “cárcel del proceso” con vitíligo

Care-tu mama: Un decir del apreciado ingeniero agrónomo Paz.

Care- moneda: Por su cara redonda.

Care-pellizco: Por su nariz y boca fruncidas.

Care-puño: Porque tener la nariz achatada. 

Carisucios: Los Medina

Carpa de circo: la clavaban en cualquier parte

Cárcel: Porque no tiene barros sino "barrotes"

Carramplón: Collazos

Calzoncillos: Hermanos que andaban siempre juntos

Casquifloja: Mujer fácil.

Comidota:  Tragaldabas (tragón)

Chorro de humo: Fumador empedernido.

Escalera: Próculo González, fundador del bailadero “El Bambú”.

Estribo: Solo metía la pata.

El pollo López: Padre del actual alcalde de Popayán, quien heredó el sobrenombre.

Espanta la virgen: Por feo

El ovejo: Fernando I. C.

El mocho: Isacc Valverde

El matador: Jairo Navia

El panadero: Collazos

El ñato: José Bolívar Muñoz

El pichoso Humberto

El ronco: López

El Timbiano: Mario A. Vidal

Fiambre: Comidilla de todos los paseos.

El jetón: Luis Bermúdez

Jeta de colada: Zúñiga, por su hablar enredado.

Jueves santo: vigilante del banco del Estado, siempre en corbata.

Garulla: Fotógrafo bullanguero

La machaca: Una mujer ardiente.

Las cagadas: La embarraban en todas partes.

Las bastantes: una numerosa familia, las Bastidas.

Las fieras: Las Guevaras

Las Gatas: Las Guevaras

Lengua de vaca: Marino Arboleda

Los calagüingos: Alegrías

Los cocorotes: Idrobos

Maní: Juan Carlos Bolaños

Matapalos: Negret Velasco 

Mejoral: Porque se creía que servía para todo.

Milloncito: No hablaba sino de dinero.

Mariposa: Copera de bar que volaba de mesa en mesa.

Mueble fino: Viejo y bien acabado.

Morrocoy: Solo salía de noche, o porque con él, siempre se perdía.

Niño Sano: Conductor camionero obeso.

Oblea: Dama grande o alta.

Orinal: Por tener salida la mandíbula inferior.

Panelita: No por dulce, sino por la boca cuadrada.

Papaya verde: porque la tocan, pero nadie se la come.

Pambazo: Rafael García compañero de pupitre en la escuela.

Polo norte: Estudiante, con todo bajo cero.

Picuechucha: Muñoz

Ringlete: Porque no hace sino voltear.

Rendija: Por tener la mirada como cuando se mira por el ojo de una llave antigua

Ratón de Iglesia: Gerardo Delgado, andaba de iglesia en iglesia

Saco: Carlos Hidalgo

Sal de frutas: Se sulfuraba con facilidad.

San Andresito: Por la cantidad y variedad de collares, cadenas, pulseras y anillos que se ponía.

Seis y cinco: Por un tic, inclinando la cabeza sobre el hombro izquierdo.

Sobrado de tigre: Le faltaba un brazo.

Sol: Sinvergüenza se iba al atardecer y regresaba con la salida del sol

Submarino: Más bruto que su hermano Marino.

Supermercado: Por tener toda clase de granos.

Tonelada: El gordo Muñoz.

Torre de Pisa: Solterona que siempre tuvo inclinación, pero nunca cayó.

Trofeo: Por orejón.

Trombón: Ingeniero conservador de prestigio político.

Trompe- buque: Por lo jetón

Ventarrón: Empresario de apellido Mosquera

Visitica: Porque preciso, llegaba a la hora de las comidas.

Kumis: Basquetbolista por la blancura de su piel.

Como dije arriba, según parece, ésta es otra costumbre tradicional que se ha perdido con el tiempo. Es una parte pequeña de Popayán, de un individuo o de una familia, que pasará a ser Historia con mayúscula.

Civilidad: ¡Hasta cuando! Con tapabocas como autómatas, caminaremos sin mirar siquiera a aquellos con quienes nos cruzamos.