En mi
gusto bolerístico, hay nostalgia por aquel tiempo que estuvo a salvo de los desatinos
de la televisión, en una edad que había ingenuidad y apasionamiento. En la
historia melódica del bolero, que se tocaba en las vitrolas de bares y cantinas
fueron escuela de vida y de música. Dígase
lo que se diga, el bolero no morirá jamás mientras exista el amor. En el
bolero, en todo momento, predominan la voz y, la letra. El baile en pareja, a
ritmo lento siempre fue considerado peligroso. Las abuelas, que se habían
iniciado en las danzas, aconsejaban ponerle a la pareja retranca, lo cual
consistía, en interponer el codo para impedir los abrazos apretados con palabras
que apenas se murmuraban o respiraban. Quienes gozamos de esas joyas musicales en
la adolescencia, seguimos conservando el deleite del amacice, saboreando con el
oído, tacto y el buen gusto ese género musical, de
origen cubano, muy popular en todos los países iberoamericanos.
El
primer bolero fue: “Tristezas”, escrito por el cubano José Pepe
Sánchez en Santiago de Cuba en 1883. Este poema, dio origen formal al
género que denominamos «clásico», con el acompañamiento musical de guitarras y
percusión. Desde entonces,
Cuba fue receptor de esta corriente romántica que modificó la estructura de la
antigua danza habanera. Los primeros boleros de autor mexicano, se escribieron
en Yucatán, ganándose el corazón de muchas naciones. Y la primera obra de fama
nacional fue lograda en 1921 por el maestro Armando Villarreal Lozano, quien
escribió la canción titulada “Morenita mía”. Aunque en la partitura su autor no
especificó algún género, sin duda, se trataba de un bolero.
Dos
factores influyeron para que el bolero cubano saliera de las fronteras de la
isla: el disco y la radio. Cuando el bolero nació, no existían ni uno ni la
otra, pero poco a poco, se comenzó a dar lo que algunos llamaron la revolución
de los medios de comunicación, causada por el gramófono, los discos y la radio.
En su libro “Historia de
la música colombiana a través del bolero”, Alfonso de la Espriella asegura que
Daniel Lemaitre Tono, su abuelo, fue quien compuso el primer bolero colombiano:
“Dime niña de ojos verdes”. Sin embargo, otro erudito en el tema, Jaime Rico
Salazar, de Anserma (Caldas), el hombre que más sabe del bolero en el mundo, a
decir de, Armando Manzanero, sostiene que ese bolero de Lemaitre era al estilo
español y que por ningún lado se conoce la partitura original. Entonces,
contradice: Rico Salazar reclamando que el primer bolero colombiano fue: “Te
amo”, de Jorge Añez A, nacido en Bogotá en 1928 y, que grabó en Nueva York con
la voz de Tito Guizar.
Pero,
sin equívoco alguno, el bolero es un género de la música popular. Desde
siempre, sus cantantes y compositores han tenido un estrecho vínculo con el
pueblo y sus tradiciones. En sus inicios “Muchos de estos creadores populares
carecían de formación académica, por lo que sus composiciones las transmitían
oralmente, en vez de escribirlas, expresando en ellas sus ideales estéticos”:
sobre el amor, la mujer o los sentimientos patrióticos. De allí que la música sea una
capacidad común a la especie que se incrementa de acuerdo a la cultura en la
que el ser humano nace. Luego entonces, la canción popular es un espacio en el
que se recopila mucho de la historia, los valores y los rasgos culturales de
los diferentes grupos sociales. Es la acción y el efecto de producir sonidos
frecuentemente melodiosos que rebasa el límite de la literatura unidos a la
melodía en la vieja esencia del pueblo. En esa conjunción de elementos
participan como letristas, reconocidos poetas, que, junto a ellos, el pueblo
aporta su voz, en su forma de ver la vida, su amor. El
mensaje del bolero es eminentemente lingüístico y es transmitido por textos que
recrean el amor de una forma muy íntima, personal y vivencial, con un estilo
coloquial y sencillo en el que no abundan las metáforas complicadas y
rebuscadas, sino que fluye como el murmullo de una confesión de amor
Y es
que, el bolero es el más popular de los lenguajes románticos de Hispanoamérica,
el más sentimental de sus lenguajes populares, que ha sobrepasado más de un
siglo de vida, siempre al servicio del amor desde finales del siglo XIX, (1938)
alimentando lo más humano de nosotros: los sentimientos.
En Colombia
las grandes voces del bolero se destacan, el Barítono Carlos Julio Ramírez,
Nelson Pinedo, vocalista de La Sonora Matancera, Alberto Granados, Coronado
Cortés, Régulo Ramírez, Víctor Hugo Ayala, Bob Toledo y Sofronías Martínez
“Sofro”, llamado “el Bola de Nieve Colombiano”. Entre las voces femeninas
colombianas, están: Helenita Vargas, Esther Forero, Angela, Sarita Herrera, las
Hermanitas Pérez, Judy Henríquez, Sophy Martínez y Ligia Mayo.
Civilidad:
No
le demos nacionalidad al bolero, porque es de todos los que alguna vez lo hemos
escuchado solos o acompañados; tristes o dichosos; enamorados o despechados.
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