"Una cosa es una cosa y
otra cosa es otra cosa". Cada loco con su tema. Aquí voy con el mío, buscando
amparo al patrimonio colectivo, opinando sobre este asunto que riega mucha
tinta. Nadie ama a Popayán
porque sea grande, sino porque es nuestra. Hermoso servirla con hechos, y no es
absurdo servirla con palabras.
Ladran a la luna y se equivocan
de cabo a rabo quienes insinúan que le tiran piedras o que se pretende bloquear
el XXII Congreso Gastronómico. Cójanle dobladillo a la lengua, porque cada que
amanece el número de bobos crece. No es contra el evento económico y cultural. Échenle
carne y cebolla, pero también, échenle amor a la olla.
¡Cálmese ventarrón que llegó
la brisa! Coman de su propio cocinado, porque con exceso de razón, salió un respetable
grupo con conciencia ciudadana a defender el Parque de Caldas, pegando en la
cabeza de la puntilla y en el clavo del esclavo, mediante una instancia judicial.
Dando la cara, con puño y letra firman pidiendo protección del parque. Razón tienen: otro año más entregando gratuito
“el pulmón de la ciudad” para pisotearlo sin invertirle un solo peso, en tanto,
las arcas municipales vacías. De buenas intenciones está empedrado el infierno.
Después del gusto viene el disgusto. Hay que asumir la responsabilidad de
lo que pasa en nuestra ciudad. Y si los que tenemos voz, no la alzamos en contra del trato
que recibe Popayán, luego lloraremos lástimas.
De la arboleda pública hacen leña,
la municipalidad en la mala. Sin titubeos, atraviesa una crisis financiera. Don
Sabio Caldas, abandonado, indolentes sin conciencia destrozan el patrimonio
ambiental. Cualesquiera sean las condiciones externas actuales, el gobierno
municipal debe seguir funcionando, debe tomar decisiones de gobierno. Amorosos con
Popayán llenos de júbilo, celebraron la inicial determinación del timonel para que
el parque Caldas, este año no fuera escenario del XXII Congreso Gastronómico. Incomprensible
que la corporación, 22 años después, no haya conseguido otro lugar apropiado
para sus eventos. Pero, ¡oh! alcalde, truncó
el regocijo reculando la justa decisión de proteger el parque, que como en
todas las ciudades del mundo están dispuestos para ser espacios amables,
limpios, destinados a la recreación y el esparcimiento de la ciudadanía. Es
decir, sitios públicos por excelencia, en donde sea posible acercarse a la
naturaleza y con las demás personas (niños, ancianos, mujeres) que demandan
posibilidades de entretenimiento sano que permita renovar energías y disipar el
agobio del trabajo o del encierro hogareño. Sin embargo, Popayán debe extender
su generosa mano al encuentro de cocinas de sabores y saberes, en otros sitios,
como las amplias plazoletas en cemento: Tomás Cipriano de Mosquera y Carlos
Alban.
Largo sería contar las válidas
razones luchando por la preservación del parque Caldas donde se dan muchas garantías
para fines económicos brindados en toda su dimensión. Por ello, alabo el valor
y la conciencia cívica de los firmantes, al suplicar una acción judicial que se
ocupe de manera prioritaria de la recuperación del parque, hoy al garete, al cambiarle
el uso a la “sala de recibo”, convirtiéndola en la
cocina de Popayán.
Amantes de la ciudad, no
pueden sellar sus labios desconociendo que el Consejo de Estado tiene varias
sentencias en donde hace llamados muy concretos para que las autoridades garanticen
esos derechos de los ciudadanos en los sitios que son patrimonio de la
comunidad en general.
Civilidad: Cada
cosa en su lugar. Y un sitio para cada cosa.
Excelente reflexión. Totalmente de acuerdo..Cuidemos nuestra sala. Los invito igualmente a luchar por el espacio público de nuestra amada ciudad, calle 6 , carrera 5 y demás circundantes, se perdieron los andenes y no se hizo nada...
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