Todavía podemos pasearnos por las hidalgas calles de Popayán de hace
treinta años, aunque sin entrar al teatro municipal, en donde por esta época exhibían
“Los Diez Mandamientos”, película que, en 1957, ganó siete Óscar, con premio
por los mejores efectos especiales. En ese entonces, la boleta valía dos pesos.
Época en que no había motos con ruidos estridentes. Los maricas se
contaban en los dedos de las manos y sobraban dedos; ahora los llaman “gais” y
pululan. Por aquellos tiempos una carrera en berlina del parque de Caldas a
cualquier sitio de Popayán, valía dos pesos; una camisa fina donde Carlos
Ramírez, en el almacén Cady, diez pesos, un paquete de cigarrillos Pielroja, veinte
centavos y uno de Kool, cincuenta. Se ganaba y se vivía con poco dinero. El
raponero no existía, ni los vendedores ambulantes tampoco. La vida en Popayán no giraba alrededor del
dólar. Los comentarios económicos y políticos de la localidad se nutrían, dejando
escapar el chisme en las tertulias que se desarrollaban en el café el Comercio
y el Café Alcázar, sitios preferidos por comerciantes y ganaderos.
Eran épocas en que el deporte del fútbol y el basquetbol apasionaban de verdad. El presidente de la liga de futbol, era el Dr. Luis Ángel Libreros. Entre los equipos, recordamos: Cardenales, equipo Popayán, Ferro Cauca, entre otros.
“El puente de la eternidad”, sobre el rio Cauca, -frente al Seminario- demoraron
años en construirlo y, lo culminó el ingeniero Tomás Castrillón como ministro
de Obras Públicas. En aquel entonces, se andaba despacio, como si al reloj le
pesaran más las manecillas. La vida nocturna era reducida y la ciudad después de
salir de cine a las once de la noche, se dormitaba bajo la tranquilidad y el
agrado de las ventanas abiertas, sin el ruido afónico de los aires
acondicionados, muy escasos en aquellas épocas en las residencias payanesas.
Las costumbres eran bien distintas. Los menores tenían diariamente dos
jornadas -mañana y tarde- para estudiar. El número de agentes de la Policía era
reducido, y el policía de la esquina era amigo del vecindario. Se estilaban los “paseos de luna” y los
teléfonos eran de cuatro números. No había directorio telefónico, había que
llamar a Carlos Talego Ramírez para que informara los números telefónicos. El
premio mayor de la Lotería del Cauca pagaba cien mil pesos. En 1961 fue
elegido John F. Kennedy presidente de los Estados Unidos, quien enviaba a través
del programa “Alianza para el Progreso”, además de dólares para construir
escuelas y colegios, cargamentos de latas o cuñetes de leche en polvo y queso
para la niñez de escuelas públicas.
No existían sucursales bancarias, solo el Banco del Estado y, obviamente
el Banco de la República. Y, los mismos dos clubes: El campestre y Club
Popayán. Las gentes que querían aparentar una alta condición social no se
saludaban de beso. No había buses urbanos, solo “chivas” para paseos cuyos
conductores conocían a casi toda su clientela. La “Maracachafa” y otras yerbas,
no se habían adentrado a ninguna área de la sociedad y la juventud era
igualmente alegre y extrovertida. La música de moda era el bolero y el porro.
Civilidad: Aquí se vivía sabroso y, todavía podemos hacerlo,
amando de verdad a Popayán.
Apreciado doctor Horacio, recuperar esas memorias de Popayán como usted bien lo hace, tiene un gran valor no solamente anecdótico sino también pedagógico, que bien podria incorporarse a una "Cátedra Popayan", útil tanto para las nuevas generaciones como para las gentes provenientes de otros municipios, o regiones del pais, que al conocer la ciudad desde sus diferentes momentos históricos, la valorarian más allá del mero concepto utilitario, contribuyendo a recuperar y mantener su grandeza. Recordemos a nuestro amigo Juan José Saavedra quien alguna vez dijo en tono de queja:"Popayán era más grande cuando era más pequeña".
ResponderBorrarPese a no haber nacido en la ciudad, crecí en ella y aprendi a amarla y creó que habemos muchos que compartimos sueños de futuro por la recuperación de su grandeza, con nuevos desafíos sin perder su identidad.