En este mes de alegría de niños y adultos, era muy atractivo encontrarse recorriendo las calles coloniales la música andante. Se escuchaba el auténtico folclore colombiano, sonando en aquellos conjuntos musicales que son un legado de nuestros antepasados, los indios "pubenenses". Era pues, el anuncio, la publicidad de la Navidad, mediante la música andante, a ritmo de “chirimía”, abriéndose paso con el diablo, que talego en mano pedía monedas.
La chirimía estaba conformada por un grupo de música tradicional, interpretada por dos efectos musicales básicos: Uno, el instrumento que hoy llamamos flauta, de origen tan remoto que muchos descubrimientos arqueológicos dan fe de su antigüedad, cuando el hombre en su incesante descubrir el mundo que lo rodeaba, sopló por casualidad algún objeto y produjo el sonido, dando inicio a una variedad de tipos de flautas. El segundo instrumento esencial: la tambora de origen prehispánico, usado por los indígenas, una especie de tambor tubular construido con el tronco de un árbol ahuecado, taponado con dos parches a los lados. De generación en generación, ha sido mantenida por la tradición, este tipo de música que comprende, tanto la música folklórica como la aborigen. Esa es una característica por no recibir influencias externas, sino que es propia de su cultura nativa, como medio musical. En el sur del Cauca, aún acostumbran la música vernácula con areitos y bambucos; que, al llegar a Popayán, bajo órdenes de un director musical, aumentan su repertorio con villancicos y música tropical.
Para los caucanos, la chirimía es una marca
indeleble. Y lo es, porque el sonido de la flauta, la tambora, acompañado de charrascas,
el triángulo, los mates (maracas) sirven para alegrar especialmente las fiestas
navideñas. La pieza musical, “El Sotareño”, bambuco cuyo autor es Francisco
Diago, que bien entonado, por ese tesoro cultural llamado chirimía en agasajos sociales:
bautizos, matrimonios, campañas políticas y, por supuesto, en las alboradas
navideñas, bañadas de guarapo, chicha de maíz, aguardiente, hacían poner de pie
y, con la “piel de gallina” a patojos de pura cepa.
Hoy evidenciamos la riqueza musical que
encierra la chirimía en armoniosos conjuntos o chirimías integradas en formatos
musicales de campesinos, indígenas, comunidades negras y desde luego, por
virtuosos mestizos, particularmente en Popayán que con considerable esfuerzo
pulmonar y la garganta del músico melodioso soplan notas musicales a través de ese
instrumento de viento llamado, flauta. Es
un instrumento ancestral, fabricado de carrizo principalmente, pero
elaborado también, en diferentes materiales y medidas. Su sonido varía de
acuerdo al tamaño. Otro instrumento musical, son las maracas, elaboradas en dos
mates, en cuyo interior lleva granos de maíz seco, envueltos en un dulce
abrigo. Y cierra el instrumento
denominado triángulo, construido con una varilla de metal cilíndrica doblada en
forma de triángulo, que, al golpearla con otra varilla de metal, emite un sonoro
sonido agudo, haciendo parte del grupo de instrumentos de percusión.
Entonces, entusiasmados esperamos que la
tradición de las fiestas decembrinas continúe para oír los golpes de tambora y el
sonar de las flautas en grupos de “chirimeros” recorriendo las solariegas
calles, brindando recitales musicales que identifican a nuestra bella Popayán.
Civilidad: Realizar
concursos para que esos grupos musicales, adquieran relevancia como “Chirimías
Patrimonio inmaterial del Cauca”, reconocido por el Ministerio de Cultura.
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