Con la
costumbre dominical de hace 25 años, y con el título de este escrito, me
dispongo, en esta ocasión, acercarme al tema de actualidad, procurando
abordarlo con una perspectiva histórica. A mis lectores viejos y jóvenes, les
narro contraponiendo la forma en que se hacía la vieja política y la nueva, emergente,
entre la “pericia” y la “inexperiencia”, en que convirtieron el debate político,
de enantes y el muy presente de la campaña electoral.
Hace
varios años, el proceso eleccionario era una fiesta democrática, llena de
alegría y colorido. No tomo nada prestado de lo aquí narrado, porque lo viví.
Inundados de curiosidad o por entusiasmo los electores acudían a las
manifestaciones para escuchar discursos de verdaderos oradores; claro, sin faltar
los tamales y el aguardiente, pero se oían disertaciones atrayentes, con las
mismas quejas desesperadas que aún manan. Solo había dos partidos con ideología
propia: el liberal, corriente filosófica, política y económica que promovía la
libertad del ser humano, la igualdad política y jurídica y la búsqueda del
progreso material de los pueblos y, el partido conservador que favorecía el uso
del poder político o la fuerza del Estado para conservar o
restaurar tradiciones, creencias o
costumbres, de tipo religiosas, culturales o políticas. El afán, que
también es antiguo, de no llamarse “partido” y de usar nombres sin referencia
ideológica está muy extendido en nuestros días. Nos acercamos a 40 “partidos”
que gritan sin conciencia y con interés político - simplismos radicales o
reaccionarios-. Gritan convirtiendo la política en un sicofantismo, en obra de
denostación y de insulto. Critican y zahieren a los mandatarios en general buscando
buena acogida.
En
otros tiempos, digno de atención, es el hecho de que, para sufragar, al votante
le bastaba depositar una papeleta de color azul (conservador) o rojo (liberales)
tiempos pasados, cuando la política quedaba en manos de quienes tenían medios
de fortuna, para dedicarse a vivir de la política. En esta época en que se
hacen ricos con la política, lo novedoso hoy: avales, coavales, coaliciones, alianzas
de grupos políticos, confundiendo al votante para marcar cinco tarjetones con la
pluralidad de candidatos cuestionados, de allí la cantidad de errores o sin
marcar.
En el
pasado, el estilo popularizado, las calles, con algo que tiene que ver con los
resultados: caravanas de vehículos particulares y servicio público acarreando
electores, adornados de colorines y, alebrestados por conjuntos musicales y
chirimías; además de consignas cuyo propósito, era dibujar los contornos
ideológicos de su formación política, que en rápido recorrido difundían en la ciudad.
Hoy, vivimos
tiempos en que está muy viva, y no sin motivo, la habitual crítica a la
corrupción existente en la vida política.
Tampoco es, desde luego, nuevo en la política el enfoque simplificador
de problemas complejos, ni el confundir la necesaria crítica con la acusación o
la descalificación sistemática, y hasta la calumnia o la difamación
En
tiempos idos, la casa conservadora y el directorio liberal, repletos de
simpatizantes desbordantes de alegría, equipos de sonido con música
altisonante, serpentinas, comilona y trago hasta clarear el día. Tales manifestaciones
con sentimiento patriótico y delirio político vinieron a mi memoria, a diferencia
del pasado 29 de octubre, frio y, gris.
Quienes
tenemos una memoria personal de tiempos anteriores a esta temporada de transición
o cambios, recordamos con nostalgia estos hechos extremos. Bendita naturaleza humana que nos permite emocionarnos:
llorar de alegría o de tristeza y, que nos eriza el vello al oír la música, los
hechos positivos; que se nos salten las lágrimas cuando no llega el abrazo que
tanto esperábamos, que la mente y el corazón necesitan.
Por
falta de espacio, dejo allí, exclamando:
Ahora a perdonar de corazón a quienes se instalaron desde sus trincheras
“antiloquesea” para ofender y calumniar. Y desde luego, para felicitar con
todas las de la ley al triunfador en franca lid, al gobernador electo, Jorge Octavio
Guzmán Gutiérrez, quien se impuso en contundente victoria.
Civilidad:
Que
Dios todopoderoso aumente la sabiduría al nuevo gobernante en su predisposición de trabajar unidos por el
desarrollo, progreso y bienestar del Cauca.
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