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domingo, 24 de enero de 2021

Virtualidad, cuerpo y vacunas

 

Las nuevas dinámicas sociales están generando otras que conllevan cambios actitudinales y de pensamiento. Habilidades humanas, técnicas y tecnológicas, hacen que el mundo y la vida sigan su curso. Traen consigo también, una nueva ola de fantasía e imaginación acentuados por la virtualidad. Sacerdotes acoplados al celular celebran eucaristías. En plataformas digitales hasta hace poco extrañas docentes, estudiantes y padres de familia asisten a clases virtuales. Vía internet propician procesos de cambio y adaptación para comprar y vender productos y para pagar servicios.  El mundo cambió gracias a la pandemia, y esa transformación es mediada por la virtualidad. Hoy, es muy dificil concebir un hogar sin internet o un usuario de celular sin programas o aplicaciones y sin acceso básico a redes sociales.

Ya no podemos vivir sin ese celular con programas o aplicaciones espía (conocido como spyware) que están al alcance de cualquiera, tanto para Android (mucho más extendidas) como para iPhone (requiere jailbreak). Nos espían “todo” lo que hacemos en el teléfono. Somos esclavos de ese satanás llamado celular. No hay en el mundo quien no lo use, día y noche. Es el impulsor o cómplice extracorporal del plan de control de la población.

Desde el inició de la carrera por la vacuna contra el coronavirus, en redes sociales circulan rumores y conspiraciones en relación al proceso de vacunación. No hay tal que preparan la implantación en el cuerpo de un microchip en la futura vacuna contra el coronavirus para controlar a la población con fines políticos y económicos. Es imposible tecnológicamente y también desde el punto de vista de los controles sanitarios. Las tecnologías actuales, los controles legales y sanitarios internacionales no permitirían introducir al cuerpo un chip en las futuras vacunas contra la COVID-19, pese a los mensajes difundidos en redes sociales y otros medios que denuncian esta operación como un plan en marcha para el control de la población.

La velocidad por desarrollar una vacuna contra el coronavirus, que involucra a centros de investigación, laboratorios, organizaciones e instituciones de numerosos países, ha dado pie a diversos mensajes y declaraciones públicas que advierten sobre un supuesto objetivo oculto de implantar en las vacunas un microchip que manipule a la población mundial con fines políticos y económicos.

Hay mensajes de conspiración que se han hecho virales en Facebook y Twitter alertando sobre la introducción en las futuras vacunas de un chip con nanotecnología de ADN "que puede controlar la actividad cerebral, el sistema nervioso y el sistema endocrino". Dizque con el objetivo de garantizar la sumisión de todos los vacunados a un nuevo orden político y económico. En realidad, es imposible implantar un microchip en una vacuna. Tecnológicamente sería inviable, pero, aunque no lo fuera, los controles legales y sanitarios nacionales e internacionales lo impedirían casi con total seguridad, según los expertos.

Desde el punto vista sanitario, introducir un chip en una vacuna es "prácticamente imposible" por los controles sanitarios y legales que debe superar hasta ser administrada a la población, ha explicado a EFE el doctor Amós José García Rojas, jefe de Epidemiología y Prevención de la Dirección General de Salud Pública del Gobierno canario y presidente de la Asociación Española de Vacunología (AEV).

La preparación de una vacuna es "un proceso extremadamente riguroso y complejo", ya que, a diferencia de otros fármacos, su objetivo no es reparar daños, sino prevenirlos, advierte García Rojas, e insiste en que sería prácticamente imposible introducir un dispositivo electrónico "porque las vacunas son supervisadas y controladas por organismos internacionales".

"No tiene sentido hablar de las vacunas como un instrumento de control cuando lo que consigues con ellas es evitar que haya más enfermos" advierte además el doctor García Rojas, quien lamenta que se difundan este tipo de mensajes "por el impacto tan negativo que generan en la sociedad".

"No se puede crear una vacuna sin la fiscalización de una autoridad estatal que es vinculante y está respaldada por leyes estatales y europeas; es algo que está penado con cárcel, no se puede hacer", recalca la doctora Montoya, antes de añadir: "Y tanto instituciones públicas como empresas privadas necesitan esa autorización, en un proceso en el que se discute y se examina cada coma".

Producir una vacuna es por tanto un proceso "largo y complejo", que puede llegar a durar hasta una década, si bien la investigadora del CSIC puntualiza que, en el caso de la COVID-19, se está intentando "acortar plazos" gracias a la cooperación internacional entre científicos.

Por tanto, "el proceso global se ha acortado, pero las fases no, se hacen en paralelo para ganar tiempo", precisa esta investigadora, quien insiste en dejar claro que "hay que cumplir la ley, que tiene muchos requerimientos de seguridad".

Y reflexiona asimismo sobre la teoría conspirativa de los chips: "Contenidos como este nos hacen pensar que tenemos que divulgar más la ciencia, dar a entender a la gente cómo son los procesos científicos y qué requerimientos necesitan".

Por último, ¿sería posible idear un dispositivo tan pequeño que pudiera inocularse dentro de una vacuna? Al día de hoy, es imposible, según el especialista en tecnología sanitaria Juanjo Tara, cofundador de la empresa DSruptive, que ha creado un implante subcutáneo con tecnología NFC para pagar determinados servicios y controlar algunas constantes sanitarias.

"La unidad mínima de computación, que es un transistor, tiene un tamaño de 7 nanómetros, pero para hacer algo que pueda rastrearte necesitamos miles de transistores juntos; ya sería demasiado grande y necesitaría una antena, sería algo que podrías tocar", explica a EFE este experto. Con ese tamaño, no podría ser inoculado dentro de una vacuna”.

Civilidad: Vacunarse es inevitable para salvar muchas vidas.

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