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sábado, 26 de septiembre de 2020

“Los buenos somos más”

 

Trillada frase cuando con su proceder los malos se imponen. El bien y el mal existen desde que apareció el hombre. Estamos plagados de ejemplos con todo tipo de argumentos. El lio es que la desconfianza aumenta los malos. La tendencia a destruir, es una constante. Aumenta la contaminación de ríos y quebradas.  Tiran la basura a la calle, porque alguien vendrá a recogerla. Rayan paredes y destruyen el amoblado público en las ciudades. Toman atajos o ventajas en cualquier situación ciudadana. De allí la necesidad de la Policía intervenga, porque poco o nada respetamos el cúmulo de prohibiciones en códigos que son letra muerta.

La sociedad, es una maquina humana de producir egoísmo. A diario alimentamos el corazón de odio. Nadie puede sentirse ajeno a ese instinto natural de romper las reglas, quebrantar las leyes, pasarse por la faja las normas.  

Cuando oímos la noticia de que una madre abandonó, torturó o asesinó a su bebé, el repudio, la impotencia, la ira y el deseo de pronta justicia nos llena de malos deseos. Y, si la víctima es una madre y el victimario es un hijo, los sentimientos son idénticos. Estos horribles ejemplos para expresar que no todas las madres son buenas, pero que la inmensa mayoría sí lo son, porque las malas son la excepción. Igualmente, no todos los hijos son malos, los buenos son más.

En las instituciones ocurre lo mismo. Pero, por acción u omisión de un miembro no podemos meterlos a todos en el mismo costal, revolviéndolos y sacando, como si fueran iguales. En todo lugar, hay buenos y malos, pero los buenos siempre serán más. Militares bandidos y criminales que manchan el honor del uniforme militar con actuaciones censurables, no solo deben retirarlos de las filas, sino juzgados, imponiéndoles las penas más altas de nuestra legislación. Lamentable que, por la indebida actuación de unos pocos, las instituciones pierdan la imagen positiva que siempre han mantenido con índices de aceptación y favorabilidad entre la ciudadanía.

Colombia pasa por una profunda crisis. Los colombianos hacen juicios muy severos en contra del Congreso y sus miembros. Justificadas críticas por las excesivas remuneraciones parlamentarias, el desconocimiento de los verdaderos problemas del país, la incapacidad para dar soluciones, y su indiferencia frente a los dramas vividos. En ese contexto, hemos visto desfilar innumerables propuestas de reformas políticas, pero sin verdadera voluntad de cambio. Es hora de renovar el Congreso más que la política.

En el Ejército, Armada y Fuerza Aérea, cuerpos armados, hay verdaderos héroes que defienden nuestra soberanía, que nos han protegido durante años de terroristas y delincuentes. Pero, la Policía fundada hace 129 años, requiere cambios urgentes. Hay necesidad de reformar la fuerza pública para evitar que sus integrantes cometan abusos contra la población civil. Ellos tienen el compromiso de preservar la integridad física de los ciudadanos y garantizar la conservación del orden público interno

 

A la presión social que vive el país, no escapan sacerdotes que incurren en delitos de pederastia, pero no todos son iguales. Hay verdaderos apóstoles y guías espirituales en cantidades superiores a los malos.

Cuando un docente acosa a una estudiante, no es que todos los profesores sean perversos; al contrario, en la formación educativa hay verdaderos docentes que honrosa y meritoriamente merecen llevar ese título.

Nos mordemos de rabia cuando jueces, fiscales y magistrados fallan contrario a las leyes, torciendo la verdad de los hechos favoreciendo a una de las partes; cuando con sesgo juzgan a unos y exoneran a otros por los mismos delitos. Pero, los jueces buenos cumpliendo y honrando la justicia por encima de todo en recta aplicación de la ley, son la mayoría. 

Cuando un médico incumple el juramento hipocrático, no significa que todos los médicos sean malos. En esta pandemia están demostrado que son los mejores. Su vocación es inagotable y, son verdaderos salvadores de vida, muchas veces a cambio de la propia.

La juventud actual, tampoco no toda está malograda hasta el fondo del corazón. No todos los jóvenes son pirómanos, malhechores y ociosos, aunque, jamás serán como la juventud de antes.

¡Colombia está agitada! El reto que afronta, es la falta de un enemigo nacional de envergadura, que asuste a la nación. En la mar bravía, están inventando un enemigo al precio que sea. Innegables tormentas con vientos encontrados, de descontento, rencor, desempleo, hambre, odio, corrupción, masacres y violación de derechos humanos, precipitan el naufragio de la nave. Buscan el día en que buenos y malos remen juntos para gritar: ¡No más! Para entonces, la indiferencia y la incapacidad del establecimiento, no podrá contener la brutalidad de la turbamulta.

