Trillada
frase cuando con su proceder los malos se imponen. El bien y el mal existen desde que apareció el
hombre. Estamos
plagados de ejemplos con todo tipo de argumentos. El lio es que la desconfianza
aumenta los malos. La tendencia a destruir, es una constante. Aumenta la
contaminación de ríos y quebradas. Tiran
la basura a la calle, porque alguien vendrá a recogerla. Rayan paredes y destruyen
el amoblado público en las ciudades. Toman atajos o ventajas en cualquier
situación ciudadana. De allí la necesidad de la Policía intervenga, porque poco
o nada respetamos el cúmulo de prohibiciones en códigos que son letra muerta.
La sociedad, es una maquina
humana de producir egoísmo. A diario alimentamos el corazón de odio. Nadie puede sentirse ajeno a ese instinto natural de
romper las reglas, quebrantar las leyes, pasarse por la faja las normas.
Cuando oímos la
noticia de que una madre abandonó, torturó o asesinó a su bebé, el repudio, la
impotencia, la ira y el deseo de pronta justicia nos llena de malos deseos. Y,
si la víctima es una madre y el victimario es un hijo, los sentimientos son
idénticos. Estos horribles ejemplos para expresar que no todas las madres son
buenas, pero que la inmensa mayoría sí lo son, porque las malas son la
excepción. Igualmente, no todos los hijos son malos, los buenos son más.
En las
instituciones ocurre lo mismo. Pero, por acción u omisión de un miembro no
podemos meterlos a todos en el mismo costal, revolviéndolos y sacando, como si
fueran iguales. En todo lugar, hay buenos y malos, pero los buenos siempre serán
más. Militares bandidos y criminales que manchan el honor del uniforme militar
con actuaciones censurables, no solo deben retirarlos de las filas, sino juzgados,
imponiéndoles las penas más altas de nuestra legislación. Lamentable que, por la
indebida actuación de unos pocos, las instituciones pierdan la imagen positiva
que siempre han mantenido con índices de aceptación y favorabilidad entre la
ciudadanía.
Colombia pasa por
una profunda crisis. Los colombianos hacen juicios muy severos en contra del
Congreso y sus miembros. Justificadas críticas por las excesivas remuneraciones
parlamentarias, el desconocimiento de los verdaderos problemas del país, la incapacidad
para dar soluciones, y su indiferencia frente a los dramas vividos. En ese
contexto, hemos visto desfilar innumerables propuestas de reformas políticas,
pero sin verdadera voluntad de cambio. Es hora de renovar el Congreso más que
la política.
En el
Ejército, Armada y Fuerza Aérea, cuerpos armados, hay verdaderos héroes que
defienden nuestra soberanía, que nos han protegido durante años de terroristas y
delincuentes. Pero, la Policía fundada hace 129 años, requiere cambios
urgentes. Hay necesidad de reformar
la fuerza pública para evitar que sus integrantes cometan abusos contra la
población civil. Ellos tienen el compromiso de preservar
la integridad física de los ciudadanos y garantizar la conservación del orden
público interno
A la presión
social que vive el país, no escapan sacerdotes que incurren en delitos de
pederastia, pero no todos son iguales. Hay verdaderos apóstoles y guías
espirituales en cantidades superiores a los malos.
Cuando un
docente acosa a una estudiante, no es que todos los profesores sean perversos; al
contrario, en la formación educativa hay verdaderos docentes que honrosa y
meritoriamente merecen llevar ese título.
Nos mordemos
de rabia cuando jueces, fiscales y magistrados fallan contrario a las leyes, torciendo
la verdad de los hechos favoreciendo a una de las partes; cuando con sesgo
juzgan a unos y exoneran a otros por los mismos delitos. Pero, los jueces
buenos cumpliendo y honrando la justicia por encima de todo en recta aplicación
de la ley, son la mayoría.
Cuando un
médico incumple el juramento hipocrático, no significa que todos los médicos sean
malos. En esta pandemia están demostrado que son los mejores. Su vocación es
inagotable y, son verdaderos salvadores de vida, muchas veces a cambio de la
propia.
La juventud actual,
tampoco no toda está malograda hasta el fondo del corazón. No todos los jóvenes
son pirómanos, malhechores y ociosos, aunque, jamás serán como la juventud de
antes.
¡Colombia está
agitada! El reto que afronta, es la falta de un enemigo nacional de
envergadura, que asuste a la nación. En la mar bravía, están inventando un enemigo
al precio que sea. Innegables tormentas con vientos encontrados, de descontento,
rencor, desempleo, hambre, odio, corrupción, masacres y violación de derechos
humanos, precipitan el naufragio de la nave. Buscan el día en que buenos y
malos remen juntos para gritar: ¡No más! Para entonces, la indiferencia y la incapacidad
del establecimiento, no podrá contener la brutalidad de la turbamulta.
Civilidad. El descontento al dar su opinión, descalifica al resto. Y, esa, también,
es una forma de ser "malo" sin darse cuenta.
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