Aún recuerdo aquel lejano día en el que decidí matricularme para aprender mecanografía. Precisamente en el instituto comercial dirigido por el profesor Liborio Bolaños, ubicado en el Barrio Modelo de mi venerada Popayán. En un salón dotado de viejas máquinas de escribir: Royal, Underwood, y Remington de duro teclado, por cierto, lo acompañaba la profesoara de taquigrafía y mecanografía de nombre Encarnación Wilson. De ella aprendí a usar los diez dedos que con el transcurrir de los días se volvieron diestros después de llenar cuartillas enteras con run-run-run-tur-tur-tur, hasta escribir ochenta palabras por minuto con cronómetro en mano, sin errores y, sin mirar el teclado. Una vez comprobado y examinado, el jurado calificador, me confirió el título de dactilógrafo.
La primera novela escrita en máquina,
fue: “Aventuras Tom Sawyer”, en 1876. Dando inclusive, muchas veces, paso al
bloqueo o temible falta de inspiración ante el papel en blanco. Era encantador el
estruendo del tecleo. Aún retumba en mis castos oídos, el sonido cuando
aporreaba las teclas: clac,
clac, clac y, el timbre marginal para devolver el rodillo, que sonaba rraaaaaac.
Cómo olvidar ese tecleo de las antiguas máquinas de escribir que motivaba
a la hora de redactar, cuando se escribía con todos sus sonidos. Era algo
mágico, esa música perteneciente al pasado de la máquina de escribir.
Cómo no recordar los rollos de cinta
bicolor, roja y azul o de un solo tono: negro. Esta explicación, para los más
jóvenes que se perdieron esa experiencia original de conocerlas y usarlas. El
color rojo se utilizaba para resaltar los títulos. El azul o negro para el contenido
del escrito. Pero, también, en tiempos idos, la política no dejó de inmiscuirse
en los colores, cuando los partidos tradicionales no eran sino dos: Liberal
(rojo) y conservador (azul) Los dirigentes políticos acostumbraban a enviar
cartas de recomendación de sus correligionarios, de acuerdo al partido que
profesaban. Así que, el color de la tinta en el escrito político, era
suficiente, en el entendido de que el recomendado, gozaba del respaldo para
ocupar el cargo al que aspiraba ser nombrado.
Civilidad: No tengo interés de coleccionista, sino mi amor por la ya envejecida máquina de escribir.
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