Civilidad. El descontento al dar su opinión, descalifica al resto. Y, esa, también, es una forma de ser "malo" sin darse cuenta.

 

 

 

 

domingo, 20 de septiembre de 2020

Incitación al odio, una copia

 


Estatuas de Cristóbal Colón y efigies de padres fundadores de EE. UU, como George Washington y Thomas Jefferson fueron derribadas durante las protestas contra la brutalidad policial y el racismo que se desató tras la muerte del afro-estadounidense George Floyd. Así mismo, en Reino Unido, manifestantes derribaron la estatua del esclavista británico Edward Colston en la ciudad inglesa de Bristol, y en Bélgica dañaron y removieron monumentos a Leopoldo II, el rey del siglo XIX. Dentro de una agenda, impusieron la moda que, de alguna manera, los símbolos del pasado, representan la esclavitud y el racismo en EE.UU., y deben derribarse.

De tiempo en tiempo, el pueblo suele irritarse con los símbolos del poder. En 1956, a una imagen icónica del levantamiento anticomunista de Hungría, le cortaron la cabeza a una imponente estatua de Stalin, derribándola ante cien mil exaltados habitantes de Budapest.

En esa tendencia, en el 2003, en vivo y en directo, difundieron al mundo lo que significó el triunfo de Estados Unidos, después de la conquista norteamericana de Bagdad, en la que la población de Irak era chiita y había soportado el dominio de la minoría sunita, a la que pertenecía Sadam. Esa la razón para tumbar la estatua de Sadam Hussein en la que no faltaron voluntarios. En todos los casos históricos citados sin lugar a dudas, había un odio justificado hacia sus tiranos que hacía entendible el vandalismo.

Como siempre, es un efecto global que sólo se está dando en el momento actual. A Popayán, todo nos llega tardíamente. Hasta la muerte. Fatalmente se han sumado a la moda, derribando la estatua del analfabeto, sanguinario a más no decir; que huyó al castigo de su padre por matar de un garrotazo a un caballo. Que, como responsable del genocidio, por su crueldad al matar indígenas por la conquista de estas tierras, recibió el título de “adelantado” y gobernador de la provincia.   Que, -por no saber firmar, en 1537 debió poner una equis en el acta de fundación de ´Popaiam´- ciudad, que su teniente Juan de Ampudia ya había fundado el 1° de noviembre de 1535. Que se impuso contra los naturales del país, cometiendo toda clase de crueldades sin mirar la justicia al emprender la conquista. Que los indios realmente fueron arrollados. Que nos enseñaron un recuerdo falso del “conquistador”.  Todo eso, es totalmente verídico, Pero, inventarle un enemigo ensañándose contra la ciudad después de 485 años, dañando la escultura del “descubridor” Sebastián Moyano, es una estupidez.

Así, sin más ni menos, los famosos corifeos evocan ese pasado tenebroso hablando de libertades y derechos del pueblo de que se aclaman defensores. Siempre hubo y siempre habrá cabecillas para leer la historia de siglos pasados aprovechando los parámetros culturales de la actualidad como una prueba de su pereza intelectual. Los incitadores hacen recopilación de datos para copiar los delitos de odio, con todas las formas de expresión que extienden, incitan, promueven o justifican el odio racial, la xenofobia, el fanatismo y cualquier otra forma de rencor basada en la intolerancia. Pero, ¿por qué pasa esto? Pues, porque el objetivo es obtener réditos políticos. Aunque haya quien diga que es para protestar contra causas injustas porque así se solucionan.

Entonces, que destruyan a Popayán, porque con el derribo, destrucción, daño a monumentos, casonas, iglesias, cúpulas, techumbres, y efigies que nos recuerdan que toda la ciudad está relacionada con la colonización y el esclavismo. 

Civilidad: El día que Popayán no tenga su atractivo colonial para que vienen los turistas.

domingo, 13 de septiembre de 2020

Crónica testimonial de un retorno sangriento


                                       

Cuando retornábamos a Popayán, el tic-tac del reloj en la muñeca de mi mano punteaba las tres de la tarde, de aquel tenebroso y fatídico lunes, 30 de septiembre de 1991. Ese día el cielo se tornaba sombrío, triste. El aire venteaba impasible y frío. Atrás habíamos dejado el pequeño poblado de El Carmelo (Cajibío).

