Las nuevas dinámicas sociales están generando otras
que conllevan cambios actitudinales y de pensamiento. Habilidades humanas,
técnicas y tecnológicas, hacen que el mundo y la vida sigan su curso. Traen consigo
también, una nueva ola de fantasía e imaginación acentuados por la virtualidad.
Sacerdotes acoplados al celular celebran eucaristías. En plataformas digitales
hasta hace poco extrañas docentes, estudiantes y padres de familia asisten a
clases virtuales. Vía internet propician procesos de cambio y adaptación para
comprar y vender productos y para pagar servicios. El mundo cambió gracias a la pandemia, y esa
transformación es mediada por la virtualidad. Hoy, es muy dificil concebir un
hogar sin internet o un usuario de celular sin programas o aplicaciones y sin
acceso básico a redes sociales.
Ya
no podemos vivir sin ese celular con programas o aplicaciones espía (conocido
como spyware) que están al alcance de cualquiera, tanto para Android
(mucho más extendidas) como para iPhone (requiere jailbreak). Nos espían “todo”
lo que hacemos en el teléfono. Somos esclavos de ese satanás llamado celular.
No hay en el mundo quien no lo use, día y noche. Es el impulsor o cómplice extracorporal
del plan de control de la población.
Desde
el inició de la carrera por la vacuna contra el coronavirus, en redes sociales
circulan rumores y conspiraciones en relación al proceso de vacunación. No hay
tal que preparan la implantación en el cuerpo de un microchip en la futura
vacuna contra el coronavirus para controlar a la población con fines políticos
y económicos. Es imposible tecnológicamente y también desde el punto de vista
de los controles sanitarios. Las tecnologías actuales, los controles legales y
sanitarios internacionales no permitirían introducir al cuerpo un chip en las
futuras vacunas contra la COVID-19, pese a los mensajes difundidos en redes
sociales y otros medios que denuncian esta operación como un plan en marcha
para el control de la población.
La velocidad
por desarrollar una vacuna contra el coronavirus, que involucra a centros de
investigación, laboratorios, organizaciones e instituciones de numerosos
países, ha dado pie a diversos mensajes y declaraciones públicas que advierten
sobre un supuesto objetivo oculto de implantar en las vacunas un microchip que
manipule a la población mundial con fines políticos y económicos.
Hay
mensajes de conspiración que se han hecho virales en Facebook y Twitter alertando sobre la introducción en las futuras vacunas de un
chip con nanotecnología de ADN "que puede controlar la actividad
cerebral, el sistema nervioso y el sistema endocrino". Dizque con el
objetivo de garantizar la sumisión de todos los vacunados a un nuevo orden
político y económico. En realidad, es imposible implantar un microchip en una
vacuna. Tecnológicamente sería inviable, pero, aunque no lo fuera, los
controles legales y sanitarios nacionales e internacionales lo impedirían casi
con total seguridad, según los expertos.
Desde
el punto vista sanitario, introducir un chip en una vacuna
es "prácticamente imposible" por los controles sanitarios y
legales que debe superar hasta ser administrada a la población, ha explicado a
EFE el doctor Amós José García Rojas, jefe de Epidemiología y Prevención
de la Dirección General de Salud Pública del Gobierno canario y presidente de
la Asociación Española de Vacunología (AEV).
La
preparación de una vacuna es "un proceso extremadamente riguroso y
complejo", ya que, a diferencia de otros fármacos, su objetivo no es
reparar daños, sino prevenirlos, advierte García Rojas, e insiste en que sería
prácticamente imposible introducir un dispositivo electrónico "porque
las vacunas son supervisadas y controladas por organismos
internacionales".
"No
tiene sentido hablar de las vacunas como un instrumento de control cuando lo
que consigues con ellas es evitar que haya más enfermos" advierte
además el doctor García Rojas, quien lamenta que se difundan este tipo de
mensajes "por el impacto tan negativo que generan en la
sociedad".
"No
se puede crear una vacuna sin la fiscalización de una autoridad estatal que es
vinculante y está respaldada por leyes estatales y europeas; es algo que está
penado con cárcel, no se puede hacer", recalca la doctora Montoya, antes
de añadir: "Y tanto instituciones públicas como empresas privadas
necesitan esa autorización, en un proceso en el que se discute y se examina
cada coma".
Producir
una vacuna es por tanto un proceso "largo y complejo", que puede
llegar a durar hasta una década, si bien la investigadora del CSIC puntualiza
que, en el caso de la COVID-19, se está intentando "acortar
plazos" gracias a la cooperación internacional entre científicos.
Por
tanto, "el proceso global se ha acortado, pero las fases no, se hacen
en paralelo para ganar tiempo", precisa esta investigadora, quien insiste
en dejar claro que "hay que cumplir la ley, que tiene muchos
requerimientos de seguridad".
Y
reflexiona asimismo sobre la teoría conspirativa de los
chips: "Contenidos como este nos hacen pensar que tenemos que
divulgar más la ciencia, dar a entender a la gente cómo son los procesos
científicos y qué requerimientos necesitan".
Por
último, ¿sería posible idear un dispositivo tan pequeño que pudiera inocularse
dentro de una vacuna? Al día de hoy, es imposible, según el especialista en
tecnología sanitaria Juanjo Tara, cofundador de la empresa DSruptive, que
ha creado un implante subcutáneo con tecnología NFC para pagar determinados
servicios y controlar algunas constantes sanitarias.
"La
unidad mínima de computación, que es un transistor, tiene un tamaño de 7
nanómetros, pero para hacer algo que pueda rastrearte necesitamos miles de transistores
juntos; ya sería demasiado grande y necesitaría una antena, sería algo que
podrías tocar", explica a EFE este experto. Con ese tamaño, no podría
ser inoculado dentro de una vacuna”.
Civilidad: Vacunarse es inevitable para salvar
muchas vidas.
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