Nos ajuiciamos o morimos
- Ciertamente el hombre
aislado no puede desarrollarse como persona, de ahí nuestra tendencia a
agruparnos en vez de aislarnos. Entre los animales, el ser humano es el más
sociable y resistente. El ejemplo son las redes sociales para compartir el estrés pandémico con nuestros seres más cercanos.
Por ello, la sociedad
contemporánea vive inventando nuevas formas de interacción social en línea.
- El período prolongado de soledad y, ante tantas vidas
suspendidas y millones de millones en confinamiento, pudiera hacernos sentir desafiantes
cuando seamos liberados, desatando muchas quejas, enérgicos cuestionamientos,
dedos acusatorios y demandas de represalia.
- Ciertamente, somos personas de hábitos. El
temor ha ido pasando y deseamos abrazarnos. El miedo a tocarnos se esfuma con
los días. Pues, muchos salieron de vacaciones a lugares donde ocurrieron desastres
naturales como el huracán Iota. Dejaron transcurrir poco tiempo desde cuando se
produjo la catástrofe para viajar de nuevo a la zona turística. Poco importaron
las recomendaciones de los médicos sobre la evolución de la pandemia. La cuestión es que, nos ajuiciamos o morimos.
- En todos los recovecos
del mundo ha habido poco civismo, se infringen los
protocolos sanitarios, que, de manera preocupante, ‘están a la orden del día’. Mucha, gente aprovecha bajo el
pretexto de permitir la reactivación de la economía para hacer gala de la
indisciplina ciudadana; incumplen las medidas para evitar la expansión del
virus que es descomunal e incontrolable. La indisciplina reina en las ciudades
y en los campos. Mucha gente deambula por los centros comerciales y por las
calles desvirtuando la ‘cuarentena’, desestimando los protocolos de
bioseguridad.
- Mucha gente extraña las
interacciones. Ansío el contacto
físico y no me da miedo. El Covid ya lo viví y he sobrevivido, se escucha decir
con frecuencia. Sale a flote el comportamiento necio, irracional, instintivo;
la ignorancia e intolerancia. Pues, no es justo que muchos sacrifiquemos
nuestra salud y bienestar, cargando con las consecuencias del encierro,
mientras otros ponen en riesgo la vida de todos como si nada estuviera ocurriendo.
Desde luego, numerosas
personas viven del día a día, trabajando en la informalidad necesitando apoyo
económico más focalizado y digno. En tanto que, personas que no tienen
necesidad de salir, no deberían hacerlo, o aquellas que teniendo que hacerlo,
no cumplen con las normas de bioseguridad. Nada justifica las agrupadas fiestas
familiares, rumbas, velorios multitudinarios, para desacatar las medidas de
protección.
En conclusión,
hay que comprender con sentido individual y colectivo que esto va a durar mucho
tiempo y debemos aprender a cuidarnos sin esperar lo peor para actuar. Aunque desplieguen las vacunas
por todo el mundo, no podemos darnos por satisfechos. La vacuna por muy eficaz
que sea, no garantiza la erradicación de la pandemia. Debemos hacer más visible
la ciencia y la cultura ciudadana, promoviendo las medidas de salud pública
adecuadas para controlar el contagio, con el uso de mascarillas y el
distanciamiento físico. Nada de esto puede detenerse o arriesgaremos demasiadas
vidas y no recuperaremos la normalidad.
- Civilidad: El planeta es frágil y
la humanidad vulnerable. HDG
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