Estas dos
palabras, de tanto repetirlas, todos los años, durante nuestra existencia, quiero
creer que hacen parte integral de nuestro organismo mental, negándose a ser modificadas.
¡Feliz
Navidad! Hermosa expresión que encierra la intención, el deseo, y el afecto de
nuestros corazones hacia otras personas. Quienes celebramos en armonía con el significado
de la misma, sin meternos en el torbellino comercial de este tiempo, recordamos
que el Niño Jesús viene a decirnos a todos los hombres que hay esperanza y, que
podemos comenzar de nuevo. Él siempre está interesado en la humanidad, pues nació
como uno de nosotros, de los más pobres, para estar cerca de todos, y sentir lo
que sentimos. Es un dogma cierto, que
nos anima a meditar y a cambiar paradigmas.
Aproximándose el fin de año, fatigados por las
“duras y maduras” del 2021, debemos hacer un balance de nuestras vidas al
comenzar el 2022, renovando nuestros quehaceres con sentido propositivo y
proactivo para poder lograr un cambio,
empezando por nosotros mismos. Ser propositivo significa que no sólo piensa sus
deseos, sino que da todo de si para cumplirlos, evocando
todos esos bellos cuadros que nos inculcaron en nuestra niñez.
La “bajada” del Niño Dios, para la chiquillada de aquellos tiempos, era en reciprocidad
al buen comportamiento durante el año escolar, el manejo de las buenas
costumbres y la observancia de normas de Urbanidad y Civismo. En una cartica especial, empezábamos pidiendo
en forma colectiva. Garabateando nuestras primeras letras, pedíamos que, a
nuestros padres y familiares, el Niño Dios les concediera licencia para vivir
con salud, con oportunidades de trabajo y, para que no faltara nada en el
hogar.
En esta espantosa crisis de la sociedad, carente de unidad en el hogar y, de amor pleno, Jesús,
María y José, representan la Sagrada familia como un digno ejemplo. He allí, el
sentido y el momento propicio para que nuestros hijos y
nietos aprendan a vivir esta época, celebrando con auténtica fe, con valores, y
alegría en familia. Esa es la esencia de
la Navidad que está en
el compartir en familia, celebrando el nacimiento de Jesucristo. El paso de los
años y el avance tecnológico han hecho de esta fecha un momento para el
derroche. La verdadera festividad se ha ido perdiendo con el tiempo, por
ese modelo capitalista imperante en el mundo que ha transformado, lo religioso
y espiritual en una ocasión para que la vanidad salga a relucir.
El gasto de las familias
alrededor del mundo se dispara con la llegada de esta temporada navideña,
debido a que se ha creado en la mente de los consumidores la idea de que para celebrar
la Navidad es ineludible ir de compras. Todo el año,
quejándonos de los precios de los productos en el mercado, sin embargo, en
Navidad esos lamentos se dejan a un lado, atiborrando calles y centros
comerciales con gente ansiosa por comprar lo que "necesitan", sin importar
que en esta época las mercancías son más costosas. El
llamado a gastar, mediante el bombardeo de campañas publicitarias y la fiebre navideña
conlleva al endeudamiento, dejando de pagar las deudas pendientes, recurriendo
a tarjetas de crédito, imperando la decisión de gastar dinero, asociando de esta
manera, el amor hacia hijos, parejas, padres y madres.
¡Feliz Navidad dilectísimos lectores!
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