Antes
de opinar sobre la Nueva Popayán, quiero dejar consignados algunos aportes de
mis lectores. Me recuerdan ellos, varios temas que quedaron por fuera de mi
columna “Del baúl de los recuerdos”. Como la “frescavena” y el famoso “Kresto”
que vendía don Julio Orozco en el pequeño local, contiguo a la taquilla del
Teatro Popayán. Desde Barranquilla, Josesito
Caicedo me pide que desentierre El Club la Arada en el barrio Belalcázar y el
Sol y Sombra atendido por mambo loco, y también el bailadero en las goteras de
la ciudad, “El Campin” en Chune, donde ponían la jarra de guarapo a dos pesos. Igual,
me recuerdan el almacén de ropa para caballeros llamado” Miguel lo viste”, que,
si no pagaba las cuotas, “Miguel lo desviste”, apunte de Carlos Javier Burbano.
Recordemos
que allá donde terminaba la ciudad, quedaba: “La última lágrima”, en la antigua
avenida de los frondosos eucaliptos (hoy puente deprimido en la Esmeralda).
Allí se votaba la última lagrima después de llevar a los muertos al cementerio
a puro pulso, porque el carro fúnebre Citroën de propiedad de los Hurtado era
un lujo de ricos. Pero, además, allí mismo, además de aguardiente, se degustaba
el famoso frito: rellena, asadura y chicharrón.
Claro, eran varios los comederos de
frito (lunes y jueves) entre ellos: Manases en la kra 4ª y María en la calle 12
y el de la bruja en el barrio los Hoyos, sin olvidar el de los “Dos brazos”
Seguramente
faltan muchos apuntes que con el correr de los años hemos olvidado, pero que
con el concurso de buenos amigos lograremos ingresar a las páginas del “baúl de
los recuerdos” para que nuestros hijos y nietos conozcan cómo era el viejo
Popayán, ese que se nos fue y que hoy añoramos con nostalgia.
Quien
no ha repetido o escuchado la frase: “Recordar es volver a vivir”. Muchos la
asociamos al romanticismo, a esa maravillosa capacidad que tenemos de
retroceder el tiempo en nuestra mente y repasar experiencias pasadas. Aquí trato
siempre de ponerle el tono romántico invitando a echar un vistazo en nuestras
memorias para revivir momentos. Encuentro en ese romanticismo alegría en los
corazones porque son pasajes vividos que hacen devolver el casete de la
primorosa juventud. Por eso en mis patojadas, trato de ir más allá de la simple
frase.
Popayán hoy es distinta, posee
arremetidas de modernidad y el ambiente, las costumbres y hábitos cambian
permanentemente. Ahora, solo nos queda trabajar por la convivencia y la sana
vida entre payaneses, paisas, nariñenses, caleños, bogotanos, chocoanos,
cartageneros, todos los connacionales y hasta extranjeros que decidieron
quedarse para siempre en la agradable capital del Cauca, cuyo clima y paisaje,
no solo eran agradables, sino refrescantes, estabilizadores del ánimo y románticos.
Lástima grande, porque hasta el clima
cambió. Llueve a cántaros con un frio que cala los huesos. Y no es por la edad
octogenaria; es que, el clima inventado por los poetas quedó en versos. Pero, a Popayán hay que quererla, vieja,
joven, o moderna, y todo los que aquí viven deben sentirse dueños con deberes,
derechos y obligaciones.
El viejo Popayán se nos fue y, el Popayán
que no volverá, el de los viejos tradicionales y admirables centros educativos
de primaria, colegios o escuelas como San Camilo, el Melvin Jones, el Guillermo
Valencia, el Gimnasio Camilo Torres, el Gimnasio Simón Bolívar, el Gimnasio
Próspero Orozco, la escuelita del Mango en el Barrio Modelo o la del Chorrito
de la Pamba, el Champagnat y el Liceo de la Universidad del Cauca con un gran
nivel de estudios primarios y secundarios pues se educaba desde kínder y en
secundaria de 1° al 6° de bachillerato con
probados profesores o Maestros (con mayúscula) como se les decía antes de la talla de don
Jesús María Otero, Albert Hartmann, Luis Antonio Salazar "el Tuso
Salazar", Emma Niño de Vernaza, Álvaro Torres, Próspero Orozco, Bolívar
Orozco, Adolfo Manzano, Julieta López, Luis Antonio Cobo, los profesores
Quiroga, Bonilla, Pimienta, Juan de Dios, el de edufisica Cayo Gerardo
Betancourt, el presbítero Córdoba y el
padre Bueno, Antonio José López ( que dibujaba en pergamino los diplomas) y el
profesor Pedrito Paz, a quien antes de Google, consultábamos telefónicamente, y
claro, mentor y creador de las procesiones chiquitas.
Civilidad: Cuánto tiempo ha
pasado del viejo e inolvidable Popayán. Hoy mi amada ciudad nunca está
satisfecha consigo mismo, y está continuamente destruyéndose.
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