Por estos días es muy
común la conversación política, en la panadería, en el café, en un taxi, en la
oficina, en la calle. En todas partes, las personas hablan sobre el devenir de
la política. Por lo tanto, es probable que, hasta el 13 de marzo, usted
amable lector haya debatido por quién va a votar para el congreso y, hasta por
alguna de las consultas que se harán ese mismo 13 de marzo; o incluso, que ya
tenga definido su voto para las elecciones presidenciales de mayo.
En Popayán, siempre se
habla de política, todo se mueve en torno a la política. Siempre ha habido
intercambio de información y de formación de opiniones. Cualquier mortal en la
calle, interroga: ¿por quién vas a votar? o ¿por quién hay que votar? Son preguntas
generalizadas. De allí que, podría decirse que la mejor encuestadora es la
conversación política. Y eso está bien, porque bajo nuestras propias
convicciones e ideales nos debe llevar hacia la militancia partidista para
tomar la decisión de votar. He allí, la forma civilizada de todo ciudadano, para manifestar su expresión
política de respaldo o de inconformidad, con unos efectos políticos frente a
los candidatos que se presentan a la contienda electoral.
En
la Grecia clásica “idiota”, significaba aquella persona que no se interesaba
por las temáticas de la ciudad, de la comunidad. De allí que, sin ánimo de
ofender a nadie, todo ciudadano debe hacer parte del proyecto que deseamos como
sociedad para construirlo en forma de la gran mayoría.
Por eso, toda conversación política y espacios de
socialización representan un reto analítico para entender de qué manera los
ciudadanos forman sus opiniones y toman sus decisiones electorales. Es decir, para
sentir simpatía por un candidato político que motiva al ciudadano a votar por
esa colectividad. Igualmente, quienes creen que el desempeño de la economía y
la conducción del país, es bueno se inclinarán a votar por candidatos del mismo
partido del gobernante de turno. En fin, ninguna persona es una isla.
Bastante simple y directa en esta columna, lo digo para que
la gente lo interiorice, que cada cierto tiempo la política se hace para ganar,
para hacer las mayorías, para obtener el poder de los cargos públicos y
entregarlo a los amigos. El poder es para poder, es parte de la estrategia
política que existe dentro de nuestro país.
Se eligen a los congresistas con todas las facultades de representar la
voluntad popular. Y claro, es cosa sabida que, cuando se obtiene poder, ello
detona malestar y desinterés por la política en los vencidos o entre quienes no
se les cumplió en sus aspiraciones personales. Así surge el resentimiento, las
críticas y las calumnias como un acto revanchista. El tema de la difamación puede
desencadenar en un problema porque es arena movediza, donde la libertad de
expresión puede legítimamente ser limitada por la protección de los derechos de
otros. Cuidado, con ese juego común de las arengas
ofensivas, repitiendo como loros temas injuriosos sin fundamento alguno contra
los candidatos. Ello, no atrae electores, al contrario, estimula el voto en
blanco y de paso, el Cauca podría perder representatividad en el congreso,
pasando a un tercer plano de importancia.
En conclusión, en el contexto de la campaña electoral, esta
debe ser vigorosa, pero no insultante. El debate con altura forma parte de la
substancia de las campañas democráticas. Lo
ideal, es hacer un intercambio y confrontación de las distintas visiones para
votar bajo el significado especial de “caucanidad”, por aquel que demuestre
“vocación de servicio público”; que sea un motor importante de desarrollo en la
región. A mi humilde juicio, que no haya desvirtuado el carácter de la
política.
Civilidad: El Cauca merece vivir con tranquilidad para abrirle las
puertas al mundo, permitiéndole conocer sus tradiciones centenarias, su riqueza
cultural y la belleza de su entorno.
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