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sábado, 1 de agosto de 2020

Ahorrar para tiempos difíciles

"A los pobres les sorprendió la pandemia por no ahorrar”. Expresión que me permite contarles a mis lectores que, en mis tiempos de escuela pública, a los niños nos enseñaban el uso de las cuentas de ahorro para mejorar el bienestar en el futuro y tomar decisiones financieras más responsables. Épocas remotas, cuando conectaban a la niñez con el servicio bancario, permitiéndoles reconocer el papel que estas instituciones desempeñaban en la sociedad para enfrentar de mejor manera los desafíos de ahorrar, administrar sus propios dineros y afrontar los retos que conlleva el logro de los objetivos.

En 1933, la Caja Colombiana de Ahorros, hoy Banco Agrario, cuando apenas llevaba dos años de su nacimiento, decidieron incentivar el ahorro de los colombianos. Para cumplirlo, implantaron en escuelas y colegios, un programa de ahorro escolar con una forma divertida de familiarizarse con el ahorro y con las operaciones bancarias. Experimentando la enorme satisfacción de lograr tal objetivo con disciplina. Los niños podían comprar las estampillas, incluida la escuela donde acudían, adhiriéndolas a una hoja plegable para poderla cargar. Al llenar la hoja, se concurría a la Caja de Crédito Agrario, Industrial y Minero, para registrar el valor de esa hoja, en la “libreta de ahorros” que firmaban y sellaban, aumentando ese importe al que se tenía ahorrado. 

También incentivaron el ahorro, mediante autorización del Gobierno a la Caja Agraria, para que parejas que contrajeran matrimonio recibieran la donación de cinco pesos que les consignaban en una cuenta nueva de ahorro. Aunque se dice que nadie se casó motivado por la opción de ganarse los cinco pesos, sí hay testimonios de que la Caja incrementó en 20 por ciento las cuentas de ahorro nuevas en esa época, impulsadas por las parejas que coincidencialmente se casaron en esos días aprovechando la ganga ofrecida. Hace parte también de mis recuerdos de la infancia, aquella que representaba el símbolo de ahorro en Colombia: La hermosa alcancía de acero inoxidable de “La Caja Agraria”, insignia de ahorro, por allá en la mitad del siglo XIX. 

Estos gratos recuerdos dejados por la Caja de Crédito Agrario Industrial y Minero, que perdió sus apellidos, “Industrial y Minero”, era el banco más grande de Colombia, tenía el mayor número de empleados (16.500). Banco del pueblo en los pueblos, con la red más numerosa de oficinas 864 en todo el país, por lo que, las familias colombianas se enorgullecían al decir que tenían un familiar “creditario”. 

Resulta paradójico que, en estos tiempos de dificultades, aviven el consumo y no el ahorro. Pues, en mi opinión, el camino más conservador y más racional, es reducir gastos y promover el ahorro para poder afrontar la nueva “normalidad” después de la pandemia. 
Por lo que se ve y se lee, el gobierno pretende recuperar la economía, incentivando al pueblo a consumir más. Gastando más, sin cerrar el grifo y, sin motivar el ahorro en estos tiempos tan complicados. Dinamizar la economía con la medida de los tres días sin IVA, esperando cubrir el déficit fiscal, acerca más al país a la bancarrota, y al ciudadano que compra esclavizarlo ante los bancos, encadenado por las seductoras tarjetas de crédito, Comprar en estampida porque rebajan los precios un día, ¡no hay tal! La actividad comercial caprichosamente maneja los precios y a los clientes con sus promociones. Y sin olvidar que la creciente guerra con la pandemia tendremos que repagarla. Entonces, las limitaciones fiscales, más temprano que tarde, forzarán al gobierno a atizar la inconformidad, con otra inevitable reforma tributaria. Y, como siempre, los ricos cada vez felices y, los pobres cada vez peor. 

Civilidad: Meterle muela a la corrupción, combatir el contrabando, duro a los evasores con altas utilidades, que tributan cero, incentivar el ahorro y, dejar de ser tan derrochones. 

Adenda: Jorge, no has tenido una Mala Hora, solo un sueño feliz. 



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