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domingo, 20 de febrero de 2022

¡Sin explicación alguna!

 


El Paraninfo Caldas de la Universidad del Cauca, edificio de corte ecléctico italiano inaugurado el 16 de abril de 1916, con motivo del centenario del fusilamiento del sabio payanés Francisco José de Caldas y del tricentenario de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra. En su interior contemplamos la obra inmortal del pintor Efraím Martínez Zambrano, basado en el poema del Maestro Guillermo Valencia, Canto a Popayán, que dicen es el óleo más grande que se haya pintado en el mundo. El cuadro, “Apoteosis a Popayán”, hoy por hoy, es uno de los tesoros para mostrar a propios y extraños. La obra pictórica se inició en 1935, consta de sesenta figuras y mide 9 metros de ancho por 6 de alto. En ella, el Maestro Martínez invirtió seis años consecutivos y después, en forma intermitente, hasta antes de su muerte, es decir, hasta fines de 1955.

Pareciera que la era de construir la ciudad ya pasó y, que estamos en la hora de destruirla. De allí, este escrito para tratar de examinar lo sagrado sin dejar atrás lo profano de uso buscando en este vocablo un sentido específico. El Paraninfo, como templo de la cultura, siempre fue el lugar más representativo de la Universidad del Cauca. Un sitio clásico, acogedor, muy bien conservado donde se respira tranquilidad, especial para ceremonias solemnes, graduaciones, conferencias, y, presentaciones legítimamente artísticas.

A raíz de la nueva moda de comprensión y gestión de la cultura, crece un sinsabor colectivo pensando que las nuevas generaciones carecen de normas claras, de un horizonte definido que les permita asumir de mejor manera sus procesos de aprendizaje y convivencia social. El vocablo sagradopor extensión, por analogía, o por una suerte de exceso verbal, es aplicable a objetos o prácticas, por fuera de lo religioso. Aquí cabe hablar de sacralidad de la patria y de los símbolos que la representan, siendo la Universidad del Cauca y el Paraninfo Caldas instituciones sagradas, en la que nos juramentamos para ser útiles a la sociedad.  Las consideramos sagradas y, defendidas por prohibiciones que no nos preocupamos por conocer, pues tendemos a sentir que las prohibiciones que las resguardan están de suyo inscritas solo en el objeto. Siempre, los hemos tenido como inviolables. Entendiendo que con su violación trastocan los valores reconocidos, con una ruptura moral, de tal magnitud, que obstruye el curso de los intercambios sociales y que, con ella, el trasgresor siembra una mancha que lo contamina en primer lugar, a él mismo.

No me estremecen los gritos ni la francachela de los enmascarados; me preocupa la actitud contemplativa de quienes dicen amar a Popayán. Quienes peinamos canas, ¿Estamos fallando en inculcar la cultura de disciplina y orden? Es que esa alma nutricia de la cultura, tan querida y tan extraña, en un ahora que continuamente se transforma y, en este momento, cuando hablábamos de objetos de carácter sagrado, merece mucho pero mucho respeto.

La Universidad del Cauca, constituida en polo permanente de atracción para estudiantes de clase popular, provenientes de variadas regiones del país, principalmente del suroccidente colombiano, debe seguir siendo una universidad pública, atractiva para la juventud, para esa reserva moral deseosa de estudiar y prepararse como en otrora en que, diecisiete egresados de la Universidad del Cauca ocuparon la jefatura del Estado Colombiano, siendo condecorada con la Orden de Boyacá. Privilegiados estudiantes porque hoy tienen la posibilidad de cambiar su futuro, el de su familia y de Colombia.

Celebro la iniciativa de iniciar un debate con altura sobre este tema, ya que la crisis de la cultura en Colombia, es un fenómeno que se prolonga y que no ha logrado resolverse satisfactoriamente, con consecuencias delicadas para la universidad y el país. La primera impresión podría ser que, Popayán sufre un trastorno de personalidad múltiple o de una crisis de identidad; aunque es más apropiado decir que perdimos la identidad porque acogemos ritmos y bailes extranjeros. Si bien pueden ser “culturales”, no son nativos, y no están al alcance del público en general. Esa cultura es una posesión de unos pocos.  No es, acaso, ¿algo propio del hombre? Muchos parecen olvidar que la cultura está presente en todo aspecto de la vida diaria, simplemente porque es eso: una forma de vida. Subrayo una, porque hay muchas, y cuando estas se encuentran se pueden producir cambios, intolerancias entre sí, choques más o menos violentos. ¿Estaremos confundiendo disciplina con rigidez y correctivos? Lo que menos deseamos, es ir contra los trastornos mentales, ni contra los que creen que la Ciudad Blanca, es una “tierruca”.  

Civilidad: Que el tema de lo sagrado vs profano no nos hunda, en una prolongada vacilación. Ni que, por la gratuidad de la Universidad, todo lo vuelvan fiesta.

 

 

 

 

 

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