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domingo, 14 de noviembre de 2021

El saludo y su evolución

 




El Covid, por obvias razones, alteró las costumbres en nuestra vida cotidiana. Dicen que el primer saludo de la humanidad, empezó en son de paz, estrechando las muñecas, para demostrar que no se sostenía un arma.  Hoy, desaconsejan, saludarse de besos, abrazos o apretón de manos. Como obligan a renunciar a esa costumbre milenaria, escribo recordando que, saludar y agradecer, era parte de la educación básica, que toda persona debía corresponder de igual manera.

          De un tiempo para acá, en los cruces callejeros nos encontramos, rostros parapetados detrás de la antiestética mascarilla. Y, como no sabemos cuánto más va a perdurar esa protección, debemos acostumbrar al cerebro a rellenar lo que no vemos. Cuando observamos a la gente con tres cuartos de la cara tapada, debemos esforzarnos para reconocerla. Y aunque, la mente siempre se encarga de rellenar ese hueco, necesitamos darles un sentido a las imágenes.

            Así que, esos rostros cubiertos con mascarillas quirúrgicas, podemos juzgarlos como atractivos, más que aquellos que no lo están. Pero, cuando se quitan su bozal recapacitamos: “Uyuyuy…, que confundido estaba. La mascarilla, oculta las asimetrías, en nariz, boca, mentón, haciendo que ese rostro nos parezca, por así decirlo, menos imperfecto de lo que en realidad podría ser. Finalmente, todos terminaremos con la nariz achatada, por el uso del tapabocas.

Oímos hablar sobre la importancia de aprender el lenguaje no verbal para identificar lo que el área ocular vincula. Los ojos no engañan, aunque no veamos la boca, para saber, si está articulando una sonrisa, de una emoción espontánea y genuina; para saber, si es una sonrisa sincera o hipócrita. La sicología ilustra esos curiosos efectos ópticos, de cosas que no son, pero parecen ser. Las mascarillas solo dejan ver los ojos, que más allá de ser bonitos o feos, tienen una fuerza expresiva brutal. La mirada refleja nuestro estado de ánimo. El contacto visual es el principal elemento de conexión con el oyente, permitiéndonos sospechar cuando nos están metiendo “gato por liebre”. Los ojos, son parte del lenguaje facial, que expresan lo que el mensaje muchas veces calla. Desconfiamos de quien no nos mira, al contarnos algo importante o no, porque desvía su mirada, pues, todo lo que pensamos se refleja, incluyendo la forma de saludar.  

Ahora mismo, los saludos se enfrían, siendo la gestualidad suficiente para el saludo. El ser humano es un ser social que necesita interactuar. Ahora con saludos a puñetazos, cobra mayor protagonismo la mirada porque toda la gestualidad se centra en los ojos y en las cejas. Es el nuevo saludo, que va en contra de nuestra cultura del contacto. Nos cuesta mucho no tocarnos y, abrazarnos, porque somos sumamente emotivos. Pues, el saludo es más que un gesto de cortesía.  

En 1929, una enfermera llamada Leila, Given escribió un artículo lamentando la pérdida de algunos saludos tradicionales en contra del apretón de manos. Diciendo que las manos eran "agentes de transferencia bacteriana" y que darse la mano, era un gesto lleno de gérmenes.

En la sociedad payanesa del siglo XIX, una breve inclinación de cabeza era lo frecuente en salones, visitas y lugares cerrados. Y, en la añeja galantería del Popayán que se nos fue, en la calle se saludaba con el sombrero en señal de respeto. En las escuelas públicas, los alumnos usaban el saludo verbal y gestual, tan pronto ingresara al salón de clase el profesor, rector o cualquier persona, debían ponerse de pie, saludando al unísono con un “buenos días” o “buenas tardes”, según la hora.

Hasta hace poco, acompañábamos el saludo con presteza verbal, diciendo: “me encantó saludarlo”, “mucho gusto en saludarlo”. Y a las damas, en gesto protocolario, se les estampaba un beso cariñoso en la mejilla. Ahora el veto al contacto físico es obligante porque, el coronavirus forma parte de la vida diaria.  Entonces, nos tocó adoptar otras costumbres porque, la forma de saludar seguirá siendo una gran incógnita.

Civilidad: Conformarse con la gestualidad, popularizando el agite de mano en alto o inclinando levemente la cabeza, en señal de salud y afabilidad.  

 

 

 

 

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