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sábado, 23 de octubre de 2021

¡Ya no hay por donde!


 

Estamos atorados. Hay días en que son terriblemente insoportables en Popayán. Y todo por la cantidad de vehículos rodantes que hacen fastidiosas las calles y avenidas. Los trancones tienen enloquecido a más de uno. Los vehículos se han multiplicado por tres o por cuatro. La ciudad no estaba preparada para ocuparse de tantos vehículos y, a diario, pierde muchos recursos, al tiempo, que asume la carga de los trancones, la accidentalidad y el deterioro de las vías. Aunque las obras viales, están quedando muy bien, tampoco es que solucionen el problema. No importa cuánta infraestructura se haga, porque no le hace ni cosquillas al embotellamiento. Desentonan los insensatos conductores parqueando a lado y lado de las calles; buses, busetas y taxis que se estacionan en cualquier sitio para subir o bajar pasajeros.

La solución es declararle la guerra al carro. El problema es que para que esa batalla se gane, será necesario tener un excelente sistema de transporte público y un eficiente secretario de Tránsito; lastimosamente Popayán, carece de ambos. El remedo de sistema de transporte público que tenemos, es pésimo. Por las calles circula el mismo parque automotor, viejo, sucio, destartalado que, como cafeteras ambulantes contaminan el ambiente. Además del mal servicio, ruedan con licencias -técnico mecánica- ilegalmente obtenidas. Sumado a lo anterior, causa vergüenza ajena que particulares, por unas monedas, trapo rojo en mano, hagan de controladores de tráfico.   

Así que una buena autoridad de tránsito, debería abandonar las medidas tibias como el pico y placa, adoptando: la peatonalización, carriles exclusivos para busetas y taxis, hasta cobros por congestión. Hoy por hoy, es casi imposible entrar o salir del centro en carro. Expertos en el tema argumentan que la solución definitiva, es acabar con el carro. Declararle la guerra al carro, significa subirle los impuestos, especialmente a los de placas de otras ciudades; pues, por cada diez vehículos que ruedan en las angostas calles de Popayán, siete están matriculados en otras ciudades.  Hay días terribles en que la movilidad colapsa por causa de: atascos, aumento del parque automotor, semáforos mal sincronizados y, carencia de vías para desembotellar la ciudad. Desde luego, son problemas heredados ¡Innegable también!

Entonces, convendría una económica campaña para desmotivar el uso del carro en ciertas zonas, impidiendo circular por el centro histórico y, hasta elevar el precio de los parqueaderos. La ciudad ya no soporta los trancones, pitos y, accidentes. Para evitarlo, toca apretar, mano dura para hacer que la ciudad se mueva más, pero usando menos el carro. Usar más el cuerpo, emplear más la bicicleta, utilizar la red de ciclo-rutas, desde luego, mejorando el transporte público. Porque, en ciertos momentos, los 30 minutos de recorrido que podría haber entre algunos puntos de Popayán, se convierten en hora y media de desplazamiento, recorriendo 15.5 kilómetros entre el centro y las goteras de la ciudad, avanzando a 5 km por hora.

¡Ya no hay por dónde! Porque, como “Pedro por su casa”, camiones de alto tonelaje, circulan por el centro histórico; taxis en zig, zag, o en reversa; además, vehículos particulares en horas pico, violan todas las normas. Tedioso, trancones por doquier. En fin, es un cúmulo violatorio de leyes de tránsito vehicular que afectan la calidad de vida. La ciudadanía abriga la esperanza de que el alcalde Juan Carlos López, paralelamente al desarrollo de las obras viales, las haga cumplir.    

Civilidad: Una ciudad se juzga por la capacidad de una oferta de calidad, eficiente y segura para la movilidad de los ciudadanos. 

 

 

 

   

 

 

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