El Ministerio de Defensa hizo el desmonte de la Policía de Tránsito en las vías de la ciudad y en hora buena, el alcalde Juan Carlos López Castrillón planifica un nuevo esquema de transito civil. Ha anunciado que próximamente las calles de Popayán estarán bajo el control de un grupo de funcionarios adscritos a la alcaldía con la tarea de guardas de tránsito.
A
Popayán todo le llega tarde, pero más vale tarde que nunca. La ciudad necesitaba
este cambio de uniformes. Nunca será tarde si la dicha es buena. En ese convenio
Policía-Municipio de Popayán, parecía que los recursos se iban por las
alcantarillas. Pues. con la policía nunca se pudo garantizar el cumplimiento de
las normas de tránsito, eran ruedas sueltas sin ningún control ¡Mucho ruido y
pocas nueces! La Secretaría de Tránsito no tenía injerencia sobre los
uniformados.
La
nueva estructura vial estará integrada, en principio, con 25 agentes civiles,
ojalá bachilleres, o universitarios que por falta de dinero dejaron de estudiar.
Ese reducido grupo de guardas, bien educados e inflexibles fungirán como
autoridad en la vía para liderar tareas y campañas de prevención y seguridad
vial en la “Ciudad de Paredes Blancas” ¡Escoba nueva barre bien! Se espera que,
no solo los capaciten en cuestiones de movilidad, sino también, que les enseñen
la historia de Popayán, con conocimiento suficiente sobre los lugares y sitios
de interés de esta urbe; formados con sentido cívico para una imagen
inmejorable a propios y turistas.
La
bien amada Popayán, apremia un cambio en materia de movilidad vial, controles,
pedagogía y seguridad vial. El tráfico vehicular es caótico y, los conductores
no tienen sentido de pertenencia. Popayán no puede seguir siendo el más grande
parqueadero del suroccidente colombiano. Esta es una ciudad intermedia, todavía
manejable. Con cámaras de foto multas fijas y móviles, con una renovada adquisición
de motocicletas, dispositivos de comunicación y comparenderas, entre otros
equipos, se debe sancionar en forma implacable a los irresponsables infractores
que sean sorprendidos irrespetando las normas viales: hablar por teléfono
celular y parquear en sitios no permitidos. No más comparendos pedagógicos, a sancionar
infractores en la parte más sensible del hombre: el bolsillo. Es hora de poner
en cintura a tanto inconsciente que circula por las calles poniendo en alto
riesgo a los de a pie. No debemos seguir alimentando la mala imagen de que Popayán
es una “ciudad sin Dios ni ley”. Ni permitir la disputa de una guerra abierta
entre los conductores de servicio público; imponiendo, también multas a los
propietarios que pagan a los conductores de acuerdo al número de pasajeros que
recogen en esas horrorosas cafeteras ambulantes.
No es necesario acudir al punto de vista
científico para combatir el molesto tráfico vehicular, porque también, la mala
sincronización de la semaforización, la violación de las normas de tránsito, la
velocidad, la falta de carriles exclusivos para el transporte público y hasta
el clima son causantes de la diabólica movilidad; además de la cantidad de
vehículos, que superan la capacidad de las vías de Popayán. A todo esto, agreguémosle
la falta de educación por parte de los conductores, que, por su origen y
posibles soluciones, deben interponerlas los gerentes de las empresas de
transporte público.
Civilidad: El grave problema de la mala educación a la hora de
conducir vehículos públicos, es la “guerra del centavo”.
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