Estatuas de Cristóbal Colón y efigies de
padres fundadores de EE. UU, como George Washington y Thomas Jefferson fueron
derribadas durante las protestas contra la brutalidad policial y el racismo que
se desató tras la muerte del afro-estadounidense George Floyd. Así mismo, en
Reino Unido, manifestantes derribaron la estatua del esclavista británico
Edward Colston en la ciudad inglesa de Bristol, y en Bélgica dañaron y
removieron monumentos a Leopoldo II, el rey del siglo XIX. Dentro de una agenda,
impusieron la moda que, de alguna manera, los
símbolos del pasado, representan la esclavitud y el racismo en EE.UU., y deben
derribarse.
De tiempo en tiempo, el
pueblo suele irritarse con los símbolos del poder. En 1956, a una imagen
icónica del levantamiento anticomunista de Hungría, le cortaron la cabeza a una
imponente estatua de Stalin, derribándola ante cien mil exaltados habitantes de
Budapest.
En esa tendencia, en el
2003, en vivo y en directo, difundieron al mundo lo que significó el triunfo de
Estados Unidos, después de la conquista norteamericana de Bagdad, en la que la
población de Irak era chiita y había soportado el dominio de la minoría sunita,
a la que pertenecía Sadam. Esa la razón para tumbar la estatua de Sadam Hussein
en la que no faltaron voluntarios. En todos los casos históricos citados sin
lugar a dudas, había un odio justificado hacia sus tiranos que hacía entendible
el vandalismo.
Como siempre, es un efecto global que
sólo se está dando en el momento actual. A
Popayán, todo nos llega tardíamente. Hasta la muerte. Fatalmente se han sumado
a la moda, derribando la estatua del analfabeto, sanguinario a más no decir;
que huyó al castigo de su padre por matar de un garrotazo a un caballo. Que,
como responsable del genocidio, por su crueldad al matar indígenas por la
conquista de estas tierras, recibió el título de “adelantado” y gobernador de
la provincia. Que, -por no saber
firmar, en 1537 debió poner una equis en el acta de fundación de ´Popaiam´-
ciudad, que su teniente Juan de Ampudia ya había fundado el 1° de noviembre de
1535. Que se impuso contra los naturales del país, cometiendo toda clase de
crueldades sin mirar la justicia al emprender la conquista. Que los indios
realmente fueron arrollados. Que nos enseñaron un recuerdo falso del
“conquistador”. Todo eso, es totalmente verídico,
Pero, inventarle un enemigo ensañándose contra la ciudad después de 485 años, dañando
la escultura del “descubridor” Sebastián Moyano, es una estupidez.
Así, sin más ni menos,
los famosos corifeos evocan ese pasado tenebroso hablando de libertades y
derechos del pueblo de que se aclaman defensores. Siempre hubo y siempre habrá cabecillas
para leer la historia de siglos pasados aprovechando los parámetros culturales
de la actualidad como una prueba de su pereza intelectual. Los
incitadores hacen recopilación de datos para copiar los delitos de odio, con todas
las formas de expresión que extienden, incitan, promueven o justifican el odio
racial, la xenofobia, el fanatismo y cualquier otra forma de rencor basada en
la intolerancia. Pero, ¿por qué pasa esto? Pues, porque el objetivo es obtener réditos
políticos. Aunque haya quien diga que es para protestar contra causas injustas
porque así se solucionan.
Entonces, que destruyan a Popayán, porque
con el derribo, destrucción, daño a monumentos, casonas, iglesias, cúpulas,
techumbres, y efigies que nos recuerdan que toda la ciudad está relacionada con
la colonización y el esclavismo.
Civilidad: El
día que Popayán no tenga su atractivo colonial para que vienen los turistas.
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