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sábado, 11 de noviembre de 2023

Mi ciudad nativa

 


Desde mi advenimiento al mundo hasta hoy, he vivido siempre en Popayán.  Algo he viajado, pero nunca he tenido la posibilidad de residir en otra parte, y aunque la hubiese tenido, no lo habría hecho, porque aquí mis padres asentaron la brújula. Aquí aprendí con esa venda de enamoramiento y con la plenitud vital absoluta durante mi niñez, mi primera juventud y ahora en mi adultez.  A estas alturas de mis años, cada vez aumenta el deleite por mi amada ciudad. De allí que, el establecimiento de mi domicilio siempre será aquí, en esta ciudad amable, decente y, provinciana, como lo fue con sus ranchos pajizos; en forma más o menos ordenada; creciendo con mesura y conservando las dimensiones de una ciudad intermedia.  Así lo debieron presagiar sin ser arúspices del urbanismo y la demografía para que no tuviera millones de habitantes.   Mi venerada ciudad, con el transcurrir de los años, ha mostrado a propios y foráneos su dignidad y decoro como virtudes comunes de sus gentes, junto a su arquitectura que le imprimen un encanto casi fascinante. Como dije arriba, poco he viajado, pero sigo leyendo que en ninguna otra urbe del planeta se experimenta tanto sosiego, como en Popayán, pues todavía tenemos sus habitantes, el gratificante privilegio de llegar a casa con vida al final de la tarde. Esta bella ciudad, no nada estruendosa, más bien inofensiva, considerada como la culta capital de Colombia.

Así que, sus gobernantes, no pueden dejar que la culta Popayán pierda este título de antaño y que, sea envilecida, convertida en un infierno de maleantes y gamberros.  Ni que los señores choferes de buses y taxis sean destronados por la beligerancia; sino al contrario, que posean apariencia de cultura, de aspecto inteligente y con aptitudes para la escucha y habilidad para conducir.   

Popayán no puede competir con las grandes urbes colombianas: Cali, Bogotá, Medellín, Barranquilla en cuanto a sus avenidas. Pero, si puede ufanarse con relativa modestia de poseer una arquitectura hermosa, con una impecable armonía en su construcción.  

La preocupación a nivel local por resolver problemas de congestión del tránsito se debe orientar hacia medidas que restrinjan el uso del vehículo particular y la implantación de políticas de estímulo al uso de transporte público y otros modos alternativos inscritos dentro de la movilidad sostenible, tales como los desplazamientos cortos e intermedios, preferiblemente a pie.

En el caso del centro histórico de Popayán, por su carácter de corazón de la ciudad, aislado de su contexto inmediato, requiere intervenciones que conserven, revitalicen y mejoren sus condiciones, para lograr el disfrute de los atractivos culturales y recreativos que se pueden ofrecer al turista. Por consiguiente, el nuevo alcalde Juan Carlos Muñoz Bravo, encargado de planificar, ejecutar, ordenar y fiscalizar el tránsito podría incorporar en sus proyectos, la evaluación de la viabilidad de la peatonalización del centro histórico de Popayán.

Entre las molestias de los habitantes de la ciudad y desde luego las mías, están en que el centro histórico, se ha visto perjudicado al perder calidad urbana por la invasión de vehículos de transporte de carga, transporte privado, público de pasajeros y motocicletas, así como el mal estacionamiento de estos vehículos; también, por la concentración del comercio informal en las adyacencias del sector, entre otras razones. Sin embargo, habría sido difícil peatonalizar, si antes no se hubiese demolido para erguir ahora, en su lugar, una obra que se ajuste al entorno arquitectónico de Popayán a cambio de esa horrenda guarida de vampiros eufemísticamente denominado: “Centro comercial Anarkos”.

En mi obcecado pensamiento, la ciudad no puede ser descastada hasta los extremos más delirantes. Antes de que eso ocurra por cuenta de quienes tienen un concepto historiográfico diferente, la amada ciudad debe peatonalizarse, reubicando y conservando dentro de su entorno, todas las estatuas. En el derribamiento de estatuas de personajes de la colonia y la conquista, es evidente que están los jóvenes y las comunidades indígenas que quieren reescribir la historia. De allí que, el gobierno municipal debe estar atento, a través del Ministerio de Cultura, antes de que sea tarde. Lo prudente sería bajar las estatuas y meterlas dentro del marco histórico de Popayán. El día que en actos vandálicos derriben las estatuas, las techumbres, las casonas y los templos, Popayán será un pueblucho más de Colombia. 

Civilidad: Si terminaran con la historia de Popayán ¿a que vendrían los turistas?

 

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