Antiguamente en Popayán sus calles eran empedradas,
pero tenían una franja pavimentada y elevada a ambos lados, junto al paramento
de las casas para el uso de las personas que andaban de a píe, de allí su
nombre “andén”. Hoy, no existe
regulación que estipule unas características mínimas con la finalidad de reservar
el acceso y uso seguro para el “respetable público”. La consecuencia de excluir al peatón del
andén, al no tener un recorrido continuo y seguro para caminar, es terminar
usando la calle, con serios riesgos para la vida.
¡Cultura ciudadana, cosa del pasado! El corazón
de la ciudad, invadido de actividades que impiden el paso. No hay
por donde caminar, no hay defensores de la norma cívica para la senda peatonal.
Los derechos y obligaciones, para peatones
y, conductores no aplican. La norma indica, que si un peatón cruza por el paso (cebras)
de peatones, tiene la preferencia y, en el caso de que haya atropello, la culpa
es del vehículo. Autoridad y señalética inexistentes.
Quienes se aprovechan de los andenes, en virtud
de la norma del respeto al trabajo, son otros. Protegidos a más no decir; para
ellos, la autoridad es competente. No existen políticas innovadoras, buscando la
posibilidad de integrar actividades diversas. La “actividad de
subsistencia”, se tomó andenes, calles y lugares
públicos ofreciendo y vendiendo mercaderías, ubicados en cualquier lugar. Popayán
podría ser más hermosa, amable, organizada y respetada por todos los que vivimos
en ella. ¡Lástima, no es así! Las malas rutinas
se volvieron ley. Por eso, “a pan duro, diente duro”, aforismo que indica la determinación
que hay optar para superar las causas difíciles.
Estamos fregados con “J”
con los bloqueos de la Panamericana, pero en la ciudad sucede lo mismo. No hay libertad de locomoción. La informalidad
de usos múltiples, gira en torno a los comerciantes estacionarios, presumiendo la legitimidad. Ante la necesidad sentida del
trabajo, hace que se apropien en forma activa de los andenes o aceras para
revender baratijas o artículos. Ofrecen, venden, funcionan, llevando a
cabo negocios, vendiendo comidas o chucherías, en carruajes de empuje, estantes,
mostradores, mesas, carros, vitrinas, u otro transporte no motorizado. Colocan
hasta parasoles, en los andenes que son de uso público para transeúntes. Los
andenes, además del uso indebido, son trampas
mortales. Hay que abrir bien los ojos para no caer de bruces por las tapas y
tapotas salientes que obstaculizan el andar. Ante semejante desorden, la administración
municipal, está obligada a diseñar planes, proyectos y programas destinados a
mejorar la calidad de vida de los vendedores informales y también, a la
recuperación del espacio público.
Señor
alcalde, Juan Carlos Muñoz, la lucha social y
política sobre el uso de andenes, debe ser resuelta, sin la excusa del difícil
intento por prohibir actividades controversiales, confundiendo la concepción
del espacio público. Existen normas precisas que explican que aceras o
andenes son el espacio público destinado al tránsito de peatones y que, su usurpación,
es una infracción que conlleva multas. Señor alcalde, que suene su voz haciéndolas
cumplir. No puede ser letra muerta, el artículo
82 de la Constitución Política, que dice: …
“corresponde al Estado, velar por la integridad del espacio público y por su destinación
al uso común, el cual prevalece sobre el interés particular". Señor
alcalde, usted ofreció: “Rescatar a Popayán”.
Civilidad:
Defender el estilo de Popayán, con verdadero amor,
que no sea solo palabras elusivas. Recuperar también, la cultura ciudadana, antigua e insobornable.
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