Desahogo mis pensamientos, en este mundo de locos
para cuerdos. Lo que está pasando es
cosa de locos. Basta narrar todo lo que va en contra de nuestro bienestar y del
progreso del país. Felices hablamos sobre todo lo malo. Tapamos lo bueno para
que no se note mucho. Los comunicadores destacan las pésimas noticias que
venden los informativos: prensa, TV, radio. Las buenas noticias o las sanas ideas
poca cabida tienen o las contradicen, sin proponer otras alternativas para
mejorarlas. Cunde el amarillismo. Se extiende la violencia en todas sus formas.
Se propagan los negacionistas de las vacunas poniendo en riesgo la salud del
mundo. ¡Increíble! Todo esto sucede en Colombia, que no por amarla
tanto, deja de ser país de locos.
Nunca decimos: ¡Colombia que lindo nombre tienes! Idílica
región geográfica, esquina latinoamericana, rodeada de los mares Caribe y
Pacífico. Con dos
costas permitiéndole ostentar casi 2 mil especies de peces en su fauna. Con tres
cordilleras que hacen que su topografía sea muy variada. Que en nuestras tierras
colombianas se hallen varios volcanes, dado que pertenece al Cinturón del fuego
del Pacífico y al cinturón volcánico de Los Andes.
Cuánta razón tuvo el Nobel de literatura, al decir que era, la nación
del realismo mágico, por su tendencia artística y literaria que representa
fielmente la realidad, creando cierta tensión emocional sin llevar a cabo
ninguna idealización. Colombia país diverso como pocos, el 25° país más grande
del mundo, que goza de infinidad de climas y paisajes diferentes. Es la segunda
población más grande de hispanohablantes del mundo, con 49 millones de
habitantes.
Su moneda oficial y, su economía, es la cuarta más grande de América
Latina, basada en el cultivo de café y el petróleo que, con los cultivos de
flores, aguacate, bananas, cacao, caña de azúcar y arroz, también son
importantes. Y, qué decir de la riqueza cultural, dada por el mestizaje propio
de la época colonial americana en la que indios, negros y blancos se mezclaron.
En sus tradiciones podemos ver rasgos africanos y españoles entrelazados con
prácticas aborígenes.
Dolorosamente, los problemas de salud
mental de no pocos, nos afectan a todos. Pues, si todos los que decimos amar este
hermoso país, fuéramos propositivos y productivos, no tendríamos la injusta
justicia que es lo más odioso que podemos tener, liberando bandidos con
prontuarios para pudrirse en la cárcel.
Tenemos
una democracia; pero nos enloquece, no sabemos qué hacer con ella. Es el resultado de la degeneración política
contagiada del vecindario. Esa fotografía que a diario se muestra, es una seria
amenaza y, asusta. Aterra la “evolución” política, porque estamos cayendo por
la misma pendiente. Hay causas estructurales que nos polarizan con la aparición
en las redes sociales; artilugios que nos aíslan en grupos cerrados por pensar diferente.
El problema
radica en que, Colombia es un país sin disciplina, que le cuesta mucho; especialmente
en lo político, porque nos han acomodado mentalidad de pobres. Lo
que se predica, llegará más pronto que tarde, la pobreza nos alcanza. Y, como no tenemos disciplina social, adquirimos
irresponsabilidad y mentalidad de locos, al punto de que la élite política nos manipula,
cayendo en la existencia
de dos mundos: el mundo sensible de los reflexivos y, el mundo insensible de
los desadaptados. Entonces, caemos
en la tentación de discutir cualquier desliz. Caemos, porque sabemos que la
política es un espectáculo que vende. Caemos
en el desgraciado maridaje de políticos que compran votos fáciles y audiencias
fáciles para convertirnos en un ruinoso país.
Civilidad: Esclavos de la mentira, indiferentes y, además,
buscamos a quien culpar por lo que está pasando.
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