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sábado, 5 de septiembre de 2020

La vida no vale nada


Estamos viviendo una tragedia por cuenta de la pandemia, ante la cual preguntamos, qué vale más: ¿la economía o la vida? Desde luego, la respuesta no se hace esperar, pues siempre se elegirá proteger la vida a toda costa. ¡Mentiras!, dicen una cosa y hacen otra. La alternativa es engañosa y mortal como entro a explicar.

Se dijo que había que salvar vidas ante la falta de material de protección en clínicas y hospitales. Impusieron la cuarentena, dada la velocidad de propagación del virus. Declararon que el 80% de la población, seríamos contagiados a lo largo de este año con muertos insepultos. Así que, todos los esfuerzos (confinamiento, UCI, la curva, el pico y cédula) en países y sociedades “avanzadas” serían dirigidos a contener la pandemia protegiendo la vida humana, anteponiéndola a cualquier otro aspecto. No había otra disyuntiva, sobreentendiendo que la vida humana no tiene precio. Si lo tuviera, ¿cuánto valdría una vida humana? Aunque, expertos calculan la renta per cápita contributiva multiplicada por el número de años que le quedan por contribuir (vida contributiva). Que prestarían mayor atención a la sociedad económica inactiva, (abuelitos) porque el virus se ceba especialmente en ellos. Tremendo engaño. Si los mayores de 70 años producen menos interferón en respuesta a la infección viral y, guardianes de cárceles con moringa, aguapanela y limón, en ollas descomunales salvaron batallones de presos. ¿Porque aún, desconocen ese protocolo que salva vidas? 

El desamparo que vive el mundo a causa del Covid-19 obliga a pensar y repensar. Ciertamente, hay que equilibrar la economía para alcanzar los recursos financieros, reactivando el aparato productivo en el contexto del orden económico internacional. Quedó al descubierto la fragilidad de la vida humana que, ni capitalismo ni comunismo funcionan. Son tan frágiles, que, EE. UU, Rusia, Europa, Brasil, o Colombia, no tienen el poder ni el dinero para controlar tan terrible peste.

De allí que, a repensar la economía volviendo a su concepción original. En la antigua Grecia, el “Oikos” hacía referencia a un hogar, pero no sólo en el sentido de una unidad de consumo familiar, sino en un sentido de estado. Un “Oikos” era también, una unidad de fabricación, que abastecía a las familias de sus propias necesidades.

El problema fundamental no es la disminución de los volúmenes de producción, ni la paralización de algunos sectores, ni la caída de indicadores económicos; es la crisis actual que pone al mundo en una disyuntiva tal, que lo obliga a escoger entre la vida o la economía; recordando que no hay economía si no hay vida.

El gobierno se desgastó acudiendo a la estimación de pérdidas financieras, planes de contingencia sobre estructuras venidas abajo. Siendo mejor, valorar al ser humano como parte del ecosistema y no como depredador del mismo. Elegir proteger la economía a toda costa con gestos de riqueza como el préstamo de US$370 millones a Avianca, fue un traspié. ¡Es mucha plata!

Avianca pertenece a dos poderosos extranjeros propietarios del 67%, junto a 25 accionistas medianos y otros muy pequeños. El cuestionado, Germán Efromovich era el amo y señor de Avianca con el 51.53 % de las acciones de esa compañía, hasta cuando al incumplir pagos de un préstamo de USD$ 456 millones con United Airlines, cuya garantía eran sus acciones, lo perdió todo. 

Otra comedia social que no deja de causar indignación, fue la generada por los cortes de energía en casas de dos ancianos: Carlos Infante de 72 años y José Miguel Daud David de 93, vecinos entre sí, unidos por los mismos problemas a los que Electricaribe, les suspendió el servicio de energía por mora en el pago. Daud David, falleció por falta de energía para el uso de su respirador eléctrico. Entonces, ¿Cuánto vale una vida humana? 

Sobran los malos ejemplos. Dilación reiterada en la asignación presupuestal en todos los niveles que conlleva a problemas de liquidez en pequeñas y medianas empresas. El panorama de salud, no es alentador, es crítico, especialmente en las EPS, ESE, hospitales y clínicas. Tenemos un sistema de salud que encara el virus sin liquidez, en crisis financiera, y con recursos dispersos, promoviendo todo un clima de suspicacias porque Avianca no salva vidas. 

Cuando esto pase, después de asimilar su estela de dolor y lágrimas, deberán replantear el rol del Estado, dándole a la vida su valor real, no el actual, ideado como un conjunto de monedas y un cúmulo de engaños, regresando al camino de la humanidad y la equidad. 

Civilidad: Salvar vidas, cambiar mentalidades

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