Desde
mi advenimiento al mundo hasta hoy, he vivido siempre en Popayán. Algo he viajado, pero nunca he tenido la
posibilidad de residir en otra parte, y aunque la hubiese tenido, no lo habría
hecho, porque aquí mis padres asentaron la brújula. Aquí aprendí con esa venda de
enamoramiento y con la plenitud vital absoluta durante mi niñez, mi primera
juventud y ahora en mi adultez. A
estas alturas de mis años, cada vez aumenta el deleite por mi amada ciudad. De
allí que, el establecimiento de mi domicilio siempre será aquí, en esta ciudad
amable, decente y, provinciana, como lo fue con sus ranchos pajizos; en forma más
o menos ordenada; creciendo con mesura y conservando las dimensiones de una
ciudad intermedia. Así lo debieron
presagiar sin ser arúspices del urbanismo y la demografía para que no tuviera
millones de habitantes. Mi venerada
ciudad, con el transcurrir de los años, ha mostrado a propios y foráneos su
dignidad y decoro como virtudes comunes de sus gentes, junto a su arquitectura
que le imprimen un encanto casi fascinante. Como dije arriba, poco he viajado,
pero sigo leyendo que en ninguna otra urbe del planeta se experimenta tanto sosiego,
como en Popayán, pues todavía tenemos sus habitantes, el gratificante
privilegio de llegar a casa con vida al final de la tarde. Esta bella ciudad,
no nada estruendosa, más bien inofensiva, considerada como la culta capital de
Colombia.
Así que,
sus gobernantes, no pueden dejar que la culta Popayán pierda este título de
antaño y que, sea envilecida, convertida en un infierno de maleantes y
gamberros. Ni que los señores choferes
de buses y taxis sean destronados por la beligerancia; sino al contrario, que
posean apariencia de cultura, de aspecto inteligente y con aptitudes para la escucha y habilidad
para conducir.
Popayán
no puede competir con las grandes urbes colombianas: Cali, Bogotá, Medellín,
Barranquilla en cuanto a sus avenidas. Pero, si puede ufanarse con relativa
modestia de poseer una arquitectura hermosa, con una impecable armonía en su construcción.
La
preocupación a nivel local por resolver problemas de congestión del tránsito se
debe orientar hacia medidas que restrinjan el uso del vehículo particular y la
implantación de políticas de estímulo al uso de transporte público y otros
modos alternativos inscritos dentro de la movilidad sostenible, tales como los
desplazamientos cortos e intermedios, preferiblemente a pie.
En el
caso del centro histórico de Popayán, por su carácter de corazón de la ciudad,
aislado de su contexto inmediato, requiere intervenciones que conserven,
revitalicen y mejoren sus condiciones, para lograr el disfrute de los
atractivos culturales y recreativos que se pueden ofrecer al turista. Por
consiguiente, el nuevo alcalde Juan Carlos Muñoz Bravo, encargado de
planificar, ejecutar, ordenar y fiscalizar el tránsito podría incorporar en sus
proyectos, la evaluación de la viabilidad de la peatonalización del centro
histórico de Popayán.
Entre
las molestias de los habitantes de la ciudad y desde luego las mías, están en
que el centro histórico, se ha visto perjudicado al perder calidad urbana por
la invasión de vehículos de transporte de carga, transporte privado, público de
pasajeros y motocicletas, así como el mal estacionamiento de estos vehículos;
también, por la concentración del comercio informal en las adyacencias del
sector, entre otras razones. Sin embargo, habría sido difícil peatonalizar, si
antes no se hubiese demolido para erguir ahora, en su lugar, una obra que se
ajuste al entorno arquitectónico de Popayán a cambio de esa horrenda guarida de
vampiros eufemísticamente denominado: “Centro comercial Anarkos”.
En mi
obcecado pensamiento, la ciudad no puede ser descastada hasta los extremos más
delirantes. Antes de que eso ocurra por cuenta de quienes tienen un concepto
historiográfico diferente, la amada ciudad debe peatonalizarse, reubicando y
conservando dentro de su entorno, todas las estatuas. En el derribamiento de
estatuas de personajes de la colonia y la conquista, es evidente que están los jóvenes y las
comunidades indígenas que quieren reescribir la historia. De allí que, el
gobierno municipal debe estar atento, a través del Ministerio de Cultura, antes
de que sea tarde. Lo prudente sería bajar las estatuas y meterlas dentro del marco
histórico de Popayán. El día que en actos vandálicos derriben las estatuas, las
techumbres, las casonas y los templos, Popayán será un pueblucho más de
Colombia.
Civilidad: Si terminaran con la historia de Popayán ¿a que vendrían los
turistas?
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