Era época de agitación electoral, pues se aproximaba la elección para gobernadores. Nuestro grupo político apoyaba integralmente al candidato Temístocles Ortega Narváez, abogado, oriundo de la pequeña población de Mercaderes, al sur del Cauca. Hombre inteligente y bien preparado de clase humilde, hijo de campesinos, excelente orador, y muy capaz. Mereced a su superación, había logrado ocupar cargos de representación popular y altas posiciones del Estado, hoy Senador de la república.   

Estábamos acostumbrados a largas y agotadoras jornadas desde el amanecer, hasta altas horas de la noche. Hacía pocas horas habíamos recorrido casi la totalidad de veredas de Tierradentro, haciendo pedagogía de paz en esa zona inhóspita, escabrosa donde el tristemente célebre Manuel Marulanda Vélez, “Tiro fijo”, había producido años atrás una masacre que había conmovido a Colombia.  

Habíamos andado unos pocos kilómetros, cuando el senador Aurelio Iragorri H, tomó el micrófono del radioteléfono ´Yaesu´ (predecesor del celular) para hablar con su esposa Diana, informándole que estábamos de regreso, era su costumbre para tranquilidad de su familia, pues los riesgos eran altos. Al senador no solo lo caracterizaba su don de gentes, sino su gran facilidad de adaptarse a cualquier contertulio por lo que, durante sus recorridos en las giras políticas, mantenía repetidas y amenas conversaciones. Era fluido y lleno de anécdotas que lo hacían agradable. Premonitoria esa oscura y aciaga tarde septembrina, porque estuvo parco en el hablar. “Parece que va a llover, vámonos”, dijo el Doctor Iragorri y, seguimos el camino.

En el Trooper, viajábamos siete personas: el senador Iragorri quien lo conducía; acompañando en el puesto delantero del narrador de este testimonio. A la espada del senador, Alirio de Jesús (q.e.p.d); Eliecer Cerón; Jairo Valencia ex alcalde de Cajibío; un N.N, infrecuente personaje recién reinsertado del M-19 y en la parte trasera Horacio Morcillo presidente de las juventudes liberales.

Pasábamos la vereda “La Primavera”, por un verde y nocivo bosque de pino, al lado y lado de la vía, cuando sorpresivamente nos llovieron partículas de vidrios, junto con feroces ráfagas de proyectiles. Vidrios, agua, y balas confundidos en un traqueteo indescriptible.  No podría calcular el tiempo transcurrido, pero me pareció una eternidad. Los tiros chirriaban en la carrocería del vehículo, volaban esquirlas metálicas revueltas con agua, vidrios. Adentro del vehículo, la mudez contrastaba con la balacera. El Trooper se bamboleaba de un lado a otro. El senador seguía manejando el vehículo; agazapado, pues, apenas si estratégicamente se asomaba por el hueco- parabrisas, conduciendo con gran pericia. Su corpulenta figura, acurrucado, maniobraba el timón; su cara amoratada casi cianótica, ojos desorbitados, me hizo creer que estaba mal herido.

Después de tantos varios años, aún retumba en mis oídos semejante acto criminal que por arrojo, valor y serenidad del Dr. Iragorri, sirvieron para que no llenaran de plomo nuestra humanidad.  Sin embargo, de nuestro vehículo bajaron los cadáveres de Jairo Valencia y Horacio Morcillo y herido Eliecer Cerón. De los dos vehículos de escoltas: un Willis carpado, modelo 54, cinco policías masacrados y, del campero Nissan, bajaron dos agentes del Das, uno herido y otro muerto. En total en ese sanguinario asalto, ocho muertos y dos heridos. Facinerosos del ELN, hicieron brotar la sangre de humildes hombres de la seguridad. No había duda alguna, su intención era presionar los diálogos en Tlaxcala México.  

Como siempre, Colombia se estremeció y se alborotó durante tres días. Escándalo político, conmoción nacional por la crueldad del asalto a manos de bandidos del ELN que quisieron asesinar al Senador Aurelio Iragorri, que, de no haber sido por la Providencia Divina, este cronista no estaría recordando estos apartes sacados de mi libro “Cuentos Parroquiales para todo el mundo”. 

