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sábado, 13 de febrero de 2021

Nos ajuiciamos o morimos


 

  • Ciertamente el hombre aislado no puede desarrollarse como persona, de ahí nuestra tendencia a agruparnos en vez de aislarnos. Entre los animales, el ser humano es el más sociable y resistente. El ejemplo son las redes sociales para compartir el estrés pandémico con nuestros seres más cercanos.  Por ello, la sociedad contemporánea vive inventando nuevas formas de interacción social en línea.
  • El período prolongado de soledad y, ante tantas vidas suspendidas y millones de millones en confinamiento, pudiera hacernos sentir desafiantes cuando seamos liberados, desatando muchas quejas, enérgicos cuestionamientos, dedos acusatorios y demandas de represalia.
  • Ciertamente, somos personas de hábitos. El temor ha ido pasando y deseamos abrazarnos. El miedo a tocarnos se esfuma con los días. Pues, muchos salieron de vacaciones a lugares donde ocurrieron desastres naturales como el huracán Iota. Dejaron transcurrir poco tiempo desde cuando se produjo la catástrofe para viajar de nuevo a la zona turística. Poco importaron las recomendaciones de los médicos sobre la evolución de la pandemia. La cuestión es que, nos ajuiciamos o morimos.
  • En todos los recovecos del mundo ha habido poco civismo, se infringen los protocolos sanitarios, que, de manera preocupante, ‘están a la orden del día’. Mucha, gente aprovecha bajo el pretexto de permitir la reactivación de la economía para hacer gala de la indisciplina ciudadana; incumplen las medidas para evitar la expansión del virus que es descomunal e incontrolable. La indisciplina reina en las ciudades y en los campos. Mucha gente deambula por los centros comerciales y por las calles desvirtuando la ‘cuarentena’, desestimando los protocolos de bioseguridad.
  • Mucha gente extraña las interacciones. Ansío el contacto físico y no me da miedo. El Covid ya lo viví y he sobrevivido, se escucha decir con frecuencia. Sale a flote el comportamiento necio, irracional, instintivo; la ignorancia e intolerancia. Pues, no es justo que muchos sacrifiquemos nuestra salud y bienestar, cargando con las consecuencias del encierro, mientras otros ponen en riesgo la vida de todos como si nada estuviera ocurriendo.
Desde luego, numerosas personas viven del día a día, trabajando en la informalidad necesitando apoyo económico más focalizado y digno. En tanto que, personas que no tienen necesidad de salir, no deberían hacerlo, o aquellas que teniendo que hacerlo, no cumplen con las normas de bioseguridad. Nada justifica las agrupadas fiestas familiares, rumbas, velorios multitudinarios, para desacatar las medidas de protección.
En conclusión, hay que comprender con sentido individual y colectivo que esto va a durar mucho tiempo y debemos aprender a cuidarnos sin esperar lo peor para actuar. Aunque desplieguen las vacunas por todo el mundo, no podemos darnos por satisfechos. La vacuna por muy eficaz que sea, no garantiza la erradicación de la pandemia. Debemos hacer más visible la ciencia y la cultura ciudadana, promoviendo las medidas de salud pública adecuadas para controlar el contagio, con el uso de mascarillas y el distanciamiento físico. Nada de esto puede detenerse o arriesgaremos demasiadas vidas y no recuperaremos la normalidad.
  • Civilidad: El planeta es frágil y la humanidad vulnerable. HDG

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