Estamos
atorados. Hay días en que son terriblemente insoportables en Popayán. Y todo
por la cantidad de vehículos rodantes que hacen fastidiosas las calles y
avenidas. Los trancones tienen enloquecido a más de uno. Los vehículos se han
multiplicado por tres o por cuatro. La ciudad no estaba preparada para ocuparse
de tantos vehículos y, a diario, pierde muchos recursos, al tiempo, que asume la
carga de los trancones, la accidentalidad y el deterioro de las vías. Aunque las
obras viales, están quedando muy bien, tampoco es que solucionen el problema. No
importa cuánta infraestructura se haga, porque no le hace ni cosquillas al
embotellamiento. Desentonan los insensatos conductores parqueando a lado y lado
de las calles; buses, busetas y taxis que se estacionan en cualquier sitio para
subir o bajar pasajeros.
La
solución es declararle la guerra al carro. El problema es que para que esa
batalla se gane, será necesario tener un excelente sistema de transporte
público y un eficiente secretario de Tránsito; lastimosamente Popayán, carece
de ambos. El remedo de sistema de transporte público que tenemos, es pésimo. Por
las calles circula el mismo parque automotor, viejo, sucio, destartalado que, como
cafeteras ambulantes contaminan el ambiente. Además del mal servicio, ruedan con
licencias -técnico mecánica- ilegalmente obtenidas. Sumado a lo anterior, causa
vergüenza ajena que particulares, por unas monedas, trapo rojo en mano, hagan
de controladores de tráfico.
Así que una buena autoridad de tránsito, debería abandonar las
medidas tibias como el pico y placa, adoptando: la peatonalización, carriles
exclusivos para busetas y taxis, hasta cobros por congestión. Hoy por hoy, es
casi imposible entrar o salir del centro en carro. Expertos en el tema
argumentan que la solución definitiva, es acabar con el carro. Declararle la
guerra al carro, significa subirle los impuestos, especialmente a los de placas
de otras ciudades; pues, por cada diez vehículos que ruedan en las angostas calles
de Popayán, siete están matriculados en otras ciudades. Hay días terribles en que la movilidad
colapsa por causa de: atascos, aumento del parque automotor, semáforos mal
sincronizados y, carencia de vías para desembotellar la ciudad. Desde luego, son
problemas heredados ¡Innegable también!
Entonces, convendría una económica campaña
para desmotivar el uso del carro en ciertas zonas, impidiendo circular por el centro
histórico y, hasta elevar el precio de los parqueaderos. La ciudad ya no
soporta los trancones, pitos y, accidentes. Para evitarlo, toca apretar, mano
dura para hacer que la ciudad se mueva más, pero usando menos el carro. Usar
más el cuerpo, emplear más la bicicleta, utilizar la red de ciclo-rutas, desde
luego, mejorando el transporte público. Porque, en ciertos momentos,
los 30 minutos de recorrido que podría haber entre algunos puntos de
Popayán, se convierten en hora y media de desplazamiento, recorriendo 15.5
kilómetros entre el centro y las goteras de la ciudad, avanzando a 5 km por
hora.
¡Ya no hay por dónde! Porque,
como “Pedro por su casa”, camiones de alto tonelaje, circulan por el centro
histórico; taxis en zig, zag, o en reversa; además, vehículos particulares en
horas pico, violan todas las normas. Tedioso, trancones por doquier. En fin, es
un cúmulo violatorio de leyes de tránsito vehicular que afectan la calidad de
vida. La ciudadanía abriga la esperanza de que el alcalde Juan Carlos López, paralelamente
al desarrollo de las obras viales, las haga cumplir.
Civilidad: Una ciudad se juzga por la capacidad de una oferta de calidad, eficiente y segura para
la movilidad de los ciudadanos.
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