Civilidad. Transcurridos 29 años, (2020-1991) la situación sigue de mal en peor. Un testimonio de vida y muerte, es precisamente, septiembre negro

martes, 8 de septiembre de 2020

AURELIO IRAGORRI HORMAZA

 


Ha llegado al final del camino después de una larga vida. Su alma se recoge respetuosa en un éxtasis sublime. Se ha ido al inmenso espacio sideral.  Trepó a la última cima, luchando contra el enemigo invisible del planeta, después de haber logrado, mucho, poco o nada de lo que la gente plantea ilusamente, pues los seres humanos no somos más que un soplo en nuestro ciclo de vida. Trascender a otro plano hace parte de nuestro ciclo de la vida. Sin embargo, en mi propia soledad, es difícil aceptarlo. Mi tristeza, me permite empatizar con la congoja de sus familiares, creando apoyo y consuelo a la desolación que nos embarga.

Siempre hablamos que iríamos a la par en el camino, pero él tomó la delantera en ese espinoso sendero que es imposible de dejar. No logramos despedirnos, pero siempre nos llevamos en el corazón como hermanos, por eso es difícil asimilar su partida hacia la luz celestial. Me consuela que, hasta sus últimos días di todo de mi por nuestra amistad, al igual que él por mí.

Siempre que podía alimentaba sus diálogos con recuerdos de nuestro pasado, de nuestra infancia, de nuestra juventud, días felices, sin inhibir las amargas raíces de la desventura; bebiendo en el cáliz del dolor, una agua turbia y salobre que devoraba sus entrañas, pues en su vida nada fue fácil. Sabía sortear los silencios, para hacer pausas e intervenir en el momento indicado para contar las adversidades de su vida. A los dos meses de nacido había perdido a su madre. Tres ángeles acompañaron su vida. Uno, su intangible madre que lo protegía.  Y dos visibles. Mama Rosa que le dio su crianza. Y el otro ángel que embelleció su vida, su bienamada esposa: doña Diana.

En su trasegar, nunca tuvo el camino despejado, como el firmamento en una tarde de verano. Su vida fue un prisma inconmensurable cuyos lados, refractando la luz del sol, se revistieron de brillantes colores del iris. Pero, por la magnitud de las dificultades, se diría que era un nudo formado por los dedos del Altísimo para unir el Cielo con la Tierra. Solo el, supo decir a las generaciones, más que en sublimes palabras, en su lenguaje articulado: promover el servicio al pueblo. Entre nubes interpuestas ostentó su permanente ayuda a las gentes desvalidas de la fortuna como un eco atronador de los vientos.  Concentrando de ese modo todas sus fuerzas, se preparó para la lid y, lanza en derredor sus falanges de nubes, combatió sucesivamente contra espesas columnas, como rápidos torrentes.

En ese decir y hacer, de escollo en escollo, formó ilusorias figuras que ascendieron en el espacio: ya un cóndor de gigantescas alas, duplicadas en la movible sombra que forman en la plateada planicie del arenal; ya una cadena de fogosos en ademán de escalar. El cuaderno histórico registra de trecho en trecho, algunos grupúsculos más o menos caprichosos quienes en el porvenir, tendrán la nada fácil tarea de recoger los aportes para construir acertadamente el futuro, tratando de emular y enarbolar su figura cimera.

Sus amigos de siempre, quedamos en el bullicio del siglo, calmos y solos, porque ante los cielos queda su alma. Hemos de seguir en este ingrato suelo de amargura y de dolor.

Entrañable hermano y amigo: ¡sublime hasta en tu abatimiento como en los tiempos de tu gloria! Dichosos los que te vieron en los días de tu grandeza. Tu figura elevada sobre las regiones cual rayo, igual que tu austera virtud sobre las tempestades del odio y del rencor, porque adentro de la persona que conocieron había una persona que no conocieron. 

J. Aurelio Iragorri Hormaza, hombre de mil batallas, siempre victorioso. La última y única fallida fue de la que nadie puede salir airoso. Gracias por enseñarnos a creer en las ideas y la solidaridad. Gracias, por honrar la vida y la paz. Nunca te vimos huyendo despavorido a la presencia del genio de las tormentas. Como el Cid Campeador, tus triunfos fueron en medio de una atmósfera siempre luminosa.  Hoy tu plateada cima, reducida en pesados fragmentos, hace entrever un abismo sin fondo, rodeado de peñascos que amenazan tu patria querida; sin embargo, te alzas con orgullo sobre cordilleras, valles y ríos que cruzaste a pie y caballo ostentando tus deslumbrantes perfiles en una curva en mil pedazos hendida, al solo amago del brazo del Altísimo.

Se cierra el libro de la existencia física de Aurelio Iragorri Hormaza, pero queda abierto su legado imperecedero. En Popayán, en cada rincón del Cauca y en Colombia, queda una huella de su gestión.

sábado, 5 de septiembre de 2020

La vida no vale nada


Estamos viviendo una tragedia por cuenta de la pandemia, ante la cual preguntamos, qué vale más: ¿la economía o la vida? Desde luego, la respuesta no se hace esperar, pues siempre se elegirá proteger la vida a toda costa. ¡Mentiras!, dicen una cosa y hacen otra. La alternativa es engañosa y mortal como entro a explicar.

