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domingo, 11 de abril de 2021

Popayán, como que nos tumbaron

 


Consultados a los entendidos en la materia, la doble calzada Santander de Quilichao-Popayán, técnicamente es una obra fácil de hacer. Sin embargo, hasta hoy, no ha sido posible poner el primer saco de cemento, ¡es decir, nada de nada!

Montando guardia con la figura imaginaria de cuatro velas encendidas, la cacareada obra en la práctica, parece descartada. Aunque funcionarios de las altas esferas del Estado, en el salón “Casa de la Moneda”, vociferaron: “la doble calzada se va a hacer”. 

En dicho aquelarre, en noviembre de 2021, repitieron “n” veces, “la obra es una realidad”. Allí reunidos, brujos y brujas de la doble “A”, ANI, ANLA e, INVIAS y Min-Transporte con sus directores a bordo, ante el alcalde, gobernador, senadores y representantes, fueron entusiasmaron sobre la importancia de la obra para el desarrollo socioeconómico que tiene esa construcción “para sacarla adelante”. Y cuentan que, en cada intervención que hacían las fuerzas vivas por la tardía iniciación de la obra, los actores gubernamentales les tapaban la boca con consabida matraca: “No se preocupen que la obra va a ser una realidad”. Seis meses después, la situación es peor.

Pues, con la imputación de cargos al exgobernador de Antioquia Sergio Fajardo por presuntas irregularidades en la celebración de un contrato de sustitución de deuda, suscrito el 5 de diciembre de 2013, sin equivoco alguno, repercutirá en la construcción de la doble calzada Santander de Quilichao­- Popayán. Como se ha dicho, la obra técnica no tiene problema, el lio es puramente jurídico. Lo que hace presumir que, los administradores de lo público, alimentarán su miedo ante las consecuencias fiscales, disciplinarias, penales y políticas que se puedan derivar de este enredo en que se metieron los “hechiceros” del Estado que, por demás deberán someterse al quirófano para operarse, porque como a Pinocho se les crecieron las narices.

Por su parte, los magos del balón, “los solarte”, cuyo socio mayoritario es el ingeniero Carlos Alberto Solarte, resultaron ser más abogados que ingenieros, además, de embaucadores, pues, mantuvieron la idea ante los agentes del Estado que cederían el contrato a quien tuviera músculo financiero, -firmas de españoles o chinos-. ¡Cuento chino! Porque hasta ahora, no han podido meter un conejo en el cubilete para cederles el contrato.

La cesión, era una buena alternativa para obviar la liquidación unilateral del contrato y evitar la convocatoria a nueva licitación de la obra, que, tendría otro retardo, al menos, de seis meses a un año más. Los ´pobrecitos´ Solarte, estando en la cúspide de los estrados judiciales, siguen siendo bribones, porque además de negarse a ceder el contrato como prometieron, ahora resultaron chantajistas exigiendo al Estado, un pago de gastos en la obra por 200 mil millones de pesos.

Cuánta razón tuvo el alcalde Juan Carlos López Castrillón como doliente al exigir prontitud, el mismo día del artificio montado en la “calle de la viuda” (así se llamó en tiempos idos). A lo que, los encumbrados burócratas nacionales ripostaron: “la obra se hará”.  “A principios del 2021 se inician las obras”. ¡Prestidigitadores! porque aún falta por resolver cuatro licencias ambientales, bajo el riesgo de liberar presupuestalmente las vigencias futuras para no ejecutar la obra.    

Lo cierto es que, para enderezar esta retrasada obra internacional, indispensable para garantizar la movilidad y la seguridad en la carretera Santander- Popayán y, para mejorar la economía regional, será necesario contratar un buen bufete de abogados, porque lo que menos quieren “los Solarte”, es construir la obra.

Civilidad: La obra que tenía apariencia de realidad, resultó ser un engañabobos.

 

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