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sábado, 26 de febrero de 2022

Conversación política

 

Por estos días es muy común la conversación política, en la panadería, en el café, en un taxi, en la oficina, en la calle. En todas partes, las personas hablan sobre el devenir de la política. Por lo tanto, es probable que, hasta el 13 de marzo, usted amable lector haya debatido por quién va a votar para el congreso y, hasta por alguna de las consultas que se harán ese mismo 13 de marzo; o incluso, que ya tenga definido su voto para las elecciones presidenciales de mayo.

En Popayán, siempre se habla de política, todo se mueve en torno a la política. Siempre ha habido intercambio de información y de formación de opiniones. Cualquier mortal en la calle, interroga: ¿por quién vas a votar? o ¿por quién hay que votar? Son preguntas generalizadas. De allí que, podría decirse que la mejor encuestadora es la conversación política. Y eso está bien, porque bajo nuestras propias convicciones e ideales nos debe llevar hacia la militancia partidista para tomar la decisión de votar. He allí, la forma civilizada de todo ciudadano, para manifestar su expresión política de respaldo o de inconformidad, con unos efectos políticos frente a los candidatos que se presentan a la contienda electoral.  

En la Grecia clásica “idiota”, significaba aquella persona que no se interesaba por las temáticas de la ciudad, de la comunidad. De allí que, sin ánimo de ofender a nadie, todo ciudadano debe hacer parte del proyecto que deseamos como sociedad para construirlo en forma de la gran mayoría.

Por eso, toda conversación política y espacios de socialización representan un reto analítico para entender de qué manera los ciudadanos forman sus opiniones y toman sus decisiones electorales. Es decir, para sentir simpatía por un candidato político que motiva al ciudadano a votar por esa colectividad. Igualmente, quienes creen que el desempeño de la economía y la conducción del país, es bueno se inclinarán a votar por candidatos del mismo partido del gobernante de turno. En fin, ninguna persona es una isla.

Bastante simple y directa en esta columna, lo digo para que la gente lo interiorice, que cada cierto tiempo la política se hace para ganar, para hacer las mayorías, para obtener el poder de los cargos públicos y entregarlo a los amigos. El poder es para poder, es parte de la estrategia política que existe dentro de nuestro país.  Se eligen a los congresistas con todas las facultades de representar la voluntad popular. Y claro, es cosa sabida que, cuando se obtiene poder, ello detona malestar y desinterés por la política en los vencidos o entre quienes no se les cumplió en sus aspiraciones personales. Así surge el resentimiento, las críticas y las calumnias como un acto revanchista.  El tema de la difamación puede desencadenar en un problema porque es arena movediza, donde la libertad de expresión puede legítimamente ser limitada por la protección de los derechos de otros. Cuidado, con ese juego común de las arengas ofensivas, repitiendo como loros temas injuriosos sin fundamento alguno contra los candidatos. Ello, no atrae electores, al contrario, estimula el voto en blanco y de paso, el Cauca podría perder representatividad en el congreso, pasando a un tercer plano de importancia. 

En conclusión, en el contexto de la campaña electoral, esta debe ser vigorosa, pero no insultante. El debate con altura forma parte de la substancia de las campañas democráticas. Lo ideal, es hacer un intercambio y confrontación de las distintas visiones para votar bajo el significado especial de “caucanidad”, por aquel que demuestre “vocación de servicio público”; que sea un motor importante de desarrollo en la región. A mi humilde juicio, que no haya desvirtuado el carácter de la política.  

Civilidad: El Cauca merece vivir con tranquilidad para abrirle las puertas al mundo, permitiéndole conocer sus tradiciones centenarias, su riqueza cultural y la belleza de su entorno.

 

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