Se dijo que había que salvar vidas ante la falta de material de protección en clínicas y hospitales. Impusieron la cuarentena, dada la velocidad de propagación del virus. Declararon que el 80% de la población, seríamos contagiados a lo largo de este año con muertos insepultos. Así que, todos los esfuerzos (confinamiento, UCI, la curva, el pico y cédula) en países y sociedades “avanzadas” serían dirigidos a contener la pandemia protegiendo la vida humana, anteponiéndola a cualquier otro aspecto. No había otra disyuntiva, sobreentendiendo que la vida humana no tiene precio. Si lo tuviera, ¿cuánto valdría una vida humana? Aunque, expertos calculan la renta per cápita contributiva multiplicada por el número de años que le quedan por contribuir (vida contributiva). Que prestarían mayor atención a la sociedad económica inactiva, (abuelitos) porque el virus se ceba especialmente en ellos. Tremendo engaño. Si los mayores de 70 años producen menos interferón en respuesta a la infección viral y, guardianes de cárceles con moringa, aguapanela y limón, en ollas descomunales salvaron batallones de presos. ¿Porque aún, desconocen ese protocolo que salva vidas? 

El desamparo que vive el mundo a causa del Covid-19 obliga a pensar y repensar. Ciertamente, hay que equilibrar la economía para alcanzar los recursos financieros, reactivando el aparato productivo en el contexto del orden económico internacional. Quedó al descubierto la fragilidad de la vida humana que, ni capitalismo ni comunismo funcionan. Son tan frágiles, que, EE. UU, Rusia, Europa, Brasil, o Colombia, no tienen el poder ni el dinero para controlar tan terrible peste.

De allí que, a repensar la economía volviendo a su concepción original. En la antigua Grecia, el “Oikos” hacía referencia a un hogar, pero no sólo en el sentido de una unidad de consumo familiar, sino en un sentido de estado. Un “Oikos” era también, una unidad de fabricación, que abastecía a las familias de sus propias necesidades.

El problema fundamental no es la disminución de los volúmenes de producción, ni la paralización de algunos sectores, ni la caída de indicadores económicos; es la crisis actual que pone al mundo en una disyuntiva tal, que lo obliga a escoger entre la vida o la economía; recordando que no hay economía si no hay vida.

El gobierno se desgastó acudiendo a la estimación de pérdidas financieras, planes de contingencia sobre estructuras venidas abajo. Siendo mejor, valorar al ser humano como parte del ecosistema y no como depredador del mismo. Elegir proteger la economía a toda costa con gestos de riqueza como el préstamo de US$370 millones a Avianca, fue un traspié. ¡Es mucha plata!

Avianca pertenece a dos poderosos extranjeros propietarios del 67%, junto a 25 accionistas medianos y otros muy pequeños. El cuestionado, Germán Efromovich era el amo y señor de Avianca con el 51.53 % de las acciones de esa compañía, hasta cuando al incumplir pagos de un préstamo de USD$ 456 millones con United Airlines, cuya garantía eran sus acciones, lo perdió todo. 

Otra comedia social que no deja de causar indignación, fue la generada por los cortes de energía en casas de dos ancianos: Carlos Infante de 72 años y José Miguel Daud David de 93, vecinos entre sí, unidos por los mismos problemas a los que Electricaribe, les suspendió el servicio de energía por mora en el pago. Daud David, falleció por falta de energía para el uso de su respirador eléctrico. Entonces, ¿Cuánto vale una vida humana? 

Sobran los malos ejemplos. Dilación reiterada en la asignación presupuestal en todos los niveles que conlleva a problemas de liquidez en pequeñas y medianas empresas. El panorama de salud, no es alentador, es crítico, especialmente en las EPS, ESE, hospitales y clínicas. Tenemos un sistema de salud que encara el virus sin liquidez, en crisis financiera, y con recursos dispersos, promoviendo todo un clima de suspicacias porque Avianca no salva vidas. 

Cuando esto pase, después de asimilar su estela de dolor y lágrimas, deberán replantear el rol del Estado, dándole a la vida su valor real, no el actual, ideado como un conjunto de monedas y un cúmulo de engaños, regresando al camino de la humanidad y la equidad. 

Civilidad: Salvar vidas, cambiar mentalidades