Leí un artículo del Dr. Manuel
Posso Zumárraga, quien acuñó un nuevo término: “la sexalescencia”, para identificar
al grupo de adultos de 70 o más años. Describe
a hombres y mujeres que, manejando las nuevas tecnologías, son modernos,
progresistas, con ganas de disfrutar la vida, aprendiendo, colaborando con la
sociedad, viajando, dueños de su propio destino, renunciando a la denominación de
personas de la tercera edad.
Esta novedad demográfica, es la
que estamos viviendo. El vocablo “sexalescencia”, abarca términos conocidos
como, “setentón”, para quienes llevamos encima, setenta u ochenta años o más. Es
una invención similar al término “adolescencia”, franja social que surgió a
mediados del Siglo XX. Etapa de crecimiento que ocurre entre los 10 y 19 años, en que se experimentan
cambios físicos, cognitivos y emocionales. Hoy vivimos con rapidez y se muere joven
por el ambiente cada vez más hostil.
Este nuevo grupo conformado
por personas, hasta hace poco, denominado, “tercera edad” o “adultos mayores”,
calificados por la OMS como vejez, que conlleva el deterioro del cuerpo, del
individuo. Fatalmente, en la vejentud se pierde las capacidades funcionales
graduales y disminución de la densidad ósea, el tono muscular y la fuerza. Sin
embargo, la ancianidad, también, es un proceso continuo de crecimiento
intelectual, emocional y psicológico, en el cual se hace un resumen de lo que
se ha vivido hasta el momento. Es un período en el que se debe gozar de los
logros personales y contemplar los frutos del trabajo personal, útiles para las
generaciones venideras.
Pero, ha surgido el nuevo
grupo humano que sobrepasa, setenta, ochenta, y más años. Debido a la esperanza
de vida, como resultado de las circunstancias de cada persona con factores
importantes de atención médica, dieta constante, equilibrada y del suministro
de agua potable. El sexalescente, se cuida, disfruta la vida sin tener en
cuenta la edad, con una longevidad razonablemente satisfactoria. Hombres y
mujeres que no bajan el telón, que trabajan desde hace mucho tiempo, cambiando el
significado tétrico que la literatura le dio durante décadas al concepto del
trabajo. Hoy, lejos de tristes oficinas, buscan y encuentran, la actividad que
más les gusta y continúan ganándose la vida con el trabajo que con agrado
realizan, sintiéndose plenos, sin pensar en la jubilación. Y, los que ya están jubilados,
disfrutan con plenitud de cada uno de sus días sin temores al ocio o a la
soledad. Disminuyen su proceso de envejecimiento, porque después de años de
trabajo, crianza de hijos, en el rol de abuelos, bien vale, con alegría
transmitir tradiciones familiares, culturales y sociales. Vivir la vida con alegría asociándola a la juventud. Recordando
la juventud sin nostalgia. Pertenecer al grupo de edad que no teme mostrar sus arrugas,
canas y cuerpos más o menos imperfectos, aunque en verdad, no es cuestión solo
de años sino de identidad.
Esa es la sexalescencia, que rompe los moldes de
ver y vivir la vejez con plenitud. Demostrando que la vida realmente comienza
después de los sesenta y cinco años. Que se llega a la madurez sin miedos, sin
complejos, integrados a nivel comunitario, social, siendo activos laboralmente.
El sexalescente no se arrincona. Al contrario, demuestra que no pertenece a la
sociedad económicamente inactiva dada su experiencia acumulada, sabiduría y
serenidad. Vive con autoestima e interés por lo que ocurre a su alrededor. Continúa teniendo ilusiones y proyectos
positivos y vitales.
Civilidad: Un sexalescente
abraza con entusiasmo, explicando
que la edad es solo un número. Tiene inquietudes, sin limitaciones a la
tecnología y, conserva la máxima: “mens sana in corpore sano”
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