Quien esto escribe, siempre utiliza, al final de la
columna, la sigla: “Civilidad”, palabra que contiene dos sentidos: Civismo y
Urbanidad. Expresión que puede
ser más entendida si examinamos los elementos que la componen. Gracias a ese
arreglo puedo expresar la conclusión de mis pensamientos. Generalmente se
escucha la palabra “civilidad”, demasiadas veces, pero sin la idea de lo que
ese vocablo significa. Así que afirmo que es un término resbaloso.
Al final de mis escritos, el
acrónimo “Civilidad”, lo acomodo como algo positivo, entendido como una virtud
deseable para que las personas, la consideren en todos los momentos y épocas.
En mí pensar, se trata de poseer, conservar y aplicarla como una cualidad
admirable, desde la óptica sociológica para definir a la
persona como un ser sociable que vive y se desarrolla en sociedad. No
tenerla es reprobable, porque con ella se califica los tipos de conducta
personal. De allí que, cada persona elige tenerla o no tenerla, siendo una
decisión individual para actuar de esa manera o no. Término que hace referencia
al trato entre dos o más personas. De cómo actúan entre sí y cómo conviven. El
diccionario de sinónimos contiene suficientes palabras para entender el
significado de “Civilidad”, tales como, cortesía, amabilidad, urbanidad,
cordialidad, buena educación, respeto etc. Las reglas existen para cumplir todos
esos significados; pero las personas carecen de ellas. De allí el estado de desbarajuste,
egocentrismo y soberbia en que vivimos. Presentándose, cuando
alguien considera que todo debe girar en torno a sí mismo. De allí que, es
inevitable que tienda a despreciar a los demás y, que no se nos trate con el
respeto que merecemos.
Podría extenderme en otros
preceptos innumerables que no se cumplen y que debían apuntar a lo que debe
hacerse y no debe hacerse, por lo que las costumbres y la cultura local se ha
perdido en nuestro medio. El sentido común indica que todos estamos afectados
en la regla mínima del trato civilizado y educado para con la patria misma, y
con nuestros semejantes. Dos reglas de
oro se han perdido: la educación cívica, que enseñaba los aspectos
teóricos, políticos y prácticos de la ciudadanía, así como los derechos y
deberes de los ciudadanos entre sí, como miembros de un cuerpo político y del
gobierno. Y la segunda, ¿en que quedaron las normas de urbanidad para tener
una buena actitud social? Pautas que ayudan a la convivencia social,
comportamientos que regulan o establecen la correcta relación del hombre y su
vida en relación con los demás.
De todo ese contexto, se deriva
mi sigla, articulando dos palabras: “Civismo y “Urbanidad”, que originan una
tercera palabra: “Civilidad”, Apuntando civismo al trato civilizado por la
patria, opuesto a la rudeza, la brutalidad, fiereza, violencia y similares. Y el
segundo componente: “Urbanidad”, ligada al concepto de educación, buenos
modales y conocimiento, en contraposición de ignorancia, incultura y buenos
modales de la gente.
Entonces, la invitación es,
volver al pasado, ensamblando con razonamiento generalizado, “Civismo y la
Urbanidad”. Uniendo las palabras y nuestra actitud para alcanzar la “Civilidad,
no solo entre las aulas escolares, sino también, en el seno de las familias,
las empresas, los sindicatos, en las comunidades vecinales haciendo entender que,
Civismo y Urbanidad no significan lo mismo, pero que van de la mano del
ciudadano de bien.
Civilidad: Civismo es para amar a Popayán
y Colombia. Y, Urbanidad, respeto por los demás.
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