Por qué esta amada ciudad
teniendo algo tan antiguo como el centro histórico no puede ser parte de un
plan de futuro para preservarlo como un atractivo turístico. En los últimos 40
años hemos visto su evolución negativa por el escaso razonamiento cultural, frente
a la protección del patrimonio arquitectónico sin ocuparse de la conservación,
y menos aún de su restauración. Quienes aún poseen edificaciones históricas o
emblemáticas, carecen de recursos para mantener la originalidad de sus
edificaciones, que, por añadidura, terminan cambiando el equilibrio entre los
valores públicos e intereses particulares. Dichas construcciones de la ciudad han
sido testigos de la historia. Pues, no se trata tan solo de edificios bonitos,
sino que poseen valor documental, histórico y, por consiguiente, cultural. Por
eso, quisiéramos que su arquitectura colonial siguiera en pie enfrentando el
paso del tiempo, Sin embargo, la trascendencia sobre el Patrimonio Histórico
aún no se ha calibrado en su justa medida, para revitalizarlo y conservarlo. Sin
duda, este patrimonio histórico, en los albores del siglo XXI, la sociedad
actual, debe comenzar a concederle especial relevancia, abordando el reto del
centro histórico de manera integral. Es preciso recuperar la autoestima de la
cultura autóctona reflejada en el cariño y cuidado por sus propias tradiciones
y señas de identidad para conservar la diversidad y riqueza cultural de la ciudad
anterior.
Lo aconsejable de este escrito,
es ratificar la importancia y la oportunidad que representa el centro histórico
como instrumento para impulsar un desarrollo urbano sostenible y sensible a la
cultura, de tal manera, que contribuya a combatir la destrucción del patrimonio
auténtico de aquellos edificios y el conjunto arquitectónico, que por sus
valores históricos, culturales y emblemáticos son significativos para la
sociedad que les otorga el carácter de legado.
Hay que recuperar el casco
antiguo de Popayán, considerado uno de los más bellos con una superficie
aproximada de 236 manzanas, que es uno de los centros históricos coloniales y
eclesiásticos más grandes del país y América
y,
la ciudad, una de las más viejas. Allí está reflejada su arquitectura colonial
con sus tradiciones religiosas. El marco histórico es la expresión viva de la
historia urbana y cultural. Y aunque la ciudad ya enfrenta profundos procesos
de deterioro y abandono, su potencial sigue casi intacto. Por eso, hay que
revitalizarlo hasta convertirlo en una centralidad vibrante de la ciudad. Lo sustancial
es que, todavía hay una historia que no ha sido arrasada por la codicia del
dinero, ni olvidada por la incuria y la mediocridad de quienes han “administrado”
la ciudad, con indiferencia a su pasado, desconociéndolo, despreciándolo y, lo más
grave destruyéndolo.
No hay
que dar brazo a torcer para que administraciones venideras, entiendan lo transcendental
que es para la ciudad, ponerle atención a esta zona de Popayán. Ella es, una
síntesis del pasado nacional y también de su presente, pues ha sido testigo de
nuestra historia desde la fundación de la ciudad hasta hoy. Su tipología
colonial, es un estilo que debe preservarse a lo largo de los siglos, porque concentra
un entorno construido único que atrae un alto flujo de capital humano. Ello
obliga a explorar patrones de desarrollo urbano especiales para solucionar problemas
apremiantes de movilidad, espacio público, servicios urbanos para el centro y
la ciudad, integrado al patrimonio. Los edificios simbólicos hacen parte de la
memoria urbana a través del tiempo. Las construcciones destinadas a la Iglesia
y al Estado han sido históricamente las que han marcado con mayor fuerza la
simbología de Popayán. La Catedral, iglesias y conventos, con sus torrecillas o
campanarios, fueron desde un comienzo hitos que imprimían el valor histórico del
espacio urbano. Junto a las solariegas casonas son como un libro de historia
que aportan mucha información al estudio histórico de la sociedad.
Civilidad:
La
arquitectura colonial, es la identidad de Popayán, ¡conservémosla!
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