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domingo, 17 de enero de 2021

Popayán no volverá a ser la misma



 Nunca, jamás lograremos ponernos de acuerdo para definir la ciudad de hoy. La idea de ciudad mantendrá una definición polisémica compleja a lo largo de los años.

Son diversas las formulaciones y heterogéneos los criterios contemplados a la hora de definir a mi bien amada Popayán, entre otros: colonial, turística, “antigua”, universitaria, “moderna”, contemporánea o si se quiere atrasada. Colóquele el adjetivo calificativo que quiera para encontrar el resultado explícito de la descripción de la ciudad en este momento y contexto histórico concreto; pero su valoración mantendrá siempre cierta confusión. Precisamente por eso no ahondo en los matices que podrían derivarse de los campos conceptuales enunciados. Lo que interesa es proponer una definición de la ciudad como realidad social, como realidad del espacio social y como forma del asentamiento de la comunidad. Al considerar la ciudad, como comunidad, tiene una expresión material el urbanismo; es decir, que las comunidades sociales ciudadanas se asientan en espacios estructurados de forma urbana para hacerla, construirla, destruirla o modificarla. Pero, el egoísmo, la rivalidad y la vanagloria destruyen la unanimidad y la concordia, que son las bases de la convivencia de la comunidad.

 Al entender la ciudad como comunidad humana, subrayo que, como comunidad humana, observada y analizada desde una perspectiva funcional o vivencia, cuenta con lugares donde se hacen realidad las prácticas sociales. O sea, con lugares sociales donde se efectúan las actividades que involucran a mujeres, hombres y objetos materiales, donde se realiza el trabajo (económico o político-ideológico), donde se usan, consumen, disfrutan o sufren los productos y donde se establecen las relaciones entre sujetos.

La comunidad de la Popayán de hoy, al igual que otros contextos de relaciones sociales, tiene sus propios espacios, su propia estructuración del espacio social. Y si para la ciudad esos espacios son los espacios urbanos, para los grupos domésticos, por ejemplo: sus espacios habitados son espacios de socialización: los edificios, las unidades multifamiliares a donde los mismos realizan sus prácticas sociales. Desde luego, el espacio público, es el componente esencial en la configuración de la ciudad.

Popayán siempre ha sido contemplada a lo largo de la historia en contextos de relaciones en los que se habría hecho realidad el trabajo especializado, donde las actividades desarrolladas en una sociedad habrían llegado a ser ejercidas por sumisos que dedicaron su tiempo a determinado tipo de trabajos y no a otros. Como producto de su amplia tradición, aún se conservan innumerables costumbres, producto de la fusión de la cultura española, indígena y afrodescendiente. Aunque todavía siguen vigentes, han sido cambiadas en forma y fondo.

Los criterios de los poderes españoles para establecer las jurisdicciones políticas, eclesiásticas y administrativas no se dieron en relación con unos espacios vacíos, sino que habrían tenido que contar con estas dinámicas territoriales de origen precolombino. Y esa sería justamente la razón por la cual la Provincia de Popayán, tan diversa geográfica y culturalmente, habría logrado consolidarse como una unidad a partir de la pluralidad. La historia muestra la actividad que desarrollaron los hombres que, de una u otra manera, se comprometieron con la creación de la sociedad, la economía y el Estado regional. Solo basta rastrear los personajes que hicieron del Cauca la región colombiana más importante del siglo XIX. Indagar sobre sus ascendientes, nos ofrece también, una abundante información sobre las biografías de los más sobresalientes hombres de la colonia. Sobra decir que, sin este trabajo, y debido a las vicisitudes que han sufrido los archivos, hoy sería prácticamente imposible reconstruir las actividades de los más destacados personajes de esta región.

Concretamente, Popayán acogía a sectores dedicados a ciertas tareas, mientras que el campo pasaba a ser el ámbito de otros trabajos especializados. La ciudad acarreaba la división en una sociedad entre trabajos urbanos y trabajos rurales, entre un mundo urbano y un mundo rural. La ciudad se asociaba a una determinada idea de reparto del trabajo, que se entendía como la base de la fractura social más importante ocurrida en la historia

 

Popayán, nunca volverá a ser la misma. De allí que, sea necesario acabar con esa visión cerrada y finalista de la ciudad, de la ciudad como espacio de poder, de la ciudad como realidad sin futuro. La ciudad está por hacer, construyéndola colectivamente y sin fragmentaciones que separen a la colectividad. Si las condiciones materiales objetivas permiten su construcción y si las voluntades se orientan adecuadamente en provecho de la totalidad de la comunidad. Todavía es posible resolver la especialización (la división de tareas) en beneficio de las comunidades humanas que habitan la ciudad. Es posible crear espacios sociales por y para las mujeres y los hombres que habitamos los barrios; eso sí, dejando el Centro Histórico intacto. Aún es posible un urbanismo unitario reclamando la recuperación de los espacios sociales para la vida cotidiana.

Civilidad: Popayán debe ser un espacio funcional donde sus habitantes satisfagan las necesidades de vivir, trabajar, desarrollar cuerpo y mente

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